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En esta nueva entrega de Cuaderno de MATERIALES, a pesar de intentar confeccionar un número variado en lo que a temas se refiere, no hemos podido dejar de llevarnos por los últimos acontecimientos, de manera que entre las múltiples colaboraciones que hemos tenido en los últimos meses hemos seleccionado para la edición en papel aquellas que, de un modo u otro, tenían que ver con la crítica de la tecnología. Dicha crítica puede resultar parcial, pero todas lo son. Desde una perspectiva materialista dicha parcialidad vendría a ser aminorada por el establecimiento de un sistema de teorías (filosóficas) acerca de la tecnología, sistema en el que debería constar nuestra propia posición; pero nada nos garantiza que los principios del sistema sean completamente objetivos, así como tampoco nada garantiza la total bondad y veracidad de los principios ontopraxeológicos de nuestra propia posición. Precisamente por esto es posible la discusión filosófica, aunque lamentablemente también es posible la incomunicación o la falta de entendimiento. A falta de este sistema y de teorías reconciliadas con la realidad tecnológica, nos arriesgamos a presentar una perspectiva fatalista y neoludita: ante catástrofes como la del Prestige y la (inminente) guerra contra Irak nuestras visiones de la tecnología se oscurecen, no es para menos; son situaciones que "claman al cielo"... O al pueblo. Pero el pueblo está conectado, vive una realidad virtual entre el ordenador, el (auto)móvil y el supermercado, vive en la caverna telemática, televisiva, telecompradora... En fin, vive una tecnología cuyos efectos no serían tales sin la conjugación con el mercado, cosa que muchas veces no se pone de manifiesto y se critica a la tecnología en abstracto. En cualquier caso, sin ciencia y tecnología no podríamos estar escribiendo ni leyendo esto. Desde aquí exigiríamos un control político de la ciencia y la tecnología, un control formal cuasi-matemático, con rigor ilustrado, pues la libertad ya estamos viendo a dónde nos lleva: a no distinguir al enemigo, a pensar que ni siquiera existe, pues basta con zambullirnos en el proceloso mar de las emociones y los deseos pseudosatisfechos que nos proporciona la cultura de la imagen y la conexión... ...Una cultura que, todo hay que decirlo, ha producido obras maestras cinematográficas como Los pájaros, de Alfred Hitchcock, película de la cual ofrecemos un análisis asimismo magistral hecho por un colaborador habitual de esta revista. Dicho análisis se opone a otro que dado el cariz de este número vendría más al caso: la represalia (metamérica o abstracta) de la Naturaleza contra el Hombre por todo los males a ella infringidos, particularmente el enjaulamiento y la muerte de los pájaros (ya sea con plomo, ya con petróleo). Pero no, se trata de una métafora de las relaciones humanas, a saber, la violencia sacrificial. Y por último ofrecemos un artículo sobre la genitalidad infantil, etapa en la cual el ser humano, a pesar de ser un perverso polimorfo, es todavía inocente respecto de todos estos males que venimos relatando, etapa de la cual, quizás, debiéramos aprender los adultos. Deberíamos aprender a dar y a recibir afecto, y sobre todo a reconocer nuestras necesidades afectivas para poder recibirlo, aprender a expresarlo, etc. De lo contrario estamos abocados al mundo retratado por Houellebecq en Las partículas elementales, novela que poco tiene que ver con las auténticas partículas de las que habla la mecánica cuántica cuya interpretación ortodoxa parece que no entendió Popper. Esperemos que
todos estos artículos sean de vuestro agrado y... No, mejor, no:
es preferible el disgusto, antes que la complacencia que arroba nuestros
sentidos y anula la reflexión, aquél quizá pueda
mover a ésta. Gracias.
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