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Recientemente hemos convocado la que, desde algunos medios, ha sido considerada la mayor movilización estudiantil de la democracia. El hecho en sí de los estudiantes en la calle ha tenido, sin duda, la repercusión mediática que merece. Sin embargo, parece haberse olvidado (o ignorado) por completo el hecho de que los 100.000 estudiantes en Madrid (y la inmensa mayoría de los convocados en el resto del Estado) se manifestaban bajo el lema "otra Universidad es posible". Como es bien sabido, este lema (que bebe de los movimientos antiglobalización) no se esgrime tanto contra ésta o aquélla medida concreta de éste o aquél gobierno determinado como contra una tendencia general comúnmente aceptada, y precisamente por el hecho de ser comúnmente aceptada (ya que, en caso contrario, sería simplemente absurdo enunciar la perogrullada de que no sólo lo real es posible). Esta tendencia general es la que lleva a considerar que cualquier instancia (independientemente de su consistencia interna) debe probar su eficacia en el mercado, que lo único que puede garantizar la dignidad de cualquier cosa es su posibilidad de éxito como mercancía. La OMC no ve en la educación más que una fruta jugosa: Todo un continente casi virgen, aún sin devorar, que incluye a más de 50 millones de docentes y mil millones de alumnos en todo el mundo. De ahí su empeño en aplicar a la educación todas las medidas liberalizadoras que se recogen en el Acuerdo General sobre el Comercio de Servicios (GATS): Que la enseñanza sea una mercancía más entre otras mercancías, que los sistemas educativos se adapten a sus posibilidades de comercialización. Estados Unidos, Australia y Nueva Zelanda lideran a los mercaderes de la educación (para éste último, "las exportaciones de servicios de enseñanza constituyen la cuarta categoría más importante de exportaciones de servicios"[1]). Pero Europa no quiere quedarse atrás, y sólo en este contexto puede entenderse la Declaración de Bolonia, a la que deben someterse todas las reformas que se emprendan en la Educación Superior de los países europeos (como es el caso que nos ocupa). Como afirma Stijn Oosterlynck, ésta "es un paso importante en la mercantilización de la educación. Transforma la educación en una mercancía cualquiera que puede ser vendida en un mercado global de la educación".[2] Pero la enseñanza no es sólo un negocio para los que comercian directamente con ella. En las llamadas "economías del conocimiento", la productividad y competitividad de las grandes empresas no pasa tanto por el aumento de maquinaria como por la producción de conocimientos rentables, es decir, para aumentar la producción de trigo no hay que invertir tanto en tractores como en ingeniería genética. De lo que se trata es de liberar a los beneficiarios de la carga de costosísimos departamentos de investigación y poner la Universidad pública enteramente a su servicio. Evidentemente, igual que se producen dializadores distintos si se tiene la vista puesta en la salud de las personas que si se tiene puesta exclusivamente en el beneficio empresarial, del mismo modo, se generan conocimientos distintos si el objetivo es la libertad, la formación y la capacidad crítica de los ciudadanos que si es la rentabilidad económica.[3] Pues bien, nuestro rechazo completo a la LOU supone un enfrentamiento con los presupuestos mismos sobre los que se levanta. Se trata de un planteamiento incompatible sobre en qué consiste la Universidad, qué funciones debe tener y qué objetivos debe perseguir. Sólo desde aquí podemos plantear nuestra oposición a las medidas que se adoptan: a los poderes del Consejo Social (que someterá la docencia y la investigación a criterios de rentabilidad económica en vez de someterla a las exigencias teóricas de las propias disciplinas); a la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación (en la medida en que sea solidaria con toda la ideología de la "calidad" que está acompañando al proceso de liberalización económica); a la precarización del PAS y los docentes (un paso más en la flexibilización que ha de permitir a la Universidad adaptarse con rapidez a las cambiantes necesidades del mercado); a la financiación por parte de las grandes empresas (que, sin duda determinará qué investigar); a la pérdida de participación de los estudiantes; a la competitividad entre Universidades; a los privilegios otorgados a las Universidades privadas...etc. Siendo así las cosas, mostramos nuestro más enérgico rechazo a las posturas "críticas" que han adoptado tanto el PSOE como algunos Rectores. Su oposición a la LOU se basa, en el mejor de los casos, en la consideración de que esta ley no se somete lo suficiente precisamente a aquélla dinámica que nosotros consideramos intolerable e incompatible con la Universidad como servicio público. Y digo en el mejor de los casos porque, por lo general, los verdaderos fundamentos de su rechazo son intereses partidistas (la mera posibilidad de hacer oposición) o directamente intereses personales (que no se toque el "feudo" en el que han consistido hasta ahora las Universidades para los Rectores). Respecto a algunas medidas concretas que propone la LOU (por ejemplo las emprendidas contra la endogamia), consideramos dudoso que terminen siendo eficaces; pero consideramos del todo intolerables las declaraciones, por ejemplo, de Raúl Villar (Rector de la UAM) afirmando que es falso que haya endogamia: sólo por mezquinos intereses personales se puede mentir tan descaradamente. La Autonomía como derecho constitucional es irrenunciable, pero la autonomía desarrollada por la LRU es catastrófica. Respecto a los presupuestos generales sobre en qué consiste una Universidad, el PSOE y los Rectores que se oponen a la LOU exigen un recrudecimiento de la tendencia que nosotros condenamos. Sí, rechazamos por completo la LOU, pero lo hacemos por los mismos motivos por los que hace dos años rechazábamos el llamado Informe Bricall (encargado por la Conferencia de Rectores y defendido por el PSOE): Nuestro rechazo a una Universidad mercantilizada. [1] New Zealand Exports of Education Services. 20 de Mayo de 2000. Página 7, párrafo 6. [2] The Bologna-declaration: towards an European Higher Education market? Stijn Oosterlynck. Universidad de Ghent, Bélgica [3] Ejemplos muy ilustrativos de cómo afecta esta tendencia a las universidades se encuentran recogidos en No Logo. El poder de las marcas. Naomi Klein.
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