Num.18
 
 

Mentalismo mágico y sociedad telemática

Francisco José Robles y Vicente Caballero[*]


 
 

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2. 0232 Dicho sea incidentalmente, los objetos son incoloros. [...]
2. 03 En el estado de cosas los objetos están unidos entre sí como los eslabones de una cadena.
Wittgenstein, 1918 [1]

Ocurrió también que sirviéramos de sujeto para las investigaciones del fisiólogo o del psicólogo. [...] El resultado obtenido no podía ser, pues, al final de la experiencia, más que una relación entre dos series de objetos. [...] La iluminación de la pantalla pertenecía a mi mundo; mis ojos como órganos sensitivos al mundo del experimentador
Sartre, 1943 [2]

El hecho de estar más cerca del que está lejos que de aquél que se encuentra al lado de uno es un fenómeno de disolución política de la especie humana. [...] El gran confinamiento de Foucault no está fechado en el siglo XVIII, sino en el XXI.
Virilio, 1997 [3]

Veinticinco años separan la redacción, aproximadamente, de los dos primeros textos. Pero no hizo falta tanto tiempo para que el mundo en blanco y negro de Wittgenstein fuese recusado con dureza. Nueve años después Heidegger había publicado una obra en la cual la fenomenología dejaba de coquetear con el cogito cartesiano de forma explícita. El mundo ya no es nada que se represente sino una red de relaciones de contigüidad tempo-espacial en la que se está (Da-Sein). Sin embargo Wittgenstein iba a tener razón, por mucho que renegara de su Tractatus a través de la noción no representacionista de juego lingüístico. Y no porque una analítica de la verdad, usando la expresión que Foucault introduce en ¿Qué es Ilustración?, haya conseguido ese triunfo —de todos son bien conocidos los fracasos de los filósofos analíticos de la rama más dura— sino porque, de nuevo usando expresión foucaultiana, una ontología del presente no podría ser más favorable a la noción de objeto como desprovisto de cualidades secundarias y unido a otros como los eslabones de una cadena (sin jerarquías ni elementos vertebradores), tal y como Wittgenstein los describe en su Tractatus.

En cualquier caso no va a ser nuestro objetivo en el presente artículo hacer una contraposición entre lo escrito por un gran filósofo y la situación actual, a modo de curiosidad anecdótica. Si acaso señalamos semejanzas no va a ser con propósito diletante y erudito sino para sugerir el carácter no casual de la aparición de ciertas formulaciones filosóficas en determinados contextos económico-culturales y el modo en que se influyen mutuamente mediante canales de flujo y reflujo. Algo que aquí tan sólo podemos mostrar de costado pero en lo que no nos podemos detener.

El objetivo de este artículo es analizar la manera en que el psiquismo está hoy adoptando configuraciones absolutamente nuevas, cuya causa es lo que eufemísticamente se denomina sociedad de la información, a la cual nosotros llamaremos sociedad telemática o sociedad trans-política según nos refiramos a su característica material dominante o bien a la nueva figura geopolítica que nos es puesta delante como horizonte de (sin-)sentido por este nuevo «estado de cosas».  

En efecto, el psiquismo es una realidad en continuo cambio. Rechazando por adelantado posiciones mentalistas al respecto, [4] sobre cuyo papel ideológico se sugerirá algo más adelante, parece que podemos encontrar un fundamento riguroso del psiquismo en acción (expresión que debería resultar tautológica) en la exégesis del ser en el mundo acometida por los fenomenólogos posteriores a la publicación de Ser y tiempo— Una exégesis cuyo hilo vertebrador es la remisión entre útiles, es decir, el desenvolvimiento de una carnalidad operatoria [5] entre una serie de indumentos y útiles que son eso, útiles, antes que objetos en blanco y negro suspendidos en una suerte de ejes cartesianos desde los cuales se mostrarían observables sin perspectiva alguna (o, lo que es lo mismo, desde todas las perspectivas posibles a la vez)

Pero no es necesario recurrir en exclusiva a la fenomenología para fundamentar una idea de psiquismo hylemórfica (ni dualista, ni monista-reduccionista). La Biología actual ofrece cimientos para dar soporte a una noción de psiquismo como carnalidad operatoria tal y como la manejaremos aquí [6] . La Física no es la única ciencia y hasta el momento no ha sido capaz de explicar mejor que Descartes con sus espíritus animales las relaciones entre cuerpo y mente (en efecto, los intentos actuales de Penrose se asemejan asombrosamente a los del autor de las Meditaciones [7] ); hay que decir, además, que la Biología no ha desmentido por el momento sino más bien confirmado la noción de remisión entre útiles de Heidegger, Merleau y Sartre, sobre todo si tenemos en cuenta que los biólogos aún no han resuelto el problema de la conducta dentro de la Teoría de la selección natural. Cierto es que la Teoría ha tomado, más bien, el camino de la etología y ya construye puentes con ciertas escuelas sociológicas para construir una ciencia única: la Sociobiología, si bien no es el único reduccionismo posible. Hay quien poniendo en duda la absorción de la Sociología por la Biología sí cree que aquélla puede reducirse a Psicología [8] . Proyectos ambos cuyo sentido ideológico es exactamente el mismo que el de las posiciones que hemos calificado de mentalistas y que, como ya se ha anticipado arriba, será explicado más adelante [9] . Pero, en cualquier caso, la etología debe ser rebasada, superada críticamente, ya que deja sin explicar o hace superflua la conducta [10] . Además los actuales hallazgos paleontológicos que hablan a favor de una evolución discontinua, de grandes saltos y prolongados períodos de calma evolutiva, nos inducen a buscar el lugar fundamental (estructurante) que la conducta debe ocupar en el proceso de la Selección natural [11] .

Parece, tras este preámbulo, que ya estamos en condiciones de explicar qué sea el psiquismo, tal y como va a ser entendido de aquí en adelante. El psiquismo, se relaciona a través de útiles mediante conductas canalizadas por un cuerpo vivido-viviente con el cual no entabla relaciones circuitales sino que es él mismo ese cuerpo. Un cuerpo vivido o carnalidad operatoria (lo que en alemán se entiende por Leib) y no un cuerpo fisiológico-anatómico que surge del análisis mediante útiles por parte de una carne en acción que opera sobre un cuerpo-cosa (Körper) que se presenta como objeto para aquélla. El lenguaje es muy revelador aquí: la vista ve el ojo; el ojo es visto por X. Actividad y pasividad. Cuerpo vivido-viviente y cuerpo-cosa. La cuestión es que el cuerpo-cosa no aparece si no es ante una carne operatoria. Ésta es la condición de posibilidad de aparición fenoménica de aquél. Si se comprende esto veremos la plenitud de sentido que esconden las páginas que componen el prólogo de Ser y tiempo.

Allí Heidegger dice tener el propósito de desplegar una exégesis fenomenológica que dé un horizonte previo donde incardinar las ciencias superando el callejón sin salida del positivismo fisicalista (que no materialista [12] ), que deviene en mentalismo. Un esfuerzo del que no teníamos noticias —hasta Husserl— desde el De anima de Aristóteles. El cuerpo como carne operatoria, como cuerpo vivido-viviente es lo que Laín Entralgo denomina soma, en un regreso plenamente intencionado a los griegos. De modo que el psiquismo es la expresión somática (personal) de una materia organizada, así como las actividades vegetativas son la expresión orgánica de la misma. Es por ello que aunque el psiquismo pueda discernirse metódicamente de la actividad del cuerpo, jamás debería haberse escindido ontológicamente [13] .

El psiquismo, en su relación con los «objetos» (sean útiles, indumentos, prójimos), aunque virtualmente pueda descomponer sus percepciones en notas sensitivas no por ello dejará de relacionarse con las primeras como totalidades. El cubo ahí enfrente es un cubo con sus seis caras aunque sólo se dejen ver tres. Pero no tengo noticia de su carácter hexaédrico mediante una suerte de asociación sumativa de sensaciones simples sino que su ser un totum es previo, fenomenológica y conductualmente, a la descomposición del cubo en una colección de percepciones que darían un cuadro analítico del mismo. Se precisa un nuevo acto de experiencia para recortar en cierto modo, de la cosa vista precedentemente dada, el dato cara lateral en perspectiva. Según Scheler que yo, por ejemplo, vea, merced a cualquier actuación de mis ojos y no de mis oídos, no reside ni en la intuición de la función visual, ni en la de la cosa vista, sino que es sólo el resultado de la experiencia de que al cerrar los ojos termina mi visión de la cosa vista, que las propiedades cambian cuando los muevo, cuando las sensaciones de órganos y músculos ligados al movimiento de los ojos varían o bien cuando se distancia el cuerpo que porta el ojo. Siguiendo esta línea de pensamiento Scheler redefine la noción de contenidos de sensación que, en rigor, serían «únicamente contenidos de tal índole los que llevan consigo, lo mismo al aparecer que al desaparecer, una variación cualquiera en nuestro estado corporal vivido; en primer término, por lo tanto, no lo son las cualidades de sonido, color, olor y gusto, sino hambre, sed, dolor, voluptuosidad, cansancio; como también todas las llamadas “sensaciones orgánicas” vagamente localizadas en órganos determinados. Estos son los tipos modelos de “sensaciones”, por así decirlo» [14] .

En conclusión, el carácter esencial del psiquismo no es otro que la simultaneidad de presencia y ausencia o, como hemos denominado a tal simultaneidad en otro lugar, [15] inminencia operatoria. Un rasgo esencial que no lo es sólo del psiquismo percipiente en su proyecto de acción con respecto al futuro inmediato (el presente, en realidad) y no inmediato (proyecto vital) sino de la totalidad del mismo en cuanto que la memoria del pasado no puede ser abordada desde nuestra posición filosófica según las analogías cibernéticas propias de la posición mentalista o cognitivista (memoria procesual, a largo y medio plazo, etc.) sino también como percepción, de modo que lo que usualmente los psicólogos han estudiado como tal no sería más que una acepción restringida de ésta. Esto último no es ninguna boutade ni ocurrencia original. Se trata de un viejo camino roturado en primer lugar por Aristóteles en el De anima, del que encontramos formulaciones muy interesantes en Bergson, pero por el cual la Psicología autodenominada «científica» nunca se ha atrevido a aventurarse. La noción de memoria que queremos aquí tan sólo esbozar tímidamente no puede ser explicada mejor que como lo hace un comunicador genial, Manuel García Morente:

La memoria no es una facultad del alma; la memoria es el alma misma, si es cierto, como hemos tratado de mostrar, que lo característico de la conciencia es la duración pura y que ésta, a su vez, no es otra cosa que la prolongación del pasado en el presente. La duración es, ante todo, conservación. En la percepción misma ya hay memoria, ya hay espíritu, ya hay algo más que el contacto momentáneo con la materia [16] .

Bergson es capaz de dar cuenta de la memoria no significativa a corto plazo (a la que Ebbinghaus dedicó sus estudios más conocidos). No sería otra cosa que la disposición de mecanismos motores arreglados para funcionar a la primera llamada. Es por ello que no merece ser llamada memoria, en todo caso, memoria mecánica o del cuerpo. La memoria pura y simple, «es la duración psíquica misma que, en su proceso de movimiento, organiza lo que acoge y recoge a su paso. {...} Examinemos los hechos y observaciones sobre los que se apoya la teoría de las localizaciones cerebrales. Veremos bien pronto que todos esos hechos, sin excepción se refieren a la memoria mecánica, a los dispositivos motores que el hábito, la repetición constante, han instituido en el cerebro. » [17]

De modo que el psiquismo parece quedar definido como organizador de la realidad en haces de relaciones tempoespaciales. Los objetos están para el psiquismo sin necesidad de patentizarse ante él sino que son remitidos por otros que sí lo están. Pero estos, a su vez, no lo están en todas sus perspectivas, siendo aquéllas que están ausentes también referenciadas relacionalmente por las que sí están patentes que, no obstante, no se presentan como meros elementos componentes de un objeto que hubiera que construir en un momento epistemológico posterior sino que ponen ante el psiquismo la totalidad del objeto. Objeto que, insistimos, tampoco se presenta a solas, suspendido, sino que está constantemente remitiendo a otras totalidades estructurales con las que conforma el mundo entorno.

A esta relación de las partes patentes con las ausentes y de, a su vez, los objetos patentes con los no patentes, la denominamos inminencia operatoria: simultaneidad de presencia y ausencia unida al contexto (antes, ahora, después, allí, aquí, ahí). Es por ello que nos resulta imposible soslayar el legado de Ser y tiempo ya que es allí donde Heidegger hace un análisis (ontológico) del espacio y del tiempo del psiquismo (tal y como aquí lo entendemos) libre de cualquier residuo trascendental (epistemológico). Para el psiquismo el mundo circundante no se dispone en un espacio previamente dado. El entretejimiento de los útiles e indumentos se le dan al psiquismo con preeminencia a un posible desglose posterior de los mismos. Es importante la discusión que Heidegger sostiene a este respecto con Kant y el problema de los sentidos de la orientación espacial. El entretejimiento del psiquismo al mundo (contexto) no es menos constitutivo de la posibilidad de la orientación que el sentimiento de la derecha y la izquierda. Para Heidegger lo de suyo comprensible de esta estructura no autoriza a ningunear su constitutivo papel ontológico sino que más bien exige una adecuada explanación ontológica de la misma. [18] Metros, millas, y toda forma de medir con exactitud el espacio son constructos que resultan de un afinado progresivo de operaciones de control del espacio entorno que se despliega en el habitual conducirse de los cuerpos en el proceso infinito de resolución de problemas (Sorge, cura, cuidado de uno mismo...): «Ni el espacio está en el sujeto, ni el mundo está en el espacio. El espacio está, antes bien, en el mundo, en tanto que el ser en el mundo, constitutivo del Dasein, ha abierto un espacio. » [19] Un espacio que es abierto por el cuerpo fenoménico a través de sus operaciones con y sobre los útiles e indumentos.

El tiempo es aún más fundamental que el espacio. Pero no porque, con Kant, pensemos que es la condición de posibilidad de todas las representaciones, externas e internas —pues la distinción entre noúmeno (ahí fuera) y fenómeno carece de sentido ontológico desde nuestra perspectiva— sino porque, con Aristóteles, consideramos el tiempo y el movimiento indiscernibles. Decir movimiento es decir relatividad. Algo se mueve con respecto a algo distinto que está quieto sólo con respecto a un sistema de referencia arbitrario. Los sistemas referenciales absolutos, tales como los que ensayó Newton en sus Principia son constructos científicos ideales que proporcionan unas premisas generales sobre las cuales descansan mejor proposiciones científicas más particulares y apegadas a la experiencia. Pero la existencia real de tales sistemas es una quimera y en esto —aunque no lo necesitemos— nos apoya la Física actual.

Para Heidegger es necesario poner al descubierto el sentido temporal de las estructuras ontológicas del psiquismo. La cotidianidad es un modus de la temporalidad (usando la distinción clásica, espinosista, entre modos y atributos). Como lo es el acto de contar el tiempo. Relojes, cronómetros y cronoscopios son útiles muy sofisticados con los cuales podemos acotar y medir mejor el movimiento pero no son, en ningún caso, descubrimientos con los cuales hubiésemos captado el tiempo absoluto así como sí podemos decir del telescopio que sin él nunca hubiésemos hallado tal o cual planeta o constelación.  El «tiempo» de que se tiene experiencia en el acto de contar es el inmediato aspecto fenoménico que reviste la temporalidad. De él brota la comprensión cotidianamente vulgar del tiempo [20] .    

Tener duración, historia, es una nota estructural del psiquismo. Por ello puede hacerse una Historia (historiografía) de él [21] . A los rasgos psíquicos [22] dominantes en un período histórico y cuya modificación o desaparición constituyen una marca incuestionable de un cambio de época los denominaremos mentalidades colectivas. La palabra «mentalidad» remite a la forma mentis, al modo de configuración del psiquismo y no pretende, desde luego, hacer referencia al fondo interno de la conciencia privada de cada cual. La historia del psiquismo sería el campo de una disciplina que puede denominarse "Historia de las mentalidades colectivas", "Psicohistoria" o "Antropología filosófica". En cualquier caso, poniendo cuestiones terminológicas aparte, el psiquismo parece poder estudiarse también desde la perspectiva del genealogista.

En efecto una genealogía del psiquismo nos lleva a distinguir dos figuras anteriores a la actual, que más tarde estudiaremos. Tales figuras toman forma definida dentro de una serie de ejes que, a nuestro entender, conformarían las dimensiones estructurantes del campo antropológico, entendiendo como contenidos de tal campo las acciones con sentido colectivo —psiquismos interactuando— acaecidas en el seno de la historia. Porque, si bien el psiquismo está presente en toda la historia de la humanidad como su condición de posibilidad a la vez que como su protagonista, las psicologías son productos de un determinado y no otro estado de cosas antropológico. Esta es la razón por la cual nos remitimos a la antropología filosófica y no a un supuesto saber psicológico canónico para acometer el esbozo que pretendemos en el presente artículo.

 La noción de campo antropológico no es nueva. Gustavo Bueno la ha explicado en varios artículos [23] . Erigiremos, en cambio, una noción de campo antropológico distinta cuya delimitación se dé mediante estos tres ejes que a continuación se exponen, pudiendo dar cuenta de la practicidad de lo real: las técnicas de producción; las técnicas de dominación; y, finalmente, las técnicas de significación.

Así, y comenzando por la antepenúltima configuración del campo antropológico, tal y como nos habíamos propuesto líneas más arriba, en la época medieval reconocemos en sendos tipos de técnica un rasgo estructural que consiste en la presencia fehaciente del cuerpo operatorio. En el caso de la producción esto se debe a la práctica inexistencia del valor de cambio. Este valor de cambio viene a ser el resulto de una especulación o representación de un valor potencial en un contexto de no-contigüidad tempoespacial entre la producción y su consumo. En el Medioevo el valor de la moneda no rebasa el plano de tal contigüidad entre los individuos productores-consumidores, los consumibles y otros consumidores (productores de otros consumibles). En cuanto al modo de ejercer la dominación, puede hablarse también de una total ausencia de instancias representativas. Los estamentos constituyen compartimentos estancos que se son. En la Edad media no se pertenece tanto a la nobleza como se es noble. Esto supone no ejercer de noble o vasallo (con el matiz de representación teatral que tiene este ejercer) sino serlo en carne y hueso. El código de los bellatores así como el derecho de pernada son ejemplos de este tipo de personación, de presencia del cuerpo fenoménico, en las formas de dominación medievales. En tercer lugar, por lo que al ámbito de las técnicas de significación refiere, sólo decir que el Románico, lejos de ser una época pedestre (de ausencia de técnica), fue una búsqueda de intimidad con la Divinidad sin precedentes. Se trata, como es sabido, de una actitud antinaturalista, en la cual no existe la perspectiva [24] , porque no importa la calidad de la representación sino conseguir el encuentro con Dios. En conclusión: en todos estos ejes vemos operar un psiquismo fáctico, terminado, concluso. El contexto de acción propio del individuo y su estamento se corresponden uno a uno, sin posibilidad de ascenso ni descenso. La unidad de su persona está garantizada por la indivisibilidad de su cuerpo, el cual debe estar necesariamente allí donde se requiera de alguna de sus acciones, operando sobre las circunstancias materiales propias de su estamento sólo en el entorno que le es contiguo tempoespacialmente y no en ningún otro lugar,  ya que no existen instancias representativas que permitan desdoblar sus acciones simultáneamente. Nadie, valga como ejemplo, está votando por un hombre medieval a la vez que éste realiza su trabajo ordinario. Esto imposibilita que en los rasgos caracterológicos de este tipo de psiquismo se abran líneas de fuga por las cuales pudieran abrirse caminos a una desintegración o multiplicación de la propia personalidad. La responsabilidad recae sobre la acción de cada uno, tal y como sale de sus propias manos en el aquí y el ahora.

Con el Barroco la configuración del psiquismo cambiará notablemente. En cuanto a la producción debe señalarse que el comercio marítimo requiere de la Cartografía y, por ende, de una aparataje geométrico más potente. Surge el capital: la representación de la riqueza es el trabajo en tanto que se relaciona con el volumen de la producción. La riqueza es dinero para comprar cualquier cosa (pura potencialidad) y no dominio de la tierra que hay bajo mis pies (pura facticidad). Se trata del paso que hay entre vender para comprar y comprar para vender: comienza el juego de las estimaciones basadas en la imagen que puede darse del producto. Un juego de espejos, un juego... especulativo. El Absolutismo va dejando paso a una nueva forma política muy distinta de las Cortes: el Parlamentarismo, con toda una teoría del Contrato social de carácter fuertemente individualista y privatista. La nueva clase política no se persona y defiende su ámbito inmediato de poder (como ocurría en las Cortes medievales) sino que representa a una comunidad que no está físicamente en el lugar donde se toman las decisiones políticas [25] . Por lo que respecta a las técnicas de significación, ya con el final de la Edad media había echado a andar la Ciencia moderna. La Baja Edad media y el Renacimiento fueron el escenario donde aparecieron tres formas distintas de pensar el Universo de las cuales sólo una saldría triunfante. En efecto, durante los siglos XIV, XV y XVI conviven el paradigma organicista —apoyado sobre la triple base de la cosmología aristotélica, la medicina de Galeno y la obra astronómica de Ptolomeo (expuesta en Almagesto)—, el paradigma hermético [26] (apoyado no sólo en Platón sino también en la Cábala judía y en la docena de tratados [27] de Hermes Trismegisto, un iluminado supuestamente coetáneo de Moisés) y el mecanicista, el cual no hubiera sido posible sin la siega previa acometida por la navaja de Ockham (que había extirpado el ímpetus aristotélico de las explicaciones del principio de inercia) y la aportación de Nicolás de Oresme, el cual había adelantado ya las bases de la geometría analítica cartesiana. Al Barroco sólo llegará este último paradigma aunque el anterior esté latiendo, como un finis operandis, dentro de algunos de sus máximos exponentes, como Isaac Newton cuya supuesta magna aportación a la Física puede limitarse —y sin que por ello pierda un ápice de su indiscutible importancia— a haber conseguido el cierre categorial de la Física, es decir, a haber puesto por fin en relación clara y distinta la masa, la fuerza y el movimiento [28] . Debemos señalar que el Barroco es, además, el momento del auge total y absoluto de la representación teatral, e incluso del meta-teatro. La realidad queda allí en suspenso, para recuperarla tras una trama muy enrevesada de malos entendidos y falsas apariencias (como en Descartes). Es también la época de la imaginería religiosa preciosista, de la perfección de la perspectiva en pintura [29] , de la escultura que aparenta movimiento (Bernini, p.e.) y del nacimiento de la imprenta que cambiará por completo la forma de relacionarse con los textos escritos, que pasan de ser de dominio público (aunque restringido) al terreno de la vida privada [30] . Pues bien, la configuración del psiquismo que surge en el Barroco es lo que denominamos psiquismo anamórfico. El psiquismo fáctico no dejará, por ello, de existir sino que pasará al segundo plano de una penosa resistencia.

El psiquismo anamórfico está en continua transformación, desempeñando constantemente roles teatrales, puliendo la imagen que proporciona de sí mismo con tal de satisfacer las expectativas generadas, sin lo cual no puede conseguir terciar exitosamente en una sociedad regida por los negocios, las alianzas interesadas y las intrigas. Tal psiquismo irá, paulatinamente, tomando distintas formas dentro de lo que es el rasgo esencial de la continua transformación y el intento de dominar el arte de la distancia. Así, en el Barroco encontramos distintas modulaciones del psiquismo anamórfico como la que en otro lugar [31] se ha llamado actor psicológico; posteriormente, en la fase industrial de la Historia de Occidente, hallamos al sujeto psicológico y, en la postindustrial, al individuo desfondado. El vector que atraviesa a estas tres formas anamórficas de configuración psíquica apunta hacia un repliegue cada vez más profundo del individuo sobre sí mismo [32] .

Pues bien, el individuo desfondado en la sociedad telemática adopta la forma de lo que cabría denominar mentalismo mágico, abandonando así la figura del psiquismo anamórfico, como se mostrará más adelante. Porque, en efecto, si el psiquismo, como más arriba se sugirió, consiste en la inminencia operatoria — simultaneidad de la presencia y la ausencia —, es el caso que el actual psiquismo telemático o mentalismo mágico está excluyendo paulatinamente de su seno las operaciones, es decir, la carnalidad, el cuerpo que precisamente no es, ni más ni menos, que instancia de la conciencia misma. No nos hallamos por ello, obviamente, ante una disolución del psiquismo, sino frente a una nueva modulación de la conciencia, la cual se nos ofrece, en virtud de lo que se mostrará a continuación, como una conciencia alterada o, si se quiere así expresar, como un psiquismo des-fondado o delirante que sustentado en la mera inminencia (presencia-ausencia) se sitúa al margen de las operaciones.

El concepto de mentalismo mágico incluye una aporía estructural en su interior que se corresponde con la forma de conciencia alterada que caracteriza al psiquismo telemático (el modo actual del individuo desfondado). Así, en rigor, no se trata de un mentalismo canónico, ya que, nótese, cualesquiera formas de mentalismo — mecanicista cartesiano, proposicionalista cognitivo, etc.— se definen por su carácter representacional, mientras que el mentalismo aquí propuesto en realidad a nada re-presenta porque tampoco nada se halla ontológicamente fuera de su interior reticular [33] , sin perjuicio de lo cual dicho interior se encuentra anegado por seudo-representaciones que mutuamente se representan. Por otro lado, su naturaleza mágica tampoco, estrictamente, es tal: el pensamiento y psiquismo mágicos giran alrededor del cuerpo operatorio de una manera particular, como se podrá apreciar a continuación; no obstante el mentalismo mágico, como antes afirmamos, rehuye la presencia efectiva del cuerpo operatorio. Entendemos que justamente es el análisis del carácter mágico que atribuimos al psiquismo actual el que con mayor nitidez puede determinar la naturaleza del mismo. Apuntaremos también de qué modo se fusionan y entretejen la naturaleza mágica del psiquismo telemático y la entraña igualmente teñida de prestidigitación (dedos rápidos, velocidad digital) de las técnicas de dominación presentes, para lo cual haremos un particular uso de la interpretación foucaultiana del Panóptico de Bentham. Porque, en efecto, para el autor de Vigilar y Castigar, los modos de dominación característicos de buena parte de los ciento cincuenta últimos años se asemejan estrechamente con la lógica interna que alberga tal máquina de poder evanescente: «Una sujeción real nace mecánicamente de una relación ficticia» [34]

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[*] Francisco José Robles es doctor en Filosofía y Profesor de la Facultad de Filosofía de la U.C.M.
  Vicente Caballero es licenciado en Filosofía y en la actualidad cursa estudios de doctorado.

[1] Tractatus logico-philosophicus; Alianza, 1997; pp. 21, 23

[2] El ser y la nada; Alianza, 1989; pp. 338-339.

[3] El cibermundo, la política de lo peor; Cátedra, 1997; pp. 48-50

[4] La fundamentación a este rechazo puede encontrarse en la obra de Francisco José Robles Rodríguez, Para aprehender la Psicología; Siglo XXI de España, 1996.

[5] Sobre la noción de carne como superación del dualismo psicofísico en Merleau-Ponty véase la tesis doctoral de Fernando Martínez Rodríguez Estudio de las relaciones conciencia-corporalidad en Merleau-Ponty, disponible en el fondo de tesis doctorales de la Biblioteca de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid.

[6] La Biología tendría que decir a los amigos de la tesis de la IAf (inteligencia artificial fuerte) que a lo que más puede parecerse un computador —por muy desarrollado que sea el sistema operativo que se le instale— es a esas plantas que desarrollan apéndices con forma de insecto (atrayendo a los insectos reales y a las aves, de modo que estos quedan impregnados de polen, llevándolo a otros lugares lejanos). Probablemente ningún científico reputado se atrevería hoy a proferir públicamente que las plantas han desarrollado conscientemente tales apéndices para reproducirse.

[7] Los intentos actuales de Penrose tienen como objeto de trabajo el descubrimiento de un anestesista norteamericano llamado Stuart Hameroff. Al parecer Hameroff habría descubierto unos componentes de las neuronas, bautizados con el término de microtúbulos, en los cuales se detecta una anulación de la actividad ordinaria cuando sus pacientes son anestesiados. Los microtúbulos contienen proteínas cuyo tamaño sí entraría dentro de lo que es la escala en la cual se producen fenómenos cuánticos. De modo que tales fenómenos serían amplificados por los microtúbulos a la escala (biológica, no física, y menos cuántica) de las neuronas. Según Penrose, ya que los procesos cerebrales no son emulables por ningún computador, la clave debe radicar en la Cuántica; pero comprobar esto requiere de fenómenos que cumplan las exigencias escalares de ésta. En ningún caso se le ocurre que la investigación esté viciada desde sus presupuestos epistemológicos más elementales (como el representacionismo, el dualismo psicofísico y el ideal de la Mathesis universalis) y que se trate, sin más, de un puñado de imposturas intelectuales (usando la expresión con la que Sokal da nombre a su libro) no muy distinto al que resulta de aplicar el principio de incertidumbre al Inconsciente lingüístico de Lacan. Los miembros de la IAf se oponen a Penrose desde el extremo contrario a nosotros: ellos consideran que un ordenador, con el software adecuado, sí podría poner en marcha la función conciencia. En cualquier caso, las reflexiones de Penrose sobre los microtúbulos tienen un más que notable aire de familia con los giros que emplea Descartes cuando trata de explicar qué sean los espíritus animales.

[8] Valga como ejemplo de la ligereza con la cual se defienden estas tesis, hasta hoy completamente metafísicas e injustificadas, y el marco ideológico en el que se enmarcan (economistas neoliberales) la siguiente cita: «Los programas de investigación reduccionistas tienden a ser controvertidos. Por un largo tiempo muchos afirmaron con vehemencia que la reducción de la biología a química no podía ser, pero fue (sic!!!). Muchos sostienen que la sociología no puede ser reducida —al menos hoy— a psicología. Como insisto en que la acción humana individual es la unidad básica de explicación de las ciencias sociales (sic!), estoy comprometido con esta reducción», en Jon Elster: Tuercas y tornillos. Una introducción a los conceptos básicos de las Ciencias sociales; Gedisa, 1996; p. 79. Como es de suponer, para que Elster acepte sin reparos que la Biología ha sido reducida a Química debe aceptar previamente un enfoque neodarwinista (etologista) de aquélla como el único científicamente válido, lo cual aún está por demostrar si tenemos en cuenta que las discontinuidades evolutivas parecen apuntar en una dirección opuesta a la hipótesis, largo tiempo mantenida, del imperio absoluto de los genes.

[9] Una ideología que ya tiene su canal — telemático precisamente— de difusión dentro del espectro televisivo español en el programa Redes, emitido por La 2 de TVE y dirigido por Eduard Punset cuya orientación resulta incisivamente cognitivista, con independencia del campo científico o tema que se esté abordando (Astronomía, Física cuántica o relativista, Biología, ajedrez (sic!), informática, etc.). En la sección del programa denominada Informativo 3000 los primeros planos de la anterior presentadora han sido sustituidos, en alguna entrega, por una cabeza sin cuerpo flotando en un fondo futurista virtual. 

[10] A este respecto consúltese La especie elegida de Juan Luis Arsuaga e Ignacio Martínez (del Proyecto Atapuerca), en Temas de Hoy, 1998.

[11] Cierto es que Skinner ha abordado el problema de la conducta animal pero en unas condiciones tan controladas que la efectividad de sus descubrimientos se diluye cuando se incardina esa misma conducta dentro del ámbito natural de los seres que la desarrollan. No obstante debe quedar claro que, hasta el momento, sólo los estudios acerca de condicionamiento clásico de Pavlov como los skinnerianos sobre condicionamiento operante han sido capaces de otorgar cierto rango de cientificidad al saber psicológico, confirmando y desechando hipótesis con genuino poder predictivo y, por ende, explicativo. De hecho, desde nuestra posición, el condicionamiento clásico es un caso límite del condicionamiento operante en tanto en cuanto no existen percepciones meramente pasivas, que no impliquen alguna forma de conducta por muy limitada que sea. Véase, de Robles Rodríguez, Para aprehender la Psicología.

[12] En efecto, ha habido una apropiación del término materialismo por parte de posiciones cuya definición respondería, más bien, al término fisicalismo. Esto llevó, por ejemplo, a Zubiri a desechar el término materialismo y a crear uno nuevo, materismo, para descontaminar al primero de prejuicios fisicalistas. Un fisicalismo monista, en blanco y negro (sólo hay átomos y vacío, parafraseando a Demócrito) que queda bien resumido en estas palabras de Russell, explicando su propia posición a la que califica de monismo neutro, extraídas de la traducción española (en Taurus) de su Análisis de la materia: «afirmamos que la materia es solamente conocida respecto a ciertas características muy abstractas, que podían muy bien pertenecer a un complejo de acontecimientos mentales, pero que también podrían atribuirse a un complejo diferente. En efecto los únicos complejos conocidos que de cierto poseen las propiedades matemáticas del mundo físico están constituidos por números y pertenecen a las matemáticas puras» (p. 223). De modo que la expresión la materia es impenetrable es, para Russell, una tautología. De ahí que el mentalismo matematicista surja naturaliter del fisicalismo extremo como la otra cara de la misma moneda. Penrose se ve en los mismos enredos en La nueva mente del emperador (Mondadori, 1991). Para una idea de materia no monista ni fisicalista puede consultarse la Introducción de los Ensayos materialistas de Gustavo Bueno, también en Taurus. De todos modos el aparataje matemático del que se reviste la Física no puede ser, para nosotros, ningún argumento potente. De hecho, las matemáticas pueden y deben ser entendidas ellas mismas desde la noción de inminencia operatoria. Algo que es posible desde el constructivismo matemático actual (Bishop), que trata de poner de manifiesto que los resultados obtenidos por métodos constructivos pueden ser tan elegantes y potentes como los obtenidos por métodos formalistas.

[13] Pedro Laín Entralgo: El cuerpo humano: teoría actual; Espasa, p. 320

[14] Nuevo ensayo de fundamentación de un personalismo ético. Traducción del alemán por Hilario Rodríguez Sanz, en Revista de Occidente, 1948; disponible, la versión completa, en el Departamento II de la Facultad de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid; pp. 51 y 52 de esta última.

[15] Consúltese obra referenciada en nota 4.

[16] La filosofía de Henri Bergson; Espasa-Calpe, 1972; p. 79

[17] Ibídem, p. 87.

[18] Sein und Zeit, publicado por Max Niemeyer Verlag, 1967; parágrafos 23 y 24 (la traducción es nuestra)

[19] Ídem.

[20] Ibídem, parágrafo 45.

[21] Como ocurría con el espacio, el psiquismo no es duración porque se encuentre arrastrado por el flujo de la historia, como quien se ve, de modo fortuito, arrastrado por una riada, sino que tiene historia por el rasgo estructural, ontológico, que consiste en ser él mismo duración, conservación... memoria. Esto no le exime, como es obvio, de encontrarse arraigado a una circunstancia histórica en la que está y con la que tiene que habérselas sino que, al contrario, tal circunstancia le constituye.    

[22] Usamos el adjetivo «psíquico» como equivalente a «del psiquismo», no como sinónimo de «mental».

[23] Nosotros también, como Bueno, pensamos que no nos está permitido tomar tales ejes como principios de los cuales surjan, como por generación espontánea, los contenidos antropológicos. Estos contenidos están ya ahí cuando nos sentamos a pensarlos.  Sin embargo no tomaremos al pie de la letra la noción de Bueno que, a nuestro entender, resulta demasiado geométrica y desde la cual nos resulta difícil dar cuenta de unos cambios cada vez más rápidos en el campo antropológico.

[24] Lo importante es la integración estructural de la plástica y la escultórica en el programa iconográfico del templo, especialmente en la capilla mayor. Ni la pintura ni la escultura románicas pueden ser analizadas, como se ha hecho tradicionalmente, como una asombrosa pérdida de técnica con respecto a la perfección escultórica conseguida por la Grecia clásica. Estos análisis están obsoletos. En cuanto al Gótico, supone un avance en la calidad representativa, un avance que se estaba produciendo en los otros ámbitos: mediante la aparición de los primeros rudimentos de una economía de mercado en los burgos y, por ende, del valor de cambio (técnicas de producción); y a través de la constitución de Cortes medievales que esbozan la figura del Parlamento pero donde la personación aún no ha cedido todo el terreno a la representación, ya que los miembros de las Cortes no representan otra cosa que sus tierras, su gente, sus posesiones (técnicas de dominación). En cuanto a la Literatura, es importante resaltar los rasgos de oralidad y anonimia de la poesía lírica y épica, precedente a la aparición de la literatura escrita a manos de clérigos en pleno renacimiento medieval, coincidiendo con el período gótico. Allí observamos cómo la autoría es prescindible porque lo que allí se narra o expresa es del dominio público y común (en efecto el hombre medieval sólo se repliega hacia dentro para intimar con la Divinidad). Porque las vivencias de los hechos y los hechos mismos están imbricados las unas con los otros de forma natural. Surgen así la épica —cuyo objeto son las biografías de grandes hombres, capaces de recorrer grandes distancias y de emplear largos años con tal de llevar su persona allí donde es requerido por un código de honor— y la lírica popular (moaxajas, jarchas, cantigas de amigo, etc.). La supervivencia de ambas durante siglos vino dada por el aprendizaje vicario y la recurrencia trans-generacional.  

[25] Pero donde tardaron más en ser así las cosas, encontramos una mixtura formada por el monarca y sus validos junto con la nobleza rancia y los nuevos ricos, echando mano, cada uno de estos grupos de los recursos materiales de sus ámbitos privados y de su capacidad de influencia para alcanzar situaciones de dominio. Podemos afirmar, pues, de forma categórica, que los lobbies nacieron en el Barroco porque son consustanciales al Capitalismo. Las democracias representativas heredarán esta enfermedad congénita del sistema económico al que legitiman y/o atemperan.

[26] Auspiciado por el neoplatonismo italiano cuyo mecenazgo correspondió a la familia Médicis.

[27] En los cuales se enseñaba el heliocentrismo y la hipótesis de la luz solar como fuente de vida, considerando al Sol como símbolo de Dios, todo ello, a su vez, impregnado de un cierto pitagorismo.

[28] Véanse al comienzo de los Principia, tras las Definiciones, los Axiomas o Leyes del movimiento. La Primera Ley relaciona los cuerpos con el movimiento; la Ley II establece el vínculo entre el movimiento y la fuerza; la Ley III conecta cuerpos y fuerzas. Newton le ha echado ya aquí, en estas primeras páginas de los Principia, el cierre categorial a la Física, acotando su campo específico y los fenómenos (cuerpos, movimientos y fuerzas) que lo constituyen.

[29] A la cual Pascal criticó ferozmente por desviar la atención del objeto religioso a otros efectos.

[30] Se trata del paso que hay del libro-patrimonio al libro-propiedad. No es casual que sea en este momento cuando Lutero se atreva a pedir la libre interpretación de la Biblia. Los contenidos culturales empiezan, pues, a sufrir un repliegue hacia el interior de las conciencias.

[31] Francisco José Robles: Actor psicológico, entrada del Diccionario crítico de Ciencias sociales. En línea: www.ucm.es/info/eurotheo/d-fjrobles1.htm [consulta: 15/03/02]

[32] El actor psicológico accede a lo público por lo privado mediante el arte de dominar la perspectiva que de sí ofrece; el sujeto psicológico es víctima de deseos desestructurados, que no se atienen a una jerarquía clara y bien estructurada de valores sino, más bien, a un cierto hedonismo de la vida privada. Lo laboral y lo público comienzan a identificarse en la era industrial bien porque, en el caso de la clase trabajadora, el ejercicio de la política se hace inaccesible y la única vida pública posible es la asistencia al lugar de trabajo o bien porque aquel que sí puede acceder a la política es un profesional de la misma (realmente, un gestor de influencias e intereses privados). De modo que resulta cada vez más difícil encontrar un proyecto político real al cual entretejer las propias conductas, pero al menos pueden hallarse, en el sujeto psicológico, recursos con los que ubicar esta vida privada en un horizonte vital, bien es verdad que también privado pero, al menos, coherente y con perspectiva de futuro. Nos queremos referir, en efecto, a la lucha por la mejora de la calidad de vida de las generaciones posteriores a las que acometen tal esfuerzo. Una lucha que tiene como revulsivo un pasado incómodo, plagada de carencias, y un horizonte público que camina hacia la extinción pero al que aún se considera recuperable. Finalmente, el individuo desfondado sería aquel que ha operado un segundo repliegue sobre sí mismo, de modo que se encuentra a solas con la nebulosa flotante de sus emociones y sentimientos sin poder encajarlos en ningún proyecto coherente, ni público ni privado.

[33] Consultar El provenir de la razón en la era digital, de José Luis González Quirós; 1998, Síntesis.

[34] Michel Foucault: Vigilar y castigar; Siglo XXI, 1976; p. 206

 

 
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