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Ser social y Conciencia social de Marx
 


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Escuchemos con los ojos –para utilizar la expresión de Francisco de Quevedo– las palabras de Carlos Marx a través de un conocido fragmento de la Contribución a la crítica de la economía política (1859):

«En la producción social de su existencia, los hombres establecen determinadas relaciones, necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a un determinado estadio evolutivo de sus fuerzas productivas materiales. La totalidad de esas relaciones de producción constituye la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la cual se alza un edificio jurídico y político, y a la cual corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material determina el proceso social, político e intelectual de la vida en general. No es la conciencia de los hombres lo que determina su ser, sino, por el contrario, es su existencia social lo que determina su conciencia».

Seguramente, no habría desacuerdo en reconocer que este texto de Marx representa el epítome de la filosofía del materialismo histórico marxista. Una filosofía de la historia que ejerce, precisamente en este fragmento, la vuelta del revés (Umstülpung) de Hegel. Acaso pudiéramos decir que Marx nos ofrece el método más adecuado para disolver el oscurantismo idealista hegeliano. Y lo hace rematando el párrafo mediante la estructura dialéctica de un quiasmo, ejerciendo así, en la representación literaria, la vuelta del revés del sistema idealista de Hegel: «La figura retórica que contiene una inversión como estructura de su propio significado es el quiasmo» (Gustavo Bueno, 1973, pág. 23). Ya no cabrá confundir más los términos, el método aparece con claridad y distinción. Se trata de poner las cosas en el estado en el que siempre habrían debido estar: sobre la base (sobre los pies, no sobre la cabeza), constituida por el modo de producción de la vida material. La perspectiva que queda proyectada en el fragmento de Marx es sin duda la del espíritu objetivo y por eso puede decir que las relaciones que se establecen entre los hombres son necesarias e independientes de su voluntad. De esta manera, Marx baña con la fuerza luminosa de este texto lo que, al parecer, con anterioridad a la cristalización del materialismo histórico, quedaba envuelto por la oscuridad brumosa y mistificadora del idealismo.

No cabría negar la relevancia e influencia de este fragmento, y en general de toda la obra marxiana, entre las ciencias humanas y etológicas. La Historia, la Antropología, la Geografía, la Sociología, la misma Sociología del Conocimiento, adeudarían un débito metodológico impagable al materialismo histórico. Podríamos decir que el sistema más crítico con la plusvalía capitalista fue el que generó más plusvalía epistemológica, metodológica, &c., de la que nunca sus opositores podrían haber imaginado. Algunos llegarían a afirmar que el propio materialismo histórico constituía un continente categorial (el continente de la Historia) que habría cortado con las ideologías, con las adherencias hegelianas, inaugurando con ello el método científico-social por antonomasia, el materialismo científico. Y, sin embargo, a la altura del primer quinto del siglo XXI, después del derrumbe del sistema soviético construido por la quinta generación de la izquierda, ya no cabría ver ni al materialismo histórico marxista, ni el párrafo que hemos seleccionado en esta pieza, como el paradigma de la claridad y distinción que se le llegó a atribuir. Más bien, estaríamos ante un fragmento tenebrista según el cual los mismos momentos luminosos que ofrece son producto de sus connotaciones oscurantistas. Es precisamente este oscurantismo tenebrista el que exige su sometimiento a la crítica filosófica con el fin de desvelar la urdimbre metafísica que arrastra, ejerciendo así, a la vez, la vuelta del revés (Umstülpung) de Marx. Es necesario, por tanto, considerar, desde nuestras coordenadas, el sustancialismo al que propende tanto en el plano epistemológico como en el gnoseológico, pero también la concepción metafísica de la dialéctica base/superestructura.

Epistemológicamente, este fragmento se presenta como el ejercicio de un esquema metamérico de conjugación del par de términos Sujeto/Objeto. Si, por una parte, el despliegue del quiasmo supone la Umstülpung de Hegel, por otro lado, reproduce sus mismos términos. En efecto, lejos de superar la concepción metamérica mediante un esquema de conjugación de los términos, interpretados de forma pluralista, Marx parece recaer en los mismos parámetros de rigidez del sistema que pretende combatir. Si, en idealismo, el Sujeto –como Conciencia– reducía a sus términos al Objeto –en cuanto que Ser social–, ahora, en el materialismo, será la existencia social –el Objeto– la que reduce a la conciencia –es decir, el Sujeto–. Se verifica así que Marx ha invertido la relación de los componentes del par, pero ha mantenido la operación de reducción, conservando los términos en su forma enteriza, global, metamérica. Hubiera sido necesario que Marx viera la necesidad de multiplicar el Sujeto y el Objeto y concibiera las relaciones de conjugación como la intercalación de los sujetos a través de los objetos, y recíprocamente, como tantas veces había ejercido en sus análisis concretos sobre la realidad en que estaba implantado. Pero Marx se hallaba preso por una concepción mentalista (arquitecto/abeja) que acaso le impedía ver en qué forma la conciencia se podía multiplicar y conjugar con el ser social.

Desde el punto de vista gnoseológico, la perspectiva articulada en este quiasmo recae en la consideración de las ciencias orientada desde un reduccionismo sociologista, con la consiguiente impronta relativista de todo sociologismo, por no hablar de las veleidades afueristas que involucra. De acuerdo, podremos decir que las ciencias están incrustadas en un marco que viene dado por las condiciones sociales (socioculturales) de existencia, pero también por las condiciones históricas. Desde luego, estas condiciones históricas son las que se determinan en el curso del desarrollo de las fuerzas productivas, pero en el cual las “ideas” y los “pensamientos”, al ejercitarse como fines, planes y programas poseen tanta relevancia como las cosas materiales mismas. Son los fines, planes y programas los que tienen el alcance que las propias condiciones materiales delimitan, de forma entreverada, en virtud del desarrollo de las fuerzas productivas. Por lo tanto, gnoseológicamente, las condiciones históricas pueden interpretarse como el “mundo heredado” en el que actúan también los fines, planes y programas. Un mundo heredado que influye sobre las ciencias que se constituyen a partir de él, bien según líneas limitativas, directivas o conformativas.

Finalmente, la dialéctica base/superestructura, también interpretada metaméricamente, es la que domina el sentido de este fragmento («…la base real sobre la cual se alza un edificio jurídico y político…»). La metáfora arquitectónica de Marx se convierte aquí en el recurso en el que se apoya la analogía, pero esta analogía, en principio, de una claridad meridiana, es precisamente la que introduce los efectos de mayor tenebrismo, porque involucra una distinción, aún más metafísica si cabe, como la de Naturaleza/Espíritu. Más ajustado parece sustituirla por una aproximación diamérica:

«Pero estas consecuencias de la metáfora arquitectónica eran inaceptables. Y como metáfora alternativa (sustitutiva) del complejo base/superestructura, propia de los edificios arquitectónicos, se proponía la metáfora de los huesos y de los restantes tejidos de los organismos vertebrados (sobre todo de los organismos humanos bipedestados). Porque los huesos, el esqueleto óseo, sostenía desde luego al organismo (como la base a la superestructura), pero los huesos no estaban dados previamente a los restantes tejidos del organismo, sino que brotaban, junto con otros tejidos, del propio organismo, de sus diversas hojas blastodérmicas. A partir de ahí podrían alcanzar en la evolución las funciones de “columnas” que soportaban la “fábrica” del organismo» (Gustavo Bueno, 2008, pág. 2)

Marcelino Javier Suárez Ardura

Marx  ❦  Epistemología  ❦  Gnoseología

→ Gustavo Bueno, «Sobre el significado de los “Grundrisse” en la interpretación del marxismo», Sistema, revista de ciencias sociales, Madrid, mayo de 1973, número 2, páginas 15-39. (https://fgbueno.es/gbm/gb73s2.htm)
→ Gustavo Bueno, Teoría de cierre categorial 1. Introducción General. Siete enfoques en el estudio de la Ciencia, Pentalfa, Oviedo 1992, 366 págs.
→ Gustavo Bueno, «La vuelta del revés de Marx», El Catoblepas, junio 2008, 76:2. (https://nodulo.org/ec/2008/n076p02.htm)