Filosofía
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Cuando hablamos de “filosofía”, así en singular, estamos ante algo indeterminado, porque aunque digamos “la filosofía”, la realidad es que hay muchas filosofías distintas y contrapuestas entre sí: la filosofía puede ser estoica, epicúrea, realista, idealista, materialista, monista, pluralista…
Si vamos a la definición etimológica de filosofía como “amor a la sabiduría” (de philos y sophía) lo primero que nos encontramos es que el término “sabiduría” tiene acepciones muy diferentes:
En primer lugar, cuando sabiduría se entiende como un conocimiento universal, como un saber total, estamos ante un tipo de definiciones metafísicas de filosofía que la entienden como una forma de saber que busca la visión racional de la totalidad. En términos aristotélicos la filosofía sería la “teoría de las causas y principios” que después Tomás de Aquino definirá como “ciencia de las últimas causas”.
En segundo lugar, cuando la sabiduría es entendida como un conocimiento para la vida, como una guía moral que nos ofrece normas de actuación, entonces la filosofía se define como “medicina del alma”, como terapia contra las enfermedades provocadas por las pasiones.
En tercer lugar, cuando “sabiduría” se pone en correspondencia con “conocimiento científico”, a la filosofía se le atribuye la función de unificar a las ciencias mismas o de recoger sus resultados en una “visión del mundo”. Es, por ejemplo, la función unificadora que pretende el neopositivismo en tanto concibe la filosofía como análisis lógico de todas las formas de pensamiento.
En cuarto lugar, cuando la sabiduría se identifica con un saber acerca de Dios, entonces la filosofía se entiende en sentido crítico frente a ese saber religioso. La filosofía, fundada en una razón que se edifica sobre datos sensoriales, será ahora asebeia (“impiedad”), es decir, crítica a todo supuesto “revelado”, “suprarracional” o considerado como “sagrado”.
Si nos fijamos en los usos del vocablo “filosofía”, vemos que el término “filosofía” aparece con muchísima frecuencia en contextos que nada tienen que ver con la Filosofía como disciplina que se estudia al igual que las Matemáticas, la Geografía o la Lingüística. Son muy corrientes expresiones como “filosofía de la vida”, “filosofía del entrenador de fútbol”, “filosofía de la moda”, “filosofía de la tecnología”, “filosofía de un partido político”… Con ellas nos referimos a “filosofía” como reflexiones, opiniones o pensamientos que brotan de manera más o menos espontánea sobre la vida, las estrategias de juego, la moda, el impacto de la tecnología o un programa político.
En estos casos estamos ante una “filosofía de”, una filosofía genitiva. Estas reflexiones que se hacen sin necesidad de ser experto en Filosofía, ni de conocer la Historia de la filosofía, constituyen un cúmulo de ideas organizadas según criterios que suelen ser ideológicos, que siguen tópicos repetidos y que en muchos casos se basan en frases hechas y en lo que se considera “políticamente correcto”. Todas estas ideas que penetran en la sociedad constituyen una filosofía mundana.
En cambio, cuando lo que ejercemos es un tipo de pensamiento que se vale de unos criterios y de una metodología específica que nos permite hacer razonamientos claros y distintos y liberarnos de los prejuicios y condicionamientos mundanos, entonces estaremos en el ámbito de una filosofía académica. Y aquí el término “académico” no lo estamos utilizando en el sentido de una institución universitaria donde se administren unos estudios de Filosofía, sino que la entendemos en el sentido de una filosofía que utiliza los instrumentos de análisis racionales que Platón introdujo en su Academia, de ahí que la llamemos así. Aquí, no estamos utilizando la distinción entre lo “mundano” y lo “académico” en el mismo sentido en que la entendió Kant.
Cuando Kant habla de la distinción entre “filosofía mundana” y “filosofía académica” lo hace en la tradición ilustrada de las Academias del siglo XVIII (Academia de la Lengua, Academia de las Artes, &c.) y por analogía a ellas, equipara la filosofía mundana con los saberes populares a los que luego el artista “da forma”: de la misma manera que la música popular es fuente de inspiración musical del artista que le da forma aplicando las reglas de la música instrumental, así el filósofo académico es el “artífice de la razón” que da forma a las ideas que salen de la filosofía mundana, a la que Kant reivindica como “legisladora de la razón”.
Desde el materialismo filosófico, no nos acogemos a fórmulas que identifiquen a la filosofía con un tipo de sabiduría, sino que lo que hacemos es distinguir el saber filosófico de otros saberes previos (científicos, técnicos, políticos, artísticos, empresariales, &c.) que llamaremos saberes de primer grado. Éstos tratan con conceptos que quedan definidos en cada campo científico, pero que no agotan la realidad (son conceptos, por ejemplo, los de “punto” o “circunferencia” en Geometría; los de “inercia” o “masa” en Física; los de “célula” y “organismo” en Biología).
En cambio, la filosofía como reflexión crítica de segundo grado trata con Ideas que brotan de la confrontación entre conceptos. Por ejemplo, la Idea de libertad sale de confrontar los diferentes conceptos de libertad tratados en la política, el derecho, la sociología, la moral, pero también en la física, la estadística, la mecánica o la etología. Cada una de estas disciplinas nos ofrecen un concepto preciso de libertad, pero la confrontación de todos esos conceptos (coordinándolos o estableciendo relaciones entre ellos) corresponde a la filosofía. Y por eso decimos que la filosofía es un saber de segundo grado, porque necesita de saberes previos: políticos, sociales, científicos, tecnológicos, &c.
Esto nos indica que la filosofía está inmersa en el presente de las ciencias en marcha respecto del cual entendemos que brotan las Ideas y cuestiones filosóficas. Por eso, la filosofía no es un saber sustantivo en el sentido metafísico que entiende la sustancia como algo previo a los accidentes, sino un saber cuya sustantividad se da en el curso mismo de la realización de estos accidentes, es decir, en el proceso mismo de desarrollo de todos esos saberes diversos de primer grado.
Además, decimos que la filosofía ha de ser crítica y con ello entendemos que su función es clasificar, discriminar, comparar, distinguir. Con esta característica recogemos el rasgo fundamental de la filosofía académica de Platón: la enumeración de opiniones, la clasificación de las doctrinas enfrentadas y la reexposición de los respectivos argumentos. En la aplicación de esta metodología crítica que analiza Ideas consiste precisamente la filosofía sistemática, es decir, la filosofía académica que asume los métodos dialécticos fundados por la Academia platónica.
Carmen Baños
→ Gustavo Bueno, ¿Qué es la filosofía? (texto) ❦ ¿Qué es la filosofía? (papel)