Eutanasia
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Eutanasia, según reza en el diccionario de la Real Academia Española, se define como la «intervención deliberada para poner fin a la vida de un paciente sin perspectiva de cura» (dle.rae.es/eutanasia), pero el mismo diccionario da información de su etimología (Del lat. cient. euthanasia, y este del gr. εὐθανασία euthanasía 'muerte dulce'). El diccionario se acoge a una definición clínica, pero ha de contar con la connotación de «buena muerte», que lleva incorporada en el prefijo «eu-» de la palabra. Aunque la segunda acepción se desliza hacia la idea de «muerte sin sufrimiento físico», la definición del diccionario es insuficiente, incompleta, y sesgada, parcial.
El significado del término «eutanasia» nos remite, pues, a buena muerte («muerte dulce»), un concepto oscuro y confuso (Gustavo Bueno, El sentido de la vida. Seis lecturas de filosofía moral, pág. 200); en efecto, en «eutanasia» aparecen involucradas e intersectadas entre sí las ideas de Muerte y de Bien así como las de Vida y de Mal sin ningún tipo de aclaración y distinción. Por consiguiente, un análisis más fino del término exige profundizar tanto en los planos que se dan en el adjetivo «buena» como en los que constituyen el sustantivo «muerte».
Así, en primer lugar, debemos distinguir el sentido subjetivo psicológico del sentido ético, moral o jurídico de «bueno». Según el sentido subjetivo psicológico, bueno sería lo que resulta agradable o placentero o, en todo caso, no doloroso. Pero este sentido reduce lo bueno al plano psicológico obviando otros componentes. Sócrates señaló con claridad en el Gorgias platónico cómo la acción de un médico, aunque resultase dolorosa, no tenía por qué ser necesariamente mala. Por consiguiente, quedaría establecida la condición de alternatividad de estos sentidos, que aunque no sean disyuntivos no son tampoco mutuamente inclusivos. Se comprende perfectamente el relato de Ruth Benedict en El crisantemo y la espada según el cual un samurái puede aceptar la muerte (dolorosa) por la espada, considerándola como una salida honrosa, es decir, buena.
En segundo lugar, respecto al sustantivo muerte, la distinción más relevante es la que opone la muerte sobrevenida a la muerte operada. La muerte sobrevenida es la muerte no buscada formalmente por el moriturus, es decir, por quien va a morir; al contrario, la muerte operada es la muerte producida como resultado de las operaciones de un sujeto operatorio o de varios. Muerte sobrevenida y muerte operada se corresponden, respectivamente, con los sentidos de eutanasia predicada y de eutanasia operada. La expresión común «le sobrevino la muerte» queda perfectamente recogida en la fórmula «muerte sobrevenida» -más general-. Desde luego, la muerte sobrevenida podrá ser natural o violenta (distanásica). Aunque se han discutido mucho estos extremos como, por ejemplo, por los cartesianos contra el parecer de Aristóteles, para quien la muerte en la vejez es una muerte natural, lo cierto es que la distinción entre muerte natural y muerte violenta es utilizada hoy en el terreno jurídico-penal: «Una cosa es “morir en la cama” de una enfermedad “natural” certificada por el médico: otra cosa es morir en un accidente de automóvil o asesinado por una banda terrorista» (Gustavo Bueno, ¿Qué es la Bioética?, pág. 129). En fin, la eutanasia, en cuanto que buena muerte, se ha entendido ordinariamente como muerte natural, en el sentido de su aceptación por el moribundo, una muerte aceptada con «normalidad», con relación a la propia vida del muerto, que se entenderá como una vida lograda. Para Gustavo Bueno, la muerte Augusto podría interpretarse en el sentido de esta muerte «eutanásica, natural, incluso teatral, elegante» (Gustavo Bueno, ¿Qué es la Bioética?, pág. 129). Pero añade que no sólo la «eutanasia predicado» («eutanasia interna») tendría que ver con la muerte natural, pues habría que tener en cuenta que se puede designar como muerte eutanásica (buena muerte) a la muerte violenta: la muerte en defensa de la patria; pero también la muerte accidental, instantánea, que no arrastra consigo sufrimiento.
La muerte operada, como ha sido dicho, involucra la intervención de uno o varios sujetos cuyas acciones estarían orientadas a quitar la vida de alguien, ya sea sano o enfermo. Desde esta perspectiva, el asesinato, pero también la «ayuda» a la muerte de un enfermo moribundo (sujeto doliente), suponen la muerte operada. La «eutanasia clínica» -expresión preferible a la de «eutanasia médica»- es, desde luego muerte operada y eutanasia externa; y, a su vez, puede ser activa –cuando los sujetos intervienen de forma activa en las operaciones que llevan a la muerte del doliente– o pasiva –cuando se suspende la intervención que mantiene al doliente vivo–. En todo caso, hay que advertir que este tipo de eutanasia, aunque esté envuelta con valores estéticos o morales, como cuando se dice que el doliente murió con dignidad, se tiende a interpretar en sentido psicológico subjetivo. Además, no podemos olvidar que estos valores estéticos o morales están antes concebidos por quien presencia la muerte que por quien va a morir. De manera que no nos equivocaríamos al decir que es quien presencia la «buena muerte» del doliente quien, en rigor, aprecia la «dignidad» de la muerte del otro, envolviéndola así estética o moralmente.
El concepto de muerte operada de un sujeto moribundo, interpretada como una liberación de sus sufrimientos, fue acuñado por Francis Bacon en su obra Historia vitae et mortis de 1623. Sin embargo, no se podría decir que el concepto de eutanasia de Bacon se caracterice por su claridad. En efecto, Bacon no se referiría tanto a acelerar la muerte del doliente cuanto a escapar de sus angustias, de manera que el moribundo pudiera morir en calma. Con todo, la eutanasia propuesta por Bacon puede seguir considerándose como «eutanasia operada». Además, hay que tener en cuenta que no excluye los casos en los que el alivio del sufrimiento pueda conducir a la muerte, como cuando se suministran determinados fármacos o drogas paliativas al doliente que indirectamente (per accidens) aceleran el proceso del morir.
Por otro lado, cuando se trata de la eutanasia clínica, no queda claro si esa «buena muerte» se refiere al propio proceso del morir (sufrimiento, pavor) o a la vida del sujeto doliente que sufre o padece. Resulta evidente que son dos cosas distintas, porque la eutanasia, en el segundo caso, no se dirige tanto a dulcificar la muerte del sujeto cuanto a suprimir, efectivamente, una vida que se considera indigna. Pero considerada indigna, reiteramos, desde un punto de vista subjetivo, porque objetivamente esta vida puede tener un valor completamente racional; y el sujeto podría incluso continuar viviendo indefinidamente en esa situación entre otras personas. De tal suerte, que la eutanasia, cuando se considera desde una perspectiva tal, no podría interpretarse como una eutanasia en sentido primario –orientada a una muerte digna–, sino como una eutanasia secundaria, pues de lo que se trata es de «liberarse» o escapar de un mal (una vida valorada como indigna). Consecuentemente, no se debe confundir la eutanasia clínica primaria con la eutanasia clínica secundaria. El juicio ético sobre la eutanasia clínica no podrá ser, por tanto, objeto de un dictamen global fundado (Gustavo Bueno, ¿Qué es la Bioética?, pág. 131). En el caso de la eutanasia clínica primaria podrían darse situaciones en las que nos encontrásemos ante sujetos despersonalizados, esto es, de los que no podrá decirse que sean personas en un sentido filosófico. Pero, desde un punto de vista ético, cuando nos referimos a la eutanasia clínica secundaria, las cosas cambian, pues la «compasión» del círculo de amistades del sujeto entraría en contradicción con la perseverancia en la «firmeza» que este círculo debería ayudar a mantener en el sujeto. Es así que no habría de confundir la buena muerte con el «escaparse» de una vida que es considerada «indigna» («hay amores que matan»).
Finalmente dedicaremos unas palabras a la eutanasia procesal, en cuanto que constituye un caso particular de eutanasia secundaria. En todo caso advirtamos que no estaríamos ante una forma de eutanasia clínica. Desde las coordenadas del materialismo filosófico, resulta contradictorio utilizar la expresión vulgar de «pena de muerte», por ello se propone como más ajustado el sintagma «eutanasia procesal». Mediante esta expresión, nos referimos a la supresión de la vida de aquellos sujetos autores convictos y confesos de crímenes horrendos que, en su virtud, han perdido la condición de personas desde un punto de vista ético, moral y político, convirtiéndose, por ello, en «personas cero»; «la eutanasia procesal no va dirigida a disuadir a otras personas de la comisión de crímenes horrendos, sino que va dirigida a trazar la frontera de lo que es tolerable y de lo que es intolerable en una sociedad de personas» (Gustavo Bueno, en Carla Fibla, Debate sobre la eutanasia, pág. 222).
Marcelino Javier Suárez Ardura
→ Eutanasia procesal
→ Bueno, Gustavo, El sentido de la vida. Seis lecturas de filosofía moral, Pentalfa, Oviedo 1996, 435 págs.
→ Bueno, Gustavo, ¿Qué es la Bioética?, Pentalfa, Oviedo 2001, 134 págs.
→ Fibla, Carla, “Gustavo Bueno sobre la eutanasia…, conversación con Carla Fibla”, en Carla Fibla, Debate sobre la Eutanasia, Planeta, Barcelona 2000 (mayo), páginas 211-230. (“Entrevista realizada el 12 de agosto de 1999 en su casa de campo de Niembro, Asturias.”)
→ Algunas entradas de diccionario, por orden cronológico:
1924 “Eutanasia” en la Enciclopedia universal ilustrada europeo-americana
1999 “Eutanasia / Pena de muerte” en Diccionario filosófico 474
1999 “Muerte dulce” en Diccionario filosófico 489
1999 “Eutanasia en el contexto procesual no operatorio” en Diccionario filosófico 490
1999 “Eutanasia en el contexto procesual operatorio” en Diccionario filosófico 491
1999 “Eutanasia médica” en Diccionario filosófico 492
1999 “Eutanasia no-médica” en Diccionario filosófico 493
1999 “Eutanasia / Vida y Muerte / Bien y Mal” en Diccionario filosófico 494
1999 “Eutanasia como fallecimiento” en Diccionario filosófico 503
1999 “Eutanasia como problema ético” en Diccionario filosófico 504
1999 “Eutanasia desde un punto de vista moral” en Diccionario filosófico 505
1999 “Eutanasia desde un punto de vista jurídico” en Diccionario filosófico 506