Conónimos
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1. Grupos de términos como, por ejemplo, el formado por los nombres: “iglesia”, “templo”, “basílica”, “santuario”, “ermita”, “oratorio”, “capilla”, conforman una serie de palabras que guardan relación con una idea determinada. Basadas en la analogía de conceptos, constituyen agrupaciones semánticas que desde la categoría lingüística, ceñida a las relaciones entre significado y significante, se ordenan como sinónimos.
Pero, si desde la perspectiva semántico-material atendemos a las relaciones que los objetos significados tienen entre sí, entonces hay que tener en cuenta otra reordenación en la que cabe distinguir tres grandes clases de grupos semánticos designados como isónomos, conónimos y homónimos. A muy grandes rasgos, los isónomos caracterizan grupos de palabras que designan objetos vinculados entre sí por relaciones de isología (semejanza, igualdad, analogía, identidad o equivalencia), por ejemplo, el grupo de nombres: “cometa”, “estrella”, “planeta”, “satélite”, en tanto vinculados por su condición de “cuerpos celestes”. Los conónimos indican grupos de palabras cuyos objetos significados mantienen vínculos de continuidad y contigüidad (contacto) no sólo espacial o estático, sino también causal (de interacción mutua), por ejemplo, el conjunto formado por las palabras: “rasguño”, “bosquejo”, “reseña”, “comentario”, “trazo”. Los homónimos se refieren a palabras que pueden dar lugar a equivocidades, en tanto los objetos a los que se refieren no guardan entre sí vínculos de analogía, por ejemplo, la palabra “sol” en cuanto significa “astro” mantiene una relación de equivocidad consigo misma cuando significa “quinta nota de la escala musical”.
2. El término conónimo, por su etimología, sugiere grupos de palabras con un significado conexo o contiguo, pero que no son estrictamente sinónimos. El concepto de conónimos engloba a otros conceptos, como los de parónimos (en acepción de Aristóteles), antónimos, denominativos (análogos de atribución), géneros plotinianos, &c., mencionados en diferentes lugares de la tradición filosófica. Pero conónimo no figura en el diccionario de la RAE ni como palabra, ni como concepto que pudiera expresarse a través de otra voz significativa. Los conónimos no aparecen tampoco como tales en lo que los lingüistas llaman “constelaciones glosemáticas”.
Gustavo Bueno utiliza el concepto de conónimos en El mito de la felicidad, cuando trata de cómo el léxico de una lengua ha de ser analizado desde los fenómenos extralingüísticos. Términos como “felicidad”, “gozo”, “placer”, “fruición”, “alegría”, “deleite”, “contento”, “júbilo”, “bienestar”, “agrado”, no son significantes diferentes de un mismo significado. No son términos sinónimos de un concepto de felicidad considerado como previamente dado, sino que son conónimos cuya contigüidad los agrupa como matices de un concepto de felicidad, que es posterior y común a ellos.
3. Introducir los conónimos en las series de conceptos habituales tales como homónimos, sinónimos, parónimos, antónimos, unívocos, análogos… obliga a revisar el fundamento de estos conceptos que muestra la incoherencia de las exposiciones lingüísticas, gramaticales, retóricas, lógicas y filosóficas que los tratan. El modo en que se dirimen hoy los conceptos de estas “constelaciones semánticas” es caótico: se utilizan términos, como por ejemplo, sinónimo, sin distinguir entre la acepción ontológica y la lingüística; conceptos como los de equívocos y homónimos, sinónimos y unívocos, aparecen con diferentes definiciones; la perspectiva desde la que se diferencian los elementos de estas constelaciones unas veces es sintáctica, otras semántica y otras pragmática; no se define ni el terreno desde el que se está planteando la cuestión, ni las disciplinas implicadas.
Tradicionalmente el tratamiento de estas “constelaciones semánticas” se asignaba a la Gramática, la Retórica o la Dialéctica, también a la Lógica a propósito de los antepredicamentos y postpredicamentos. Pero ya los escolásticos señalaron como en estos asuntos se involucraban tanto la Lógica como la Metafísica. Con el auge de la Lingüística se pensó que las cuestiones concernientes a los agrupamientos semánticos tenía su lugar propio en la ciencia del Lenguaje. Pero caben dudas muy serias sobre si la Lingüística pueda agotar su campo sin comprometerse con la Ontología.
4. Vistas así las cosas, se hace necesario reorganizar estas cuestiones desde la perspectiva gnoseológica; desde los ejes gnoseológicos que hacen referencia a un contexto material. Desde esa perspectiva y tomando como criterio principal de clasificación la distinción entre relaciones isológicas (entre objetos que son partes distributivas de una totalidad distributiva) y relaciones sinalógicas (entre objetos que son partes atributivas de una totalidad atributiva), las constelaciones semánticas quedan reclasificadas según los tres órdenes, isónomos, conónimos y homónimos, que veíamos al principio.
5. Los conónimos se definen como términos (unitarios o plurales) que designan objetos diferentes pero vinculados por nexos sinalógicos o atributivos. Los conónimos se clasifican en:
a) Unitarios (de una sola voz) que se corresponden con los análogos de atribución de los escolásticos. Podemos tomar como ejemplo el que nos ofrece Cayetano (Tratado sobre la analogía de los nombres, Cap. II): “sano es un nombre común a la medicina, a la orina y al animal. Y el concepto de todas estas cosas, en cuanto sanas, predica las distintas relaciones que se establecen con un solo término, a saber, la salud.”
b) Plurales o heterónimos, que implican diversas voces pero designando objetos que mantienen relaciones sinalógicas atributivas como:
1. Relación de parte a todo atributivo (“parietal-cráneo”)
2. Relación de parte a parte de un todo atributivo (“anverso-reverso”)
3. Relación de intersección (“religión-sagrado”)
4. Relación de contigüidad (“adosado-conectado”, “enchufado-acoplado”)
5. Relación de oposición (antónimos) (“frío-caliente”)
6. Correlativos (“derecha-izquierda”, “padre-hijo”)
7. Solapados (“bienestar–felicidad-placer-satisfacción-alegría-leticia”)
8. De derivación (“artista-artesano-artefacto-artesanado”)
9. De implicación (“triángulo-trilátero”)
Algunos ejemplos de series de conónimos con posibles denominaciones tomadas de su materia serían:
Biónimos: [célula, tejido, herencia, evolución, mitosis]
Aritnóminos: [cardinal, ordinal, doble, triple, decenas, adición, división, fracción]
Hierónimos: [religión, superstición, magia, fetichismo, ateísmo, chamanismo]
Carmen Baños
→ Gustavo Bueno, El mito de la felicidad (2005), páginas. 74 y ss.
→ Gustavo Bueno, “Conónimos”, El Catoblepas, 2007, 67:2
→ “Conónimos”, Enciclopedia Symploké