Anaximandro
610–547 a. C.
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Natural de Mileto, hijo de Praxíades, las cronologías sitúan su vida entre los años 610 y 547 a. C. y los biógrafos lo señalan como conciudadano, discípulo y sucesor de Tales. Representó lo que hoy podríamos llamar “hombre de ciencia” e “inventor”, con importantes contribuciones a la Historia de las Ciencias Naturales o Cosmogónicas. Introdujo en Grecia el uso del gnomon, la escuadra o vara vertical cuya sombra señala la dirección y altura del sol. Fue el primero que ideó un mapa mundi dibujando el contorno de la tierra y el mar sobre una tablilla. Se dice que predijo un terremoto en Esparta, construyó una esfera celeste, descubrió la declinación del Zodíaco, midió las distancias entre las estrellas y calculó su magnitud. Además, como estratega político, dirigió la expedición de los milesios para fundar la colonia de Apolonia en la costa del Mar Negro, por lo que sus compatriotas le dedicaron una estatua.
Las invenciones de Anaximandro hacen pensar que las llevó a cabo en el marco institucional de una escuela que contaba ya con los instrumentos y materiales necesarios para hacerlas posibles. Así, cabe imaginar que la Escuela de Mileto prefigura la forma de una “institución científica” dedicada a cultivar un saber racionalizado. En este contexto, el fragmento conservado de la obra de Anaximandro, Sobre la naturaleza, cobra sentido filosófico cuando lo entendemos como desarrollo crítico del racionalismo iniciado por su maestro, Tales de Mileto.
Las fuentes doxográficas nos ofrecen las ideas clave de la metafísica de Anaximandro:
1) Según Simplicio, Anaximandro fue el primero que utilizó arjé (“principio”) como término específico para la sustancia originaria de la cual todo brota. Tales ejercitó esta noción de principio identificándola con el agua, pero Anaximandro piensa que el arjé no puede ser una sustancia natural, determinada, porque si el agua lo llena todo, ¿cómo se explican las operaciones de condensación y rarefacción que Tales suponía en la construcción de la physis? El arjé no puede ser algo definido, sino que ha de ser una sustancia indeterminada, indefinida, infinita y eterna. Anaximandro la llamó ápeiron (“sin límites”; “in-determinado”).
2) Otra idea de Anaximandro es la de Cosmos, en el sentido de “ordenación del universo”, es decir, un universo como unidad en la que rige un orden. En los Stromateis, 2, de Pseudo-Plutarco se expresa así:
“Anaximandro dice que lo ápeiron es la causa de la generación y destrucción de todo, a partir de lo cual –dice-- se segregan los cielos y en general todos los mundos, que son infinitos. Declara que su destrucción y, mucho antes, su nacimiento, se producen por el movimiento cíclico de su eternidad infinita… Dice también que, en la generación de este cosmos, lo que de lo eterno es capaz de generar lo caliente y lo frío fue segregado, y que, a raíz de ello, una esfera de llamas surgió en torno al aire que circunda a la tierra, tal como una corteza rodea al árbol; al romperse la esfera y quedar encerradas sus llamas en algunos círculos, se originaron el sol, la luna y los astros.”
La interpretación que hacemos del ápeiron es que Anaximandro lo concibe como arjé, como fuente de energía inagotable para que en el mundo no cese la generación y la corrupción y, al mismo tiempo, es el medio a través del cual los elementos se transforman incesantemente por rarefacción y condensación. Esta noción de ápeiron adquiere significado al considerarla dialécticamente en relación al cosmos: la negación del ápeiron permite su manifestación en el cosmos y la negación del cosmos permite su disolución en el ápeiron. Esta dialéctica del paso de lo infinito (ápeiron) a un cosmos enantiológico, es decir, un universo equilibrado como unidad de elementos distintos y opuestos, responde al esquema racional de identidad trabajado en la Escuela de Mileto e inaugurado por Tales que caracterizamos como monismo cosmológico de la sustancia, porque aunque el ápeiron no sea sustancia fenoménica, como sí lo era el agua de Tales, a efectos ontológicos está cumpliendo las mismas funciones. El monismo de Anaximandro presupone un cosmos en el que periódicamente nacen y se destruyen mundos sucesivos, según ciclos fijados. Cuando, en la destrucción, las cosas se han separado del ápeiron, reina la injusticia; después las cosas se mezclan y reabsorben en el ápeiron restableciéndose la justicia y dando comienzo a un nuevo ciclo.
Dentro de la Escuela de Mileto, la doctrina de Anaximandro supone un avance sobre la de Tales. Aunque hay autores que opinan lo contrario, viendo en Anaximandro un retroceso hacia la doctrina de la mitología órfica, sus concepciones del universo representan un claro progreso sobre las de Tales, que pensaba que la Tierra se apoyaba en el agua. Para Anaximandro la Tierra, en forma de cilindro, está situada en el centro del Mundo, y por eso no necesita apoyarse, ya que se sostiene por “su equidistancia a todas las cosas.” Del fango primitivo, en que estaban mezcladas la Tierra y el Agua salen todos los vivientes, mediante la acción del sol. Primero nacieron los animales marinos, luego los terrestres. La genialidad imaginativa de Anaximandro logró formular, por primera vez, una tesis racional sobre el origen del género humano según la cual, los hombres proceden de otros animales. En palabras de Plutarco:
“Anaximandro afirma no que peces y hombres se generaron en las mismas condiciones, sino que al comienzo lo hombres se engendraron en peces y se alimentaron como los pequeños tiburones, y que cuando llegaron a ser capaces de auxiliarse por sí mismos, en ese momento salieron y tocaron tierra.”
Carmen Baños
→ Gustavo Bueno, “La Escuela de Mileto”, en La metafísica presocrática (1974).
→ Zeferino González, “Anaximandro”, en Historia de la Filosofía (1886).
→ “Anaximandro de Mileto”, en Cursos del Proyecto Filosofía en español (2000).
→ “Anaximandro”, en Diccionario enciclopédico hispano-americano (1897).