Lecciones sobre René Descartes.
Felipe Giménez. Profesor de
filosofía de IES.
1. Introducción general al
método.
Descartes (1596-1650) eleva el
método resolutivo-compositivo a método absoluto del pensar mismo. El
análisis y la síntesis son las dos caras consecutivas de un mismo proceso:
Análisis de un total en sus partes más simples y conocidas; síntesis de
esas mismas partes para volver al total. Razonar no es otra cosa que
analizar y sintetizar. El método matemático es el método arquetípico,
modélico para cualquier otro modelo en el ámbito del pensar.
Hay que dejar claro que el
método en Descartes es algo más que unas reglas, aunque se condense en
ellas. Es también una concepción epistemológica. Por un lado, se muestra
que la ciencia tiene un lado objetivo, por otro lado, se muestra el lado
también objetivo del sujeto epistémico, enlazado con la ciencia por el
camino de la verdad, de la certeza.
Todas las ciencias no son más
que una: la sabiduría humana aplicada a los diferentes objetos. Pero la
ciencia tiene sólo que ocuparse de los objetos claros y distintos: Regula
II "Conviene ocuparse tan sólo de aquellos objetos, sobre los cuales
nuestros espíritus parezcan ser suficientes para obtener un conocimiento
cierto e indudable". Dice a continuación Descartes:
"Toda ciencia es un conocimiento cierto y evidente; y el que duda de
muchas cosas no es más docto que el que jamás pensó en ellas, sino que
incluso parece más indocto que éste, si alguna de ellas se formó una
falsa opinión; y por tanto es mejor no estudiar nunca que ocuparse de
objetos de tal modo difíciles que, no pudiendo distinguir los verdaderos de
los falsos, estemos obligados a admitir los dudosos por ciertos, puesto que
en ellos no hay tanta esperanza de ampliar la ciencia como peligro de
disminuirla."
Si la ciencia busca la verdad, es algo único entonces. Esta Ciencia
Unificada es la matemática y su método es el resolutivo-compositivo. En la
Regula IV Descartes dice que "El método es necesario para la
investigación de la verdad de las cosas" y "Así que es mucho
más acertado no pensar jamás en buscar la verdad de las cosas que hacerlo
sin método." Más adelante Descartes especifica: "Así pues,
entiendo por método reglas ciertas y fáciles, mediante las cuales el que
las observe exactamente no tomará nunca nada falso por verdadero, y, no
empleando inútilmente ningún esfuerzo de la mente, sino aumentando siempre
aquello de que es capaz". La Matemática, como ciencia abstracta y
formal constituye el modelo metódico para buscar la verdad en general, por
ello, la Matemática es la Ciencia: "Y considerando esto más
atentamente al cabo se nota que solamente aquellas en las que se estudia
cierto orden y medida hacen referencia a la Mathesis, y que no importa si
tal medida ha de buscarse en los números, en las figuras, en los astros, en
los sonidos o en cualquier otro objeto; y que, por lo tanto; debe haber una
única ciencia general que explique todo lo que puede buscarse acerca del
orden y la medida no adscrito a una materia especial, y que es llamada, no
con un nombre adoptado, sino ya antiguo y recibido por el uso, Mathesis
Universalis, ya que en ésta se contiene todo aquello por lo que las otras
ciencias son llamadas partes de la Matemática. Y cuánto ésta aventaja en
utilidad y facilidad a las otras ciencias que de ella dependen, se pone de
manifiesto en que ella se extiende a todas las mismas cosas a las que
aquéllas y además a otras muchas, y si algunas dificultades encierra, las
mismas las hay también en aquéllas, en las que se encuentran también
otras procedentes de sus objetos particulares y que ésta no tiene."
En Descartes la verdad se identifica con la certeza. Algo es verdadero si
estoy cierto de ello. La filosofía de Descartes constituye un giro
copernicano en el pensamiento filosófico. El problema filosófico
fundamental será el problema de la certeza. ¿Cómo puedo yo estar cierto
de algo? La duda es una operación mental, subjetiva, por ello, se produce
un desplazamiento del centro de interés de la Filosofía hacia la
subjetividad. Pero no será un sujeto psicológico, más bien es un sujeto
epistémico, epistemológico, depurado de rasgos personales, si nos fijamos
bien en esto, concluiremos que se camina hacia la configuración de un
sujeto trascendental (Kant). Otro rasgo importante de la filosofía
cartesiana es la nueva forma de abordar los problemas filosóficos
clásicos. Se adoptará un punto de vista gnoseológico, epistemológico.
Habrá una gran insistencia en el problema de la fundamentación
gnoseológica. 1° se hará una gnoseología, un método, para luego, 2°
desembocar en una ontología.
Por todo ello, no sería desacertado afirmar que el centro del discurso
filosófico cartesiano lo constituye el problema del método. No se trata de
fundar una escuela filosófica más entre otras que prosiga la discusión
teórica. Se trata precisamente de buscar un método, un camino de acceso a
la verdad y un camino del cultivo de la razón.
El método de la Matemática, el método resolutivo-compositivo o método
del análisis y de la síntesis constituye para Descartes el método más
eficaz para acceder a la verdad y por tanto para el cultivo de la razón. Es
por ello, en última instancia el método absoluto del pensar mismo. Todo
pensar correcto sigue fielmente las reglas del método
resolutivo-compositivo. El análisis y la síntesis nos ofrecen las dos
caras consecutivas de un proceso único de conocimiento: Análisis de un
todo en sus partes simples y conocidas (lo simple epistemológicamente es
más valioso que lo compuesto, lo verdadero es aquí la parte, no el todo,
al contrario que en Aristóteles, Spinoza o Hegel, primacía epistemológica
del análisis sobre la síntesis y de o simple sobre lo compuesto). El
método matemático constituye el modelo para cualquier otro modelo en el
orden del pensar. Si la matemática es la ciencia por excelencia, la única
que tiene solidez epistemológica es porque el sujeto cognoscente tiene un
alto grado de certeza con los enunciados y proposiciones de la matemática.
El método cartesiano es algo más que unas reglas operacionales de la mente
o una metodología del descubrimiento, un ars inveniendi. Es también una
filosofía de la ciencia. Por un lado está la ciencia, el lado objetivo, la
ciencia como hecho, como realidad de resultados, de verdades sobre las
cosas. Por otro lado, está el lado del sujeto cognoscente, investigador de
la verdad. Es el sujeto epistémico. La verdad reside en el sujeto
epistémico, en la coincidencia del entendimiento con el entendimiento
mismo. En el sujeto se halla el criterio para decidir qué sea verdadero y
qué falso. Es él el que duda, afirma o niega. A él le corresponde
desechar lo dubitable y retener lo absolutamente indubitable. La
gnoseología cartesiana es subjetivista, idealista. Descartes es el
iniciador de la filosofía idealista moderna. El sujeto epistémico enlaza
con la ciencia mediante el método (methodos= camino).
Sólo hay una ciencia. Todas las ciencias no son más que una: la sabiduría
humana aplicada a los diferentes objetos. Pero esta ciencia única: la
Mathesis Universalis tiene que ocuparse sólo de los objetos claros y
distintos: Regula II de las Regulae ad Directionem Ingenii, escritas por
Descartes en 1628, pero publicadas en 1701: "Conviene ocuparse tan
sólo de aquellos objetos sobre los que nuestros espíritus parezcan ser
suficientes para obtener un conocimiento cierto e indudable".
Sólo hay ciencia de lo evidente, de lo que se caracteriza por la claridad y
la distinción. Sobre lo verdadero no debe haber la menor sombra de duda,
pues al ser el sujeto el que duda, el criterio de verdad es el criterio de
certeza. Algo es verdadero cuando no puedo dudar, cuando estoy cierto de
ello. La ciencia es conocimiento indudable.. Todos los conocimientos
tendrán que pasar por la prueba crucial de la duda para validarse
epistemológicamente como verdaderos. Dice Descartes: "aquellos que
buscan el recto camino de la verdad no deben ocuparse de ningún objeto a
propósito del cual no puedan obtener una certeza igual a las demostraciones
de la Aritmética y de la Geometría" (Regula II).
Una proposición no es dudosa en sí misma, la duda es una operación
efectuada por el sujeto cognoscente. La nota esencial, el factor decisivo en
la ciencia y en el conocimiento es el sujeto que investiga, que somete a
racional escrutinio a las proposiciones. El criterio de verdad reside en el
sujeto cognoscente, no en la cosa. En la relación cognoscitiva entre Sujeto
y Objeto es el sujeto el que determina los límites, el alcance y el
criterio de verdad y falsedad del conocer. La conciencia es el ámbito
trascendental de posibilidad de la certeza y, por tanto, de la verdad, y por
tanto, del conocimiento, pues no hay conocimiento sino de lo verdadero. Por
todo ello, Descartes inicia el Idealismo Moderno.
Según Descartes, Regula I: "Así pues, si alguien quiere investigar
seriamente la verdad de las cosas, no debe elegir una ciencia determinada,
pues todas están entre sí enlazadas y dependiendo unas de otras
recíprocamente; sino que piense tan sólo en acrecentar la luz natural de
la razón, no para resolver ésta o aquella dificultad de escuela, sino para
que en cada circunstancia de la vida el entendimiento muestre a la voluntad
qué se ha de elegir."
Las reglas metodológicas de Descartes tienen como fondo la identificación
verdad=sabiduría=certeza=supresión de la duda.
Descartes admite dos vías de conocimiento:
.La experiencia, resultado de dos componente: objetivo
-la realidad externa-, subjetivo -el punto de vista sobre esa realidad, como
es la fidelidad o no de los órganos sensoperceptivos...la realidad
empírica es compuesta y por compuesta es dudosa, contradictoria, variable,
mudable, epistemológicamente es peligrosa y no fidedigna, está sometida a
la opinión, al convencionalismo, es engañosa. Sobre la experiencia no
puede haber en consecuencia ciencia.
.La deducción es el paso de una cosa a otra en la mente, el enlace entre
dos cosas. Es un conocimiento inmanente, interior de la conciencia para la
conciencia. Es un conocimiento puro, simple, sin mezcla, racional. No
necesita aportes desde el exterior de la conciencia. Su criterio de verdad
es interno. La verdad tiene en sí su propia marca distintiva, su propia
validación, su propio criterio de certeza y de verificación. Es un
conocimiento éste constructivo, edificado por, en y para la conciencia.
Sabemos que no nos puede fallar porque nosotros mismos lo construimos.Es el
verum est factum. La conciencia tiene en sí misma la regla de su génesis y
por tanto de su verdad o falsedad. La deducción o bien se la capta -y es
correcta o válida- o no se la ve -no hay entonces deducción- no hay
evidencia.
La deducción nunca puede engañarnos. En ella no hay lugar para el error.
El error procederá de la experiencia o de juicios ligeros y precipitados
(Véase "Discurso del Método", pars secunda). La deducción es un
acto del entendimiento. Hay dos actos del entendimiento: la intuición y la
deducción (en sentido distinto, deducción stricto sensu, el anterior era
lato sensu) Sobre esto dice Descartes en la Regula III:
"Acerca de los objetos propuestos se ha de buscar no sólo que otros
hayan pensado o lo que nosotros mismos conjeturemos, sino lo que podamos
intuir clara y distintamente o deducir con certeza; pues la ciencia no se
adquiere de otra manera". Y más adelante, distingue Descartes entre la
intuición y la deducción:
"Entiendo por intuición no el testimonio fluctuante de los sentidos, o
el juicio falaz de una imaginación que compone mal, sino la concepción de
una mente pura y atenta tan fácil y distinta, que en absoluto quede duda
alguna sobre aquello que entendemos; o, lo que es lo mismo, la concepción
no dudosa de una mente pura y atenta que nace de la sola luz de la razón y
que por ser más simple, es más cierta que la misma deducción, la cual,
sin embargo, ya señalamos más arriba que tampoco puede ser mal hecha por
el hombre. Así cada uno puede intuir con el espíritu que existe, que
piensa que el triángulo está definido sólo por tres líneas, la esfera
por una sola superficie, y cosas semejantes que son más numerosas de lo que
creen la mayoría, precisamente porque desdeñan para mientes en cosas tan
fáciles".
La intuición es un conocimiento inmediato, no procesual: se capta una
verdad clara y distinta de manera instantánea. En cambio, la deducción es
un proceso de pensamiento mediado, procesual, es una cadena de razones
sucesivas. De una verdad evidente se extraen sus cosecuencias, que son
también verdaderas: la deducción es la facultad:
"por la cual entendemos, todo aquello que se sigue necesariamente de
otras cosas conocidas con certeza, aunque ellas mismas no sean evidentes,
tan sólo con que sean deducidas a partir de principios verdaderos conocidos
mediante un movimiento continuo e ininterrumpido del pensamiento que intuye
con transparencia cada cosa en particular; no de otro modo sabemos que el
último eslabón de una larga cadena está enlazado con el primero, aunque
no contemplemos con uno sólo y el mismo golpe de vista todos los
intermedios, de los que depende aquella concatenación, con tal de que los
hayamos recorrido con los ojos sucesivamente y recordemos que están unidos
desde el primero hasta el último cada uno a su inmediato. Así pues,
distinguimos aquí la intuición de la mente de la deducción en que ésta
es concebida como un movimiento o sucesión, pero no ocurre de igual modo
con aquélla; y además, porque para ésta no es necesaria una evidencia
actual, como para la intuición, sino que más bien recibe en cierto modo de
la memoria su certeza. De lo cual resulta poder afirmarse que aquellas
proposiciones que se siguen inmediatamente de los primeros principios, bajo
diversa consideración, son conocidas tanto por intuición como por
deducción; pero los primeros principios mismos sólo por intuición,
mientras que las conclusiones remotas no lo son sino por deducción".
(Regula III).
La intuición es un acto de la mente que es más cierto aún que la
deducción, pues es más simple que ésta. La intuición es una visión
interior, automática pura contemplación de la verdad autoevidente para sí
misma, es atemporal, en ella no cuenta la temporalidad, la sucesión, la
duración. Con ella, simultáneamente se contemplan diversas relaciones en
su simplicidad última. Sirve para captar las verdades primeras del
conocimiento. En la intuición no interviene ninguna otra facultad o acto
mental, se basta a sí misma por su propia luz natural. La deducción, en
cambio, es mediata, sucesiva y temporal, va intuyendo cada cosa
separadamente en cada acto. Cualquier otra vía de conocimiento ha de ser
rechazada, pues no hay más que las que se han descrito, aunque, Descartes,
como católico admita:
"Y estos dos caminos son los más ciertos para la ciencia, y no deben
admitirse más por parte del espíritu, sino que todos los demás deben ser
rechazados como sospechosos y sujetos a error. Lo que no impide, sin
embargo, que creamos todo lo que ha sido revelado por Dios como más cierto
que todo conocimiento, puesto que la fe, que se refiere a cosas oscuras, no
es una acción del espíritu, sino de la voluntad; y si ella tiene algunos
fundamentos en el entendimiento, pueden y deben ser descubiertos ante todo
por una u otra de las vías ya dichas." (Regula III).
Todo conocimiento ha de ser claro y distinto. Escribe Descartes en los
Principia Philosophiae I, parágrafo 45: "Llamo conocimiento claro al
que se presenta de un modo manifiesto a un espíritu atento".
"Entiendo por conocimiento distinto el que es tan preciso y tan
diferente de todos los demás que sólo comprende lo que manifiestamente
aparece al que lo considera como es debido". (Principia, I, parágrafo
45 in fine).
La claridad y la distinción nos revelan sin lugar a dudas qué cosas son
verdaderas. Enuncia Descartes en la cuarta parte del Discurso la regla
general: "las cosas que concebimos muy clara y distintamente son todas
verdaderas". En los Principia, I, parágrafo 43, repite este concepto
fundamental al escribir: "Es seguro que nunca tomaremos por verdadero
lo falso si tan sólo prestamos asentimiento a lo que percibimos clara y
distintamente."
El conocimiento humano es un proceso en primer lugar de análisis y en
segundo lugar de síntesis de lo analizado. Lo simple es el fondo en el que
descansa y se soporta la evidencia. Por ello es clara la exigencia
epistemológica de la simplicidad. Toda ciencia tiene elementos simples
conexionados de manera deductiva formando una cadena continua desde los
axiomas hasta las conclusiones. Es un modelo deductivo y no empírico de
ciencia. Se trata de conocer los componentes simples de las realidades
complejas: "toda la ciencia humana consiste en esto sólo: que veamos
distintamente cómo esas naturalezas simples concurren a la composición de
otras cosas." (Regula XII)
Todo el problema gnoseológico y ontológico de Descartes radicará en la
búsqueda del método que nos dé las reglas de descomposición adecuada de
lo complejo y que, por ello mismo nos ponga en contacto con los fundamentos
sólidos de la ciencia y nos permita, partiendo de ellos, edificar
deductivamente todo el edificio del conocimiento humano, la Mathesis
Universalis. Este análisis servirá por ello para bien conducir el
Entendimiento y, por ello mismo, para que éste ejecute con eficacia y
certeramente sus dos actos: la intuición y la deducción. Si no hay método
no hay conocimiento, certeza, verdad, ciencia.
El método no puede ser, en ningún caso algo complicado o abstruso; debe
ser él mismo claro y distinto. La herramienta que utilicemos ha de tener
las cualidades de aquello que deseamos encontrar. Tiene que ser un conjunto
muy breve de reglas simples para tratar con lo simple y a lo compuesto
descomponerlo en sus elementos más simples.
El método es un instrumento para descubrir la verdad y para enseñar a la
razón a saber conducirse de la manera más eficaz posible ante todos los
objetos que se le presenten. En el Discurso del Método, Descartes enuncia 4
reglas: 1° Evidencia intelectual o certeza como criterio de verdad. 2°
Análisis o disección de lo complejo y reducción a sus partes simples. 3°
Síntesis según el orden de recomposición de lo analizado inverso al orden
de descomposición de lo complejo. 4° Regla mnemotécnica, enumeración de
todas las partes del análisis y revisión sintética para la intuición
global del conjunto.
2. Camino de la verdad: La
duda metódica.
En todas las reglas cartesianas
se observa que se opera un desplazamiento del centro de atención decisivo:
del hecho de la ciencia se va a parar al sujeto que la busca, la descubre y
la construye. Esta inversión del centro de atención coloca al sujeto
cognoscente en primer lugar. Por ello Descartes parte de la duda como
opuesta a la certeza del sujeto dpistémico y ello es porque el sujeto
epistémico es el que enuncia el discurso, las proposiciones y porque sobre
la existencia del sujeto epistémico, consistente tan sólo en su propio
proceso de reflexión y autorreflexión se apoyan todas las demás
evidencias del conocimiento. Todo depende de la posibilidad o imposibilidad
de la duda metódica universal en el sujeto escéptico respecto a los
objetos de conocimiento. Por ello, Descartes, inicialmente, como hipótesis
condicional contrafáctica, acepta el reto escéptico y sus consecuencias:
desde un punto de vista estrictamente gnoseológico, no hay razones sólidas
para creer con certeza en la objetividad del mundo que percibimos en el
ámbito de la experiencia: el mundo es apariencia, es un gran teatro. Lo
primero que la duda metódica universal elimina es el ámbito de la empiría.
Queda así el ámbito de los objetos conocidos por el solo entendimiento: la
lógica, la matemática. Pero, también cabe dudar de estos conocimientos.
Descartes, llegado aquí, afirma que cabe con todo la posibilidad de que
haya un error trascendental ¿Y si las cosas, el mundo, la relación
cognoscitiva misma, estuvieran constituidas de tal forma que yo me engañase
en todo, incluso en las cosas que considero como más evidentes? "¿no
habrá un Dios o algún otro poder que me ponga en el espíritu estos
pensamientos?" Llegamos así al sombrío final de la Primera
Meditación Metafísica de Descartes:
"Así, pues, supondré que hay, no un verdadero Dios -que es fuente
suprema de verdad-, sino cierto genio maligno, no menos artero y engañador
que poderoso, el cual ha usado de toda su industria para engañarme.
Pensaré que el cielo, el aire, la tierra, los colores, las figuras, los
sonidos, y las demás cosas exteriores, no son sino ilusiones y ensueños,
de los que él se sirve para atrapar mi credulidad. Me consideraré a mí
mismo como sin manos, sin ojos, sin carne, sin sangre, sin sentido alguno, y
creyendo falsamente que tengo todo eso. Permaneceré obstinadamente fijo en
ese pensamiento, y si, por dicho medio, no me es posible llegar al
conocimiento de alguna verdad, al menos está en mi mano suspender el
juicio. Por ello, tendré sumo cuidado en no dar crédito a ninguna
falsedad, y dispondré tan bien mi espíritu contra las malas artes de ese
gran engañador que, por muy poderoso y astuto que sea, nunca podrá
imponerme nada".
A pesar de todo esto, queda algo, una certeza pétrea a la que nos podemos
aferrar como si de una roca se tratara:
"si yo estoy persuadido de algo, o meramente si pienso algo, es porque
yo soy. Cierto que hay no sé qué engañador todopoderoso y astutísimo,
que emplea toda su industria en burlarme. Pero entonces no cabe duda de que,
si me engaña es que yo soy; y, engáñeme cuanto quiera, nunca podrá hacer
que yo no sea nada, mientras yo esté pensando que soy algo. De manera que,
tras pensarlo bien y examinarlo todo cuidadosamente, resulta que es preciso
concluir y dar como cosa cierta que esta proposición: yo soy, yo existo, es
necesariamente verdadera, cuantas veces la pronuncio o la concibo en mi
espíritu." Segunda Meditación Metafísica.
Para dudar es necesario que haya un sujeto dubitador. De lo que no puede
dudar el sujeto que duda es precisamente de eso mismo: de que él es un
sujeto que duda, que desde él se duda. Descartes obtiene lo que ha puesto
al principio: el criterio de certeza presupone un sujeto que está cierto o
que duda. Al ejercer el proceso de duda, siempre queda, en cualquier caso el
sujeto. Si no hay sujeto, no hay duda, no hay método, no hay Meditaciones
Metafísicas, la obra fundamental de Descartes y por la cual él ha pasado a
la historia de la Filosofía. Son Meditaciones, claro está, de un sujeto
epistémico.
Dios puede querer con su omnipotencia que yo me engañe en mis
razonamientos. El error puede estar trascendentalmente establecido como
error necesario de mi razón en cuanto ésta se pone a razonar. Sin embargo,
siempre queda la razón y una vez que hemos establecido como verdad el que
yo soy, yo existo, todo aquello que la razón por sí misma concibe clara y
distintamente, es también indudable, puesto que igualmente es claro y
distinto el que yo soy, yo existo y mi mente tiene contenidos, piensa:
"Pues bien, siempre que se presenta a mi pensamiento esa opinión,
anteriormente concebida, acerca de la suprema potencia de Dios, me veo
forzado a reconocer que le es muy fácil, si quiere, obrar de manera que yo
me engañe aun en las cosas que creo conocer con grandísima evidencia; y,
por el contrario, siempre que reparo en las cosas que creo concebir muy
claramente, me persuaden hasta el punto de que prorrumpo en palabras como
éstas: engáñeme quien pueda, que lo que nunca podrá será hacer que yo
no sea nada, mientras que yo esté pensando que soy algo, ni que alguna vez
sea cierto que yo no haya sido nunca, siendo verdad que ahora soy, ni que
dos más tres sean algo distinto de cinco, ni otras cosas semejantes, que
veo claramente no poder ser de otro modo que como las concibo."
Meditación Tercera.
Tras el examen de que ésta es una verdad indubitable, clara y distinta,
puede reconstruirse el sistema de la ciencia. La episteme racional según
razones claras y distintas que se enlazan, conectan o derivan y deducen unas
de otras según un riguroso orden geométrico: de las más simples alas más
complejas en un proceso de composición, de síntesis. Es el aspecto
constructivista del cartesianismo. Descartes estima que el sujeto
epistémico es un sujeto autosuficiente desde el punto de vista
gnoseológico mediante el pensamiento, pero todo ello, tiene consecuencias
ontológicas muy claras: el sujeto es en sí y para sí: es una sustancia
pensante, cosa pensante, res cogitans. De ahí y por ello se llega a la
conclusión de que toda proposición para ser verdadera y cierta tiene que
ser clara y distinta. Así lo afirma Descartes en la Meditación Tercera:
"Sé con certeza que soy una cosa que piensa; pero, ¿no sé también
lo que se requiere para estar cierto de algo? En ese mi primer conocimiento,
no hay nada más que una percepción clara y distinta de lo que conozco, la
cual no bastaría para asegurarme de su verdad si fuese posible que una cosa
concebida tan clara y distintamente resultase falsa. Y por ello me parece
poder establecer desde ahora, como regla general, que son verdaderas todas
las cosas que concebimos muy clara y distintamente."
Vemos ahora cómo la duda metódica universal concluye en la postulación de
un yo indubitable y por tanto conduce a admitir como primer principio
indubitable al sujeto epistémico. por tanto, las proposiciones claras y
distintas a la vez, necesariamente serán verdaderas.
3. El cogito.
Descartes ha encontrado un
principio del que no cabe dudar: pienso, luego soy; cogito, ergo sum. No es
una inferencia, sino un acto de aprehensión intelectual inmediato, una
intuición.
El pensamiento es una actividad en la que se muestra algo, el contenido de
la propia actividad del pensar. Ese algo es la idea.
"La forma de todos nuestros pensamientos, por cuya percepción
inmediata tenemos conciencia de ellos". (Meditaciones, 2ª Objeción).
Puede haber tres tipos de ideas:
.Adventicias o adquiridas, que proceden de la experiencia externa -un
ruido-.
.Artificiales o ficciones, elaboradas por nosotros mismos -un centauro-.
.Innatas o Naturales, proceden de la propia naturaleza del entendimiento.
Estas últimas son las ideas en sentido propio, de las que se precisará:
"cuando digo que alguna idea ha nacido con nosotros, entiendo solamente
que tenemos la facultad de reproducirlas".
En el fondo, no son algo distinto de la facultad de pensar. La idea no es la
imagen de la fantasía sino aquello que informa dicha imagen. Distinción
que conduce a precisar la idea como acto mental, como ciertas maneras de
pensar; y entonces todas las ideas, tomando como criterio el de si existen o
no fuera de sí, se presentan procediendo de igual modo, sin diferencias.
Pero cbe estimarlas como imágenes que representan unas una cosa y otras
otra y entonces las ideas son muy diferentes entre sí, y hay algunas que
poseen más grados de ser o perfección que otras, que contienen más
realidad objetiva. Y las que más tienen, el yo pensante, el ser perfecto,
la extensión.
En cualquier caso, las ideas pueden o no ser percibidas clara y
distintamente. Pero siempre les corresponde la certeza en sí mismas, sin
tener que referirse a otra cosa.
"Pues imagine yo una cabra o una quimera, tan verdad es que imagino una
como la otra." (Meditaciones, II).
El error no estará, pues, en las ideas. Si en la facultad de pensar no se
encuentra el error, éste puede hallarse en el juicio. Es donde conviene
extremar la prudencia. Hay dos planos diferentes: por un lado, el orden de
esencia; por otro, el de existencia. Y el pensamiento es tal que no impone a
sus juicios la necesidad, es decir, impone el orden del ser, pero no el del
existir.
"todo lo que conozco clara y distintamente como perteneciente a un
objeto le pertenece realmente".
4. La distinción entre res
cogitans y res extensa.
El pensamiento es incorporal.
Jamás en nada físico, corpóreo, material, podemos aprehender algo así
como "yo pienso...". Por más que quisiéramos admitir que todo lo
que yo pienso es corpóreo, que es todo extensión, hay al menos una cosa
que también pienso y que no es en absoluto extensa, y esa "cosa"
es precisamente que yo pienso todo eso que pienso. Todo mi cuerpo ha de ser,
en definitiva, puro mecanismo, porque es algo que tengo delante, algo
sensible, porque es cuerpo; pero mi cuerpo no es yo, es tan objeto para mí
como el papel que tengo delante. Mi pensamiento en cambio es algo
perfectamente incorpóreo, y tan distinto de mi cuerpo como de la mesa en la
que me apoyo; está, desde luego, vinculado de un modo especial a mi cuerpo,
pero esta vinculación especial es sólo un hecho, no necesito hacerla
entrar en consideración para percibir clara y distintamente que yo pienso;
por el contrario, mi percepción es confusa por definición cuando a la
noción de que yo pienso mezclo alguna determinación que suponga la
extensión.
Lo problemático es que el pensamiento actúe sobre lo corpóreo (=extenso)
o padezca por obra de ello. Todo lo que es corpóreo es sólo corpóreo
(=extenso), mientras que el "yo pienso" es perfectamente
independiente de lo corpóreo. Todo fenómeno corpóreo ha de poder ser
reducido a lo matemático-mecánico.
5. Las demostraciones de la
existencia de Dios.
Para salir del inmanentismo en
el que se halla en la cuestión del cogito y las ideas, Descartes procede a
la demostración de la existencia de Dios. Descartes considera que, si
demuestra (es decir: si descubre que es absolutamente indudable) que la
mente no puede estar engañosamente constituida, entonces por lo menos las
verdades matemáticas tendrán validez para la realidad en sí. Esto lo
puede demostrar demostrando que la mente y el mundo han sido hechos por un
ser infinitamente bueno, que, por ser bueno, no puede querer engañar y, por
ser infinito, hace precisamente aquello que quiere. Descartes se pone a
demostrar la existencia de Dios, pero, naturalmente, a partir del cogito
sólo y de las ideas, ya que de momento no admite otra realidad; en esto el
planteamiento es moderno, cartesiano: La "demostración de la
existencia de Dios" ha de consistir en poner de manifiesto que la mente
no puede dudar de la existencia de Dios. Pero los elementos empleados en la
prueba son en gran parte medievales, y la incoherencia ontológica de que
usa Descartes va a saltar a la vista.
Descartes recurre a la idea del Ser perfecto. Sólo con esta idea podrá
reconquistar la verdad de lo objetivo. Esta es pues la segunda idea
fundamental: Dios. Sólo en la idea de un ser perfecto coinciden esencia y
existencia:
"es por lo menos tan cierto que Dios, el Ser Perfecto es o existe como
lo puede ser cualquier demostración de la geometría. (Discurso del
Método, 4ª Parte).
Es la verdad de Dios, donde esencia y existencia se dan unidas, la que va a
posibilitar la necesidad de los juicios existenciales. Es Dios como causa
sui* quien asegura el aspecto existencial.
"incluso lo que antes he considerado como una regla (a saber, que las
cosas que he concebido clara y distintamente, son verdaderas) no es válido
más que si Dios existe, es un ser perfecto y todo lo que hay en nosotros
procede de él".
*causa sui: causa de sí mismo. Negativamente implica el que no debe el ser
a ningún otro, independencia absoluta del ser; positivamente, es el ser
cuya esencia implica su existencia, el que es causa eficiente de sí mismo.
Este sentido último es el que adopta en Descartes cuando se refiere a Dios
como fundamento de sí mismo. Espinosa lo adopta para definir a aquel ser
cuya naturaleza no puede concebirse sino existiendo.
La existencia de Dios garantiza que la mente no está constituida
erróneamente -queda descartado el genio maligno de manera arbitraria, ya
que aún no ha conseguido demostrar su no existencia- y, por ello, garantiza
que, al menos, las verdades matemáticas, por las que concebimos el
pensamiento en orden y medida, poseen una validez para la realidad en sí.
Garantiza que del soy puede afirmarse que existo.
Para salir de su inmanentismo Descartes ha realizado una inversión respecto
al pensar tradicional y, en lugar de hablar acerca de Dios, como se
realizaba en el medievo, centra su discurso desde Dios. Es una inversión
teológica: el filósofo habla desde Dios. Es Dios el que garantiza el
pensamiento y, con él, tanto al sujeto epistémico como a la ciencia así
como al método para obtenerla.
El paso siguiente es obligado: la demostración de que la idea de Dios,
efectivamente, no es mera posibilidad. Hay que realizar la demostración de
esa existencia de Dios, de un ser perfecto, infinito, que ha hecho al mundo
y a mi mente, por ser bueno, y no un genio maligno que desea engañarme y
que, por infinito, hiciera lo que quisiere -incluso podía haber hecho que
dos por cuatro no fueran ocho-. Naturalmente, la demostración cartesiana
viene condicionada por el camino elegido: ha de mostrar que lo que no puede
hacer es dudar de la existencia de Dios. Con ello realiza otra inversión
respecto al planteamiento tradicional: el punto de partida es el sujeto
epistémico, no Dios; el punto de partida privilegiado es el sujeto
cognoscente y cualquier interrogación, cualquier problema ontológico ha de
someterse al pensamiento, a la cogitatio, que es el único ámbito posible,
porque es el único existente hasta ahora.
Veamos cómo dispone Descartes sus "pruebas de la existencia de
Dios":
1ª La más difundida, la típica del racionalismo, es la calificada de
prueba ontológica.
Es verdad que aquello que percibimos clara y distintamente es verdadero. Lo
que se percibe con claridad y distinción es verdad. De un triángulo
percibimos clara y distintamente que sus ángulos suman dos rectos (por lo
tanto, esto es verdad), pero de un triángulo no percibimos clara y
distintamente que "exista realmente", en la "realidad en
sí" (es decir: tal cosa no se puede intuir a partir de la pura noción
de triángulo). En cambio, de Dios sí, porque la noción misma de Dios
incluye la existencia; en efecot: la noción de Dios es la de un ser
necesario, o, dicho de otro modo, la de un ser infinito en todos los
aspectos, cuando el hecho de "no existir" sería una limitación.
Se tendría una limitación, contradicción al admitir, por un lado, la
perfección suma y, por otro, una limitación a esa perfección, la de su no
existencia necesaria y actual. Por tanto, la idea de Ser perfecto, la idea
de Dios, incluye la existencia necesaria y no por ficción del pensamiento,
del entendimiento, sino porque el existir pertenece a la naturaleza
verdadera e inmutable de ese ser.
2ª
Presupuestos:
a) Descartes introduce por las buenas el principio de que todo cuanto existe
tiene que tener una causa de su existencia (concepto medieval de causa
efficiens).
b) Además, como la realitas obiectiva para él es realidad real, la concibe
ahora como una especie de existencia, y, por lo tanto, exige que las ideas
tengan una causa eficiente.
c) Introduce la idea medieval de una jerarquía de lo ente; la causa no
puede ser "inferior" al efecto, no puede tener "menos
realidad" que él: si A es causa de B es preciso que toda perfección
(todo "ser", no lo que sea pura negación) de B esté contenido en
A.
d) Lo dicho en c) se aplica también a la causa de una idea: su realidad no
puede ser inferior a la realidad (objetiva) de la idea en cuestión. Ahora
bien, Descartes sostiene que la realidad de la causa como causa, incluso la
de la causa de una idea (al menos de su causa "primera") tiene que
ser realidad actual o formal. El motivo de esto último es claro: el actuar
eficientemente, la producción "real" de algo, no corresponde al
modo de ser que se puede adjudicar a las ideas; la derivación a partir de
una idea es lógico-deductiva, no física o metafísica.
e) Descartes admite que en la causa la realidad del efecto puede estar no
"formalmente", sino "eminentemente", noción que se
comprende volviendo a leer a Tomás de Aquino (véase la via eminentiae).
Prueba:
En virtud de a y b, mi idea de Dios tiene que tener una causa, Y, en virtud
de c y d, esa causa tiene que contener formalmente (o, en virtud de e,
eminentemente) toda la perfección que objetivamente contiene la idea misma;
luego la causa no puede ser yo mismo, porque yo no tengo toda esa
perfección que encierra la idea en cuestión.
Podría preguntarse, si todo lo que existe tiene que tener una causa, cuál
es la causa de la existencia de Dios. Tomás de Aquino respondería que
tiene que tener una causa eficiente todo aquello que no es ello mismo el
existir mismo, ya que el existir mismo no puede recibir el existir.
Descartes dice que la propia inmensidad de la naturaleza de Dios es la
"causa o la razón por la cual Dios no necesita de ninguna causa para
existir" (Meditaciones.: respuestas a las "segundas"
objeciones;).
3ª
Presupuestos (a añadir a los de la prueba anterior):
f) En esa jerarquía de lo ente admitida en c), la "substancia"
(que Descartes considera simplemente como el sujeto de propiedades,
cualidades o atributos. No intentemos aplicar aquí la distinción
aristotélica entre "ser en" y "decirse de"; Descartes
la ignora, y la razón histórica de ello es, más o menos, la siguiente:
La Edad Media había llamado "accidente" a lo que es en un sujeto,
y había establecido que la substancia -por el hecho de ser substancia- es
superior al accidente; en principio no es lo mismo "accidente" que
atributo en genera ( "animal" es un atributo de Pedro, pero no es
un accidente, sino el "género"); pero, al quedar descartada la
"esencia" por el nominalismo, ya no hay diferencia fundamental
entre los atributos esenciales (género, especie, propiedad) y los
accidentales, con lo que Descartes se considera autorizado a extender la
jerarquía substancia-accidente a substancia-atributo en general.
g) La existencia de algo en cualquier momento, y no sólo su empezar a
existir, requiere una causa; las cosas no siguen existiendo por inercia.
Cada momento del tiempo es independiente del anterior, de modo que hace
falta el mismo poder para "conservar" una cosa que para
producirla.
Prueba:
Yo tengo la idea de perfecciones que yo no tengo.
No tengo el poder de darme esas perfecciones; si lo tuviera, me las habría
dado, porque el bien claramente conocido mueve infaliblemente la voluntad.
Si no tengo el poder de darme ciertas perfecciones (que son atributos),
menos aún (por f y por c) tendré el poder de producirme a mí mismo (que
soy una substancia).
Si no tengo el poder de producirme a mí mismo, tampoco tengo el poder de
conservarme (por g).
Luego quien me conserva es otro.
Y este otro, si tiene el poder de conservarme, tiene también (por g) el de
producirme.
Y, si tiene el poder de producirme, siendo yo una substancia, tendrá
también (por f y por c) el poder de dar todas esas perfecciones que a mí
me faltan (que son atributos).
Por otra parte, si la noción de esas perfecciones está en mí, está
también en aquel que me conserva (por c).
Por el axioma de que el bien claramente conocido mueve infaliblemente la
voluntad, es imposible pensar que alguien, teniendo la noción de ciertas
perfecciones y el poder de darlas, no tenga esas perfecciones:
Luego aquel que me conserva tiene todas las perfecciones que yo puedo
concebir.
Y aquello que posee todas las perfecciones concebibles es lo que llamamos
"Dios".
6. Idea de la Extensión.
Metódicamente, Descartes
analiza los resultados que puede obtener de su primer principio indubitable.
Y en ese análisis observa que "el alma, en virtud de la cual yo soy lo
que soy, es enteramente distinta del cuerpo" (Discurso del Método, 4ª
parte).
Hay que volverse, por ello, hacia
"las cosas que, comúnmente creemos comprender con la mayor
distinción: a saber, los cuerpos que tocamos y vemos, pero al cuerpo
particular y concreto." (Meditaciones Metafísicas, II).
La noción de cuerpo no puede proceder de los sentidos. Tampoco de la
imaginación. El entendimiento concibe como esencial al cuerpo la
extensión, que es flexible y cambiante. Lo corpóreo queda reducido a
magnitud espacial, a extensión cuantificable; es decir, todo cuerpo no es
otra cosa que una extensión en longitud, anchura, profundidad que puede
moverse y adoptar distintas formas y figuras. Esta idea de cuerpo es una
idea clara y distinta. En las "Respuestas a las Sextas objeciones"
precisará:
"Reconozco que no hay nada que pertenezca a la naturaleza o esencia de
los cuerpos, sino que es una sustancia dxtensa en longitud, anchura y
profundidad, capaz de diversas figuras y movimientos, y que esas figuras y
movimientos no son otra cosa que modos, que jamás pueden ser sin
ella."
La existencia de Dios se convierte en la garantía de la adquisición de
toda ciencia perfecta, ya que es garantía de que los cuerpos existen.
Gracias a la existencia divina, existe la naturaleza corpórea y no sólo
"en cuanto que ésta es objeto de la pura matemática, que no se ocupa
de la existencia del cuerpo" (Meditaciones V) En el fondo reitera el
argumento de que al ser Dios infinitamente perfecto y bueno, no puede
permitir que me engañe cuando poseo la idea clara y distinta de extensión
y, a la vez, la convicción de que existen cuerpos. Esta convicción parece
proceder de fuera de mí, y sería un engaño que proviniera de cosas que no
fueran cuerpos. Luego el mundo existe.
7. Las diversas sustancias.
Según el método, la
extensión debía constituir el único "ser" de lo que percibimos
como exterior, porque es todo lo que percibimos clara y distintamente de
ello. Asimismo, el "Yo pienso", el cogito debía ser el único
"ser" del sujeto, porque es lo único que percibimos clara y
distintamente como tal. Pero entretanto se ha metido por medio -sin
interrogación ontológica- la noción de "cosa en sí", de
substancia. Lo que ha obtenido Descartes es que la realidad puede ser
escindida en tres ámbitos: divino, humano, corporal. La noción cartesiana
de sustancia y su clasificación, se convertirá en una de las claves del
pensamiento racionalista, de la nueva física.
Substancia es:
aquello que existe de tal modo que no necesita de ninguna otra cosa para
existir (Principia Philosophiae, 1ª Parte, & 51)
En rigor, esta definición obliga a que haya sólo una única substancia:
Dios. Pero, por analogía, cabe decirlo de lo creado, de aquello que, para
existir, no necesita de otra cosa creada. De esta forma, sustancia se
convierte en el sujeto inmediato de cualquier posible atributo, y toda
substancia se caracterizará por un atributo que la defina y que se
encuentre implícito en todo lo que de ella se diga. En lo creado, sustancia
es aquello que para existir no necesita de otra cosa creada. Esto lo aclara
Descartes a continuación:
"Cuando concebimos la substancia, concebimos sólo algo que existe de
tal modo que no precisa más que de sí mismo para existir. En lo cual puede
existir una oscuridad referente a la expresión "no precisar más que
de sí mismo", pues, hablando con propiedad, no hay sino Dios que sea
tal, y ninguna cosa creada hay que pueda existir ni un solo momento sin ser
sostenida y conservada por su potencia. De ahí que tenga razón la Escuela,
al decir que la palabra sustancia no es unívoca respecto de Dios y de las
criaturas, es decir, que no hay ninguna significación de esa palabra que
concibamos con distinción y convenga a ambos: mas, como entre las cosas
creadas las hay de tal naturaleza que no pueden existir sin algunas otras,
las distinguimos de aquellas que no precisan sino del concurso ordinario de
Dios para existir, llamando a éstas substancias y a aquellas cualidades o
atributos de estas substancias."
La substancia es el sujeto al cual atribuimos estos o aquellos atributos; la
substancia no es conocida de otro modo que por sus atributos, y toda
substancia tiene un atributo fundamental que la define y que está supuesto
en todo lo que podamos decir de ella. Sabemos que hay dos realidades
conocidas que no se pueden reducir la una a la otra y a las cuales se puede
reducir todo lo demás, a saber: la extensión y el pensamiento, habrá
pues, dos substancias: aquella cuyo atributo definitorio es el pensamiento y
aquella cuyo atributo definitorio es la extensión.
Atributo es "aquello por lo cual una sustancia se distingue de otras y
es pensada en sí misma" (Principia, paragraph. 52) y atributos
esenciales son aquellos que "constituyen su naturaleza y esencia, de la
cual dependen los demás atributos." Los esenciales son inmutables e
inseparables de las substancias de las que son atributos. Únicamente pueden
distinguirse entre sí con distinción de razón. Junto a los atributos
esenciales existen modificaciones de los mismos y que al afectarlos, afectan
también a la substancia. Son los modos. Estos son accidentales, mudables.
Todos los demás caracteres o disposiciones aparte de los atributos suponen
el atributo fundamental; son como las diversas maneras en que tiene lugar la
sustancia definida por el atributo esencial o fundamental; Descartes los
llama modi ("modos"); toda configuración espacial determinada
(toda figura) es un modus de la res extensa; todo pensamiento determinado es
un modus de la res cogitans.
Descartes distingue dos modos generales de pensamiento: la percepcón (por
el entendimiento) y la determinación (por la voluntad); en lo primero
entran el sentir, el imaginar, el concebir; en lo segundo entran no sólo el
desear, odiar, sino también afirmar, negar, dudar: el asentimiento o el no
asentimiento (el juicio) es cosa de la voluntad.
Cuando percibimos algo clara y distintamente, la posibilidad de dudar queda
excluida sobre aquello que percibimos clara y distintamente; pero son pocas
las cosas que percibmos clara y distintamente, y sin embargo, nos
pronunciamos constantemente sobre muchas cosas, asentimos a muchas cosas de
las cuales podríamos dudar; en esto reside la posibilidad del error: en que
podemos pronunciarnos -y de hecho nos pronunciamos siempre- sobre cosas que
no se nos presentan como absolutamente indudables; en otras palabras:
nuestra voluntad tiene un campo de acción mucho más amplio que el de
nuestra percepción clara y distinta, un campo de acción en cierto modo
infinito, puesto que nada nos impide pronunciarnos sobre cualquher cosa.
La extensión sólo tiene dos modos reales: la figura y el movimiento,
frente a los muchos reales que tiene el pensamiento, junto a los dos
generales ya citados: sensación, memoria, imaginación...
Lo percibido clara y distintamente es presente en la mente, pero al mismo
tiempo, no es nada mío, particular y en cierto modo arbitrario; por este
lado el pensamiento finito podría ser mera presencia de un pensamiento
absoluto (como que lo percibido clara y distintamente es válido
absolutamente). Y, sin embargo, la res cogitans es para Descartes una
substancia, algo que se afirma como independiente en su ser, como yo; para
esto es preciso que en el pensamiento haya algo que no es la necesidad, lo
absoluto, sino la libertad de decisión, lo contingente, el arbitrio. La
libertad de la voluntad, según Descartes, se conoce sin prueba: su
conocimiento forma parte de la propia conciencia inmediata de sí mismo, es
decir, de la propia evidencia del cogito, ya que la duda misma, en la que se
produce esa evidencia, es una decisión libre.
Dios es res cogitans infinita; por lo tanto, es voluntad infinita; infinita
no sólo en su campo de aplicación, sino también en su poder: en Dios no
hay distinción entre la libre decisión y el conocimiento de lo que es
(entre "voluntad" y "entendimiento"), porque todo lo que
él decide es absolutamente por el hecho de que él lo decide; y a la
inversa: todo lo que es es porque Dios lo ha querido; incluso las verdades
necesarias, las cosas que tienen que ser como son y no se las puede pensar
de otra manera (como las verdades matemáticas): son necesariamente así
porque Dios lo ha querido y la voluntad de Dios es necesidad, o mejor: la
necesidad metafísicamente entendida, no es otra cosa que la voluntad eterna
e infinita de Dios.
8. Cualidades primarias y
secundarias.
Al ser el atributo del cuerpo
la extensión y sus modos la figura y el movimiento, resulta que quedan
marginados del conocimiento de los cuerpos, de lo que va a constituir la
física mode27na, los olores, sabores, textura...De ellos indicara "no
son más que sentimientos que no tienen ninguna existencia fuera de mi
pensamiento" (Meditaciones, respuestas a la sexta Objeción). El dolor
no depende de la figura del cuerpo que lo causa: una bala o una flecha
producen el mismo dolor. Descartes distingue así dos tipos de cualidades en
los cuerpos:
Cualidades primarias, que derivan de la realidad fundamental, de la
extensión o magnitud: la figura y el movimiento. Son objetivas y se hallan
realmente, en los cuerpos. Su conocimiento se logra a través de la magnitud
medible, pues caen bajo el ámbito del orden y la medida, caen bajo el
ámbito de la matemática.
Cualidades secundarias, subjetivas, producidas por la acción mecánica de
los cuerpos. Son las atribuidas a los sentidos: olor, sabor...
Un conocimiento cierto, la sabiduría o ciencia sólo puede tratar de
cualidades primarias. Y constituyen el objetivo de los geómetras. La
ciencia cartesiana no puede ser otra que geometría.
"Declaro expresamente que no admito ninguna otra materia de las cosas
corpóreas que aquella divisible, figurable y móvil que los geómetras
llaman cantidad, y que ellos toman como objeto de sus demostraciones; que no
considero en ella nada más que las divisiones, las figuras y los
movimientos; y que acerca de éstos no admito nada como verdadero, sino lo
que de esas nociones comunes, de cuya verdad no podemos dudar, se deduzca
tan evidentemente que pueda considerarse como una demostración matemática.
Y como de esta manera pueden explicarse todos los fenómenos de la
naturaleza, como aparecerá en lo que sigue, pienso que no hay que admitir,
ni siquiera desear, otros principios de la física." (Principia, II,
64).
9. Interacción alma-cuerpo.
Pero hay otra cuestión
fundamental en el ámbito de las dos realidades creadas: su
intercomunicabilidad o no. Descartes es nítido en cuanto a su diferencia
entre el alma y el cuerpo:
"puesto que por una parte tengo una idea clara y distinta de mí mismo,
segúnla cual soy algo que piensa, y no extenso y, por otra parte, tengo una
idea distinta del cuerpo, según la cual éste es una cosa extensa, que no
piensa, resulta cierto que yo, es decir, mi alma, por la cual soy lo que
soy, es entera y verdaderamente distinta de mi cuerpo, pudiendo ser y
existir sin el cuerpo". (Meditaciones, VI).
Al alma sólo pertenece el pensar, mientras que el cuerpo, al ser su
atributo la extensión, sólo podrá modificarse por figura y movimiento. El
cuerpo se reduce a una máquina regida pro las leyes de la física, y la
analogía con el reloj se hace tópico. La vida se reducirá a movimiento
mecánico; en particular, en los animales, que carecen de alma y
pensamiento.
En el caso del hombre, Descartes sostiene que el alma está verdaderamente
unida a todo el cuerpo, aunque luego la localiza en la glándula pineal como
su sede, desde donde ejerce sus funciones. Gracias a la presión mecánica
que sobre la glándula ejercen los espíritus vitales o partículas muy
sutiles que se mezclan con la sangre, el alma recibe las impresiones o
imágenes procedentes de los órganos de los sentidos a través de los
músculos y nervios y, de modo recíproco, por la actuación de la glándula
pineal sobre esos espíritus modifica los músculos y provoca el movimiento
del cuerpo. En esta interacción, para Descartes es claro que es el alma
quien siente, no el cuerpo, aun cuando las sensaciones sean ideas confusas,
maneras confusas del pensar. Es el alma quien percibe, o sufre las pasiones
-el deseo, tristeza, alegría, admiración, odio...- que Descartes explica
en tono radicalmente mecanicista.
Las translúcidas manos del judío
Labran en la penumbra los cristales
Y la tarde que muere es miedo y frío.
(Las tardes a las tardes son iguales.)
Las manos y el espacio de jacinto
Que palidece en el confín del Ghetto
Casi no existen para el hombre quieto
Que está soñando un claro laberinto.
No lo turba la forma, ese reflejo
De sueños en el sueño de otro espejo,
Ni el temeroso amor de las doncellas.
Libre de la metáfora y del mito
Labra un arduo cristal: el infinito
Mapa de Aquél que esto es todas Sus estrellas.
Bruma de oro, el Occidente alumbra
La ventana. El asiduo manuscrito
Aguarda, ya cargado de infinito.
Alguien construye a Dios en la penumbra.
Un hombre engendra a Dios. Es un judío
De tristes ojos y de piel cetrina;
Lo lleva el tiempo como lleva el río
Una hoja en el agua que declina.
No importa. El hechicero insiste y labra
A Dios con geometría delicada;
Desde su enfermedad, desde su nada,
Sigue erigiendo a Dios con la palabra.
El más pródigo amor le fue otorgado,
El amor que no espera ser amado.
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