No es Ockham el iniciador de esta corriente aunque sí su más
conocido representante. Ya otros le había precedido en el camino de eliminar
algunas de las muchas cosas que suprimiría su “navaja”. Pero el mismo achaca a
estos autores su ambigüedad al mantener en último término bastantes vestigios
del resumió moderado, resistiéndose a negar absolutamente la existencia de las
ideas ejemplares divinas o algún tipo de base del universal de los seres,
mientras que él adopta una postura realmente nominalista, o mejor,
conceptualista, al afirmar que el universal es una elaboración mental.
Esta corriente no es fácil de caracterizar, ofreciendo la propia concepción de Ockham puntos oscuros y difícilmente expresables en pocas palabras. La manera más sencilla es la vía negativa, lo que niega esta opinión: la posición de Ockham supone la negación de todas las cuestiones que en la filosofía medieval estaban ligadas de alguna manera a la concepción platónico aristotélico-tomista de los universales. El individuo, e ser concreto, singular, se afirma como única realidad existente con todas sus consecuencias. A partir de aquí:
Hay en todo esto una clara apuesta por la simplificación,
por la vuelta a lo sencillo, en oposición a la complejidad en la que había
caído la filosofía escolástica. Si me basta aquello para explicar la realidad,
no hay razón para recurrir a tantos intermediarios. (“No hay que multiplicar
los entes sin necesidad: Non sunt multiplicanda entia sine necessitate”).
Esta posición antimetafísca le lleva a elaborar una teoría
universal como signo natural por el que nos referimos a muchas cosas singulares
y que funciona como un conocimiento concreto que podemos utilizar en una
proposición, “los animales son irracionales”, por ejemplo: en este caso
funciona como universal, pero su origen no es una esencia común, sino la
comprobación fáctica, de hecho, de que “éste es irracional, aquel es
irracional”.
En el texto siguiente aparece con claridad el entronque
teológico del problema de los universales y una formulación concreta de la
cuestión fundamental.
“Si el universal es una verdadera realidad fuera del
alma.
A propósito de la identidad y distinción entre Dios y las
criaturas, hay que plantear la cuestión de si hay algo común unívoco a Dios y a
la criatura, predicable esencialmente de ambos. Mas como esta cuestión y otras
muchas cosas que se han dicho y se dirán en las cuestiones siguientes dependen
de la naturaleza del unívoco y del universal, por eso, para mayor claridad de
lo dicho anteriormente y de lo que se dirá, propondré antes algunas cuestiones
sobre la naturaleza del unívoco y universal.
Acerca d este punto, pregunto, en primer lugar, si lo que
recibe la denominación inmediata y próximamente de la intención universal y del
unívoco es una verdadera realidad fuera del alma, intrínseca y esencial, a
aquellos a los cuales es común y unívoco, distinta realmente de ellos.
Ockham se opone a aquellos que afirman que lo universal es
una realidad existente fuera del alma, distinta a cada hombre singular pero a
la vez presente a él en su esencia (realismo moderado):
Por eso yo sostengo, por el contrario, en esta cuestión,
que ninguna cosa realmente distinta e intrínseca a las cosas singulares les es
universal o común. Tal realidad no habría que ponerla más que para salvar la
predicación esencial de una cosa respecto de otra, o para salvar la ciencia de
las cosas y las definiciones de ellas, que son las razones que aduce
Aristóteles en pro de la teoría de Platón. Ahora bien, la primera razón no
vale, porque, por el mismo hecho de que se pone esa realidad como intrínseca a
la cosa y distinta de la cosa singular, tiene que ser una parte suya; pero la
parte no se puede predicar esencialmente de la cosa, como ni la materia ni la
forma se predican esencialmente del compuesto; por tanto, si se predica
esencialmente de la cosa, tendrá que suponer no por sí, sino por la cosa
singular. Ahora bien, tal suposición se puede salvar haciendo que se predique
algo que no es toda la cosa, ni parte suya; luego, para saber tal predicación
no hace falta sostener que tal predicado es una realidad distinta y, sin
embargo, intrínseca a la cosa.
NOTA: Santo Tomás decía que la esencia la formaban la
materia más la forma y, por tanto, amas se predican del compuesto, es decir,
del sujeto, como esencia común o universal. Pero cada una de ellas por separado
no constituye la esencia.
En el apartado anterior hemos visto sobre todo qué no so los
conceptos universales para Ockham: no son realidades extramentales.
Pero interesa saber qué son positivamente, cuál es su
naturaleza. Ockham contesta a esto afirmando que los conceptos universales son
signos de carácter lingüístico, son términos concebidos, sólo existen en el
alma y por eso los denomina “intenciones de alma”. Se trata de signos
naturales: significan de materia natural, no por arbitrio humano, algo
distinto, y así pueden suponer por otro en un enunciado o sentencia.
Ockham habla con frecuencia de la suposición como de la
propiedad fundamental de los términos. Él la define así:
…equivalente a la posición por otro, de suerte que cuando
un término está en la proposición por alguno supone por él… Así, en esta
proposición el hombre es animal se denota que Sócrates es verdaderamente
animal, de suerte que resultaría verdadera si se formase esta proposición:
“esto es animal” señalando a Sócrates.
La suposición es, pues, la propiedad por la que los términos
pueden ocupar el lugar de los individuos significados por ellos en la
proposición.
Es de saber pues, que así como según Boecio se dan tres
clases de expresión, a saber, escrita, oral y concebida, que sólo tiene
existencia en el entendimiento, así se dan tres términos, escrito, oral y
concebido. El término escrito es una parte de una proposición descrita en
alguna materia corpórea, que se ve o s e puede ver con los ojos del cuerpo. El
término oral es una parte de la proposición pronunciada por alguien y que puede
ser percibida por el oído. El término concebido es una intención o pasión del
alma que consignifica naturalmente algo, y puede se parte de una proposición
mental y suponer por ello.
Para Ockham el universal es `particular en cuanto que es algo
que existe en la mente, pero es universal en cuanto es signo de muchos:
Capítulo XIV
Sobre este término común: universal, y sobre su opuesto
el singular.
Como no basta al que se ocupa de la lógica una
información tan general de los términos, sino que es preciso conocerlos más en
especial, por eso, después de haber tratado las divisiones generales de los
términos, hay que continuar ahora con algunos que figuran en esas divisiones.
Y hay que tratar primero de los términos de segunda
intención, y después de los de primera. Ya hemos dicho que los de segunda son
universal, género, especie, etc. Por eso vamos a hablar ahora de los 5
universales que suelen ponerse. Pero primero tenemos que tratar este común:
universal, que se predica de toso universal, y de su contrario, singular.
Es de saber, pues, en primer lugar que singular se toma
en dos sentidos. En el primer sentido significa todo aquello que es uno y no
muchos. En este sentido, los que sostienen que el universal es una cualidad de
la mente predicable a muchos, si bien no tomado por sí, sino por esos muchos,
deben decir que todo universal es verdadera y realmente singular; porque así
como toda palabra, aunque sea común por convención, es verdadera y realmente
singular y una numéricamente, porque es una y no muchas, aunque significa
muchas cosas.
Otro sentido de la palabra singular es lo que uno y no
muchos, y no tiene aptitud natural para ser signo de muchos. Y tomado en ese
sentido, ningún universal es singular, porque todo universal tiene aptitud
natural para ser signo de muchas cosas y puede ser predicado de muchas cosas.
Así que, llamando universal a algo que no es uno numéricamente, que es la
acepción que muchos dan al término universal, digo que nada es universal, a no
ser que, usándolo indebidamente, se diga que el pueblo es universal, porque no
es uno sólo, sino de muchos: pero eso es pueril.
Hay que sostener que todo universal es una realidad
singular y que por lo tanto no es universal sino en la significación porque es
signo de muchos. Y esto es lo que dice Avicena en el libro V de la Metafísica:
Esta forma, aunque, comparada con los individuos, es universal, sin embargo,
comparada con el alma singular, en la cual está impresa, es individual, ya que
es una de las formas que está en el entendimiento. Quiere decir que el universal
es una intención singular del alma, apta naturalmente para ser predicada de
muchos, de suerte que por este hecho de tener aptitud `para ser predicada por
muchos, no tomada por sí, sino por esos muchos, se le llama universal, y por el
hecho de ser una forma existente realmente en el entendimiento, se le llama
singular. Y así, singular dicho en el primer sentido se le atribuye al
universal, pero no tomado en el segundo sentido; a la manera como decimos que
ele sol es causa universal, y, sin embargo, es verdaderamente una realidad
particular y singular y, por lo mismo, una causa singular y particular. Se
llama causa universal al sol porque es causa d e muchas cosas, de todos los
seres inferiores generables y corruptibles. Se le llama causa particular porque
es una sola cosa y no muchas.
Pero hay que tener presente que hay dos clases de
universal. Hay un universal naturalmente, que es signo predicable de muchos, de
una manera muy parecida a como el humo significa fuego. Y tal universal no es
más que una intención del alma, de suerte que ninguna sustancia existente fuera
del alma ni ningún accidente es tal universal.
Hay otro universal por institución voluntaria. La palabra externa, que es en realidad una cualidad numéricamente, es universal porque es un signo voluntariamente instituido para significar muchas cosas. Así como a esa palabra se le llama común, también se le puede llamar universal; pero eso no lo tiene por naturaleza, sino por la decisión de los que la crean.
(G. de Ockham: Summa totius logicae, en C. Fernández, o.c., pp.1077-79
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