Kant
establece una diferencia fundamental que es decisiva para la justa compresión
de su pensamiento. Es la diferencia entre conocer y pensar. Dicho breve y
sencillamente: no todo lo real es
susceptible de ser conocido, pues conocer significa, en vigor, conocimiento
científico.
No todo
lo pensable es susceptible de ser conocido científicamente, pero no por ello el
pensar carece de sentido; antes al contrario, abre otras vías de comprensión de
la compleja realidad. Detengámonos en el texto siguiente:
«Para conocer un objeto se requiere que yo
pueda demostrar su posibilidad (ya sea por el testimonio de la experiencia, a
partir de la realidad efectiva de él, ya sea a priori, por la razón). Pero pensar
puedo [pensar] lo que quiera, con tal [de] que no me contradiga a mí mismo, es
decir, con tal [de] que mi concepto sea un pensamiento posible, aunque yo no
pueda asegurar que en el conjunto de todas las posibilidades a este [mi
concepto] le corresponde, o no, un objeto. Pero para atribuirle a tal concepto
validez objetiva (posibilidad real, ya que la primera era solamente la
[posibilidad] lógica), se requiere algo más. Este algo más, empero, no precisa
ser buscado en las fuentes teóricas del conocimiento; puede estar también en
las prácticas».
Kant,
I.: Crítica de la razón pura, B-XXVI.
Ahora
nos interesa analizar la naturaleza y la posibilidad del conocer: ¿cómo es
posible el conocimiento?; ¿cuál es su alcance y su límite? A ello está dedicada
la primera parte de la Crítica de la
razón pura: la «Doctrina trascendental de los elementos».
Los
«elementos» del conocimiento son lo
sensible y lo lógico-racional.
De ahí que esta primera parte se divida en «Estética trascendental», pues
estudia la sensibilidad (aisthesis,
en griego), y en «Lógica trascendental», pues estudia el «logos», bien sea en su forma de «entendimiento» (con sus conceptos
puros o categorías), que Kant denomina «Analítica trascendental», bien sea en
cuanto «razón» (con sus «conceptos de razón» o ideas) que Kant denomina
«Dialéctica trascendental».
Mas
antes de referirnos a cada una de ellas, es necesario comprender los tres
puntos que analizaremos a continuación.
La
doctrina kantiana del conocimiento se basa en la distinción fundamental entre
dos facultades o fuentes del conocer: la sensibilidad
y el entendimiento, que tienen
características distintas y opuestas entre sí:
1) La
sensibilidad es pasiva, se limita a
recibir impresiones.
2) Por
el contrario, el entendimiento es activo.
Tal actividad (a la que Kant llama «espontaneidad») consiste en que el
entendimiento produce de forma espontánea ciertos conceptos sin derivarlos de
la experiencia.
«Nuestro
conocimiento surge de dos fuentes fundamentales del ánimo, de las cuales la
primera es la de recibir las representaciones (la receptividad de las
impresiones), y la segunda, la facultad de conocer un objeto mediante esas
representaciones (la espontaneidad de los conceptos); por la primera, un objeto
nos es dado; por la segunda, este es pensado en relación con aquella
representación (como mera determinación del ánimo). Intuición y conceptos
constituyen, por tanto, los elementos de todo nuestro conocimiento; de modo que
ni los conceptos, sin una intuición que de alguna manera les corresponda, ni
tampoco la intuición, sin conceptos, pueden producir un conocimiento».
Kant,
I.: Crítica de la razón pura, A-50,
B-74.
He aquí
una tesis básica de Kant: «No hay duda de que todo nuestro conocimiento
comienza por la experiencia. […] Pero aunque todo nuestro conocimiento comience
con la experiencia, no por eso surge todo él de la experiencia» (Kant, I.: Crítica de la razón pura, B-1).
Pues
bien, partiendo de esta tesis sobre el conocimiento, Kant distingue entre:
1) Lo «a posteriori»: es aquello que en el
conocimiento procede de la experiencia
a través de la sensación. Es lo empírico en el conocimiento. Por darse en la
sensación, o intuición empírica, que es singular y fáctica, lo empírico y a
posteriori en el conocimiento es, asimismo, singular y contingente.
2) Lo «a priori»: es aquello que en el
conocimiento no procede ni se deriva de la experiencia, sino que la antecede de
alguna manera y surge independientemente
de la experiencia. Al no derivarse ni proceder de la experiencia empírica,
lo a priori en el conocimiento es universal
y necesario en y para el conocimiento.
Ambos
(intuiciones y conceptos) son, o bien puros o bien empíricos:
1) Empíricos, cuando una sensación (que
presupone la presencia efectiva del objeto) está allí contenida.
2) Puros, cuando a la representación no se
le mezcla ninguna sensación. Se puede llamar a esta última la «materia del
conocimiento sensible». Por eso, la intuición pura contiene solamente la forma
en la cual algo es intuido, y el concepto puro contiene solamente la forma del
pensar un objeto en general. Únicamente las intuiciones puras o los conceptos
puros son posibles a priori; los empíricos, solo a posteriori (Kant, I.: Crítica de la razón pura, A-50-51, B-74-75).
Los
elementos a priori pertenecen a la
estructura del sujeto cognoscente y hacen posible el conocimiento y la
experiencia misma en cuanto experiencia con validez universal. El
conocimiento que muestra esta posibilitación es denominado por Kant «trascendental».
El
conocimiento se expresa en juicios,
y toda ciencia es un conjunto de juicios o proposiciones. De modo que preguntar
qué es el conocimiento equivale a preguntar qué es el juicio y en qué clase de
juicio consiste el conocimiento científico.
Los
caracteres o propiedades del conocimiento científico orientan a Kant en la
búsqueda de la estructura y la posibilidad del juicio propio de la ciencia.
Tales caracteres son la universalidad, la
necesidad y el incremento en el saber.
Pues
bien, la cuestión es: ¿qué clase de juicios son los propios del conocimiento
científico y cómo son posibles? La respuesta de Kant es: los juicios sintéticos a priori. Examinemos
este complejo tema.
En el
juicio se piensa la relación de un sujeto y un predicado. Y según las modalidades
fundamentales de esta relación, el juicio podrá ser juicio analítico o juicio
sintético:
1) Un
juicio es analítico, cuando el predicado está comprendido en el sujeto
(al menos, implícitamente) y, por tanto, basta con analizar el sujeto para
comprender que el predicado le conviene necesariamente.
«El
todo es mayor que sus partes» es un juicio analítico, porque basta con analizar
el concepto de «todo» para hallar la verdad del predicado.
Estos
juicios no nos dan información alguna o, como dice Kant, no son extensivos, no amplían nuestro conocimiento: como
es obvio, a quien sepa lo que es un todo, este juicio no le enseña nada que no
supiera antes de formularlo.
El
juicio analítico es, pues, un juicio a
priori. Juicios a priori son aquellos cuya verdad puede ser conocida
independientemente de la experiencia, ya que su fundamento no se halla en esta.
«Un
todo es mayor que sus partes» es, de acuerdo con este criterio, un juicio a
priori: conocemos su verdad sin necesidad de andar comprobando y midiendo
«todos» y «partes».
2) Un
juicio es sintético, por el
contrario, cuando el predicado no está
contenido en la noción del sujeto.
«Todos
los nativos del pueblo X miden más de 1,90 m» es un juicio sintético, ya que en
la idea del sujeto no está incluido el predicado: el concepto del sujeto
incluye únicamente el dato de «haber nacido en el pueblo X», pero no comprende
ningún dato acerca del tamaño o la estatura.
Estos
juicios sí dan información o, como dice Kant, son extensivos, amplían nuestro conocimiento. A quien
sabe o entiende lo que significa «nacer en el pueblo X» este juicio le enseña,
además, que tales individuos son altos.
El
juicio sintético, entendido en el modo como lo hemos hecho, es un juicio a posteriori. Juicios a
posteriori son aquellos cuya verdad es conocida a partir de los datos de la
experiencia.
De
acuerdo con esta clasificación, «Todos los nativos del pueblo X miden más de
1,90 m» es a posteriori: no tenemos otro recurso que observar a tales
individuos si queremos tener certeza de la verdad de este juicio.
Los juicios analíticos y a priori son
universales y necesarios, pero no amplían nuestro conocimiento. Los juicios sintéticos y a posteriori no
son universales ni necesarios, pero en cambio amplían nuestro conocimiento.
En este
punto hay que preguntarse: ¿qué clase de juicio será aquel en que se dan los
tres caracteres fundamentales del conocimiento en sentido estricto, es decir,
el conocimiento científico? Tales caracteres o propiedades son, recordémoslo,
la universalidad, la necesidad y el incremento o ampliación en el saber.
Solo
una modalidad de juicio reúne tales propiedades: el juicio sintético a priori. En efecto, por ser a priori, tal juicio
es universal y necesario; por ser sintético, es extensivo, aumenta nuestro
conocimiento.
Pero
¿hay de verdad tales juicios? Kant piensa que estos juicios son los propios de
las matemáticas y de la física, o ciencias de la naturaleza. ¿Cómo son posibles
tales juicios? ¿Cuáles son sus condiciones de posibilidad, o condiciones
trascendentales? ¿Hay tales juicios en el pretendido «conocimiento» metafísico?
A todo ello responde Kant en las partes ya indicadas de la Crítica de la razón pura.
Navarro Cordón, Juan Manuel y Pardo, José Luis. Historia de la Filosofía, Madrid, Anaya, 2009
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