Kant y la crítica

Kant es un pensador ilustrado en cuya obra, a la vez que se integran y se superan las dos corrientes más importantes de la Modernidad (el racionalismo y el empirismo), confluyen todos los temas fundamentales que interesaron a la Ilustración.

En efecto, la filosofía kantiana no puede ser comprendida adecuadamente si no es desde la perspectiva de los intereses e ideales de la Ilustración.

Y en la medida en que en él se recogen sistemáticamente todos los hilos más importantes de la trama de la Modernidad, puede decirse con toda justicia que el pensamiento kantiano representa la culminación de la filosofía del siglo XVIII.

Kant (1724-1804): la vida de Immanuel Kant no tuvo nada de excitante ni de extraordinario. Hombre de profunda religiosidad (fue educado en el pietismo), que se deja traslucir en su obra, sobrio de costumbres, de vida metódica, benévolo, provinciano (solamente una vez en su vida salió de Königsberg, su ciudad natal, y no fue lejos ni por mucho tiempo) y soltero, Kant encarna las virtudes sobresalientes de una vida dedicada por entero al estudio y a la enseñanza. Profundamente imbuido de los ideales de la Ilustración, profesó una honda simpatía hacia los ideales de la independencia americana y de la Revolución Francesa. Fue pacifista convencido, antimilitarista y ajeno a toda forma de patriotismo excluyente. La originalidad, el vigor y la influencia de su pensamiento obligan a considerarle uno de los filósofos más importantes de la cultura occidental.

Sus obras más conocidas e influyentes son Crítica de la razón pura (1781), Crítica de la razón práctica (1788) y Crítica del juicio (1790).

1 Sentido de una crítica de la razón. La filosofía

Como Descartes y Spinoza, como Locke y Hume, Kant a veces es considerado exclusivamente un teórico del conocimiento. Esta interpretación de la filosofía kantiana es unilateral y, por tanto, puede llevar a una visión deformada y superficial de la figura y de la importancia de Kant.

En efecto, su pensamiento surge motivado por la situación específica en la que se encontraban la filosofía y la sociedad de su tiempo y por una exigencia de clarificación del hombre y de la sociedad, en el contexto histórico-social –cruce antagónico de alternativas y de caminos– de la Ilustración.

Esta exigencia de clarificación, asumida por la filosofía kantiana como su tarea principal, es hasta tal punto importante que solo desde ella es posible calibrar el sentido y el alcance de la figura de Kant considerado como teórico del conocimiento y como filósofo de la ciencia.

1.1 Necesidad de una crítica de la razón

El pensamiento moderno establece unánimemente que la razón es la instancia última desde la cual han de determinarse no solamente el quehacer científico y la acción moral, sino también la ordenación de la sociedad y el proyecto histórico en que esta se realiza.

Esta unanimidad coexiste, sin embargo, con una notoria diversidad de interpretaciones sobre la naturaleza, la tarea y el alcance de la razón.

La diversidad de interpretaciones de la razón es vivida agudamente por Kant. La expresión «¿Qué significa orientarse en el pensamiento?» (título de uno de sus opúsculos más importantes) manifiesta la necesidad de filosofar y el sentido que la filosofía tiene para el pensador de Königsberg.

Esta exigencia de filosofar impone la tarea fundamental de someter a juicio la razón para resolver, si es posible, la discrepancia y el antagonismo entre sus interpretaciones, que la desgarran y la disuelven:

1) De una parte, el dogmatismo racionalista, con su pretensión de que la sola razón, autosuficiente y al margen de la experiencia, puede interpretar la estructura y el sentido de la totalidad de lo real.

2) De otra parte, el positivismo empirista, cuya expresión última es el escepticismo, como intento de reducir el pensamiento a lo dado por los sentidos, con la consiguiente derrota de la razón.

3) Por último, el irracionalismo, entendido como hipervaloración del sentimiento, de la fe mística o del entusiasmo subjetivo, y, por tanto, como negación de la razón misma.

Dogmatismo racionalista, positivismo empirista, irracionalismo, he aquí tres interpretaciones antagónicas e irreconciliables de la razón, que imponen, según Kant, la necesidad de llevar a cabo su crítica.

1.2 Ilustración y libertad como metas de la razón

El juicio de la razón (es decir, el juicio a que la razón es sometida) significa para Kant un ejercicio crítico de la razón (es decir, realizado por ella misma).

Este juicio resulta absolutamente necesario no solo por la diversidad de interpretaciones de los filósofos (como acabamos de señalar), sino también, y más originariamente aún, por el modo en que los seres humanos viven en la época de Kant: un modo no ilustrado, esto es, de «minoría de edad».

Pese a tratarse de una «época de ilustración», los hombres, piensa Kant, no han llegado a hacer realmente de ella una «época ilustrada». Esa situación humana de «minoría de edad» es propiciada por la pereza, el encierro en la individualidad abstracta y, en definitiva, por la falta de verdadera libertad.

La tarea de la crítica de la razón (en su sentido más pleno, hasta «orientarse en el pensamiento») tendrá como objetivo primordial la realización de la libertad, la superación de sus constricciones: la constricción civil y la constricción de la conciencia (ya sea por la religión, ya sea por las normas social e históricamente recibidas).

Estas limitaciones de la libertad coartan el uso de la razón sometiéndola a instancias ajenas a la legalidad impuesta por ella misma.

El remedio de tal situación solo puede ser la crítica de la razón; que esta se atreva a buscar en sí misma la piedra de toque de la verdad. La máxima de pensar por sí mismo: eso es la Ilustración.

La crítica de la razón será, pues, la exigencia de clarificación que el ser humano se impone sobre lo que es y sobre sus últimos fines e intereses.

Precisamente por esto y en este sentido afirmábamos que la crítica de la razón se propone el ejercicio y la realización de la libertad, una libertad que no se satisface con ser vivida de modo subjetivo, sino que ha de proyectarse para la acción y para la praxis en la estructuración de un orden social nuevo.

Esta libertad es el motor de la crítica, que se halla esencialmente relacionada con la Ilustración en un doble sentido:

1) En primer lugar, la crítica se propone como meta la realización de la Ilustración entendida como «época ilustrada», meta tal vez inalcanzable de modo pleno (de ahí la importancia del elemento utópico en el pensamiento kantiano).

2) En segundo lugar, y a pesar de que no se haya alcanzado plenamente una «época ilustrada», la crítica responde a una «época de ilustración».

Esta distinción entre «época ilustrada» y «época de ilustración» muestra la relación dialéctica que Kant establece entre ilustración e historia: de una parte, la ilustración es motor y meta de la historia; de otra, la historia debe ser entendida como mejora y progreso en la ilustración.

1.3 La idea de filosofía

La filosofía kantiana incluye, pues, un doble elemento: una crítica de las desnaturalizaciones de la razón y un proyecto de un estado nuevo de la humanidad en libertad. Pues bien, el cumplimiento de ambos objetivos requiere descubrir y establecer los principios, las leyes y los fines últimos que la razón impone desde sí misma y de acuerdo con su más genuina naturaleza.

Según este proyecto, «razón pura» significa, en un sentido muy preciso (prescindiendo de otros matices), la esencia de la razón en tanto que facultad que establece desde sí misma:

1) Los principios que rigen el conocimiento de la naturaleza.

2) Las leyes que regulan el comportamiento en cuanto acción moral o libre.

3) Los fines últimos de esta razón, así como las condiciones en que podrán ser alcanzados.

1.3.1 Concepto mundano de la filosofía

Desde la perspectiva de esta idea general y suprema de razón, la filosofía es para Kant «la ciencia de la relación de todos los conocimientos a los fines esenciales de la razón humana». Este es el concepto mundano o cósmico de la filosofía, por oposición a su concepto académico, al que nos referiremos después. En su concepción mundana, a la filosofía le corresponde:

1) Establecer los principios y los límites que hacen posible un conocimiento científico de la naturaleza; es decir, responder a la pregunta ¿qué puedo conocer?

2) Establecer y justificar los principios de la acción y las condiciones de la libertad; es decir, responder a la pregunta ¿qué debo hacer?

3) Delinear proyectivamente el destino último del hombre y las condiciones y posibilidades de su realización; es decir, responder a la pregunta ¿qué me cabe esperar?

Al primer interrogante se ha de dedicar la metafísica; al segundo, la moral, y al tercero, la religión. Ahora bien, ni esas preguntas ni las disciplinas filosóficas correspondientes están inconexas, sino que surgen de los fines esenciales de la razón; de ahí que las tres cuestiones puedan y deban ser recogidas en una cuarta, que las engloba: ¿qué es el hombre?

Esto muestra con evidencia que el proyecto total de la filosofía kantiana es una clarificación racional al servicio de una humanidad más libre, más justa, mejor encaminada a la realización de los últimos fines.

«Fines esenciales no son aún fines supremos, de los cuales (en una completa unidad sistemática de la razón) solo puede serlo uno único […]. El fin final no es otro que la plena determinación y destinación moral del hombre, y la filosofía sobre el mismo se llama moral».

Kant, I.: Crítica de la razón pura, A-840, B-868.

1.3.2 Concepto académico de la filosofía

Con lo dicho no queda agotada la concepción kantiana de la filosofía y la tarea que le corresponde.

En efecto, no basta con orientar todos los conocimientos del hombre y de la sociedad y el legado de la historia, poniéndolos en relación con los fines últimos de la razón (filosofía en sentido mundano), sino que a la filosofía le corresponde también ocuparse de la interrelación y unidad interna de esos conocimientos, para establecer (o al menos buscar) el sistema de todos ellos. Esto es lo que constituye la tarea de la filosofía en su sentido o concepto académico.

1.3.3 Actividad crítica de la filosofía

Ha de tenerse en cuenta, en fin, que la filosofía, entendida como ejercicio crítico de la razón, se inserta en un marco sociopolítico y exige el uso público de la racionalidad.

Ambas dimensiones de la crítica filosófica –inserción política y ejercicio público de la razón– deben ser protegidas e impulsadas por el poder político; de este modo, tanto el ejercicio mismo del poder como las realizaciones de las ciencias y de las técnicas quedarán sometidos al ejercicio crítico de la razón.

Ello muestra que, para Kant, todos los conocimientos y todas las ciencias han de promover los fines últimos de la razón: han de estar, por tanto, al servicio de una humanidad más libre. La realización de una humanidad más libre es lo que determina el sometimiento de la ciencia y de la técnica a la racionalidad total, regida por esos fines.

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Navarro Cordón, Juan Manuel y Pardo, José Luis. Historia de la Filosofía, Madrid, Anaya, 2009
 
  
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