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Recuerdos de una estructura

Ana Molina Roldán[*]


 
 

 

“Se trata, como acabamos de exponer, delprocedimiento necesario para que, de alguna  manera, lo metadialógico pueda ocurrir sin que    por ello resulte liquidado el diálogo. Lo meta-  dialógico es que dentro del diálogo se diga aquello  que en principio en el diálogo no se dice, sino que simplemente acontece; y lo que acontece en el   diálogo es –decíamos- el eîdos como tal, la no onticidad, la diferencia”. Ser y diálogo, Felipe Martínez Marzoa.

   “Y fue entonces cuando descubrió una pequeña de tres patas, todas ellas de cristal. Sobre  la mesa había solamente una diminuta llave dorada y al momento pensó Alicia que se trataba de una de las llaves de las puertas del salón. Pero muy pronto pudo comprobar que la llave era demasiado pequeña para las cerraduras... o bien que las cerraduras eran demasiado grandes para la llave. (...) Pero al dar otra vuelta a la habitación descubrió, detrás de unas cortinas que la ocultaban, una puerta mucho más pequeña,tan pequeña que apenas mediría treinta centímetros. Probó suerte con la llave y pudo comprobar, con alborozo, que funcionaba perfectamente”. Alicia en el país de las maravillas, Lewis Carroll.  

Nos encontramos bajo el dominio de una estructura que, por tan presente que está, ni la percibimos apenas, ni la percibimos claramente cuando la percibimos. Pues al caer todo bajo dicha estructura, resulta de esta manera que no se pueda distinguir de nada. Ya que nos movemos en un orden de visión androcéntrica, suponemos que todo aquello que percibamos tendrá el carácter de lo androcéntrico. Así pues, al pasear tranquilamente por la calle, al ir a la escuela, al ver la televisión, al ir por la noche a “tomar unas copas”, suponemos que nos encontraremos con un gran número de cosas que tengan este carácter de “lo androcéntrico”, por no decir que casi todo, si bien se podría decir que incluso todo; pero el hecho es que todo parece de lo más normal, al igual que parece que eso de “lo androcéntrico” suena todavía muy raro, tan raro que no parece siquiera existir: “Al estar incluidos, hombres y mujeres, en el objeto que nos esforzamos en delimitar hemos incorporado, como esquemas inconscientes de percepción y de apreciación, las estructuras del orden masculino; corremos el peligro, por tanto, de recurrir, para concebir la dominación masculina, a unos modos de pensamiento que ya son el producto de la dominación. Sólo podemos confiar en salir de ese círculo si encontramos una estrategia práctica para efectuar una objetivación del tema de la objetividad científica”[1].

Esta estrategia práctica sería por lo tanto aquella que nos permitiese distinguir entre aquello que tenga el carácter de “lo androcéntrico” y aquello que no lo tenga, y de este modo poder evitar   caer precipitadamente sobre ello, es decir, sobre “lo androcéntrico”[2]. ¿En qué consiste por lo tanto dicha estrategia?: “Esta estrategia, la que adaptaremos aquí, consiste en transformar un ejercicio de reflexión trascendente que tiende a explorar las “categorías del entendimiento”, o, empleando palabras de Durkheim, “las formas de clasificación con las cuales construimos el mundo (pero que, al haber salido de él, lo asumen en su esencialidad, aunque permanezcan desapercibidas), en una especie de experiencia experimental: consistirá en tratar el análisis etnográfico de las estructuras objetivas y de las formas objetivas de una sociedad histórica concreta, a la vez exótica e íntima, extraña y familiar, la de los bereberes de la Cabilia, como el instrumento de un trabajo de socioanálisis del inconsciente androcéntrico capaz de operar la objetivación de las categorías de ese inconsciente”[3]. Siguiendo la propuesta de Bourdieu “en el objeto que nos esforzamos delimitar” aquí, nos preguntamos: ¿podemos considerar la reglamentación de la prostitución como un producto de la visión androcéntrica, como una medida tomada desde presupuestos androcéntricos, como una de las condiciones de posibilidad del estado de dominación masculina, es decir, como algo que vaya a hacer posible una vez más posible la perpetuación de la visión androcéntrica? “Las portavoces de la corriente pro-prostitución invocan el derecho al trabajo. Pero es necesario preguntarse por qué una experiencia de la intimidad humana ha sido categorizada como trabajo sexual. Se nos proponen entonces estos dos discursos: bien que la prostitución es un trabajo como cualquier otro, por ejemplo el de mecanógrafa o sirvienta, bien que la prostitución cumple un cierto número de funciones socialmente útiles –educación sexual, terapia sexual, o prestación de relaciones sexuales a personas que sin la prostitución se verían privadas de ellas, por ejemplo los trabajadores inmigrantes aislados de sus familia y los hombres mayores o con minusvalías.(...) Se considera igualmente que todo hombre, en todas la circunstancias y sea cual sea el precio, debe poder tener relaciones sexuales”[4]. Es este segundo discurso, es decir, el que se refiere a la sexualidad como una necesidad biológica, el que tomaremos como una de esas cosas que forman parte de nuestro mundo y ver si en ello reconocemos algo de ese carácter androcéntrico, por tratarse, al parecer, de una de las razones por las que reglamentar la prostitución. 

  Ya que, como decíamos, si el mundo está inmerso en una visión androcéntrica, entonces todo lo estará, así todos nosotros tendremos incorporados esos esquemas de percepción por los cuales se nos hace a su vez, y paradójicamente, imperceptible la misma visión androcéntrica, por lo que tendremos que encontrar la estrategia práctica gracias a la cual no caigamos en una explicación asimismo androcéntrica del asunto, que en nuestro caso es la prostitución, concretamente, el discurso que apoya la prostitución a partir de una supuesta necesidad biológica[5]. Para ello nos valdremos del trabajo que considero una verdadera “objetivación del tema de la objetivación científica” como es el de Juan B. Fuentes[6], en su siempre vital empeño (pertinente en todos los casos) de mostrar la inmanencia de la Psicología al campo de la Biología. Así pues, nos valdremos, como decimos, de dicho trabajo, para aclarar el segundo argumento señalado por Cecilia Hofman y ver si es pertinente como medida en la lucha feminista la reglamentación de la prostitución o si es un producto mismo de la dominación masculina, puesto que, como decimos aquí y según se seguirá, se apoyaría en un efecto de la misma, y no lo señalaría según algo que la hace posible, es decir, no lo señalaría como una condición de posibilidad de la misma(dominación masculina). Lo que trataremos de resolver entonces es la cuestión por la cual, dada dicha supuesta necesidad biológica (algo que, podríamos decir, se siente en el cuerpo), se utiliza el cuerpo de determinadas mujeres para cubrirla, reduciéndolas a objetos y considerándolas, además y en principio, estímulos sexuales.

  Ya que no podemos negar las reacciones que se dan en los cuerpos masculinos ante eso que es considerado un estímulo[7], sí podemos poner en duda que esa estimulación efectiva sea natural e inevitable, en tanto que consideremos que ha sido construida socialmente e incorporada en el cuerpo como esquemas de percepción[8], y esto a partir de la estrategia práctica propuesta por Bourdieu que ya señalamos más arriba: “La división de los sexos parece estar “en el orden de las cosas”, como se dice a veces para referirse a lo que es normal y natural, hasta el punto de ser inevitable: se presenta a un tiempo, en su estado objetivo, tanto en las cosas (en la casa, por ejemplo, con todas sus partes “sexuadas”), como en el mundo social y, en estado  incorporado, en los cuerpos y en los hábitos de sus agentes, que funcionan como sistemas de esquemas de percepciones, tanto de pensamiento como de acción”[9]. Y dichos esquemas de percepción se naturalizan (es decir, cómo veamos el mundo, cómo se nos represente) sin percibir por ello que se trate de una construcción social, por el hecho de que estén en el cuerpo, se manifiesten a través de la operatoriedad de los sujetos y sean susceptibles de medida[10]. En primer lugar, y respecto a aquello que es considerado un estímulo al cual, por lo que parece, es inevitable “reaccionar”, como es el cuerpo femenino, apuntar a una parte de la obra de Fuentes que se hará cargo del ciclo estímulo–respuesta, desde el descubrimiento de las “constantes perceptivas” (“Los primeros descubrimientos (en cierto modo laterales o accidentales) de Weber, tal y como fueron ulteriormente generalizados por Fechner, pueden sin duda esquematizarse como sigue: Las diferencias en las cualidades subjetivamente observables respecto de determinados valores o propiedades fisicalistas cambiantes de los objetos podían concebirse como “diferencias mínimas perceptibles” (d.m.p.) y a su vez ordenarse en una serie numérica ordinal, y de este modo comprobarse  experimentalmente que (dentro de ciertos parámetros y umbrales fisicalistas) dichas “d.m.p.” correlacionaban con la razón o proporción entre el incremento de una magnitud fisicalista (relativa al objeto físico sometido a estimación perceptiva) y la magnitud fisicalista “base” o “estándar” en cada correlación”[11]), las cuales, como soporte neurofisiológico, se han de dar siempre, algo cuya existencia es por lo demás innegable; y a partir de las investigaciones y los experimentos llevados a cabo por parte de Pavlov, que le llevaron a tratar la conducta como un ciclo cerrado, explicado en términos enteramente fisicalistas, de estímulo y respuesta (“en el curso de su descubrimiento e interpretación de los reflejos condicionados, Pavlov incurrió característicamente en el equívoco de entender al circuito neurofisiológico involucrado en la conducta condicionada por él descubierta no sólo como un proceso neurofisiológico sin duda involucrado en dicha actividad conductual, sino también –y aquí reside la raíz del equívoco-como si dicho proceso contuviese , absorbiese o redujese él mismo a dicha actividad conductual”). La cuestión es que, a pesar de que dichas constantes perceptivas sean, como la palabra misma dice, constantes, y por ello se encuentren presentes en cada momento (por mínimo que sea) de cada fenómeno de la vida, ello no quiere decir que  su significación, aquello a lo que se refieren como lo que las hace posibles, sea una mera suma de cada constante perceptiva que se da durante el fenómeno, siendo el todo que surja de tal suma lo que dicho fenómeno es, pues de este modo se están olvidando las condiciones sociales de posibilidad, que son las que hacen, a nuestro modo de ver, y saliendo del reduccionismo naturalista, que los estímulos tengan una respuesta efectiva, y que dichos estímulos sean unos y no otros[12], ya que la construcción de los cuerpos tiene de este modo lugar, es decir, socialmente, a pesar, y como ya se ha dicho, de que sea necesario un soporte neurofisiológico y que por lo demás este pueda ser medible en términos fisicalistas. Además, y como algo imprescindible, hay que señalar que “en los organismos cognoscentes la percepción es indisociable del movimiento (de la actividad motora), tanto como este es indisociable de aquélla”[13]. Es esta operatoriedad la que pertenece entonces también a la conducta; se entiende por lo dicho que en el momento en que se llevan a cabo dichos movimientos, estarán presentes las constantes perceptivas, por lo que estos movimientos podrán ser añadidos en la serie numérica de las constantes perceptivas bajo una medida fisicalista, a la vez que, ya que se trata de organismos cognoscentes, también está el conocimiento de por medio. Bourdieu dirá que “estamos condenados, pues, a desconocer la profunda significación si las pensamos (las diferencias sexuales) de acuerdo con las categorías de lo sexual en sí mismo. La construcción de lo sexual como tal (que encuentra su realización en el erotismo) nos ha hecho perder el sentido de la cosmología sexualizada, que hunde sus raíces en una topología sexual del cuerpo socializado, de sus movimientos y de sus desplazamientos inmediatamente afectados por una significación social”[14]. Ya sabemos, al menos, que no podemos no contar con la actividad cognoscitiva a la hora de averiguar en qué consiste lo sexual, y si es algo meramente biológico y reducible a algún tipo de unidad de medida como al que se reduce. Dicho conocimiento es la relación establecida con aquello que nos rodea[15], con el mundo, con lo percibido, que será de un modo u otro dependiendo de cómo sea ese mundo, el cual ,a su vez, resulta afectado por los organismos capaces de actuar sobre él. Y estos organismos, igualmente, no actuarán sobre él del mismo modo si lo conocen, si se relacionan con él, de un modo, o de otro:“Cuando hablo de las necesidades de la comunicación, me estoy refiriendo, como en este caso, a las categorías o estructuras cognitivas, con el riesgo de poder caer en la filosofía intelectualista que critico constantemente, por tanto sería preferible hablar de esquemas prácticos o disposiciones; la palabra categoría se imponía a veces porque tiene la virtud de designar a la vez una unidad social –la categoría de los agricultores- y una estructura cognitiva, a la vez que puede designar el vínculo que las une”[16]. Considerar dicha relación como una disposición supone dejar un “margen de variabilidad” entre el sujeto operatorio y el medio entorno con el que vaya a relacionarse, ya que en este “relacionarse” dicha operatoriedad tendrá el carácter de algo “que está llegando a”, que está “deviniendo” (que está dispuesta) de una manera concreta, dentro de los límites que le estén asimismo impuestos por las condiciones exteriores, a pesar de que algunas veces nos comportemos creyendo que somos dioses, creyéndonos por eso capaces de lo imposible. “El programa de percepción incorporado se aplica a todas las cosas del mundo, y en primer lugar al cuerpo en sí, en su realidad biológica”.(...) La diferencia biológica entre los sexos, es decir, entre los cuerpos masculino y femenino, muy especialmente, la diferencia anatómica entre los órganos sexuales, puede aparecer de ese modo como la justificación natural de la diferencia socialmente establecida entre los sexos, y en especial de la división sexual del trabajo. (El cuerpo y sus movimientos, matrices de universales que están sometidas a un trabajo de construcción social, no están ni completamente determinados en su significación, sexual especialmente, ni completamente indeterminados, de manera que el simbolismo que se les atribuye es a la vez convencional y ”motivado”, percibido por tanto como casi natural)”[17]. Se quiere decir con ello entonces, y como decíamos arriba, que los movimientos del cuerpo, por el hecho de ser en algún modo indeterminados, son susceptibles de que se los llegue a determinar de alguna manera, pero asimismo el hecho de que sean en algún modo determinados supone ello unos límites en la determinación que se lleve a cabo de la significación de los cuerpos. Y la cuestión es que, como “animales racionales” que somos, no nos podemos dejar lo racional por el camino en ningún momento o, diciéndolo con otras palabras, “no nos podemos dejar la res cogitans en la mesita de noche”, a pesar de que algunas veces nos comportemos como auténticos animales. Así pues, la elección que se haga a la hora de llevar a cabo cualquier acción, tendrá el carácter de lo racional y, por lo tanto, no podemos o no debemos pensar “lo sexual” como algo meramente natural, meramente biológico[18]. Es el hecho de darse tal ”margen de variabilidad”, lo que nos permite hablar de condiciones sociales de posibilidad, por lo que Bourdieu nos hablará, no ya de  categorías sino de disposiciones, que indican la (dis)posición de los cuerpos en la que éstos ya se encuentran[19] al llevar a cabo cualquier acción, una disposición en la que, como decíamos, serán determinantes  ciertos límites físicos (si bien no los únicos). Y ya que aquello que nos rodea y, entre lo que nos rodea, las demás personas con las que nos rodeamos y hacia las que dirijimos ciertas de nuestras acciones, se encuentran en la misma situación que nosotros, en esa medida, al actuar, deben tener asimismo incorporada una disposición o, lo que es lo mismo, una “estructura de posibilidad”[20], la cual se habrá debido conformar a partir también del medio que la rodea, entre otras cosas, las acciones de otras personas dirigidas hacia ellas. Y así, entre las personas nos veremos como algo ya determinado, significando algo por lo tanto: “no es en modo alguno inapropiado, en consecuencia, reconocer a los organismos conductuales precisamente como “intérpretes” (operatorios) de “señales”. Como “intérpretes”, en efecto, en cuanto que toda situación fenoménica se ofrece, no ya como “cosa-dada-en-sí”, sino justamente como “señal a interpretar”, es decir, como situación susceptible de ser operatoriamente transformada en diversas direcciones alternativas posibles, alguna de las cuales deberá ser  seleccionada o elegida (“descifrada”) en cada caso-en función a la postre de la situación hedónica lograble. De aquí, en efecto, la íntima solidaridad conceptual entre el concepto de “señal a interpretar” y el concepto gestáltico de “reversibilidad” o “ambigüedad gestáltica” de las figuras que a su vez se presentan según la disposición en “figura y fondo”: toda figura es una señal a interpretar en cuanto que operatoriamente flexible o reversible respecto de su contexto o fondo de posibilidades de transformación”[21]. Así pues, podemos reconocer en tal “ambigüedad gestaltica” que lo que los demás signifiquen para nosotros es algo susceptible de construcción, la cual viene dada, como decíamos, por el tipo de relación que se establece entre nuestra percepción y aquello que percibamos[22], tomando este “aquello que percibamos” como sigue: ya que la percepción es una construcción, el hecho de percibir se referirá así también a una acción sobre el mundo que tiene ciertos efectos que, en el hecho de percibir un cuerpo femenino como un estímulo de manera sistemática y como algo además natural, el efecto que tendría esto sobre el mundo sería el de perpetuar un estado de dominación masculina, en el cual habría, como veíamos, unos estímulos bajo la forma de cuerpos femeninos, los cuales han de tener una respuesta, que en este caso es la estimulación efectiva bajo la forma de un cuerpo masculino “apeteciente” de sexualidad, un “apetecer” que se referiría por lo tanto al cuerpo femenino que percibe como logro a alcanzar o a cubrir su “apetecer”.  “Si, como hemos visto, toda pauta conductual consiste en alguna determinada transformación operatoria entre alguna situación lograda o alcanzada a partir de ella (en cuanto que transformación hedónicamente seleccionada frente a otras posibles), podremos entender ahora que cada situación “inicial” es sin duda “significativa” en función de aquello que con ella o a partir de ella pueda ser hecho, o sea, en función de su transformación lograble, o del resultado alcanzable de dicha transformación. Así pues una cosa significa aquello que con ella o a partir de ella en cada caso pueda hacerse; y este es exactamente el preciso sentido en que las situaciones se presentan como efectivas “configuraciones significativas” o dotadas de significado. El “mundo” de cosas accesibles a la conducta es sin duda un “mundo” de “significaciones”, es decir, no ya de cosas “dadas-en-sí”, sino precisamente de cosas “dadas-en-cuanto-que-susceptibles” de ser transformadas, o de poder alcanzar otras cosas a partir suyo”[23]. Luego, ¿no estamos de esta manera reduciendo a las mujeres a la condición de objetos, de estimulación a modo de logro a alcanzar, en cuanto que son los hombres a los que parece concedérseles el derecho ese de estimularse, como algo natural a la hora de percibir el cuerpo femenino, por lo que para ellos parece resultar inevitable referirse a las mujeres en tanto que estímulos, y a partir de lo que por lo tanto, y para colmo resultaría una reacción necesaria natural e indiscutible?

“Si la relación sexual aparece como una relación social de dominación es porque se constituye a través del principio de división fundamental entre lo masculino, activo, y lo femenino, pasivo, y ese principio crea, organiza, expresa y dirige el deseo, el deseo masculino como deseo de posesión, como dominación erótica, y el deseo femenino como deseo de la dominación masculina, como subordinación erotizada, o incluso, en su límite, reconocimiento erotizado de la dominación”[24]. (Además de reducir a la mujer a la condición de estímulo, se estaría tomando tal condición como propio y exclusivo de éstas (y por lo tanto no ocurriría lo mismo por la otra parte, pues al hombre en tanto que activo en esa relación es al que se le concede, como decíamos, el poder y el derecho a reaccionar). Luego se concebiría a las mujeres como las personas apropiadas en el “trabajo de estimulación”, y se estaría cayendo de nuevo en la división sexual del trabajo dada por considerar a hombres y mujeres aptos para diferentes tipos de actividades[25]).   

   “La prostitución viola el derecho a la integridad física y moral, por la alineación de la sexualidad de las mujeres que es apropiada, envilecida y convertida en una cosa que se compra y se vende”[26]

Luego el cuerpo femenino (y con ello las personas que “porten” dicho cuerpo), al ser (re)presentado como cosa, hace que algunas personas resulten ciertamente deshumanizadas, llevando por ello una vida que no es, al menos del todo, “humana”, resultando su existencia no igual a la de los hombres al menos, más bien como inferior a la de  éstos; pretender por ello conseguir la igualdad entre mujeres y hombres, es decir, “poder” percibirnos primero como personas, y luego ya veremos si como hombres o mujeres, o las dos cosas a la vez, esto parece, según lo dicho, algo no muy posible por el camino de hacer caer bajo la ley aquello que nos ha construido como seres en una desigualdad en la que unos tienen más derechos que otros (a los que ahora, además, queremos sumarle el de estimularse con una persona a la que, por lo que parece, no parece estimularle (en)nada lo que tiene delante). “La razón del carácter formalmente extrasomático de los objetos producidos reside formal y específicamente en otra cosa, a saber: en la necesidad de que dichos objetos deben ser conservados o almacenados, debido a que ellos llevan impresa en la propia morfología de su entramado (morfosintáctico), su propia norma de construcción y uso sociales, de modo que su conservación o almacenamiento actúa como condición de la recurrencia de dicha norma de construcción y uso sociales”[27]. ¿No será por ello que una de las condiciones de posibilidad de que exista la prostitución es que haya tantas mujeres que son raptadas o engañadas para colocarlas en un ambiente que más bien es una cárcel? ¿No se estará reduciendo de esa manera a algunas personas a la condición de mercancancía?: “La dominación de las mujeres está políticamente dirigida a lo que es específica  y psicológicamente femenino: la sexualidad y la reproducción de las mujeres se construyen social y políticamente como inferiores. Al tiempo que las mujeres son víctimas de la discriminación política, legal y económica, esta condición se basa en una condición previa de explotación que tiene lugar sobre, en, y a través de los cuerpos de las mujeres, en la sexualidad y en la reproducción. La opresión de las mujeres implica, políticamente, algo que no se encuentra en ninguna otra condición –la construcción social del cuerpo  humano sexualizado-; la opresión abarca desde las formas de objetivación hasta la violencia, pero es una explotación que se introduce en los cuerpos de las mujeres, por la vagina, por el recto, por la boca y en el útero”[28]. Es en dichas formas de objetivación por lo tanto, ya que reproducen el orden de las cosas, cómo las cosas se dan de hecho, en las que aparecen un cuerpo y otro bajo la forma de objeto y de sujeto, de lo pasivo y de lo activo, de lo percibido y de la percepción[29]. Podríamos decir que nos encontramos bajo una estructura en la que cada uno tenemos una posición, nos pertenece un lugar del cual no podemos salir si es considerado cerrado, bajo los estrechos límites de lo físico, pues de esta manera lo que se da, se da necesariamente. En cambio el “darse necesariamente las cosas” no se da ya tan necesariamente si consideramos las condiciones sociales de posibilidad, pues es así como los límites se vuelven no tan estrechos y como contamos con dicho “margen de variabilidad” que implica la elección; y la elección, como elección que es, supone contar con cosas que son, por el momento, sólo posibles; es decir, que entonces no todo se daría necesariamente, sino también, sólo de manera posible (aunque este “posiblemente” sea la inmensa mayoría de las veces, por no decir todas, un “seguramente”[30]).

  Una de las razones por las cuales hay tantas cosas (por no decir todas) que han pasado de la posibilidad a la necesidad de esta manera, es decir, bajo el carácter de “lo androcéntrico”, es la fuerza que tiene la estructura en la que nos hallamos inmersos para mantenernos bien (en)cerrados y no dejar que nos movamos demasiado: “La fuerza especial de la sociodicea masculina procede de que acumula dos operaciones: legitima una relación de dominación inscribiéndola en una naturaleza biológica que es en sí misma una construcción social naturalizada”[31]. Esto supone lo que se llama una “inversión de las causas y los efectos”. Al no tener en cuenta, como decíamos, las condiciones sociales de producción, todo queda justificado bajo términos fisicalistas. Luego toda justificación será así un efecto mismo del fenómeno que se esté explicando; pues igual que el entorno que nos rodea (se trate de lo que se trate) está condicionado por la acción de los seres capaces de modificarlo, dichos seres están igualmente afectados por los límites del entorno en el que se muevan, por lo que, además, así como sean afectados no será del mismo modo si sus acciones tienen lugar en un sitio u otro (igual que “de una manera u otra”). Dijimos que bajo unos esquemas de visión androcéntrica se percibirán las cosas bajo el orden de lo masculino, lo cual tiene ya efectos sobre aquello que es percibido, lo cual, a su vez, se construirá bajo la forma de lo “androcéntrico”, es decir, “androcéntricamente”, resultando ser así nuestro entorno, nuestro mundo, realmente “androcéntrico” y quedando justificado, además, en el círculo vicioso en el que nos hallamos, de la única manera que lo puede hacer: negando (o restando) al mundo la libertad que sería necesaria justamente para salir del “círculo vicioso de lo androcéntrico”. ”Los esquemas de pensamiento de aplicación universal registran como diferencias de naturaleza, inscritas en la objetividad, unas diferencias y unas caractrísticas distintivas (en materia corporal, por ejemplo) que contribuyen a hacer existir, al mismo tiempo que las “naturalizan” inscribiéndolas en un sistemas de diferencias, todas ellas igualmente naturales, por lo menos en apariencia; de manera que las previsiones que engendran son incesantemente confirmadas por la evolución del mundo, especialmente por todos los ciclos biológicos y cósmicos. Tampoco vemos cómo podría aparecer en la relación social de dominación que constituye su principio y que, por una inversión completa de las causas y los efectos, aparece como una aplicación más de un sistema de relaciones de sentido perfectamente independiente de las relaciones de fuerza”[32]. Como ya dijimos, es concediendo la libertad necesaria (suficiente, podríamos decir) para salir de los esquemas de visión androcéntricos como podremos salir de dichos esquemas, lo cual, ya que dicha libertad tiene lugar en el mismo momento en que llevamos a cabo alguna determinada acción, sólo podrá ser posible llevando a cabo alguna acción, es decir, en la práctica. ¿Cómo podemos cambiar nuestro esquema de percepción? Solamente cambiándolo, cambiándolo de verdad, señalando lo que ha hecho posible que aquí, y así nos encontremos. Advirtiendo que se nos está reduciendo a un sexo, que se nos está, literalmente, “produciendo”[33]. Pretender hacer de la reglamentación de la prostitución (al menos en la medida en que se apoya sobre el discurso que afirma que hay una necesidad biológica que cubrir), la liberación de la mujer, y razón suficiente para igualar sus derechos al de los hombres es, simplemente, imposible, ya que es contradictorio que justamente lo que le niegue la libertad vaya a ser lo que se la conceda. Y aún así, ya que vivimos bajo el dominio de una estructura de dominación masculina, vemos que lo único que ésta puede engendrar bajo la apariencia de la autonomía de las mujeres, es la reglamentación de la prostitución.

   “Si las mujeres sufren frecuentemente violencias en la prostitución, no es simplemente porque las leyes no las protejan   o porque sus condiciones de trabajo no son las que debieran ser, sino porque el uso de las mujeres por los hombres en la prostitución, y los actos que en ella son realizados, son la puesta en práctica, en el plano sexual, de una cultura y de un sistema de subordinación de las mujeres”[34].

  Y si, como decíamos, es el conocimiento el que libera la conducta humana de los estrechos límites de la física, si éste es el que concede la libertad (tan necesaria en nuestros días), la cual sólo se puede demostrar en la práctica, será entonces dando a las mujeres esa condición de posibilidad para la libertad como es el conocimiento, y no tanto el ejercicio estimulatorio de nuestros cuerpos, como realmente se pueda conseguir la liberación de la sexualidad de las mujeres, la construcción de otra sexualidad (que no por ello tenga que ser sólo la de las mujeres, sino también la de los hombres). Y todo ello ya que saliendo del círculo vicioso del estímulo y la respuesta efectiva (que efectivamente tiene lugar) es como podemos pensar en la posibilidad de otros esquemas de visión por los cuales seamos capaces de vernos primero como personas, todas nosotras como capaces de que nuestro actuar en el mundo pueda trascender, resultando los efectos entonces de dicho mundo, como decimos, bajo otro esquema, bajo otra estructura, bajo la que todo caería, por lo tanto, cayendo también bajo ella esa nueva construcción de la sexualidad en la que todos hayamos puesto algo de nuestra parte. Que así, en eso de la sexualidad podamos las mujeres llevar a la existencia la parte que nos corresponde, como personas también que somos. 



NOTAS:

[*] Ana Molina Roldán es estudiante de quinto de Filosofía en la Universidad Complutense de Madrid.

[1] Pierre Bourdieu, La dominación masculina, pág. 17. Trad. Joaquín Jordá (Ed. Anagrama)      

[2] Es decir: lograr situarnos allí donde “lo androcéntrico” es por el momento todavía una posibilidad; y de esta manera, apareciéndosenos entonces como algo que tiene unas causas, las que hagan que ”lo andocéntico” pase de ser una posibilidad a ser algo que se da en el orden de las cosas. Y puesto que nos encontramos, como decíamos, bajo dicho orden de “lo androcéntrico”, se trataría entonces de saber la manera en que ha sido posible que esto haya sido así, y no de otra manera

[3] P. Bourdieu. Op. Cit.

[4] Cecilia Hofman, Sexo: de la intimidad al “trabajo sexual”, o ¿es la prostitución un derecho humano?.

[5] "La segunda óptica -la prostitución como un trabajo socialmente útil- presupone que la necesidad sexual masculina es una necesidad biológica que no puede ser puesta en cuestión, similar a las necesidades de nutrición. Esto contradice manifiestamente el hecho comprobado de que las personas, mujeres y hombres, pasan largos periodos de sus vidas sin relaciones sexuales ¡y sin llegar al fatal desenlace que habría tenido la privación de alimento! La verdad es que el capitalismo patriarcal ha alimentado una cultura del consumo sexual y el sexo no es solamente utilizado para vender todo tipo de productos sino que ha sido él mismo reducido, a golpe de acciones promocionales, a un producto de mercado. Se trata de una industria capitalista mundialmente extendida que ofrece los cuerpos de las mujeres, de las chicas jóvenes, de los chicos jóvenes también, al consumo. Pero es necesario reconocer que existen conceptos sexistas preexistentes y socialmente construidos de la sexualidad, sobre los cuales el capitalismo industrial prospera, y que no están biológicamente determinados.(...) Pero lo más importante es que la prostitución no debilita jamás el poder de los hombres en tanto que clase, mientras que la prostitución de las mujeres es un resultado directo del estatuto subordinado de las mujeres y contribuye a perpetuarlo” Cecilia Hofman. Op. Cit.

[6] "Por mi parte, en efecto, supongo que criticar es esencialmente discernir, y que discernir implica ante todo clasificar y comparar puntos de vista polémicamente puestos. Ahora bien, ningún ensayo de discernimiento puede estar hecho, a su vez, desde fuera del sistema polémico formado por el conjunto de las alternativas que se pretenden discernir o criticar, sino que por el contrario debe formar parte, siquiera de algún modo, de dicho sistema, como una alternativa más, aun cuando esta alternativa pueda, y aun se diría que deba, pretender en lo posible alzarse argumentalmente como el punto de vista capaz de reconstruir críticamente el conjunto de las alternativas criticadas.” Juan B. Fuentes, “Intencionalidad, significado y representación en la encrucijada de las” ciencias” del conocimiento”. Estudios de Psicología, 2003, 24(I), pp. 33-90

[7] "Al asociar la erección fálica con la dinámica vital de la hinchazón, inmanente a todo el proceso de reproducción natural (germinación, gestación, etc.), la construcción social de los órganos sexuales registra y ratifica simbólicamente algunas propiedades naturales indiscutibles; contribuye de ese modo, junto con otros, el más de los importantes es sin duda, como ya se ha visto, la inserción de cada relación(lleno/vacío, por ejemplo) en su sistema de relaciones homólogas e interconectadas, a transmutar la arbitrariedad del “nomos” social en necesidad de la naturaleza (physis). Esta lógica de la consagración simbólica de los procesos objetivos, especialmente cósmicos y biológicos, que intervienen en todo el sistema mítico –ritual –por ejemplo, en el hecho de tratar la germinación de la semilla como resurrección, acontecimiento homólogo del renacimiento del abuelo en el nieto, sancionado por el retorno del nombre de pila-, ofrece un fundamento casi objetivo a ese sistema y, con ello, a la creencia, reforzada asimismo por el acuerdo que suscita, de la que es objeto.) P. Bourdieu. Op. Cit, pág. 26

[8] "Los esquemas de pensamiento de aplicación universal registran como diferencias de naturaleza, inscritas en la objetividad, unas diferencias y unas características distintivas (en materia corporal, por ejemplo) que contribuyen a hacer existir, al mismo tiempo que las “naturalizan” inscribiéndolas en un sistema de diferencias, todas ellas igualmente naturales, por lo menos en apariencia”.  Op. Cit. Pág. 20

[9] Ibid

[10] "Peroaquí hemos visto, sin embargo, que es precisamente en el plano de lo” inmediatamente observable” donde se da la vida psíquica o la conducta, y que los contenido fisicalistas, también los morfofisiológicos y ecológicos del campo biológico, lejos de ser orgánicamente observables han de resultar siempre de alguna construcción artefactual” J. B. Fuentes. Op. Cit, pág. 58

[11] Op. Cit. Pág. 38

[12] "Una mirada atenta a las características de las constancias perceptivas nos permite apresar, por así decirlo, el “secreto” de la vida psíquica, o sea, de la vinculación cognoscitiva de los organismos con su entorno. Pues apresamos dicho secreto, en efecto, cuando entendemos toda posible actividad sensorial mediante el principio de las constancias perceptivas, incluyendo también, por tanto, aquellos posibles casos (límite) en donde, como por   ejemplo vimos que ocurría en algunas de las primeras correlaciones psicofísicas de Weber, las fuentes (fisicalistas) de estimulación pueden coincidir –aunque ya decíamos que no necesariamente en todo momento- con las propias estimulaciones (fisicalistas) proximales (como en el caso, por ejemplo, del cuerpo pesado en contacto con la mano del observador que estima o “sopesa” subjetivamente su “pesantez”). También estos casos, y en cuanto que quepa hablar de sensación de alguna cualidad percibida, deberá seguirse dando alguna constancia perceptiva, por mínima y relativa que ésta sea, respecto de propiedades fisicalistas remotas: siquiera sean, en efecto, las propiedades remotas en cuanto que re-movidas, o re-movibles, por los movimientos del organismo, movimientos que de este modo abren el margen mínimo de variabilidad como para que de este modo pueda “fijarse” o “estabilizarse” o “enfocarse” alguna mínima “constancia perceptiva”, con relativa independencia por tanto, por mínima que ésta sea, con respecto a aquella variabilidad de estimulación proximal –y, de hecho, ya Weber comprobó que los sujetos sólo adquieren y ganan finura perceptivo-discriminativa cuando pueden efectuar movimientos del brazo a la hora de estimar subjetivamente la pesantez”. Ibid

[13] Ibid

[14] P. Bourdieu. Op. Cit, pp. 19, 20

[15] "La concordancia entre las estructuras objetiva y las estructuras cognitivas, entre la conformación del ser y las expectativas que provoca, permita la relación con el mundo que Husserl describía con el nombre de “actitud natural” o “experiencia dóxica del mundo, pero olvidando las condiciones sociales de producción”. Op. Cit, pág. 21

[16] Ibid

[17]  Op. Cit, pág. 24

[18] “Gracias a que el principio de visión social construye la diferencia anatómica y que esta diferencia social construida se convierte en el fundamento y en el garante de la apariencia natural de la visión social que la apoya, se establece una relación de causalidad natural que encierra el pensamiento en la evidencia de las relaciones de dominación, inscritas en la objetividad, bajo la forma de divisiones objetivas, como en la subjetividad, bajo la forma de esquemas cognitivos que, organizados de acuerdo con sus divisiones, organización la percepción de sus divisiones objetivas”. Ibid

[19] De este modo, ninguna pauta conductual resultará estar definitiva y formalmente cerrada o terminada en cuanto que se encuentra siempre expuesta o abierta a su eventual reconstrucción fenoménico-operatoria dentro del conjunto conductual. Pero entonces, y precisamente en la medida en que reconocemos que la conducta efectivamente altera o modifica y reconstruye sus propias condiciones fisicalistas de sostén y canalización –tanto morfofisiológicas como ecológicas-, o sea, en la medida en que hemos de reconocer que dichas condiciones son funcionalmente posteriores (y no anteriores) a su propio “uso conductual”, lo que resulta entonces enteramente discutible es hasta qué punto el campo bio(psico)lógico puede precisamente “de-terminar” “términos” y “relaciones” fisicalistas capaces de reconstruir o explicar formalmente las propias conductas que reconocemos que los modifican “in-terminablemente”. J. B. Fuentes. Op. Cit., pág. 59

[20]  Es decir, una estructura de posibilidad por tratarse de lo que surge a partir de la relación de los límites de lo físico y de la libertad del conocimiento, lo cual hará que se tengan unas posibilidades u otras a la hora de actuar en el mundo en que vivimos.

[21] J. B. Fuentes Op. Cit., pág. 56

[22] “Así pues, la definición social de los órganos sexuales, lejos de ser una simple verificación de las propiedades naturales, directamente ofrecidas a la percepción, es el producto de una construcción operada a cambio de una serie de opciones orientadas o, mejor dicho, a través de la acentuación de algunas diferencias o de la escotomización de algunas similitudes” P. Bourdieu. Op. Cit.,  pág. 27

[23] J. B. Fuentes, Op. Cit., pág 55

[24] P. Bourdieu. Op. Cit. Pág. 35

[25] En numerosas ocasiones se acude al discurso por el cual la diferencia en la fuerza “física” que tienen mujeres y hombres hace que las primeras no se pueden dedicar a ciertos trabajos, pero considerando que hay mujeres más fuertes que algunos hombres, simplemente, podríamos decir entonces que hay trabajos que requieren que la persona que se dedique a dichos trabajos tenga un mínimo de fuerza y no que, por el hecho de haber más hombres fuertes que mujeres, se les esté negando a éstas la posibilidad de realizar algunos trabajos. “Las formalidades del orden físico y del orden social imponen e inculcan las disposiciones al excluir de las tareas más nobles (manejar el arado, por ejemplo), asignándoles unas tareas inferiores (el margen de la carretera o del terraplén, por ejemplo), enseñándoles cómo comportarse con su cuerpo (es decir, por ejemplo, cabizbajas, los brazos cruzados sobre el pecho, delante de los hombres respetables), atribuyéndoles unas tareas penosas, bajas y mezquinas (transportan el estiércol y, en la recolección de las aceitunas, son las que, junto con los niños, las recogen, mientras el hombre maneja la vara) y, más generalmente, aprovechándose , en el sentido de los presupuestos fundamentales, de las diferencias biológicas, que así parecen estar en la base de las diferencias sociales”. P. Bourdieu. Op. Cit., “La asimilación de la dominación”.

[26]  C. Hofman. Op. Cit.

[27]  J. B. Fuentes. Op. Cit.

[28] Kathleen Barry, Teoría del feminismo radical: Política de la explotación sexual. Trad. Ramón del Castillo

[29]  “Arbitraria, vista aisladamente, la división de las cosas y de las actividades (sexuales o no) de acuerdo con la oposición entre lo masculino y lo femenino recibe su necesidad objetiva de su inserción en un sistema de oposiciones homólogas, alto/bajo, arriba/abajo, delante/detrás, derecha/izquierda, recto/curvo (oblicuo) (y pérfido), seco/húmedo, duro/blando, sazonado/soso, claro/oscuro, fuera (público)/dentro (privado), etc., que, para algunos, corresponden a unos movimientos del cuerpo (alto/bajo // subir/bajar, fuera/dentro // salir/entrar. Al ser parecidas en la diferencia, estas oposiciones suelen ser lo suficientemente concordantes para apoyarse mutuamente en y a través del juego inagotable de las transferencias prácticas y de las metáforas, y suficientemente divergentes para conferir a cada una de ellas una especie de densidad gramática originada por la sobredeterminación de afinidades, connotaciones y correspondencias”. P. Bourdieu, Op. Cit., pág. 20

[30] “Gracias a que el principio de visión social construye la diferencia anatómica y que esta diferencia social construida se convierte en el fundamento y en el garante de la apariencia natural de la visión social que la apoya, se establece una relación de causalidad circular que encierra el pensamiento en la evidencia de las relaciones de dominación, inscritas tanto en la objetividad, bajo la forma de disposiciones objetivas, como en la subjetividad, bajo la forma de esquemas cognitivos que, organizados de acuerdo con sus divisiones, organizan la percepción de sus divisiones objetivas”.  Op. Cit. Pág. 24

[31] Op. Cit., pág 37

[32]  Op. Cit., pág 20

[33] "Es preciso entonces señalar que seguramente la insuficiencia radical de toda pretensión por “naturalizar” la epistemología en clave “evolucionista”, y más en general por entender a las formas socio-culturales antropológicamente específicas como si estas se mantuviesen, además de en su (indudable) continuidad genética evolucionista, en “continuidad estructural” (o formal) con las conductas biológicas, reside en asumir más o menos implícita o explícitamente, semejante concepción instrumentalista de la cultura antropológica objetiva, es decir, en no advertir que el concepto específicamente antropológico de producción –junto con sus formas y ritmos propios ligados al desarrollo (histórico) de las fuerzas productivas- implica una forma específica de “construcción” no genérico-indiferenciadamente reductible al contexto zoológico (genérico) de conducta constructiva(...) El motivo fundamental de mi planteamiento busca precisamente suturar la posible brecha que pudiera abrirse entre la estructura (funcional) de los objetos o enseres extralingüísticos de la cultura antropológica objetiva y la estructura (funcional) de los lenguajes humanos de palabras” J. B. Fuentes. Op. Cit., pág. 71.

[34] C. Hofman.Op. Cit.

 
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