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1. «Es
indudable que nunca me habría enfrentado con un tema tan difícil de no haberme
visto arrastrado por toda la lógica de mi investigación. La verdad es que nunca
he dejado de asombrarme ante lo que podría llamarse la paradoja de la doxa: el
hecho de que la realidad del orden del mundo, con sus sentidos únicos y sus
direcciones prohibidas, en el sentido literal o metafórico, sus obligaciones y
sus sanciones sea grosso modo respetado...»[3] Habría que comenzar advirtiendo que la nuestra
es una tarea difícil en muchos sentidos. De hecho, encontramos ya el primero de
nuestros obstáculos en la reticencia a reconocer la problemática que tenemos
entre manos como una verdadera problemática. De modo que lo mejor será acceder a
nuestro asunto de una manera indirecta, recurriendo al símil, a través de
cuestiones filosóficas de sobra conocidas y reconocidas por nuestros lectores.
Nuestro punto de partida es una situación
análoga a la que Marx encontró al tratar de cimentar la teoría económica sobre
las arenas movedizas de esa pretendida ciencia, de ese «fenómeno
histórico-intelectual», que se dio en llamar Economía política[4].
En efecto, Marx comprobó que aquel fenómeno tan particular revelaba entenderse a
sí mismo como un todo, como absoluto y, por ello, al tiempo que
agota el ámbito todo del ser, se concibe como la naturaleza misma. Realmente, la Economía política no se ocupaba de este
o el otro objeto sino indistintamente de todos y cada uno de los objetos de la
experiencia. Dicho de otro modo, no
se juzgaba como una enseñanza óntica más, sino que se concebía a sí misma como
una ontología, es decir, aquel saber
acerca de lo que es en cuanto que es -no esto o lo otro-, sino precisamente porque es, porque hay. Se hacía necesaria, por lo tanto,
una crítica dirigida contra esa Economía política entendida como la
totalidad de lo real, o mejor, como el todo de la naturaleza.
Sin embargo no vamos a ocuparnos aquí ni de
Marx ni de Das Kapital, sino de un
problema considerablemente distinto al que allí se trata, si bien con
características en cierto modo afines. Lo expondremos brevemente desde aquella
semejanza. Como en el caso precedente también aquí nos encontramos ya con un
terreno movedizo, o sería mejor decir en este caso, enteramente minado.
Consecuentemente, nuestro fenómeno homólogo puede ser asimismo descrito -al menos
transitoriamente- como «un fenómeno histórico-intelectual»[5].
Además, puede afirmarse sin inconveniente alguno que se entiende a sí mismo como
una totalidad, como absoluto, como el
ámbito todo del ser, y sobre todo, como la naturaleza misma. Dicho fenómeno
tiene, por lo demás, como lo tenía el precedente, la forma de una "disciplina"
que pretende agotar el campo de lo real mediante el aserto de unos principios
tenidos por indiscutibles evidencias,
válidos para todo lo que es por el hecho mismo de ser. Dado el planteamiento de la investigación
crítica emprendida en Das Kapital, Marx hubo de comenzar su examen
atendiendo -no sólo al fenómeno mismo como
tal fenómeno, esto es, a lo que tenemos ante los ojos- sino principalmente a la
posibilidad y al modo mismo en que tal fenómeno se muestra: «...la tarea fenomenológica consiste en
dejar que el propio fenómeno (esto es: el mostrarse de aquello que se muestra)
nos dé los conceptos adecuados, el "lenguaje" en el cual ello puede ser dicho;
en otras palabras: la tarea fenomenológica consiste en atender no sólo a lo
que aparece, sino ante todo, a las
"condiciones de posibilidad" de ese aparecer»[6].
En consecuencia: ¿cómo aparecería lo real pensado bajo los principios evidentes
de ese «fenómeno histórico-intelectual»
en particular?¿Qué aspectos de lo ente quedarían alumbrados por esa luz que arroja la Economía
política?¿Cómo se nos aparecen todos esos entes que surgirían a raíz del nuevo fenómeno? En otras palabras: ¿cómo sería entonces
posible una ontología, esto es, una
ciencia de el ser en cuanto ser, que
partiera de las hipótesis de la Economía política?..., etc. Paralelamente a esta iniciación pero
retomando ahora eso sí nuestro propio objeto de análisis, nuestras
averiguaciones podrían seguramente ir de la mano de cuestiones similares a
aquéllas. También nosotros orientaremos la búsqueda en la misma dirección: ¿cómo
sería un ámbito de lo real pensado bajo los principios evidentes de ese «fenómeno histórico-intelectual» en
particular? ¿Qué aspectos de lo ente quedarían alumbrados por esa luz que
arroja la Mecánica sexual dominante?
¿Cómo se nos aparecen todos esos entes que surgirían a raíz del nuevo fenómeno?¿Cómo sería una
ontología, esto es, una ciencia de lo que
es en cuanto que es, que partiera
de las hipótesis de la Mecánica sexual
dominante? Efectivamente, esta tarea fenomenológica se enfrenta también aquí
con una presunta "disciplina", con un «fenómeno histórico-intelectual» que como
la Economía política, se concibe a sí
misma como una totalidad, como absoluta, como la naturaleza misma: la Mecánica sexual dominante, o mejor aún,
la Mecánica sexual patriarcal.
La crítica abordada en Das Kapital comienza precisamente con
una suposición que aspira a hacerse cargo de todas aquellas cuestiones. Marx
comienza su análisis con la afirmación de la hipótesis fundamental encubierta en
aquella presunta ciencia de la totalidad: «Toda riqueza en la sociedad moderna es
mercancía». En ningún caso dicha aseveración supone «una previa delimitación del ámbito (a
saber: "la sociedad moderna") para el que esa ontología sería válida. No es eso,
sino que la propia ontología es la delimitación del ámbito».[7] Es la sociedad moderna la que al
entenderse como absoluta, dibuja los
perfiles de esa interpretación autócrata «cuya anatomía ha de buscarse en la Economía
política»: «En otras palabras se parte
de la constatación de que las cosas son mercancías, son en cuanto
mercancías; se investiga en qué consiste ese peculiar modo de ser, y el camino de esa ontología
resulta ser el de la construcción de un modelo, de una estructura, a la cual
llamamos «estructura de la sociedad moderna» o «modo de producción
capitalista»[8] Puesto que hemos iniciado la misma tarea
fenomenológica, siguiendo nuestro símil, confirmamos que es la "sociedad
patriarcal" la que al entenderse como la naturaleza misma, traza los contornos de
esa interpretación sexista «cuya anatomía ha de buscarse en la Mecánica sexual patriarcal». Solo nos
queda poner en juego asimismo la hipótesis fundamental que recorre
fraudulentamente esta sospechosa disciplina de la naturaleza: «Todo cuerpo femenino en la sociedad
contemporánea es sexo». En otras palabras se parte de la constatación de que
las mujeres son mercancías sexuales, son en cuanto mercancías sexuales; se investiga en qué consiste
ese peculiar modo de ser, y el camino
de esa ontología resulta ser el de la construcción de un modelo, de una
estructura, a la cual llamamos «estructura del patriarcado contemporáneo» o
«modo de producción patriarcal». «La mujer es sexo, es sexual,
está sexualizada. Los hombres pueden necesitar experiencias sexuales, las buscan
frecuentemente tratando a la mujer como un objeto y a través de la violencia; a
veces ellos mismos pueden ser usados para el sexo, pero bajo la sexualización
ellos no son sexo, no son cuerpos sexualizados»[9].
2. «El
carácter fundamental de la moderna ciencia física consiste en que se busca, para
la exposición de un campo de fenómenos, la formulación de un esquema construido
con relaciones de dependencia que pueden ser definidas contando con la pura
forma de la experiencia (es decir, a priori), antes de cualquier experiencia
efectiva.»[10] Con anterioridad a Karl Marx, Immanuel Kant
había topado ya con una tierra pantanosa similar a aquella que señalamos arriba.
Sin embargo, esta vez se trataba de una verdadera ciencia, a saber, la Ciencia de la Naturaleza (la Física), la
que pretendía abarcar asimismo la totalidad de lo real, confundiendo así los
límites entre los ámbitos óntico y ontológico, y amenazando con ello los
márgenes imperceptibles del espacio moral. La crítica Kantiana a esta mecánica
natural podría ser apresuradamente considerada en dos momentos: de un lado, la
Ciencia de la Naturaleza reduciría el
ámbito de lo real a la esfera de los entes susceptibles de un tratamiento
físico-matemático, condenando de este modo a la nada cualesquiera otros modos de
ser, desde la decisión moral hasta la misma noción trascendental de forma; por otro lado, la mentada ciencia
si bien haría un uso idóneo tanto de principios físicos (v.g. las leyes de la
mecánica newtoniana), como de principios
metafísicos (léase el principio de continuidad del espacio físico o los
principios de conservación) no establecería ninguna diferencia de naturaleza
entre ambos. De ambas consideraciones se desprendería la necesidad -en el seno de la investigación
crítica kantiana- de una Metafísica de la Ciencia de la
Naturaleza que sacara a la luz las condiciones de posibilidad de la mecánica
newtoniana, esto es, los principios
bajo los cuales dicha ciencia es posible. Dicho de otro modo, una Metafísica que ponga de manifiesto la interpretación que quedaba implícita en el
tratamiento dispensado a los entes por parte de la Mecánica natural. Tal
investigación permite explicitar entonces el proceder usurpatorio de una
interpretación que se tenga por toda la interpretación posible, es decir, que se
entienda como interpretación absoluta de
lo real. Sin embargo no trataremos aquí de Kant ni nos
las vamos a ver con la mecánica natural newtoniana sino con una mecánica
apreciablemente diversa, si bien con características notablemente afines. Ya en
el parágrafo primero nos topamos con esta misma doctrina, y estuvimos entonces
considerando el papel de ésta en paralelo con el que la Economía política desempeñaba en Das Kapital. Ahora toca exponer en qué
sentido el proceder de aquella Mecánica sexual dominante es asimilable
a ese «carácter fundamental de la moderna ciencia física». En efecto, tal proceder habrá de consistir en alguna
medida para ambos casos «en que se busca, para la exposición de un campo de
fenómenos, la formulación de un esquema construido con relaciones de dependencia
que pueden ser definidas contando con la pura forma de la experiencia (es decir,
a priori), antes de cualquier experiencia efectiva». Lo que dimos en llamar arriba la Mecánica sexual dominante es ante todo -como su propio nombre
indica- una mecánica. En ese sentido nuestra
pretendida "mecánica natural" es, en cierto modo, análoga a la Mecánica natural newtoniana, objeto de
la investigación kantiana. Dicho de otra manera y para ser rigurosos, sostenemos
aquí que la crítica a la que vamos a
someter la Mecánica sexual dominante
debe ser, en algún sentido, conforme a la crítica de la que es objeto la Ciencia de la
naturaleza. 3. Antes de proseguir con nuestro análisis toca,
una vez hemos establecido las oportunas analogías, fijar las disimilitudes
correspondientes: Primero, la Mecánica sexual dominante no comparte
con la Economía política el ámbito
público, esto es, la publicidad que
es propia a la divulgación de las teorías económicas. Inversamente, su radio de
acción no es sino el terreno privado,
esto es, el carácter privado reservado a ciertas prácticas. Por eso mismo no le
es dado, siquiera, hacerse presentar como episteme, sino más "humildemente" como
una ortodoxia. Una ortodoxia privada que más que con las
teorías y las mentes tiene que ver con las prácticas y los cuerpos. Ello nos
lleva a observar que si la Economía política parecía tener su origen en el discurso retórico
de los economistas burgueses, la Mecánica
sexual dominante podría tener su origen en algo así como una retórica de los cuerpos de la cual son
emisores los cuerpos mismos. Segundo, si bien hemos hablado ya del proceder en cierto sentido similar que
correspondería tanto a la Mecánica
newtoniana como a la Mecánica sexual
dominante, habríamos de señalar: por un lado que, asimismo, ésta última difiere de la primera (como ya ocurría
con la Economía política) en que se
trata de una práctica ortodoxa y no
de una disciplina propiamente teórica; por otro lado, aunque en estricta
continuidad con lo primero, la Mecánica
sexual dominante se asimila más bien a lo que algún pensador del XVII daría
en denominar una mecánica política, o
más explícitamente, una mecánica natural
de la política. Lo cual no desmerece en absoluto lo dicho arriba acerca de
cierta asimilación de sus modos de proceder. Bien al contrario, la mecánica política racionalista
—desmesura teórico-práctica de la Física
cartesiana— programó ya con
anterioridad el cumplimiento técnico de aquella pretensión teórica de la Física
por la cual ansiaba abarcar, asimismo, la totalidad de lo real. Modelo que
constituyó no únicamente una amenaza para los márgenes imperceptibles del
espacio moral, sino el deseo explícito de la ejecución táctica del mismo.
Teniendo esto en cuenta, al tiempo que
recopilamos lo dicho hasta ahora, podemos declarar de modo claro nuestro
propósito en el presente texto, a saber, llevar a cabo cierta explicación desde
el tono que nos proporciona el método
kantiano aplicado sobre un objeto que pretende a su vez configurarse desde
la teoría crítica feminista pero que no puede por menos de acudir a la
explicitación de una mecánica de los
cuerpos entendida en términos de dominación, llevada a cabo con particular
claridad por el filósofo Thomas Hobbes en su conocida obra Leviathan. Tercero, tanto en el caso de la Economía política como de la Mecánica sexual dominante podría
justamente alegarse que -a diferencia de lo que ocurría
con la Ciencia de la
Naturaleza-, no es cierto que lo que
garanticen sea nada más que la
verdad, sino que más bien habríamos de inclinarnos por una presunción de culpabilidad, a saber, por
suponer que no hay en ellas nada de
verdad. Lo cual, claro está, no haría más que agravar las cosas en lo
referente a la segunda consideración que cabe hacer, porque ya no es que
aquéllas proyecten -como la Ciencia de la Naturaleza- que su algo de verdad, que no es nada más que la verdad, se torne toda la verdad y nada más que la verdad,
sino que ambiciona que su nada de
verdad sea legítimamente toda la
verdad.
«La
concordancia entre las estructuras objetivas y las estructuras cognitivas, entre
la conformación del ser y las formas de conocer, entre el curso del mundo y las
expectativas que provoca, permite la relación con el mundo que Husserl
describiría como «actitud natural» o de «experiencia dóxica», pero olvidando las
condiciones sociales de posibilidad»[11]. La forma en que nos haremos cargo de esta dualidad «fenomenológica» de la Mecánica sexual dominante, y de la estructura que se piensa tras ella, es ciertamente muy compleja, como lo es el problema mismo en el que intentamos profundizar: De un parte, consistirá, según apuntamos arriba, en la elaboración de una crítica de aquella mecánica política de la sexualidad dominante, de aquella ortodoxia, -o dicho con Bourdieu, aquella «experiencia dóxica»-, mostrando los principios metafísicos o «metadóxicos» que la sustentan, o dicho de otro modo, sus «condiciones sociales de posibilidad». Como hemos visto también fue necesaria una metafísica que explicara las condiciones de posibilidad de aquella interpretación absoluta que de sí daba la Ciencia de la Naturaleza y, de un modo semejante, también la Economía política a través del análisis de la mercancía fue investigada. Ahora es el turno de la Mecánica sexual dominante cuya pretensión totalitaria interpreta la naturaleza -ahora en el sentido de lo real humano, de lo verdaderamente propio de la naturaleza humana-, en el sentido de aquellos cuerpos susceptibles de sexualización mecánica. El camino de esa ontología resultaba ser, en el caso de El Capital, el de la construcción de una estructura. En cuanto al presente objeto de estudio disponemos ya de un modelo -el Leviathan- sobre el que llevar a cabo nuestra exploración. «Ahora hago referencia en
especial a Rousseau, porque su personaje de Sofía es sin duda cautivador, aunque
me parece enormemente superficial. Sin embargo no quiero atacar la estructura
superficial, sino los cimientos de su carácter, los principios en los que se
basa su educación»[12]. De otra parte, debemos tener en cuenta, que la mentada Mecánica sexual ha abandonado en nuestro tiempo el modo de producción artesanal básicamente familiar para adaptarse a la industrialización del modo de producción capitalista contemporáneo. Hemos pasado también en esto -por decirlo con Rafael Sánchez Ferlosio- de la «Ecclesia Militans»«Ecclesia Triumphans» del Liberalismo económico. Así las cosas, nos vemos obligados a emprender -en coherencia con nuestro planteamiento anterior- a la un análisis de la mercancía sexual que se haga cargo de ese rescatado «fenómeno histórico-intelectual»[13], manifestación última de la «Ecclesia Triumphans» del Liberalismo patriarcal, que supone el Reglamentarismo de la prostitución. «El poder patriarcal no
pierde su fuerza bajo los cambios de condiciones estructurales y económicas. Más
bien recompone la opresión y dirige la explotación con más precisión. La
privatización de las mujeres no puede asegurarse por más tiempo mediante la
dominación patriarcal que ejerce el matrimonio. La familia se ha visto demasiado
expuesta al ámbito público como para ser el lugar de control total sobre las
mujeres que caracteriza a las relaciones patriarcales de poder. El cuerpo se ha
convertido en el terreno de la dominación, pero no lo ha hecho reemplazando el
matrimonio o la familia como lugares de opresión patriarcal sino operando como
un terreno que cubre todas las otras condiciones. El cuerpo de la mujer
sexualizado. Pues, incluso cuando obtengamos derechos para el aborto libre, y
ahora, con el control reproductivo que han obtenido las mujeres y con la
libertad sexual de los hombres que han hecho posible las lesbianas, la mujer
sexualizada, el modelo pornográfico, la reducción de todas las mujeres a la
"puta", es el último estado de dominación patriarcal»[14].
5. «El
derecho a la autodeterminación del que goza toda mujer u hombre adulto y libre
que no se encuentre sometido a ninguna influencia ilegal, implica el derecho de
esta persona a dedicarse a la prostitución y de permitir que otra persona se
lucre con los ingresos que ella obtenga.» [Cuestiones relativas a los derechos
del hombre. Posición del gobierno holandés. Consejo económico y social. Naciones
Unidas (E/1990/33), 3 de abril de 1990][15]. El
mundo social funciona (según unos grados diferentes de acuerdo con los ámbitos)
como un mercado de los bienes simbólicos dominado por la visión
masculina.[16] La mercancía en condiciones ideales, esto es, en un mercado de concurrencia perfecta sujeto al ciclo M-D-M´ (léase «Mercancía-Dinero-Mercancía´»), está determinada cualitativa y cuantitativamente. Por una lado, le son propias una serie de propiedades o cualidades que permiten diferenciar una mercancía de otra y por las cuales esa mercancía es útil para dar cuenta de unas u otras necesidades humanas; es decir: la mercancía tiene valor de uso: «El sexo de la sexualización
está socialmente construido. Se erige a partir de impulsos biológicos y
necesidades fisiológicas que a veces son llamadas "pasiones" o "impulsos" o
"necesidades" o incluso "derechos"»[17].
Además la mercancía está definida cuantitativamente por ser intercambiable en determinadas proporciones por cualquier otra mercancía. Precisamente esto, a saber, que cualquier mercancía sea equivalente proporcionalmente a cualquier otra, implica que ambas tienen algo en común, algo distinto de esas mismas mercancías especificadas por su valor de uso. Ese «algo en común» es el trabajo, pero no este o aquel trabajo, sino que, como ya ocurría con la mercancía, se trata de determinadas proporciones del mismo trabajo, un trabajo abstracto: «Una teoría semejante no sólo
toma en consideración la estructura específica de ese intercambio, sino también
el trabajo social que exige de los que lo realizan y sobre todo el necesario
para producirlo y reproducirlo, no sólo los agentes (activos los hombres, o
pasivos, las mujeres) sino también la propia lógica»[18].
Esa posibilidad de que en principio cualquier
mercancía pueda ser cambiada por cualquier otra, acarrea que además de su
mentado valor de uso, tenga un valor de
cambio. Este valor de cambio
constituirá en último término la
forma de valor, análogamente a como el valor de uso configura la «sustancia de valor». La «forma más
acabada» de esa forma de valor es la
forma de dinero. En efecto, ésta es
una mercancía muy especial; ya que siendo una mercancía como cualquier otra
posee la virtualidad de ser aquella por
la cual pueden intercambiarse todas las demás. Por otra parte, la forma valor se define como la forma de cierto contenido o sustancia
valor en tanto cantidad de trabajo abstracto (simple y socialmente necesario)
cristalizado en esa mercancía.
«Así pues existe una
asimetría radical entre el hombre, sujeto, y la mujer, objeto de intercambio;
entre el hombre responsable y dueño de la producción y de la reproducción, y la
mujer, producto transformado de ese trabajo»[19]. Dados a priori estos presupuestos ontológicos
emanados del análisis de la mercancía
en la sección primera del capítulo primero en el libro I de Das Kapital, nos preguntaremos a
continuación: ¿Qué principios serían
los propios de una metafísica fundada
en aquellos presupuestos ontológicos? ¿Cuáles son las condiciones de posibilidad
del aparecer de aquel fenómeno que
habíamos constatado? Nuestra tarea
fenomenológica -dijimos
arriba-
«consiste en dejar que el
propio fenómeno (esto es: el mostrarse de aquello que se muestra) nos dé los
conceptos adecuados, el "lenguaje" en el cual ello puede ser dicho». Desde el
primer momento de nuestro análisis constatamos: que hay capital, que hay sexo, que hay cuerpos femeninos. Tal será el lenguaje, tales serán los conceptos en el cuales el fenómeno
puede ser dicho. La presencia del capital transmuta el ciclo de nuestro
mercado que entre tanto sigue la pauta: D-M-D´ (léase «Dinero-Mujer-Dinero´»).
Porque hay «cuerpos femeninos» y hay «capital», el capitalista, esto es,
el proxeneta y/o el prostituidor acude al "mercado" con
dinero contante y sonante con el que adquiere una mercancía muy particular: cuerpos femeninos. Esta mercancía tiene
la peculiaridad de que una vez usada
produce un residuo, que no puede
ser otro que el cuerpo femenino sexualizado: «La opresión de las mujeres
implica políticamente algo que no se encuentra en ninguna otra condición -la construcción
sexual del cuerpo femenino sexualizado-; la opresión
abarca desde las formas de objetivación hasta la violencia, pero es una
explotación que se introduce en los cuerpos de las mujeres»[20].
Al ser de nuevo llevada al mercado dicha mercancía ha aumentado su valor. Puesto que el valor de una mercancía se define como cantidad de trabajo abstracto (simple y socialmente necesario) cristalizado en esa mercancía, ese trabajo abstracto es lo único capaz de hacer aumentar su valor. Luego el uso sexual de la mercancía «cuerpo femenino» consistirá en trabajo: «Al igual que las tendencias a la sumisión,
aquellas que llevan a reivindicar y a ejercer la dominación no están inscritas
en la naturaleza y tienen que estar construidas por un prolongado trabajo de
socialización, o sea, como hemos visto de diferenciación activa en relación con
el sexo opuesto»[21]. Cuando el capitalista/proxeneta/prostituidor compra la mercancía «cuerpo femenino» en el "mercado", lo hace a su valor. Digamos que nunca se viola la ley del valor, esto es, el capitalista/proxeneta/prostituidor siempre compra ese «cuerpo femenino» según la cantidad de trabajo simple y abstracto socialmente necesario para producirla. El capitalista/proxeneta/prostituidor tiene entonces derecho a usarla pongamos durante un día (si tomamos esa unidad de tiempo como patrón de medida). Sin embargo no la usa todo ese tiempo porque es de facto imposible, y la jornada sexual ¿laboral? queda fijada por la posibilidad de que el «cuerpo femenino» pueda ser usado al día siguiente, esto es: por un lado, por la necesidad de que de hecho siga habiendo «cuerpo femenino» que vender; por otro lado, porque de hecho hay centrales sindicales (si bien, en este caso, su defensa de los derechos de sus afiliadas va más bien en la dirección de buscar una mayor sujección de las mismas —a ser posible legal— al sistema de dominación en el que se ven inmersas[22]). «El poder no se ejerce sin
agentes, sin individuo, gente real que no sólo lo perpetra, sino que, incluso
cuando no actúa directamente para perpetrarlo, sigue beneficiándose de él.
Considérense algunos de los perpetradores más agresivos: los agentes de ese
poder, tal como los encontré en la esclavitud sexual femenina, son hombres que
podrían operar individualmente o en concierto con otros: si se tiene en cuenta
la cantidad de hombres que son chulos, procuradores, miembros de sindicatos y
bandas esclavistas autónomas, gestores de burdeles y salas de masaje, conectados
con la industria recreativa de la explotación sexual, intermediarios
pornográficos, maridos que maltratan a la mujer, pederastas, agentes del
incesto, estafadores y violadores, una no puede evitar el estupor al advertir la
gran cantidad de población masculina que participa en la esclavitud sexual de
las mujeres»[23].
De lo cual podemos concluir que el valor del «cuerpo femenino» en el "mercado" y la duración de la jornada sexual ¿laboral? son cantidades totalmente heterogéneas: horas/mujer. Recordemos ahora aquel residuo: «cuerpo femenino sexualizado» y cómo esta mercancía había aumentado su valor a raíz del uso sexual que de ella se había hecho. Pero, ¿cuál es el valor de esa mercancía en el mercado, es decir, cuánto trabajo abstracto, simple y socialmente necesario está cristalizado en esa mercancía? Convendremos en que no puede ser otro que el tiempo que esa mercancía ha sido sexualmente usada, a saber ¿EL TRABAJO? llevado a cabo ¿por el «cuerpo femenino», v. g. la mujer, o por el capitalista/ proxeneta/ prostituidor?, durante su jornada sexual ¿laboral? La diferencia entre D y D´ en el caso de que D´> D (el caso D´< D arruinaría el negocio patriarcal) deriva de la diferencia entre el valor del «cuerpo femenino» en el "mercado": D; y el valor que la «mercancía/residuo», a saber, el «cuerpo femenino sexualizado»: D´, que según la ley del valor no es otro que el trabajo simple y abstracto socialmente necesario para producirla, en otras palabras, el tiempo de la jornada sexual. Tal diferencia es el plushonor: «Al estar orientada hacia la
acumulación de capital simbólico (el honor) esa economía transforma diferentes
materiales brutos, y en primer lugar la mujer, así como todos los objetos
susceptibles de tener formas intercambiables, en dones ( y no en productos), es
decir, en signos de comunicación que son de manera indisociable unos
instrumentos de dominación»[24].
Que el valor sea entendido como trabajo socialmente necesario quiere decir que en nuestro mercado ideal de concurrencia perfecta ese valor/honor es un nivel de equilibrio que se alcanza en ese mercado. El mercado tiene tendencia hacia ese equilibrio, lo cual estabiliza el valor de las mercancías. Sin embargo, podría ocurrir que alguno de los cuerpos libres, ¿o de los capitalistas/proxenetas/prostituidores?, consiga determinados medios de producción que le permitan salir del equilibrio. Se nos disculpará si por falta de espacio no hemos introducido más detalles en torno a la división de la jornada sexual que se deriva de la noción de plushonor. Ésta se divide ahora (1) en un tiempo horas/mujer necesario para que el capitalista/proxeneta/prostituidor recupere lo invertido en «cuerpo femenino», (2) un plusvalor/plus-sexo o sobre-sexo donde la mujer produce, sin ningún intercambio un plusproducto/plushonor: el sexo. Esta situación le proporciona al capitalista/proxeneta/prostituidor grandísimas ventajas en el "mercado" y por lo tanto hace lo posible por perpetuarla:
«...lo que determina quién
acabará forzada a prostituirse es, sobre todo, los captadores y sus intereses y,
solo secundariamente, la edad, la raza o la clase económica de las
mujeres»[25].
En definitiva, las leyes de producción patriarcal-capitalista son leyes de producción de plusvalor/plushonor/sexo. En otras palabras, el modo de producción patriarcal-capitalista no va encaminado a la producción de unas mercancías determinadas, a saber, «cuerpos femeninos sexualizados» porque sea necesario cubrir la demanda de un espectro dado de "impulsos","necesidades", "pasiones", o incluso, «derechos», sino que dicha producción se orienta exclusivamente a la producción de plusvalor/plushonor. Por esto mismo, y en la medida en que según nuestros presupuestos ontológicos todo lo que es, es en tanto mercancía sexual, nada de lo que es puede en principio saltarse ese "mercado", esto es, ningún ente puede dejar de someterse a las leyes de producción de plusvalor/plushonor: «La prostitución es la
quintaesencia de la sexualización de las mujeres porque en ella los cuerpos
femeninos, sexualizados por la sociedad como lo son todos los cuerpos femeninos,
solo necesitan estar presentes y disponibles para actuar sobre ellos con el fin
de producir sexo...»[26].
Comprobamos, entonces, cómo las condiciones de posibilidad de la
estructura de orden del fenómeno que habíamos constatado son necesarias, es
decir: necesarias siempre que sigamos
constatando el fenómeno o necesarias
hipotéticamente. Esto es, siempre que constatemos que hay el fenómeno: capital-sexo-cuerpos femeninos, entonces
es que hay un mercado al que subyace la consideración ontológica de que todo cuerpo femenino es una mercancía
sexual. 6. «La
fuerza del orden masculino se descubre en el hecho de que prescinde de cualquier
justificación: la visión androcéntrica se impone como neutra y no siente la
necesidad de enunciarse en unos discursos capaces de legitimarla. El orden
social funciona como una inmensa máquina simbólica que tiende a ratificar la
dominación masculina en la que se apoya...»[27]. ¿A qué nos referimos exactamente cuando hablamos en términos de mecánica? En los términos de la Ciencia de la Naturaleza la respuesta es bien conocida, partimos de la observación del fenómeno común del movimiento de los cuerpos y de la experiencia de que el movimiento de un cuerpo es influenciado por los otros cuerpos que lo rodean. El movimiento puede entonces quedar definido como la interacción de unos cuerpos con otros y la Mecánica como el conjunto de las reglas generales o principios que se aplican a toda clase de movimientos, no importa cuál sea la naturaleza de dichas interacciones. Por lo demás al hablar de mecánica no nos referimos únicamente a
la Física matemática -entendida
como la teoría por razón de la cuál podemos definir como el examen matemático de los movimientos de
los fenómenos físicos-
sino asimismo a la mecánica como construcción de máquinas, dicho de otro
modo, la técnica mediante la cual son
materializadas. Por cierto que nos interesa aquí particularmente, en el seno de
esta última acepción del término, reparar en la noción de ventaja o ganancia mecánica. Volveremos
a ella más tarde. Quede aquí sucintamente definida como la regla según la cual:
para realizar el mismo trabajo con un
esfuerzo menor, se necesita correlativamente un empleo mayor de tiempo y de
espacio, o dicho inversamente, el
empleo de un esfuerzo mayor significaría análogamente la aplicación de una menor
cantidad de tiempo y de espacio. Pero todavía no hemos señalado el significado que el término mecánica adquiere cuando no es referido a aquel sentido teórico-técnico de la Física sino que es trasladado[28] a un ámbito tradicionalmente diverso: el terreno de la práxis o de las acciones humanas. Ciertamente tal es la pretensión —explícita y literal— de Hobbes en el Leviathan, a saber, la de hacer de la práctica política, de una vez por todas, una verdadera ciencia, aportándole el mismo grado de exactitud propia de su modelo: la mecánica cartesiana de la naturaleza. En ese sentido hablaríamos con propiedad de una verdadera mecánica natural de la política en las dos acepciones expuestas arriba para la mecánica en general: de un lado, una técnica de construcción de mecanismos; de otro lado, la serie de las reglas generales que rigen para esa técnica. No obstante esta «transferencia inédita» al terreno práctico de categorías, cuyo origen y validez proceden del campo técnico-teórico, encierra un efectivo coste metafísico, pues el «pienso, luego existo» de Descartes se corrige en un «pienso, luego existo como cuerpo». Esta corrección de Hobbes a la Metafísica cartesiana se verá consecuentemente acompañada por toda una serie de reajustes de los que trataremos de dar cuenta llegado el momento. Por ahora baste con señalar, como conclusión inmediata, que las acciones humanas serán desde ahora entendidas como el objeto de estudio propio de una mecánica, que esta vez se centre eso sí en la naturaleza humana. En consecuencia con lo anterior también aquellas "prácticas" dirigidas por esa "disciplina natural" -denominada por nosotros Mecánica sexual dominante- adquieren el rango de interacciones entre los cuerpos susceptibles de un tratamiento mecánico. Precisamente tal era nuestro punto de partida: nos topamos nada más comenzar a pensar este problema con un fenómeno cuyas ansias absolutistas habían convertido la cuestión de la dominación sexual en "tierra quemada" para cualquier intento de tratar filosóficamente el tema. Dicha indagación quedaba entonces supeditada a una exploración crítica de aquella Ortodoxia de la mecánica sexual para llevar a cabo la cual decidimos apoyarnos en la metodologías críticas de Kant y Marx, así como en la semejanza que respecto de nuestro objeto de estudio encontramos en la Mecánica política hobbesiana. Armándonos con el pormenorizado examen y sistematización de la dominación política expuestos en el Leviathan (eso que hoy no es para la filosofía sino un ensueño de la razón mecanicista), trataremos de probar la poderosa y efectiva isonomía existente entre aquel «gobierno» y la ortodoxia sexual en lo referente a determinadas "prácticas" que como un verdadero monstruo de pesadilla -dicho con el Rousseau del Emilio- «domeña nuestras fantasías»[29]. Pero que nadie se lleve a engaño, cuando hablamos de la Ortodoxia sexual dominante no hablamos únicamente de la construcción efectiva y material de esas prácticas, a saber, de la máquina sexual como tal, materializada por una técnica sexual determinada y, por lo tanto, de las nociones que le son estrictamente propias, como una posible ventaja o ganancia sexual dominante. Sino que se trata también, claro está, de la teoría, esto es, de una mecánica en general, la Mecánica sexual dominante, no como episteme, pero sí como Dogma sexual dominante que se definirá asimismo como el conjunto de reglas generales o principios que se aplican a toda clase de movimientos, no importa cuál sea la naturaleza de dichas interacciones. «La construcción de la
sexualidad como tal (que encuentra su realización en el erotismo) nos ha hecho
perder el sentido de la cosmología sexualizada, que hunde sus raíces en una
topología sexual del cuerpo socializado, de sus movimientos y de sus
desplazamientos inmediatamente afectados por una significación social; el
movimiento hacia arriba está asociado, por ejemplo, a lo masculino, por la
erección, o la posición superior en el acto sexual.»[30] La Mecánica sexual dominante comparece como el conjunto de reglas generales y principios simbólicos que da cuenta de la totalidad de las relaciones, esto es, de los movimientos e interacciones entre los cuerpos sexualizados[32], es decir, de los fenómenos o de los efectos en los cuerpos debidos a la Estructura de dominación patriarcal. «Arbitraria, vista
aisladamente, la división de las cosas y de las actividades (sexuales o no) de
acuerdo con la oposición entre lo masculino y lo femenino recibe su necesidad
objetiva y subjetiva de su inserción en un sistema de oposiciones homólogas,
alto/bajo, arriba/abajo, delante/detrás, derecha/izquierda, recto/curvo
(oblicuo) (y pérfido), seco/húmedo, duro/blando, sazonado/soso, claro/oscuro,
fuera (público)/ dentro (privado), etc., que para algunos, corresponden a unos
movimientos del cuerpo (alto/bajo // subir/bajar, fuera/dentro // salir/entrar).
Al ser parecidas en la diferencia, estas oposiciones suelen ser lo
suficientemente concordantes para apoyarse mutuamente en y a través del juego
inagotable de las transferencias prácticas y de las metáforas...»[33] Dicha estructura patriarcal así entendida es el «modo de producción»[34]de ese «juego metafórico inagotable». Dicho de otro modo, si la Mecánica sexual patriarcal no es sino la realización ortodoxa de dicha estructura de dominación en los cuerpos, cabe extraer a partir de él una tópica, en el sentido de la recurrencia de las «transferencias prácticas» y el «contrabando desde una esfera semántica a otra» que afloran en los relatos de esta retórica de los cuerpos.tópica que no da cuenta únicamente de un fenómeno lingüístico sino asimismo de una experiencia corporal del mundo. La tópica es por eso mismo una anatomía. En efecto, como ya indicamos en el primer parágrafo, si la sociedad moderna era «aquello cuya anatomía había de ser buscada en la Economía política», podemos entender "sociedad patriarcal", v.g. elpatriarcado, como aquello cuya anatomía ha de ser buscada en la tópica que pone en juego la Mecánica sexual dominante: «Resultan muy significativos
los cambios de vocabulario usados en los textos holandeses, que van apareciendo
gradualmente en los textos holandeses y en la lengua hablada: el "derecho a la
autodeterminación" de las mujeres reemplaza su libertad; "el fortalecimiento del
poder de las mujeres" reemplaza sus derechos o la igualdad entre sexos, mientras
que el concepto de "derechos sexuales" abre en su ambigüedad el camino a la
comercialización del sexo»[35]. 7. «That when a thing lies still,
unless somewhat els stirre it, it will lye still for ever, is a truth than no
man doubts of. But than when a thing is in motion, it will eternally be in
motion, unless somewhat els stay it, though the reason be the same, (namely,
that nothing can change it selfe) is not easily assented to»[36]. Podemos comprobar en cualquier manual al uso que la física se estructura en diversas ramas o subdisciplinas. Desde un punto de vista estrictamente teórico, la física se divide en dos áreas teóricas: la mecánica y la termodinámica[37]. Las demás subdisciplinas tienen ya un carácter aplicado y se fundamentan ya en la mecánica (clásica y cuántica), ya en la termodinámica. Como ha venido advirtiéndose, el objeto
de nuestro interés aquí es precisamente una de esa disciplinas, a saber, la mecánica teórica. Como señalamos en
parágrafos anteriores el fenómeno más obvio y fundamental que observamos a
nuestro alrededor es el de movimiento. Por lo demás, nuestra
experiencia nos revela que el movimiento de un cuerpo es influenciado por los
cuerpos que lo rodean, o dicho de otro modo, por sus interacciones con ellos. El
conjunto de las reglas generales o principios que se aplican a todas las clases
de movimiento, no importa cual sea la naturaleza, y la teoría que los sustenta,
se denomina mecánica. Aludimos asimismo en su momento al propósito hobbesiano de elaborar una mecánica natural de la política cuyo modelo no parecía ser otro que la mecánica cartesiana de la naturaleza. Nos gustaría aclarar un poco en qué puede consistir este «tomar como modelo» el paradigma físico expuesto en El Mundo...: El cosmos cartesiano se generaba a partir de una materia homogénea definida como mera extensión: partes extra partes en la estricta continuidad propia de un mundo lleno. A pesar de ello, la res extensa contenía un principio de heterogeneidad, a saber, el tamaño y la figura de aquellas partes de materia, dicho de otro modo, las cualidades primarias pertenecientes con propiedad a dichas partes de materia. Eran precisamente aquellas variables cualitativas las que permitían a Descartes describir pormenorizadamente el proceso de formación del universo. Tras un notable "papirotazo" aquel reloj cuyo mecanismo estaba ya perfectamente dispuesto conservaría sus movimientos a través del choque entre sus partículas como si se tratara de un perpetuum movile. La física aristotélica había venido describiendo el movimiento en términos de proceso con un principio y un fin, acudiendo para ello a la noción de causa. Frente a esto la mecánica moderna pasa a entender el movimiento como un estado por razón del principio de inercia: «un cuerpo abandonado a sí mismo persiste en su estado de inmovilidad o movimiento hasta que algo modifica ese estado»[38]. En este sentido, el reposo no supone el fin de un proceso, sino asimismo un estado. Los estados de movimiento y reposo no son entonces modos absolutos de una partícula sino estados relativos («relatividad galileana») a un sistema de referencia. Además, para dar cuenta del paso de un estado a otro ya no pensamos en un proceso que comienza y llega a su fin, sino que se hace necesario postular el concepto de fuerza. Cualquier interacción entre una partícula y su entorno puede explicarse entonces en términos de una fuerza que actúa sobre una partícula. Es decir, las interacciones entre los cuerpos se describen convenientemente por un concepto matemático denominado fuerza. La sección de la mecánica teórica dedicada al estudio de la relación entre el movimiento de un cuerpo y las causas de este movimiento, entendidas ahora a través de la noción de fuerza, se denomina dinámica[39]. La comprensión de cómo (¿por qué?) se producen los movimientos nos capacita para diseñar mecanismos y otros instrumentos prácticos que se mueven en la forma que nosotros deseamos. Esta comprensión es importante no solamente desde el punto de vista del conocimiento básico de la naturaleza, sino también desde el punto de vista de las aplicaciones técnicas. 8. «...For seeing life is but a
motion of Limbs, the beginning whereof is in some principall part within; why
may we not say, that all Automata (Engines that move themselves by springs and
wheeles as doth a wacht) have an artificiall life? For what is the Heart, but a
Spring; and the Nerves, but so many Strings; and the Joynts, but so many
Wheeles, giving motion to the whole Body, such as intended by the Artificer? Art
goes yet further, imitating the Rationall and most execellent worke of Nature,
Man. For by Art is created that great LEVIATHAN called the COMMON-WEALTH, or
STATE, (in latine CIVITAS) which is but an Artificiall Man; though of greater
stature and strength than the Naturall, for those protection and defence it was
intended; and in which, the Soveraignty is an Artificiall Soul, as giving life
and motion to the whole body»[40]. Como ya ocurriera en la mecánica cartesiana la materia hobbesiana, a saber, esas peculiares partículas naturalmente políticas, son asimismo de naturaleza homogénea. En efecto, los cuerpos son cabalmente semejantes pues están elaborados con la misma masa[41]. Pensemos en los títulos de los capítulos de la primera parte del Leviathan: «Of Sense», «Of Imagination», «Of Speech», «Of Reason», «Of Virtues»... Siendo cualquier variación en las proporciones de sus componentes ciertamente despreciable. Pensemos por un momento en el valor de cambio que permitía en último término intercambiar los cuerpos femeninos sexualizados por dinero. No obstante, el mundo hobbesiano no llega a configurarse de suyo como resultado de un impulso externo como era el caso cartesiano. No hay en este mundo ningún Deus ex machina que dé cuerda al reloj en el último momento. Resulta, sin embargo, que nos encontramos con que el mecanismo está ya actualmente funcionando, nos encontramos ya nosotros con que ya hay negocio de la prostitución. A saber, nos encontramos ya con que el fenómeno más obvio y fundamental que observamos a nuestro alrededor es el de movimiento, esto es, determinadas interacciones o intercambios sexuales. Al mismo tiempo, aquel relato al que asistimos nos descubre que el movimiento de estos cuerpos es influenciado por los cuerpos que lo rodean, o dicho de otro modo, por sus interacciones con ellos: «...because the condition of Man is a condition of Warre of everyone against everyone.»[42] «La guerra de todos contra todos» es otro modo de pensar el mercado de ciclo D-M-D´ donde los capitalistas-proxenetas-prostituidores compiten en la producción de aquel plus-valor/plus-sexo. En el mercado de la prostitución se combinan una competencia simbólica y una ganancia económica. Sabemos ya que Hobbes propone nada más y
nada menos que una mecánica política. Sin embargo aún debemos aclarar si el Leviathan es una cinemática o una dinámica de los cuerpos naturalmente
políticos. Hemos explicado más arriba que en el tratamiento dinámico de los fenómenos
cualquier interacción entre una partícula y su entorno puede explicarse en
términos de una fuerza que actúa sobre una partícula. Es decir, que las
interacciones entre los cuerpos se describen convenientemente por un concepto
matemático denominado fuerza: «La medida cuantitativa de acción de los
cuerpos unos sobre otros se denomina en la mecánica fuerza.»[43]
¿Podemos encontrar en el Leviathan un
concepto que juegue un papel de medida análogo a ese?: «THE RIGHT OF NATURE, which
Writers commonly call Jus Naturale, is the Liberty each man hath, to use his own
power, as he will himselfe, for the preservation of his own Nature; that is to
say of his own Life; and consequently, of doing any thing, which in his own
Judgement, and Reason, hee shall conceive to be the aptest means
thereunto»[44]. ¿Cómo dar medida de las interacciones entre esos cuerpos naturalmente políticos? Dicho de otro modo: ¿cuál es la relación entre ese fenómeno del movimiento, de intercambios e interacciones sexuales de un cuerpo naturalmente político y las causas de este movimiento, entendidas ahora a través de la noción de fuerza? Mejor aún: ¿cuál es la relación entre «... the condition of Warre of everyone against everyone» y la noción de «Right of Nature»? En definitiva: ¿cómo dar cuenta de una Dinámica de los cuerpos naturalmente políticos? Lo que propiamente estudia esa Dinámica..., su objeto propio de estudio, es ese fenómeno de movimiento de los cuerpos, que representa asimismo la «condition» del juicio hipotético presupuesto en la técnica hobbesiana que habrá de dar cuenta de «ese gran Leviathan llamado Riqueza-común, o Estado, (en latín Civitas) que no es sino un Hombre Artificial». Dicho juicio enunciaría: por un lado, en términos generales, algo del tipo: «si (hay) A, entonces (hay) B»; por otro lado, y en particular, en el Leviathan: "si hay «una guerra de todos contra todos», entonces hay una fuerza que actúa", esto es, "si observamos ese fenómeno: «negocio de la prostitución» o «the Warre of everyone against everyone», entonces es que debe suponerse una fuerza o un derecho patriarcal o «Right of Nature» por el que esos cuerpos actúan, es decir, «cada hombre hace uso de su propio poder, como él quiere". De modo que el fenómeno observado «negocio de la prostitución» o «Warre» es la condición, cuya consecuencia está en la necesidad de postular un Derecho del patriarcado o «Derecho de Naturaleza». El mentado Right of Nature adquirirá todo su sentido en la medida en que tengamos en cuenta cierta propiedad de cada uno de esos cuerpos, a saber, aquello que denominábamos arriba, su masa: «la propiedad (p.e. la virilidad) que en algún sentido determina la racionalidad con que se conciben los mejores medios para el fin que persigue por acción de la fuerza de la mecánica política, es decir, «the Right of Nature». Sin embargo, nos ha quedado aún algo muy importante en el tintero. «The Right of Nature», ese sui generis concepto de fuerza presente en la mecánica hobbesiana de los cuerpos, se define en primer término como: «the Liberty each man hath...». Hobbes define asimismo ésta algo más abajo: «By Liberty, is understood according to the proper signification of the word, the absence of external impediments.»[45] Aparte de esta definición el autor proporciona otra similar ya no en la primera parte: «Of Man», sino en la parte segunda, «Of Common-Wealth» en el capítulo, "Of the LIBERTY of the Subjects" esencialmente dedicado a ella: «Liberty, or Freedome, signifieth (properly) the absense of Opposition». No es extraño que la noción de Libertad pertenezca oportunamente a esta segunda parte donde se trata no tanto de la materia y su artífice, cuanto de la Soberanía y la forma de preservarla. Cuando definimos el juicio hipotético como una proposición del tipo: «si (hay) A, entonces (hay) B», no tuvimos en cuenta que nos movemos en un ámbito político esto es práctico, al menos en el sentido técnico con el que nos venimos tratando. Así aquel juicio hipotético expresaría más precisamente: «si quieres A, entonces haz B». Lo cual viene a confirmar la relevancia de la técnica en la interpretación hobbesiana de la Mecánica política[46] : «si quieres este fin, pon estos medios». En el parágrafo anterior hablamos de la
diferencia entre la concepción aristotélica del movimiento como proceso poniendo en juego la categoría
de causa, y la de la mecánica moderna como estado por razón del principio de inercia. Consiguientemente
dicho principio comparece como la presuposición necesaria para que pueda entrar
en juego el concepto de fuerza: se
presupone que el cuerpo persiste en
su estado de inmovilidad o movimiento hasta que una fuerza lo modifica. Dicho de otra manera
este principio en la Física clásica «adquiere el status de evidencia apriorística»[47].
En ese mismo sentido the ("Principle of")
Liberty comparece como el presupuesto necesario que hace posible «the Right of Nature»: se presupone la
libertad de un cuerpo, hasta que el derecho de naturaleza de otro cuerpo
se lo impida. Ambos principios
pertenecen entonces a un ámbito a
priori, a saber, al de las condiciones de posibilidad de un estudio
de la relación entre el movimiento de un cuerpo y las causas de este
movimiento, entendidas ahora a través de la noción de fuerza, esto es, una Dinámica. 9. «And Covenants, without the
Sword, are but Words...»[48]. «Holanda lleva la lógica económica liberal hasta sus
últimas consecuencias. Desde el momento en que "el gobierno reconoce que las
mujeres tienen que ser libres de decidir prostituirse", admite que el cuerpo
humano puede ser objeto de transacción y reconoce que otra persona puede sacar
beneficio de eso»[49]. La dominación patriarcal viene siendo especialmente ejecutada mediante el gobierno público de los cuerpos políticos femeninos. Esta dominación estatal se despliega desde los principios de la Mecánica sexual dominante y se concreta técnicamente en la construcción de una estructura que atrapa a las mujeres reducidas por eso mismo a meros cuerpos sexualizados. Dicha Mecánica, así como el mecanismo inventado por ella, se interpretan como únicos, cómo válidos absolutamente en lo que toca a la naturaleza humana, que propiamente es aquí la condición femenina, y proceden como toda física que se precie, a su dominio técnico. Vale la pena explicitar aquí la paradójica situación de los cuerpos femeninos. Realmente, la mecánica hobbesiana tiene en mente cualquier cuerpo sea cual sea su sexo puesto que se trata de cuerpos homogéneos, como ya advertimos arriba. Sin embargo, no ocurre así en su modelo isomorfo, a saber, la Mecánica sexual dominante donde un principio de heterogeneidad sexual divide aquella continuidad hobbesiana en dos sexos bien diferenciados y, claro está, estrictamente jerarquizados según toda una cosmología de alcance simbólico que ya expusimos en su momento. A esto hay que añadir la permanencia del modo de producción capitalista y de la ideología liberal que aquél lleva aparejada. Tanto aquella Mecánica como este modo de producción son estructuras de dominación. Así las cosas, nos encontramos con que los cuerpos femeninos sexualizados son interpelados como meros objetos de intercambio sexual no ya en el sentido artesanal de otros tiempos sino en el actual modo industrial-capitalista concurriendo bajo el estatuto de mercancías. Pero, por otro lado, se exige de ellas la concurrencia en ese mismo mercado como sujetos capitalistas o propietarias de ese capital tan raro que es su propio cuerpo de acuerdo con las leyes de un mercado libre y autorregulado en una suerte de perpetuum movile donde los capitales están ya siempre en continuo movimiento. Hobbes nos advierte, en el capítulo dedicado a la Libertad mencionado arriba, que: «...when the words Free, and Liberty, are applyed to any thing but Bodies, they are abused.»[50] Ese abuso en cuanto a los términos Free y Liberty procedería de pretender darle a nuestro Principle of Liberty otra dimensión que no fuera la de su particular solapamiento con el principio de inercia de la Física matemática, que armoniza curiosamente con la peculiar "libertad" del mercado autorregulado. Una vez enunciado este principio[51] se precisa la vigencia de aquél en lo que se refiere a los cuerpos naturalmente políticos, v.g. los cuerpos femeninos: «...when a Body is once in motion, it moveth (unless something els hinder it) eternally; and whatsoever hindreth it, cannot in an instant, but in time and by degrees quite extinguish it.»[52] La paradoja exige que sean los propios cuerpos femeninos sexualizados o mercancías los que estén ya siempre funcionando según el Principio inercial de libertad que subyace en la mecánica hobbesiana. No otro es el sentido del «derecho de autodeterminación» al que apela el Reglamentarismo de la prostitución. Son entonces las mercancías mismas -no el mercado en el que concurren los capitalistas-proxenetas-prostituidores- las que se autorregulan y autodeterminan en virtud a su Principio de libertad inercial y eso pueden hacerlo en la medida en que no son sino meros cuerpos. Por eso mismo: primero, se olvida que esas mercancías por el hecho mismo de serlo son cuerpos ya sexualizados, a saber, sometidas a un trabajo simbólico simple y socialmente necesario para sexualizarlas; segundo, debe ser que se autorregulan ejerciendo cierta fuerzaPrincipio de libertad inercial, esa fuerza debe provenir de un Right of Nature que les constituye en sujetos hobbesianos capitalistas: sobre su«The Liberty of a Subject,
lyeth therefore only in those things, which in regulating their actions, the
Soveraign hath praetermitted: such as is the Liberty to buy, and sell, and
otherwise contract with one another; to choose their own aboad, their own diet,
the our trade of life, and institute their children as they themselves think
fit; and the like.»[53] Respecto al ejercicio de le mentada fuerza de autorregulación la consideración reglamentarista consiste en afirmar que esos cuerpos femeninos sencillamente están vendiendo su fuerza de trabajo lo cual está en perfecta consonancia con la definición dada por Hobbes respecto a the Liberty of the Subject. Justamente, los estados soberanos-reglamentaristas permiten a los cuerpos femeninos Sujetos a la exclavitud sexual la Liberty de vender sus cuerpos e incluso de hacer dieta. Cuando examinamos el mercado prostitucional nos encontrábamos con situaciones paradójicas en lo referente a la noción de trabajo abstracto simple y socialmente necesario. Porque podía tratarse: bien de aquel trabajo simbólico de sexualización cristalizado socialmente en esas mercancías que son los cuerpos femeninos; bien de aquel trabajo simbólico de virilización cristalizado socialmente en los cuerpos masculinos; o bien, incluso, el trabajo que el cuerpo femenino hacía consigo mismo con objeto de que él mismo quedara transformado en mercancía, v.g. cuerpo femenino sexualizado, por la cristalización. La cosa es verdaderamente enrevesada. La primera posibilidad parece estar clara gracias a las citas tomadas de la oracular obra de Pierre Bourdieu La dominación masculina y al análisis de la mercancía sexual llevado a cabo en el parágrafo cinco. En lo tocante a la segunda, la virilización comparte el mismo proceso simbólico de dominación que en el primer caso así como su "novedoso matiz" industrializado, pero no hemos insistido en ella. Le dedicaremos un momento pues es de vital importancia decir algo acerca de un fenómeno que escolta desde hace algún tiempo al mercado prostitucional: la pornografía. El proceso de virilización artesanal, al igual que el de sexualización femenina habían quedado en buena parte del llamado primer mundo, algo debilitado. Nos gustaría mentar aquí la exploración del fenómeno: «la producción del consumidor», que Rafael Sánchez Ferlosio inicia en su libro Non olet. Ferlosio hace allí aclaradoras consideraciones sobre el surgimiento del fenómeno de la publicidad ante la necesidad económica de incrementar el consumo entre la clase trabajadora norteamericana en la década de los años 20 en EE.UU. Diremos únicamente que paralelamente, el surgimiento de la pornografía, su espectacular auge en los años 70 y la estabilización actual de este negocio como reacción a los logros feministas en el ámbito público corren seguramente una suerte paralela al fenómeno publicitario, solo que en este caso lo que se publicita no es otra cosa que la mercancía sexual, el cuerpo femenino sexualizado. La pornografía no es entonces sino la publicidad, el marketing de la prostitución: «A este mismo respecto, siempre me había preguntado yo cuándo habría empezado la que me parece una fundamental revolución publicitaria, o sea la que comporta que el anuncio ya no represente solamente la imagen del producto, sino también la del propio consumidor y justamente ya en el acto de consumo[54]». Es entonces el turno de la tercera consideración acerca del esquivo lugar del trabajo. El cuerpo femenino sexualizado luego ya trabajado o usado sexualmente no se vendería a sí mismo como mercancía donde aquel trabajo ha sido cristalizado, sino que vendería una supuesta fuerza de trabajo. Veamos cómo aclarar esto: «La antigua ética del trabajo se fundaba en el uso autodisciplinado del propio tiempo, con el acento puesto en una práctica autoimpuesta y voluntaria, más que una sumisión meramente pasiva a los horarios y a la rutina. En la antigüedad, esta disciplina autoimpuesta se consideraba la única manera de manejar el caos de la naturaleza[55]». Es significativo, que a este respecto, comparezcan unos términos que ya deben resultarnos familiares. El «uso autodisciplinado», la «práctica» o la «disciplina autoimpuesta» rememoran la autorregulación que parecía propia de la mercancía sexual en el seno de los supuestos ontológicos presupuestos por una metafísica que diera razón de la Mecánica sexual dominante. Dicho de otro modo, ese «uso», esa «práctica» no es sino la Ortodoxia sexual dominante que se interpretaba como absoluta, a saber, que se tenía por una «disciplina» natural, fundamentada, en la naturaleza misma. La paradoja se nos presenta de nuevo: si esa «disciplina» procede del orden natural de las cosas: ¿cómo autoimponerse esa «disciplina» en el sentido de un trabajo consistente en manejar el caos de la naturaleza? En otras palabras: ¿cómo hace la naturaleza para imponerse una disciplina que consiste en el dominio técnico de sí misma desde sí? ¿Cómo hace la mercancía sexual para cristalizarse a sí misma por medio de su supuesta fuerza de trabajo, un trabajo que consiste en la naturaleza misma, a saber, en la Mecánica sexual dominante? 10. «En
Ginebra en 1998, en un informe sobre el sida, la OMS ha consagrado páginas
enteras a los perfiles socio-económicos y culturales de las mujeres que ejercen
la prostitución para señalar después, en un párrafo lapidario, que "los clientes
son más numerosos que los proveedores de servicios sexuales [...] Los factores
que conducen a las personas a devenir clientes son ampliamente
desconocidos"»[56]. Ya en su momento Hobbes preveía la dificultad para comprender la segunda parte del principio inercial, a saber, «cuando algo está en movimiento, seguirá eternamente en movimiento, a menos que alguna otra cosa lo detenga»; esto es, precisamente la parte precisada en el caso de los Bodies. A aquella dificultad de la imaginación, se añade ahora un complemento, que entendemos se debe en algún sentido a cierta naturaleza peculiar de ciertos cuerpos que interesan aquí especialmente. La fuerza o el Right of Nature de unos cuerpos (¿serán los masculinos?) ejercidos sobre la Liberty de otros cuerpos (¿serán los femeninos?) necesita de tiempo y ha de ser ejercida gradualmente. Los cuerpos femeninos necesitan tiempo y una fuerza ejercida gradualmente para convencerse de que ocupan todos los lugares de la estructura capitalista y de la estructura patriarcal, para creerse que ellas mismas se quemaron las plataneras y que el propio Humboldt fue testigo de ello, para conocer clara y distintamente que son entes absolutos: Deus sive Natura. «El razonamiento es que debe considerarse que la
prostitución es una actividad económica (casi) como cualquier otra. Sólo se
deben reprimir aquellas "formas de prostitución que comportan un elemento de
coerción o fraude o que abusan de la situación de dependencia de la
prostitución". Tal distinción da lugar entonces al reconocimiento de la
existencia de una prostitución "forzada", piedra angular de esta teoría[57]. El agregado de esa simple palabra, "forzada", implica
que la prostitución puede entonces ser "libre", "voluntaria", "elegida" (léase
económica)»[58]. Hobbes hace en el Leviathan algunas precisiones interesantes sobre el Principio de libertad inercial. La primera de esa consideraciones es que: «Feare and Liberty are consistent». De esta manera, consecuentemente con la lógica hobbesiana, un cuerpo femenino puede sentir mucho miedo concurriendo en el mercado de la prostitución y, a pesar de todo, concurrir libremente. El miedo es descrito técnicamente en el Leviathan como una de las especies de los Interiour Beginnings of a Voluntary Motions; commonly called passions». Solo señalar que frente a la otra clase de movimientos: Vitall Motions; los Voluntary motions necesitan de la ayuda de la imaginación, que supone a su vez el primer comienzo interior de cualquier movimiento voluntario visible, a partir de unos pequeños movimientos invisibles que Hobbes denomina «Endeuvours»: And although unstudied men, doe
not conceive any motion at all to be there, where the thing moved is invisible;
or the space it is moved in, is (for the shortnesse of it) insensible; yet than
doth not hinder, but that such Motions are.[59] Estos «endeavours», si están dirigidos a algo que los causa, son denominados en general apetitos o deseos; sin embargo cuando en esa dirección hacia su causa, el deseo cambia de sentido es denominado aversión. Tras lo cual, un poco más adelante, el miedo es estrictamente definido como aversión hacia algo o alguien que pudiera dañarnos. Hemos insistido en señalar que tanto el Principio inercial de Libertad que
gobierna los cuerpos da cuenta únicamente de las interacciones e intercambios
sexuales respecto de su carácter maquinal y visible de acuerdo a la Mecánica sexual dominante. De modo
análogo, solo se entiende por fuerza
la oposición igualmente automática y visible a dichas interacciones. En otras
palabras, si esas interacciones o intercambios sexuales se realizan mecánica y
visiblemente en nada cambia que se
lleven a cabo bajo el influjo de miedo o las amenazas, pues tales endeuvours son de suyo invisibles, y por ello no detectables
por esta Mecánica sexual dominante.
Este endeavour supone en efecto un
"esfuerzo", un "trabajo" para el cuerpo
que lo realiza, pero tal esfuerzo es de iure invisibilizado por este
tratamiento de los cuerpos a partir de los principios de esta Mecánica sexual dominante. Pero hay algo
más, las pretensiones absolutistas de dicha Mecánica condenan esos esfuerzos, esos miedos a la nada. El juicio hipotético que maneja el Reglamentarismo consiste en algo del tipo: "si hay interacciones o intercambios sexuales, entonces es que se llevan a cabo libremente", "si hay esas interacciones, entonces es que los sujetos hobbesianos-mercancía-prostituidos ejercen su derecho a la autodeterminación". En efecto, la segunda de las precisiones que hace Hobbes al Principio de libertad inercial es que: «Liberty and Nesessity are consistent»[60]; a saber, lo expresado por aquel juicio hipotético es necesario, eso sí, hipotéticamente. En otras palabras, si se da la condición, se da la consecuencia: si hay interacciones o intercambios sexuales bajo la determinación de los principios subyacentes a la Mecánica sexual dominante, entonces y sólo entonces, aquellos sujetos mercancía prostituidos son libres, o mejor, se autodeterminan; donde dicha autodeterminación depende necesariamente de su propia definición como una suerte de principio inercial para los cuerpos políticos; esos cuerpos consienten y, por lo tanto, la prostitución es ejercida voluntariamente. La prostitución es entonces "libre", "voluntaria", "elegida": «Tomemos el ejemplo de esos cientos de muchachas nepalíes
vendidas en la India y que, durante los dos o tres primeros años de su encierro
en los burdeles de Bombay, son estrechamente vigiladas y no tienen autorización
para salir, porque a la menor ocasión, intentan escaparse. Posteriormente, ellas
pueden ser expuestas con todos sus adornos delante de la puerta de los burdeles,
sin riesgo de que se fuguen. Pueden incluso ausentarse un tiempo y volver
después. ¿Cómo analizar esta situación? ¿Qué les ha ocurrido en ese intervalo?
¿Cuál es la naturaleza de su "consentimiento" posterior que definiría el
intercambio prostitucional como actividad consensuada?»[61]. No parece que la naturaleza femenina por sí misma dé lugar a un mercado libre y autorregulado de prostitución. Esa naturaleza femenina, como la naturaleza misma, se conoce en la medida que se transforma técnicamente. La aplicación práctica, u ortodoxia, de los conceptos, puestos en juego por la Mecánica política sexual incluido el de fuerza o Right of Nature masculino se encarga grosso modo de hacer posible el dominio técnico de la naturaleza femenina, aunque necesite de tiempo y la fuerza deba ejercerse gradualmente. Del mismo modo esos cuerpos femeninos se conocen como mercancías sexuales en la medida en que son técnicamente forzadas a concurrir en ese mercado prostitucional por los capitalistas-proxenetas-prostituidores. Mediante esta "ortodoxia" podrán medirse y dominarse las fuerzas que intervienen de manera que nos sea posible que los cuerpos se equilibren mutuamente mediante la construcción de un mecanismo de "grado de libertad cero", esto es, una estructura. La "estructura" —según la define la Teoría de Mecanismos y Máquinas— es un mecanismo rígido y se caracteriza por la ausencia de movimiento de sus elementos articulados, a saber, los cuerpos femeninos ya sexualizados: «Si el cuerpo es inmóvil, las fuerzas que actúan sobre este se equilibran»[62]. Un ejemplo de ese tipo de estructura es, por ejemplo, un puente, consistente en un arco apoyado en dos pilares laterales. Los elementos de piedra que lo componen no están unidos por ningún tipo de argamasa sino que están encajados de tal modo que es su propio peso el que los mantiene unidos. En efecto, cada una de las partes tiende hacia abajo y, sin embargo, son las piezas que lo flanquean —y que tienen las mismas tendencias— las que le impiden caer. La fuerza de su peso unida a su forma de cuña y al modo en que se compone con el resto de las piezas del puente similares a ella, produce la transformación de aquella tendencia a caer en una fuerza de compresión que se ejerce en dos sentidos sobre las piezas laterales anejas. Lo mismo sucede con todas las demás piezas. Sumadas todas las fuerzas de compresión que unas piezas practican sobre las otras se obtienen dos fuerzas resultantes que comprimen los pilares laterales proporcionando estabilidad y equilibrio a toda la estructura. Imaginemos ahora que cada una de esas piezas de la estructura es uno de los cuerpos femeninos mercantilizados. Cada cuerpo reducido a la condición de grave, esto es, sexualmente socializado, tiene una tendencia, una inclinación a caer por su propio peso; en otras palabras a caer libremente según los principios de la Mecánica sexual dominante. La fuerza de su peso unida a la forma en que fue tallada simbólicamente y al modo en que se compone con el resto de las piezas de los agentes dominados de la estructura similares a ella, a saber, sus condiciones sociales de posibilidad, produce la transformación de aquella tendencia a la caída en una fuerza de compresión que se ejerce en dos sentidos sobre las piezas laterales anejas. En otras palabras, los cuerpos o piezas resultan imperceptiblemente forzados por la configuración estructural capitalista-patriarcal que transforma el principio de libertad inercial hobbesiano instalado a priori en una fuerza de compresión que se intercambia con los otros cuerpos femeninos y la cual, por un olvido estructural, se piensa ejecutada desde los mismos agentes dominados. Pero, ¿cómo se traduce esa fuerza de compresión al interior de las piezas de la estructura? Claro está, que algo así no puede verse pues esos cuerpos son enteramente opacos a los ojos de los usuarios de la estructura: «...los usuarios masculinos de la prostitución no se preocupan de saber si la mercancía humana que ellos adquieren consiente en ser puesta a su disposición sexual, cuestión que no les inquieta lo más mínimo[63]». Sin embargo, nosotros sabemos ya -aunque al "hombre sin estudios" le cueste creerlo- que existen unos pequeños movimientos invisibles que Hobbes denomina «Endeuvours» que suponen a su vez el primer comienzo interior de cualquier movimiento voluntario visible. Esos pequeños es-fuerzos son asimismo denominados por Hobbes «pasiones» aunque como ya sabemos son llamados por alguien "impulsos" o "necesidades" o incluso "derechos". Estos «endeavours» -como dijimos- si están dirigidos a algo que los causa, son denominados en general apetitos o deseos; sin embargo, cuando en esa dirección hacia su causa, el deseo cambia de sentido es denominado aversión. Podemos deducir a juzgar por lo dicho que el «esfuerzo» de cada cuerpo inicia el conato visible, al menos con los ojos de la mente, de desplazar las piezas que lo flanquean en un movimiento de auténtica aversión no ya hacia las piezas que les son anejas cuanto a la estructura misma perfectamente equilibrada por la suma de aquellas fuerzas que las comprimen. Ese esfuerzo de cada cuerpo como aversión hacia algo o alguien que pudiera dañarnos es estrictamente definido, por Hobbes, como miedo. Una «pasión» que el Reglamentarismo reivindica como un "derecho". «El hábito puede familiarizar a los hombres con la
violación de sus derechos naturales hasta el punto de que, entre los que los han
perdido, nadie piense en reclamarlos ni crea haber sufrido una
injusticia. Algunas de esta violaciones han pasado inadvertidas incluso a los filósofos y legisladores cuando se ocupaban con el mayor celo de establecer los derechos comunes de los individuos de la especie humana para hacer de ellos el fundamento último de las instituciones políticas»[64]. [*] Vanessa Ripio es Licenciada en Bellas Artes y
cursa estudios de segundo ciclo de Filosofía. [2] Martínez Marzoa, F., De Kant a Hölderlin, Visor, Madrid, 1992, pg. 73. [3] Bourdieu, P. La dominación masculina, Anagrama, Barcelona, 2003, pg.11.
[4]
Seguimos aquí la interpretación trazada por Felipe Martínez Marzoa (Martínez Marzoa, F., La filosofía de El capital, Taurus,
Madrid, 1983). [5] La consideración acerca de su carácter histórico, y no antropológico, tiene que ver con la naturaleza del asunto particular que tratamos.
[6]
Martínez Marzoa, F., De la Revolución, Ed. Alberto Corazón,
Madrid, 1976, pg, 20.
[7] Martínez Marzoa, F., La filosofía de El capital, pg. 34.
[8]
Ibid. [9] Barry, K. "Política de explotación sexual" en Historia de la Teoría Feminista, Dirección General de la Mujer, Madrid, 1994, pg 303 (la cursiva es nuestra). [10] Martínez Marzoa, F. De la Revolución, pg.17. [11] Bourdieu, P., La dominación masculina, Anagrama, Barcelona, 2003, pg. 21. [12] Wollstonecraft, M., Vindicación de los Derechos de la Mujer, Cátedra, Madrid, 2000, pg. 135-136. [13] Por dar un dato significativo fue el sabio Solón, sobre el 580 a. C., quien dio el primer paso en esta dirección al promulgar una ley mediante la cual sólo podrían ejercer la prostitución como tal mujeres esclavas, las cuales se verían recluidas en lugares determinados y cuya "práctica" estaría sometida a las correspondientes tasas gubernamentales. [14] Barry, K.,ob. cit., pg. 302 (la cursiva es nuestra). [15]Citado por Louis, M. V. "Libres de no serlo", en La prostitución. (Selección de artículos de Le Monde Diplomatique), Ed. Aún Creemos En Los Sueños, Santiago de Chile, 2004, pg. 8. [16] Bourdieu, ob. cit,, pg. 122-123.
[17] Barry, ob. cit., pg.
303. [18] Bourdieu, ob. cit., pg. 61. [19] Ibid. pg. 62. [20] Barry, K.,ob. cit., pg. 301. [21] Bourdieu, ob. cit., pg. 67. [22] Esto explicaría la paradójica situación que se da en el caso de la "industria del sexo" consistente en ver a los "empresarios" reivindicando los derechos ¿laborares? de sus "empleadas".
[23] Barry, ob. cit., pg.
308. [24] Bourdieu, ob. cit., pg. 61. [25] Barry, K., Exclavitud sexual de la mujer, La Sal, Barcelona, 1988, pg. 136. [26] Barry, K. "Política de explotación sexual", pg 303 (la cursiva es nuestra).
[27]
Bourdieu, ob. cit., pg.
20. [28] Este traslado podría verse como una suerte de metáfora: «...lo que hace la metáfora (lo que constituye semejanza) es la transferencia inédita o exportación de contrabando desde una esfera semántica a otra, ya que abre una veta ilimitada de efectos poéticos de sentido.» [PARDO, J.L., "El concepto vivo o ¿dónde están las llaves? Ensayo sobre la falta de contextos", Rev. Archipiélago, nº 31, nota 3, pg. 44]. [29]«La violencia simbólica se instituye a través de la adhesión que el dominado se siente obligado a conceder al dominador ( por consiguiente a la dominación) cuando no dispone, para imaginarla o para imaginarse a sí mismo o, mejor dicho, para imaginar la relación que tiene con él de otro instrumento de conocimiento que aquel que comparte con el dominador y que, al no ser más que la forma asimilada de la relación de dominación, hacen que esa relación parezca natural;» Bourdieu, ob. cit., pg. 51. [30] Bourdieu, ob. cit., pg. 19-20. [31]Antes de proseguir, querríamos comentar cómo la confusión que rodea a estos problemas tiene prácticamente siempre la misma forma, a saber, la de tomar el efecto por su causa. El caso del carácter privado de nuestro fenómeno -que juega ya un papel determinante en la determinación patriarcal del campo social- se complica aún más al mezclarse en la mentada confusión dos malentendidos más: de un lado se confunde lo privado con lo íntimo; de otro lado se confunde lo privado confundido con lo íntimo con la noción liberal de propiedad privada en el sentido de que todo lo nuestro no es sino todo nuestro capital. Intentaremos hacernos cargo de ambas más adelante. [32] Nótese que hablamos de cuerpos sexualizados, no de cuerpos sexuados. [33] Bourdieu, ob. cit., pg. 20. [34] Veremos más adelante en qué sentido. Baste ahora con apuntar que lo que propiamente produce no es estrictamente plusvalor sino algo así como plushonor. [35] Louis, ob. cit., pg. 8-9. [36] HOBBES, T., Leviathan, London, Penguin, 1985, I, 2, pg. 87. [37] La termodinámica no será desarrollada como tal hasta el siglo XIX en el estudio de la transformación del movimiento en otras formas de energía. [38] Según la interpretación clásica de Koyré, A., Estudios galileanos, Siglo XXI, México, 1990, pg. 150.
[39]
La mecánica se encuentra dividida en
dinámica y cinemática. La parte de la Mecánica dedicada a los elementos que
intervienen en la 'descripción' del movimiento de una partícula es lo que
llamamos cinemática.
[40] Hobbes, ob. cit., Introduction, pg.
81. [41]«La propiedad de un cuerpo que determina la rapidez con que cambia su velocidad por acción de la fuerza de la mecánica lleva el nombre de masa (o masa inerte).» (Grigóriev, V., Miákishev, G. Fuerzas en la naturaleza, Editorial Mir, Moscú, 1986, pg. 20.)
[42] Hobbes, ob. cit., I,
14, (pg. 189).
[43] GRIGÓRIEV, V., MIÁKISHEV, ob. cit.,
pg. 17.
[44] Hobbes, ob. cit., I,
14, pg. 189.
[45]
Ibid. [46] Con la consiguiente condena a la posibilidad de un ámbito práctico-moral que no fuera meramente técnico, donde no se trataría ya de juicios hipotéticos sino categóricos.
[47]
Koyré, ob. cit., pg.
5.
[48] Hobbes, ob. cit., Part.
II, Chap. 17, (pg.223). [49] Louis, ob. cit., pg. 8 (la cursiva es nuestra). [50] Hobbes, ob. cit., II, 21, pg. 262.
[51]
Como se recordará en el capítulo segundo de la parte primera: «Of imagination».
[52]
Hobbes, ob. cit., I, 2, pg.
88.
[53]
HOBBES, ob. cit., II, 21, pg.
264. [54] Sánchez Ferlosio, R. Non olet, Destino, Barcelona, 2003, pg.24. [55] Sennett, R., La corrosión del carácter, Anagrama, Barcelona, 2004, pg. 105. [56] Hofman, Cecilia (Coalición contra el tráfico de mujeres-Asia Pacífico), «Sexo: de la intimidad al "trabajo sexual", o ¿es la prostitución un derecho humano?», pg. 4.
[57]
Léase el Reglamentarismo de la
prostitución. [58] Louis, ob. cit., pg. 9.
[59] HOBBES, ob. cit., I, 6, pg.
118-119. [60] Hobbes, ob. cit., II, 21, pg. 263. [61] Hofman, C. (Coalición contra el tráfico de mujeres--Asia Pacífico), «Sexo: de la intimidad al "trabajo sexual", o ¿es la prostitución un derecho humano?»,pg. 3. [62] Grigóriev, V., Miákishev, G. Fuerzas en la naturaleza, pg. 19. [63] Hofman, ob. cit. pg. 2. [64] Condorcet, J. A. "Sobre la admisión de las mujeres al derecho de ciudadanía" en VV.AA, La Ilustración olvidada, Anthropos, Barcelona, 1993, pg.100. |
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