Platón
 
 

El fin de la caverna

Maria Fdez. Estrada[*]


 
 

 


«Claro que he comido huevos –dijo la niña, que nunca faltaba a la verdad–, pero es que las niñas comen tantos huevos como las serpientes, ¿no lo sabía usted?
- No creo una palabra de lo que dices –dijo la Paloma–, pero aunque así fuera, eso las convertiría en una especie de serpientes. ¡Está bien claro!
Alicia se quedó pasmada ante esta nueva y sorprendente idea y la Paloma aprovechó para volver a la carga:
- Lo que está claro es que tú estás buscando huevos; y en ese caso, ¿qué me importa que seas niña o serpiente?
 - A usted quizás no, pero a mí sí –se apresuró a decir Alicia–. Pero da la casualidad de que no estaba buscando huevos, y menos los suyos. No me gustan los huevos crudos.»

Lewis Carroll Alicia en el País de las Maravillas.

«Sólo en el trabajo mismo con la cosa puede ocurrir –y ocurre si el trabajo es especialmente serio– que el previo «tener por» se ponga de manifiesto e incluso que llegue a poder ser discutido. La seriedad del trabajo con algo se mide por la capacidad de someter a continuada autocrítica el previo «tener por».

Felipe Martínez Marzoa Ser y diálogo.

1. El paso del mito al logos

Había que nombrar todas las estructuras que dividían los espacios según un arbitrario sino genital.

Los entrantes y salientes que caracterizan los tornillos y las tuercas como machos y hembras según su remate final, dividían de igual manera el orden social, con la diferencia considerable de que, obviamente, no es lo mismo ser un material de ferretería que ser un ser humano. En realidad es muy práctico ordenar un cajón separando los tornillos de las tuercas, según su apariencia, y en principio, la realidad social resultaría igualmente ordenada si se reconocen las diferencias aparentes, seguramente muchas almas se tranquilizarían en un reino de orden frente a un reino de caos. Esto no es baladí, la historia ensangrienta nuestro pensamiento, todos los imperios imponiendo orden en realidades dispares que resultaban caóticas ante los ojos juiciosos.

A muchos hombres les resultaba un auténtico follón los colores de los indios, la vida ociosa que proporcionaban las plataneras a los indígenas, los ritos de las pieles oscuras, las tierras comunales, las fábricas autogestionadas, los tiempos del café, de la media mañana, de la siesta, las largas explicaciones en las asambleas, las colas para el pan en los países comunistas, incluso si me apuran, podríamos decir que incluso la existencia de los conceptos, la pregunta por el ser, y la diseminación de la realidad en condiciones estructurales, Gorgias, Menón, Antifonte... siempre se levantaban enfadados, su «orden argumentativo» sufría un desorden ante las preguntas socráticas.

En realidad, la historia podría dividirse en esa clase de hombres «ordenados» –a costa de tantos desórdenes distributivos provocados por la impoluta y homogénea apariencia que consigue representar la mercancía– y los hombres que se resistieron a ordenar la tierra, a ordenar su cuerpo, a ordenar las cosas, e insistieron en seguir preguntando.

Pero la historia de la humanidad, pese a su condición bípeda y racional consiste en incurrir una y otra vez en sorprendentes paradojas: las distintas clases de hombres pueden beberse una cerveza, echarse unos cigarros comentando el follón –en sus distintos grados, según el primer orden, o caos, al que estuviesen adscritos–, que supone no distinguir ordenadamente los entrantes y los salientes, lo cóncavo y lo convexo, lo masculino y lo femenino. Las condiciones de posibilidad para que haya ciencia, la pregunta por los principios despejando la mitología homérica de la vía explicativa, enunciaba a la vez y en el mismo sentido «hay un principio bueno que ha creado el orden, la luz y el hombre, y un principio malo que ha creado el caos, las tinieblas y la mujer»[1]. Desde Aristóteles a Rousseau, desde Kant a Baudrillard, desde mis abuelos a mis alumnos.

«En la unión de los sexos, cada uno concurre de igual forma al objetivo común, pero no de igual manera. De esa diversidad nace la primera diferencia asignable entre las relaciones morales de uno y otro. Uno debe ser activo y fuerte, el otro pasivo y débil: es totalmente necesario que uno quiera y pueda; basta que el otro resista poco. Establecido este principio, de él se sigue que la mujer está hecha especialmente para agradar al hombre; si el hombre debe agradarle a su vez, es una necesidad menos directa, su mérito está en su potencia, agrada por el solo hecho de ser fuerte.(...) De la buena constitución de las madres depende ante todo la de los hijos; del cuidado de las mujeres dependen también sus costumbres, sus pasiones, sus gustos, sus placeres, su felicidad misma. Por eso, toda la educación de las mujeres debe referirse a los hombres. Agradarles, serles útiles, hacerse amar y honrar por ellos, educarlos de jóvenes, cuidarlos de adultos, aconsejarlos, consolarlos, hacerles la vida agradable y dulce: he ahí los deberes de las mujeres en todo tiempo, y lo que debe enseñárseles desde su infancia. Mientras no nos atengamos a este principio nos alejaremos de la meta, y todos los preceptos que se les den de nada servirán ni para su felicidad ni para la nuestra.»[2]

Rousseau evidentemente resulta un gran patriarca teórico, no escatima en apariencias ilustradas, sino que habla de dominación y sumisión. Y ante unas artes descubiertas, el pensamiento valientemente ilustrado aplica el disolvente crítico que aclare los saltos retóricos que arguye el patriarcado moderno:

«Entonces buscó la soledad, no para dormir con el hombre de la naturaleza o investigar con calma las causas de las cosas bajo la sombra donde sir Isaac Newton se entregaba a la contemplación, sino simplemente para entregarse a sus sentimientos. Y ha pintado tan ardientemente lo que sentía con tanta fuerza, que al interesar los corazones e inflamar la imaginación de sus lectores según la fuerza de la suya, éstos se imaginaban que convence a sus entendimientos cuando sólo sienten afinidad con un escritor poético que exhibe con habilidad objetos sensuales ensombrecidos del modo más voluptuoso o velados con gracia; y así, al hacernos sentir cuando pensamos que razonamos, la mente saca conclusiones erróneas. ¿Por qué la vida de Rousseau se dividió entre el éxtasis y la miseria? La única respuesta que se puede dar es que la efervescencia de su imaginación produjo ambas: pero si ésta hubiera podido enfriarse, quizás habría adquirido mayor fortaleza mental. Además, si el propósito de la vida es educar la parte intelectual del hombre, no hay nada que objetarle a este respecto; más aún, si la muerte no condujera a un escenario de actuación más noble, es probable que hubiera disfrutado de una felicidad más equilibrada en la vida y hubiera sentido las serenas sensaciones del hombre natural, en lugar de prepararse para otro estado de existencia nutriendo las pasiones que agitan al hombre civilizado.

Pero demos paz a sus manes. No lucho contra sus cenizas, sino contra sus opiniones. Lucho sólo contra la sensibilidad que le llevó a degradar a la mujer al hacerla esclava del amor.»[3]

Se instaura así el principio lógico de la inferencia causal, la teoría crítica feminista podríamos decir que alberga, por excelencia, la no inversión causal como criterio de conocimiento. Que no se tomen los efectos por las causas alienta los corazones modernos de las teóricas, y de algún teórico que no incurre en infracciones[4] lógicas. Así escribe D´Alembert a Rousseau:

«No examinaré, Señor, si tenéis razón al exclamar «¿dónde encontraremos una mujer atractiva y virtuosa?», como el sabio se preguntaba en otras épocas «¿dónde encontraremos una mujer fuerte?». El género humano sería muy desdichado si el objeto más digno de nuestro respeto fuera en efecto tan escaso como afirmáis. Pero si, por desgracia, tuvierais razón. ¿Cuál sería la causa de ello? La esclavitud y la degradación a que hemos reducido a las mujeres, las trabas que ponemos a su intelecto y a su corazón, la jerga fútil y humillante para ellas y para nosotros a la que hemos reducido nuestra relación con ellas como si no tuvieran una razón que cultivar o no fueran dignas de ello. Finalmente, la educación funesta, yo diría casi homicida, que les prescribimos, sin permitirles tener otra; educación en la que aprenden casi únicamente a fingir sin cesar, a ahogar todos los sentimientos, a ocultar sus opiniones y disfrazar todos sus pensamientos. Nos comportamos con su naturaleza como lo hacemos con la de nuestros jardines: tratamos de adornarla sofocándola.»[5]

Exponer minuciosamente el trabajo de deconstrucción que realizó la teoría crítica feminista desde el siglo XVIII, y sus luchas sociales, ocuparía otro artículo. Y el objetivo de éste es deconstruir las formas del patriarcado contemporáneo, para ello tengo que referirme, al menos, a los órdenes históricos formalmente alterados.

2. El problema que no tiene nombre

La ideología del amor y el discurso de la complementariedad excluían explícitamente a la mujer del concepto de ciudadanía, recluyéndola en una educación sentimental y fuera de la academia –permitiendo con su exclusión los pares dicotómicos que oponían la razón a la naturaleza, la episteme a la doxa, lo inteligible a lo sensible, lo público a lo privado–. La dominación masculina tiene que cambiar sus formas ante la lucha y vindicación feminista. El auge del sistema de producción capitalista requiere de nuestra mano de obra en el espacio público –ahora representado únicamente en el horizonte del mercado– pero es el movimiento feminista el que requiere los derechos de esas trabajadoras, igual trabajo igual salario...[6]

La primera mitad del siglo XX representa para mujeres ; las aulas de la ciencia, los derechos humanos, el sufragio universal...

Pero las resistencias patriarcales, en la primera mitad del siglo veinte, acallaban una y otra vez las conquistas espacio-temporales y la liberación simbólica de las mujeres. Se acabó la guerra y tuvimos que volver a nuestros puestos, se nos armó con lavadoras, y tuvimos que aspirar hasta la última mota de polvo, Betty Boop de asaltar trenes en marcha pasó a acunar niños en su regazo, con el agravante de una silueta requerida por lo que comenzaba a ser el patriarcado gráfico de esas postales que ilustraban los talleres, erotizaban las cabinas de los pilotos, y mantenían a nuestros hombres en pie con la ilusión de que unos buenos pechos turgentes siempre estarían al final de la batalla, la construcción de las chicas pin up plastificaba la realidad visual con una sonrisa eterna y un trasero pomposo sobre el columpio de la disponibilidad incondicional. La coyuntura exigía un útero materno y una poitrine cargada de sexo.

«El problema permaneció latente durante muchos años en la mente de las mujeres norteamericanas. Era una inquietud extraña, una sensación de disgusto, una ansiedad que ya se sentía en los Estados Unidos a mediados del siglo actual. Todas las esposas luchaban contra ella. Cuando hacían las camas, iban a la compra, comían emparedados con sus hijos o los llevaban en coche al cine los días de asueto, incluso cuando descansaban por la noche al lado de sus maridos, se hacían, con temor, esta pregunta : ¿Esto es todo?

Durante más de quince años no se dijo una palabra sobre esta ansiedad entre los millones de palabras que se escribieron acerca de la mujer en artículos de periódicos, libros y revistas especializados, cuyo objeto era sólo buscar la perfección de la mujer como esposa y madre. Repetidamente la mujer oyó la voz de la tradición y el sofisma de Freud de que una mujer no puede desear un mejor destino que la sublimación de su propia feminidad. Los especialistas en temas femeninos le explicaron la forma de atrapar a un hombre y conservarlo; cómo amamantar y vestir a un niño, cómo luchar contra las rebeldías de los adolescentes; cómo comprar una máquina lavaplatos, amasar el pan, guisar unos caracoles y construir una piscina con sus propias manos; cómo vestirse, mirar ser más femenina y dar más atractivo a la vida conyugal; cómo prolongar lo más posible la vida de su marido y evitar que sus hijos llegasen a ser unos delincuentes. A la mujer se le enseñó como compadecer a aquellas mujeres neuróticas, desgraciadas y carentes de feminidad que pretendían ser poetas, médicos o políticos. Aprendió que las mujeres verdaderamente femeninas no aspiran a seguir una carrera, a recibir una educación superior, a obtener los derechos políticos, la independencia y las oportunidades por las que habían luchado las antiguas sufragistas. (...) «Sí sólo tengo una vida, déjenme vivirla de rubia». (...) Las mujeres comían una especie de yeso llamado metrecal como todo alimento, para amoldar su talla a la de las jóvenes y delgadas modelos. Los fabricantes de ropa femenina informaron que la talla de la mujer norteamericana había disminuido en tres y cuatro puntos. (...)»[7]

Hubo que poner nombre a ese problema, que dopaba con ansiolíticos a las amas de casa. Y el hogar, sinónimo de la sociedad de bienestar, calentaba el fuego del infierno para las mujeres que tenían que sostenerlo día a día. La clase obrera, el otro pilar de la sociedad moderna, también registraba su dosis patriarcal, las marxistas no se cansaron de recordar que no podíamos esperar a solventar todas las contrarevoluciones para poder, por fin, ocuparnos, de lo que Lenin denominaba, la cuestión femenina.

La segunda ola del feminismo tiene que barrer la reacción y arremete en los años cincuenta visualizando las estructuras elementales del patriarcado coetáneo.

«Todo individuo que tiene el cuidado de justificar su existencia, la siente como una necesidad indefinida de trascenderse. Ahora bien, lo que define de una manera singular la situación de la mujer es que, siendo una libertad autónoma, como todo ser humano, se descubre y se elige en un mundo donde los hombres le imponen que se asuma como el Otro; pretenden fijarla como objeto y consagrarla a la inmanencia, puesto que su trascendencia será perpetuamente trascendida por una conciencia esencial y soberana. El drama de la mujer es ese conflicto entre la reivindicación fundamental de todo sujeto, que se plantea siempre como lo esencial, y las exigencias de una situación que la constituye como inesencial ¿Cómo puede cumplirse un ser humano en la condición femenina? ¿Qué caminos le están abiertos? ¿Cuáles conducen a callejones sin salida? ¿Cómo encontrar la independencia en el seno de la dependencia? ¿Qué circunstancias limitan la libertad de la mujer? ¿Pueden ellas superarlas? Éstas son cuestiones fundamentales que quisiéramos aclarar. Es decir que puesto que nos interesamos en las oportunidades del individuo, no definiremos esas oportunidades en términos de felicidad, sino en términos de libertad.»[8]

«La mujer no nace se hace» describe en términos existencialistas la construcción de género que persigue a nuestro sexo, Simone de Beauvoir representa en los años sesenta la batalla contra el rol que nos ubica en un plano de inmanencia –en lo más hondo de la caverna–, habilitando la nueva construcción que nos defina en el orden del para sí frente al en sí –ese en sí que debía cumplir sus tareas esencialistas en el ser para el otro–. Se instauran los derechos de emancipación, la independencia económica, la capacitación profesional; el sistema capitalista nos admite como fuerza de trabajo, y nosotras podemos abandonar la casa para inscribirnos en los bancos, en las escuelas, y en la fábrica. No se trata de un culto al sistema de producción, pero la relativa independencia económica nos permitirá deshacernos de las condiciones sexuales de manutención.

El espacio público, en su dimensión académica y laboral «no está vetado» a las mujeres. No está vetado formalmente, pero sigue estando vetado simbólicamente. Las mujeres siguen percibiendo menor salario, realizando trabajos tradicionalmente femeninos. La maternidad, lejos de representar derechos laborales, dado que sigue siendo condición indispensable para repoblar el planeta y en principio, ni al propio sistema capitalista, ni a los patriarcas –pues dejarían de existir– les interesa la esterilidad femenina, sigue ordenando los mercados laborales como si lo femenino ralentizase la producción. Las concesiones paritarias de iure se dictan, de facto siguen siendo excepciones. Insisto que, sin estar resuelta la distribución del espacio público independientemente de los genitales de los sujetos, podemos contar casos como el de un hospital británico que ha tenido que indemnizar a sus trabajadoras, quienes, realizando las mismas tareas que otros compañeros, reembolsaban la mitad de salario. Tras diez años de pleitos las enfermeras han percibido lo que les había sido descontado por razón de sexo. Existen por tanto coincidencias del derecho y de la realidad que solventan tales discriminaciones, no está todo recuperado, pero al menos en relación con el pasado, existe la posibilidad de denunciar la discriminación por razón de sexo. El patriarcado sigue vigente pero se reconoce formalmente su denuncia.

3. Nombrar lo innombrable

¿Qué sucede con el espacio privado? Podríamos decir en este apresurado resumen que la ideología del amor es envestida por su teórica deconstrucción. Tras tres siglos de combate, el corazón del patriarcado se ve erosionado en dos de sus arterias –la ronda de lo público y lo privado–: la fracción de los espacios es puesta en cuestión en las tierras occidentales, la emancipación intelectual y laboral consiente una dosis de libertad emocional, aunque la carga simbólica siga siendo especialmente pesada: la construcción de la subjetividad femenina en el orden relacional, articula su registro en pos de afectividad para el otro, exigiendo unos grados de empatía, que en los casos extremos de incondicionalidad ponen en peligro nuestra vida. Esto no es de extrañar si lo femenino recorre la idealización de su pasado; la narrativa infantil ilustra las noches con besos intensos que recibimos en un estado anímico muy parecido al de la muerte. Blancanieves, Cenicienta…, son despertadas de su letargo por el primer beso de amor, éste tiene lugar por parte de un príncipe cuando la afortunada duerme en sueño profundo, estado caracterizado por la somnolencia de todos los sentidos –los sensibles y los ¡inteligibles!–. La peculiaridad del sujeto en las oraciones pasivas es ser un sujeto que padece la acción, nos explicaban en primaria, y un sujeto pasivo a fuerza de no ser activo se convierte en lo que define la falta de acción y subjetividad, a saber, la pasividad de los objetos. Un sujeto, que como tal ha de entenderse como un objeto, padece cierta disfuncionalidad, lo mismo que el sujeto que en lugar de tratar con sujetos, incurre en vérselas con objetos, generando de igual modo disfunciones en el otro y en él mismo

¿Qué nos facilita el feminismo? ¡La distinción entre vigilia y sueño!, ni más ni menos. El tener que vérselas con la vida en tanto que objetos dificulta la dimensión de la vida en tanto que persona, a saber, en tanto que ser racional. Si de la disposición racional se deduce la toma de decisiones, el feminismo recupera el tratado kantiano de la razón para toda la especie humana indistintamente de su sexo.[9]

Recorrer toda la calle, con los ojos morados, subir una cuesta y alcanzar la comisaría ya no es absolutamente en balde, desde el momento en que la relación matrimonial con el agresor no resulta un eximente para él. La punta del iceberg de la pirámide estructural de la violencia contra las mujeres constituye un delito, las leyes deben dejar de amparar a la violencia bajo los rótulos de lo personal y de las relaciones familiares.[10]

Pero efectivamente es toda una pirámide y la exteriorización física de la violencia es la cima. La gravedad del asunto habita en la violencia invisible, en la estructura simbólica que sigue ordenando prescripciones de género con tanta rigidez que su incumplimiento asegura reprobación social y personal, la misma violencia que nos exige incondicionalidad en el amor, la misma violencia que nos exige con exclusividad unos mandatos maternales y de cuidado, la misma violencia que nos exige una talla treinta y cuatro, la misma violencia que traduce las dimensiones de un cuerpo en responsabilidad directa de su dueña, la misma violencia que agolpa los cinco dedos de los pies en el espacio de tres, la misma violencia que implica el tener que reírse de un chiste machista que ha dejado de hacernos gracia desde los catorce años, la misma violencia que convierte un no en un sí seductor.

Dolencias corporales y anímicas que nos retrotraen al los orígenes de la lucha, pero podemos nombrar la punta de la pirámide. Podemos denunciar una agresión, de iure la ley registra y nombra dicha violencia. El patriarcado sigue igualmente vigente, pero se reconoce formalmente su denuncia. Sigue igualmente vigente, por que todo problema estructural para su solución requiere de la visibilización de la estructura. Son necesarios, pero no suficientes los recursos que los Estados ofrecen a las víctimas. Un estado de dominación masculina no se resuelve con algunas sentencias, sigue siendo necesario un proceso de socialización que deshabilite las relaciones desiguales en las que se ven inmersos los sexos, y, a saber, las reacciones patriarcales ante la independencia social del colectivo de mujeres.

Pese a las puntualizaciones señaladas respecto a los grados de liberación que acusan las mujeres en el momento actual, las tradicionales formas encargadas de la producción patriarcal, «dejan algo que desear» en el Occidente desarrollado.

La exclusión institucional de las mujeres en los espacios públicos –en las articulaciones de la polis–, y los contratos sexuales del matrimonio –en las relaciones personales– no producen excedentes patriarcales con la misma facilidad que antes, siguen siendo estructuras patriarcales pero no funcionan igual de bien. La búsqueda de la perpetuación patriarcal supone la construcción de una máquina potente que produzca las veinticuatro horas. Esa máquina será, más que nunca, nuestro cuerpo, nuestro cuerpo colonizado una y otra vez, en todas sus concavidades por el rótulo de SEXO. La mercancía producida por lo tanto será cuerpo femenino sexualizado que en las condiciones estructurales del patriarcado es la mercancía que produce plushonor, a saber, excedente patriarcal. La fábrica más potente al respecto, será, más que nunca, la prostitución –puesto que reproduce las propias condiciones estructurales del patriarcado–.

La búsqueda de la fábrica patriarcal instaura, en el feminismo, la búsqueda de las condiciones que posibiliten tal fenómeno.

 4. La sexualización del cuerpo femenino

Así expone su tesis Kathleen Barry, feminista radical[11] norteamericana:

«Hoy día, en Estados Unidos, el patriarcado de la familia no puede seguir sosteniendo con eficacia el control sobre las mujeres. La dominación privatizada, cuando el patriarcado crece en torno al matrimonio y la familia, ha perdido su fuerza porque un gran número de mujeres ha accedido a la esfera pública y ha podido ejercer su independencia económica. Las leyes matrimoniales han cambiado hasta el punto de que en la mayoría de los estados las mujeres casadas, en un sentido técnico, ya no son propiedad legal de sus maridos. Pero esto no disminuye la incidencia de los abusos sobre las esposas. Sin embargo, ha aumentado la condición de pobreza de las mujeres conforme éstas han ido perdiendo más en las sentencias de divorcio. Y aun así, la familia no es la fuente del control total sobre las mujeres. El poder patriarcal no pierde su fuerza bajo cambios de condiciones estructurales y económicas. Más bien, recompone la opresión y dirige la explotación con más precisión. La privatización de las mujeres no puede asegurarse por más tiempo mediante la dominación patriarcal que ejerce el matrimonio. La familia se ha visto demasiado expuesta al ámbito público como para ser el lugar del control total sobre las mujeres que caracteriza a las relaciones patriarcales de poder. El cuerpo se ha convertido en el terreno de la dominación, pero no lo ha hecho reemplazando al matrimonio o la familia como lugares de opresión patriarcal sino operando como un terreno que cubre todas las otras condiciones. El cuerpo del que hablo es el de la mujer sexualizada. Pues, incluso cuando obtengamos derechos para el aborto libre, y ahora, con el control reproductivo que han obtenido las mujeres y con la libertad sexual de los hombres que han hecho posible las lesbianas, la mujer sexualizada, el modelo pornográfico, la reducción de todas las mujeres a la «puta»[12], es el último estado de la dominación patriarcal.

Dicho en dos palabras: sostengo que en patriarcados donde el matrimonio y la familia son aún condiciones seguras para que los hombres controlen a las mujeres, la sexualización de las mujeres, tal y como la he descrito para el caso de Estados Unidos, está aún por producirse. La construcción político – social de la deshumanización sexual no es necesaria en muchos países porque la familia es aún el centro firme del control de las mujeres. La hegemonía de Estados Unidos en el mundo actual asegura que lo que el patriarcado estadounidense nos hace a nosotras, las mujeres estadounidenses y, por extensión, a las europeas y las del Oeste, se construya como un modelo de desarrollo.»

¿Qué quiero decir con esto?, ¿que la prostitución es un fenómeno nuevo, que no ha existido más que ahora, en este auge capitalista?, ¿que antes, en mis ensoñaciones feministas, no había mujeres prostituídas, en Grecia –las hetairas–, en el Imperio Romano, en el Otomano, en las cruzadas cristianas, en las colonizaciones sexuales que inauguran la Modernidad en el Nuevo Mundo, en los harenes islamistas, en las geishas asiáticas, que Madame Butterfly no era una más entre un millón? ¿Que no somos el paso de la naturaleza a la cultura –como cuenta acríticamente Lévi Strauss– sin sacar conclusiones de ningún tipo? ¿Que no somos todas putas?

Evidentemente la construcción de los cuerpos ha sido el pilar de las sociedades patriarcales, pero ahora, más que nunca cuando determinadas plataformas resultan obsoletas en Occidente, cuando por fin nosotras decidimos nuestras relaciones sexuales, cuando somos sujetos activos en dichas relaciones, cuando podemos disfrutar del hacer y que nos hagan, cuando podría establecerse una relación libre, la categoría de un sexo libre –entre sujetos del mismo sexo o de distintos sexos–, fruto de elecciones y no de determinaciones opusinas, entonces tenemos la conversión de la potencia al acto puro, ¿podemos ser sexo? ¡Seámoslo todo el tiempo! Esencia y existencia todo en uno - como diría Tomás de Aquino del ser supremo - el cuerpo femenino encarnando la ontosexología, todo el rato siendo, pero para ser/existir, hay que ser dios, hay que ser sexo. Y el cuerpo femenino que no lo sea, tendrá un poco difícil lo de existir.

 ¿Queríamos sexo? Pues ahora todo es sexo.

Pero si todo es sexo nada es sexo. Es decir si todo es carne como la orgía que proponen los Mc Donalds nada es carne.

Que Platón supusiese el fin de la poesía es una hipocresía posmoderna, ¡que Platón quisiese abolir la poesía! Es no haber entendido nada de la historia de la filosofía. ¿O en realidad, para salvar la poesía, consagró toda una vida a establecer oposiciones reales que no convirtiesen todo en una nada nihilista?

5. El trabajo de las determinaciones

«En la urgente adaptación a las nuevas condiciones de su existencia, la mujer se apodera y asimila, frecuentemente sin someterlas a ninguna crítica, verdades propiamente masculinas que luego, examinadas más detenidamente, son sólo verdades para la clase burguesa»[13]

Intentemos no perdernos ante las múltiples coyunturas que aparecen en la exposición del patriarcado contemporáneo: la dominación masculina escenificada brutalmente como dominación sexual.

«La dominación de las mujeres está políticamente dirigida a lo que es específica y psicológicamente femenino: la sexualidad y la reproducción de las mujeres se construyen social y políticamente como inferiores. Al tiempo que las mujeres son víctimas de la discriminación política, legal y económica, esta condición se basa en una condición previa de explotación que tiene lugar sobre, en, y a través de los cuerpos de las mujeres, en la sexualidad y en la reproducción. La opresión de las mujeres implica, políticamente, algo que no se encuentra en ninguna otra condición –la construcción social del cuerpo humano sexualizado–: la opresión abarca desde las formas de objetivación hasta la violencia, pero es una explotación que se introduce en los cuerpos de las mujeres, por la vagina, por el recto, por la boca y en el útero. (...) Este sexo socialmente construido se define como femenino y se reduce al cuerpo de la mujer. La prostitución es la quintaesencia de la sexualización de las mujeres porque en ella los cuerpos femeninos, sexualizados por la sociedad como lo son todos los cuerpos femeninos, sólo necesitan estar presentes y disponibles para actuar sobre ellos con el fin de producir sexo: en este caso, placer sexual, alivio, fantasía para el que paga. »[14]

A partir de los años ochenta se produce la puesta en escena del comercio sexual como puesta en escena de la prostitución en nuestra sociedad del espectáculo.

Para llegar a la superproducción industrializada del sexo, fruto del reformismo burgués, hay que exponer brevemente la lucha de los movimientos de mujeres para abolir las leyes reglamentaristas. Como las acciones políticas protagonizadas por Josephine Butler, quien consiguió, en 1880, la adhesión de protestantes y sindicatos, propiciando la abolición en 1886. A lo largo de la primera mitad del siglo XX se sucedieron distintos convenios internacionales, hasta el Convenio del año 49.

El Convenio de Naciones Unidas de 1949 prescribe como delito el consumo y el comercio de mujeres para fines sexuales independientemente de que se testifique una situación forzada o no, se entiende que las personas traficadas no están en una situación que las permita denunciar su esclavitud, si así fuese, evidentemente, no serían mujeres traficadas.

« (...) El contenido de los artículos 1 y 2 del convenio, están dedicados a fijar las conductas del proxenetismo que han de ser sancionadas penalmente por los Estados firmantes. Señala el Convenio:

Artículo 1º «las partes en el presente Convenio se comprometen a castigar toda persona que, para satisfacer las pasiones de otra:

1. Concertare la prostitución de otra persona, la indujere a la prostitución o la corrompiere con objeto de prostituirla, aún con el consentimiento de tal persona.

2. Explotare la prostitución de otra persona, aún con el consentimiento de tal persona».

Artículo 2º.-«Las partes en el presente Convenio se comprometen así mismo a castigar a toda persona que

1.   Mantuviere una casa de prostitución, la administrase o a sabiendas la sostuviere o participare en su financiamiento.

2.  Diere o tomare a sabiendas, en arrendamiento, un edificio u otro local, o cualquier parte de los mismos para explotar la prostitución ajena».

La lectura de los artículos evidencia las ideas básicas que contiene: a) que la previsión punitiva está prevista exclusivamente para los terceros que se benefician de la prostitución ajena; b) que el reproche penal para el proxeneta se produce medie o no el consentimiento de la persona prostituida, o dicho de otra manera, obtener beneficios de la prostitución está sancionado en todos los casos; c) que la minoría o mayoría de edad de la persona prostituida es indiferente para la sanción penal de quienes explotan la prostitución ajena.

El artículo 6 del Convenio prohíbe el control o identificación de las personas prostituidas al establecer que: «Cada una de las partes en el presente Convenio conviene en adoptar todas las medidas necesarias para derogar o abolir cualquier ley, reglamento o disposición administrativa vigente, en virtud de la cual las personas dedicadas a la prostitución o de quienes se sospeche que se dedican a ella, tengan que inscribirse en un registro especial, que poseer un documento especial o cumplir algún requisito excepcional para fines de vigilancia o notificación»

El artículo 16 establece que los Estados parte deben adoptar medidas para la prevención de la prostitución y para la rehabilitación de las personas supervivientes de la prostitución, implantando servicios públicos o privados de carácter educativo, sanitario, social, económico y otros servicios conexos.

El artículo 17 prevé medidas de protección y prevención para las personas inmigrantes, dirigidas a combatir el tráfico de personas para fines de prostitución, entre las que se encuentra la publicidad en los países de origen acerca del peligro de la trata.

Por su parte, el artículo 22 fija los mecanismos de resolución de las controversias que pudieran surgir en la interpretación y aplicación del Convenio estableciendo que cualquiera de las partes podrá someter la cuestión a la Corte Internacional de Justicia.»[15]

A partir de los años noventa, casi ningún país ratifica ya dicho convenio, España reforma el Código Penal en el año 1995 e incluye la distinción de prostitución forzosa o voluntaria, liberando a esta última de una tipificación de delito, se alega el derecho a la libre asociación y la iniciativa privada, el proxenetismo es válido si no emplea medidas coercitivas. Nuestro país se convierte en el lugar paradisíaco para el negocio del sexo.

«Se calcula que en España existen unas 300.000 prostitutas, y que cuatro de cada diez españoles han recurrido al menos una vez a la prostitución. Es un fenómeno que sólo entre Madrid y Barcelona mueve más de 30 millones de euros al año."[16]

Estos datos engloban dos líneas de análisis; la violencia patriarcal nutrida gracias a la violencia capitalista: los hombres demandan cuerpos de mujeres, y las condiciones económicas de las mujeres extracomunitarias nutren el mercado. El solapamiento de la estructura capital y la estructura patriarcado, dificulta una vez más la esterilización de las condiciones de posibilidad de la dominación masculina.

Estas líneas de análisis se diluyen en el debate que enfrenta actualmente al movimiento feminista. Una posible manera de no diluirlas, de no perder de vista la cuestión de género, es analizar los argumentos que esgrimen las tesis reglamentaristas y abolicionistas dentro del feminismo.

1) La legalización/reglamentación de la prostitución argumenta tres reivindicaciones:

a) La prostitución es un trabajo. Es un trabajo como otro cualquiera, y como tal, debe ser regulado, gozando de derechos y deberes, vendría a ampliar el estatuto de los trabajadores, incluyendo una nueva profesión consistente en prestar «servicios sexuales» remuneradamente. La remuneración convierte esta «prestación» en un trabajo como otro cualquiera. La corriente feminista –que dando voz a un colectivo de prostitutas– aboga por esta solución, frente a la proliferación de la industria del sexo, nutrida gracias a la pauperización del colectivo de mujeres, defiende mejoras laborales, atención sanitaria y la posibilidad de institucionalizar un trabajo «tradicionalmente» femenino en donde el salario sea más cuantioso en comparación con otros trabajos «tradicionalmente» femeninos, como cuidar ancianos, limpiar casas, o cuidar niños. Podríamos afirmar un argumento claramente cuantitativo en este punto, compartido por marxistas y feministas.

«El informe sobre la salud de la población marginal de Barcelona, en 1999, nos muestra las prostitutas que trabajan en la calle como el sector más desfavorecido en un conjunto de indicadores: son las que viven solas con mayor frecuencia (el 31%, mientras que están en esta situación el 16% de las inmigrantes y el 22% de las toxicómanas), tienen los más bajos niveles de estudios, tienen menor apoyo económico familiar, presentan mayores deterioros en la salud que los otros grupos analizados ( son las que padecen más de problemas de espalda, de dolores de cabeza y trastornos circulatorios y las que tienen peor salud mental; mientras que son superadas por las toxicómanas en trastornos nerviosos y depresiones) y tienen también altos índices de consumo de productos tóxicos, como tabaco, alcohol, y marihuana. Pese a estos indicadores, es el colectivo marginal que menos acude a la atención sanitaria pública. Resumiendo, se puede decir que es el grupo que se encuentra peor y el que demanda menos a los servicios públicos de salud. Independientemente del hecho que un trabajo sobre una muestra pequeña (19 travestis y 42 prostitutas) es difícil de generalizar, nos indica sin embargo algunas tendencias generales que señalan a las trabajadoras sexuales de la calle como un colectivo especialmente desfavorecido. Esta situación no se relaciona con sus niveles de ingresos, pues las dos terceras partes de las entrevistadas tienen ingresos superiores al salario mínimo y un tercio supera las 200.000 Ptas. mensuales. Esta información sobre el buen nivel de los ingresos de las prostitutas es confirmada por otras investigaciones, como la de Pons (1992, quien llega a preguntarse por qué no entran más mujeres en ese sector, ya que las condiciones de trabajo son, en algunos aspectos, más ventajosas que las que se logran en otras tareas) en Asturias. De este modo, el colectivo de trabajadoras sexuales presenta algunos problemas en su análisis, difícil de resolver desde los modelos tradicionales, que tienden a hacer depender la exclusión social de la marginación económica. En este caso, todo sucede como si la sociedad ejerciera un plus de discriminación y desvalorización (que termina siendo interiorizado por las propias afectadas, como autodesvalorización) como una forma de desalentar una opción laboral, que en sí misma no sería forzosamente desventajosa».[17]

Estos datos no aclaran el tiempo dedicado, o el número de servicios que corresponderían a dicho salario. La estimación de esta cuantiosa fuente de ingresos presupone la desaparición de figuras intermediarias, como la del proxeneta. Y los reembolsos altamente significativos responderán necesariamente a la desaparición del intermediario, o a la prostitución de lujo, fenómeno distinto a la prostitución de calle o de clubes de carretera.

b) La reglamentación laboral entiende que la legalización acabará con este atractivo negocio para los ojos y bolsillos de los proxenetas que empleen la violencia.[18]

«Mediante esta actividad, importantes cantidades de dinero cambian de mano, en una corriente de transferencia de recursos que permite a las mujeres que tienen pocas posibilidades competir con éxito en las vías consideradas legítimas, participar en las riquezas generadas socialmente. En la medida en que la actividad resulta rentable, atrae también a gran número de intermediarios y aprovechadores que tratan de canalizar en su propio beneficio esta fuente de recursos, por lo que es necesario arbitrar medidas de defensa de las prostitutas como en el caso de cualquier otra actividad, evitando la explotación y el maltrato».[19]

c) La prostitución emancipa sexualmente a las mujeres. Este sería el otro argumento que aúna la pretensión feminista de la reglamentación y a parte del marxismo contemporáneo. Se quiere luchar contra la estigmatización que sufren las prostitutas, y la solución es la misma prostitución. Aquí los argumentos podrían resumirse en dos: la alternativa al matrimonio –en donde muchas mujeres tienen que soportar determinadas relaciones no deseadas de manera gratuita–, sería una compensación económica, en donde las mujeres no harán nada que se deduzca de su rol de género, de manera gratuita, sino, a saber, harán eso mismo pero de manera remunerada. Esta alternativa se refuerza con las propuestas postmodernas de empoderamiento de las mujeres, invitando a performances empíricas en donde la prostituta acumula poder a través de sus clientes, decidiendo el intercambio sexual[20], poniendo las bases del contrato sexual. El resultado sería subvertir el orden patriarcal a través de una institución patriarcal como es la prostitución. La prostituta no deja de cumplir con su mandato de género impregnado en su sexo por parte de una sexualidad masculina, pero invita a un imaginario colectivo en donde desfilan las películas de Almodóvar, las canciones de Sábina, o:

«Cobramos la entrega en especies: nos pagan con dinero o con honra matrimonial, a veces con ambas cosas. Necesitamos ser compradas. Pero Naná no sólo recibe: expulsa. También ella usa y descarta, por eso es fascinante y aterradora. Provoca un codicioso desprecio, una avidez sumisa. Ella puede dejar cualquier amante en cinco minutos: la paga que le dan no obliga a más. Las esposas quedan presas de la cadena que hila su propia rueca.»[21]

2)  La abolición de las condiciones que configuran el fenómeno de la prostitución: El punto de partida que reconciliaría a reglamentaristas y abolicionistas sería la preocupación por la condición de las mujeres prostituidas, las condiciones económicas que acusan su supervivencia en la prostitución, y el fin de un estado de esclavitud sexual. Ahora bien, las similitudes se disuelven en el momento en que las reglamentaristas esgrimen la teoría de las voluntades y la liberación sexual, distinguiendo entre prostitución forzosa y no forzosa. La teoría abolicionista, dando voz a la mayoría de las mujeres prostitutas, y desde un pensamiento crítico deconstruye tal distinción.

Voy a intentar exponer dicha deconstrucción: Imaginemos que centramos el análisis en la prostitución no forzosa y admitamos tal distinción. Expongamos, a partir de dicha hipótesis, la articulación de una ley reglamentarista, según sus propias tesis:

a) ¿La prostitución es un trabajo? Las tesis reglamentaristas sostienen que la marginalización del oficio proviene de la estigmatización social que condena al mismo. La reglamentación trabaja por dicha desestigmatización, dicho trabajo abarca desde publicaciones de ensayos –sociológicos, antropológicos–, cuentos infantiles, foros de debate, comparecencias en los medios de comunicación, o manifestaciones en la calle. La carga simbólica de la prostitución respondería a una falsa moral que juzga a la prostituta. La reglamentación supondría la aceptación social de un servicio sexual a cambio de dinero, se trataría de un proceso de socialización en donde la aceptación de la venta de los cuerpos regularía este trabajo, permitiendo su reconocimiento social, derechos laborales y sanidad pública. Y la no distinción entre trabajos como el cuidado a niños, o ancianos, tradicionalmente trabajos femeninos, junto con el de la prostitución, igualmente femenino. Una optimatización de los recursos económicos haría que muchas mujeres prefiriesen este trabajo femenino, frente a otros igualmente femeninos.

¿Por qué no se sostiene este argumento desde el feminismo?

El pensamiento crítico responde históricamente a este argumento:
  • Desde las filas del marxismo, el feminismo ha sostenido una batalla contra las distintas formas de la dominación masculina, y nunca se detuvo ante la dominación sexual que constituye la prostitución. Aún no terminamos de entender los argumentos contemporáneos que se dicen a sí mismos feministas y marxistas, y no sólo defienden, sino que convierten en su caballo de batalla la legalización de la prostitución.

En los años de la revolución el feminismo marxista concebía la prostitución como la expresión de la dominación sexual. La disputa, en todo caso, era entre la corriente ortodoxa que negaba la posibilidad de un comunismo patriarcal en tanto que éste, por su propia definición, consistía en la ausencia de propiedad privada, y el feminismo que reconocía la independencia de las dos estructuras –capital y patriarcado– e insistía en que el final del capitalismo no aseguraba el fin de la dominación masculina, los ejércitos rojos tenían en común con el resto de los ejércitos sus burdeles[22].

« XVI. SE ACABARÁ PARA SIEMPRE CON LA PROSTITUCIÓN:

Esta vergüenza se la debemos al sistema económico hoy en vigor, a la existencia de la propiedad privada. Una vez haya desaparecido la propiedad privada desaparecerá automáticamente el comercio de la mujer. Por lo tanto, la mujer de la clase trabajadora debe dejar de preocuparse porque esté llamada a desaparecer la familia tal y conforme está constituida en la actualidad. Sería mucho mejor que saludaran con alegría la aurora de una nueva sociedad, que liberará a la mujer de la servidumbre doméstica, que aliviará la carga de la maternidad para la mujer, una sociedad en la que, finalmente, veremos desaparecer la más terrible de las maldiciones que pesan sobre la mujer: la prostitución.»[23]

Pese a las diferencias pertinentes, las feministas marxistas que lucharon por el fin de la familia como centro neurálgico para la mujer, contra la feminización del espacio doméstico y de la maternidad, nunca cesaron su lucha ante el fenómeno de la prostitución y mucho menos consideraron que fuese una posibilidad liberadora frente al matrimonio burgués, sino más bien la otra cara de la misma moneda, como expondré más adelante.

  • La izquierda libertaria: las anarquistas también reconocieron en la prostitución la más ignominiosa de las opresiones por razón de sexo. La educación, arma combativa para las anarquistas libertarias, igualaba a los sexos en su formación e insistía, ya en los años treinta, en términos, que hasta hace bien poco nuestra historia silenciaba, como el de coeducación: no sólo se requería una educación mixta sino una educación que compartiese los mismos valores, y que no hubiese distinción de roles de género, para ello es obvio que la demanda por parte de los hombres de cuerpos como mercancía sexual escapaba por completo a las intenciones revolucionarias de las anarquistas.

«Liberatorios de Prostitución: La empresa más urgente a realizar en la nueva estructura social es la de suprimir la prostitución. Antes de ocuparnos de la economía o de la enseñanza, desde ahora mismo, en plena lucha antifascista aún, tenemos que acabar radicalmente con esta degradación social. No podemos pensar en la producción, en el trabajo, en ninguna clase de justicia, mientras quede en pie la mayor de las esclavitudes: la que incapacita para todo vivir digno. (...) Con esto hay que acabar rápidamente. Y ha de ser España la que dé la norma al mundo. Todas las mujeres españolas habremos de ponernos ahora mismo a esta empresa liberadora. Ninguna farsa más de ligas y discurso «contra la trata de blancas». No más sombríos conventos de arrepentidas. No más pasivas conmiseraciones de mujeres distantes. No es problema de ellas, sino nuestro, de todas las mujeres y de todos los hombres. Mientras él exista no se podrá llegar a la sinceridad en el amor, en el afecto , en la amistad, en la camaradería. Hay que hacer enseguida lo que no hicieron nunca asociaciones femeninas que han pretendido emancipar a la mujer organizando algunas conferencias amenas, algunos recitales de elegantes poetas y poetisas, preparando algunas mecanógrafas.

MUJERES LIBRES está organizando liberatorios de prostitución. (...), en ellos se desarrollará el siguiente plan: 1º investigación y tratamiento médico-psiquiátricos. 2º Curación psicológica y ética para fomentar en las alumnas un sentido de responsabilidad.3º Orientación y capacitación profesional. 4º Ayuda moral y material en cualquier momento que les sea necesaria, aún después de haberse independizado de los liberatorios.

Esperamos que todas las organizaciones obreras, asociaciones femeninas, partidos políticos y todas las mujeres y los hombres conscientes colaboren en esta obra, en la que MUJERES LIBRES pone todo su entusiasmo emancipador y constructivo.»[24]

Parece ser que en los años treinta las acciones revolucionarias podían permitirse el combate contra el patriarcado sin tener que lidiar con argumentos derivados, como la trata de blancas, las anarquistas de los años treinta reconocían el estado de dominación que implicaba la prostitución.

«En el año 1855 el decimocuarto Presidente de los Estados Unidos, el demócrata Franklin Pierce, propuso a los Duwamish que vendiesen sus tierras a los colonos blancos y que ellos se fuesen a una reserva. Los indios no entendieron esto ¿cómo se podía comprar y vender la Tierra?

Así respondieron los indios: Consideraremos la posibilidad de que el hombre blanco nos compre nuestra Tierra Pero mi pueblo pregunta: ¿qué es lo que quiere comprar el Cielo, o el calor de la Tierra, o la velocidad del antílope? ¿Cómo vamos a venderos esas cosas y cómo vais a poder comprarlas? ¿Es que, acaso, podréis hacer con la Tierra lo que queráis, sólo porque un Piel Roja firme un pedazo de papel y se lo dé al hombre blanco? Si nosotros no poseemos el frescor del aire, ni el brillo del agua, ¿cómo vais a poder comprárnoslo? ¿Es que, acaso, podéis comprar los búfalos cuando ya habéis matado al último? Consideramos vuestra oferta. Sabemos que si no os la vendemos, vendrá el hombre blanco y se apoderará de nuestra Tierra. Pero nosotros somos unos salvajes.»[25]

A lo mejor resulta que ha llegado el momento de reivindicar nuestra condición de salvajes. Reivindicar el derecho a la extrañeza, a lo mejor todavía podemos, y debemos, seguir asombrándonos cuando no entendemos muy bien lo que se nos dice, y lejos de establecer analogías esencialistas entre las tierras y las mujeres –nada más lejos de nuestra intención–, reivindicamos el derecho a no entender: que de hecho los hombres compren cuerpos de mujeres en un estado patriarcal, es algo muy distinto a reivindicar el derecho que tienen las mujeres a vender sus cuerpos, la subversión del primer hecho no se consigue con el derecho de las mujeres a vender sus cuerpos sino cuestionando el supuesto derecho de los hombres a comprarlos. O por lo menos ésta ha sido tradicionalmente la lógica marxista y feminista.

Parece que todo está perdido. Si no nos queda la diferencia entre un liberal y un no liberal, realmente estará todo perdido.

«Tal era precisamente lo que ocurría en un sistema de mercado. Del hombre (bajo el nombre de trabajo) y de la naturaleza (bajo el nombre de tierra) se hacían mercancías disponibles, cosas listas para negociar, que podían ser compradas, y vendidas en todas partes a un precio denominado renta o arrendamiento, en lo que se refiere a la tierra. Existía un mercado tanto para el trabajo como para la tierra, y la oferta y la demanda quedaban reguladas en cada caso por el nivel de salarios y de rentas respectivamente; la ficción de que el trabajo y la tierra eran productos para la venta se mantenía constante.

(...) Ahora bien, mientras que la producción podía en teoría organizarse de este modo, la ficción de la mercancía implicaba el olvido de que abandonar el destino del suelo y de los hombres a las leyes del mercado equivalía a aniquilarlos.»[26]

La propuesta de la performance posmoderna sería ficcionar los intercambios sexuales, pero debiéramos tener cuidado no vaya a ser que la ficción ficcionada sobre el olvido de otra ficción, al final nos dé, de bruces, con la cruda realidad.

Si el marxismo y el feminismo se han caracterizado, y caracterizan, por algo, ha de ser por la resistencia al olvido estructural, sólo esta resistencia nos hará libres. No podemos sustituirla por una ficción erótico festiva.

  • El Feminismo radical denuncia la colonización sexual que supone la conversión del cuerpo femenino en cuerpo sexualizado, la proliferación de la industria del sexo lejos de ampliar nuestras posibilidades laborales, las reduce a una y la misma: lo femenino.

Lo femenino es expuesto por definición histórica a dosis de violencia, la historia de la trasgresión masculina es tan triste como la fantasía de producir violencia en lo femenino ¿Cuál es el lugar ideal en donde uno cree transgredir las normas? El cuerpo de las mujeres. Insisto en la tristeza del asunto en tanto que la trasgresión de las normas cumple tan rigurosamente las normas de la trasgresión como las novelas tediosas de Henry Miller[27] en donde por mucho que avances en su lectura nunca consigues sorprenderte ante nada que no sea la mayor moral puritana que insiste en concebir lo erótico como algo degradado y ridículo.

«La esclavitud sexual se da en TODAS las situaciones en que una mujer o una niña no pueden cambiar las condiciones inmediatas de su existencia, al margen de cómo llegaron a esa situación de la cual no pueden salir y del lugar donde sean sometidas a la violencia y la explotación sexuales. (...) Uno de los hallazgos más importantes de este estudio sobre la esclavitud sexual femenina es que el paradigma de la violación, la política sexual de la violación, constituyen el contexto social y político en que las víctimas son sexualmente esclavizadas. La experiencia de la víctima de una violación es, en esencia, la experiencia de todas las mujeres víctimas de violencia sexual en cuanto a la forma en que reacciona todo el orden social ante su experiencia y la forma en que esta experiencia es tratada. Al reconocer la comunidad de experiencia de las mujeres en la esclavitud sexual femenina, rompemos con la inveterada separación de las mujeres en las categorías, competitivas e incompatibles, de mujer pura y prostituta, y nos permite entender que la «víctima», también puede ser la prostituta, la mujer golpeada, la niña incestuosamente agredida, la mujer velada, la novia comprada.»[28]

  • La teoría feminista a partir de los años sesenta sufre una clara división teórica, surge en Francia a partir de las interpretaciones psicoanalíticas de grupos lacanianos y a través de los trabajos de Irigaray, una corriente que se ha dado en llamar el feminismo de la diferencia. En Italia se recoge este trabajo de la mano de Luisa Muraro y en torno a la Librería de Mujeres de Milán, y en España a través de los estudios de DUODA a cargo de Milagros Rivera. Las tesis de la diferencia se distancian del feminismo ilustrado nutriendo –los debates entre ambas corrientes– los anales del feminismo. Pero es importante señalar cómo se hermanan[29] ante el fenómeno de la prostitución:

«La última consigna de nuestra gazmoñería es: prostitutas autoorganizadas. No me equivoco, no es la última sino la penúltima; porque la última, no pronunciada todavía, se perfila ya: normalización fiscal. La prostituta que paga impuestos es la figura del orden burgués, cumplidamente realizado, y en cuanto tal, merecería un lugar en la Fenomenología del espíritu.

El horror femenino hacia la prostitución tiene un motivo preciso aunque nunca dicho hasta ahora; es que la prostitución es, para un número no calculable de mujeres del que no hay que excluir a las que se prostituyen, una caricatura de la disponibilidad femenina a lo otro; disponibilidad que una mujer encuentra inscrita en su cuerpo por la fisiología de la maternidad y luego traducida en su alma por la intimidad con la madre, que es el privilegio de la hija. Una caricatura he dicho, porque hay otras, pero ésta es la más literal, la más cercana a la verdad y, por ello, la más inquietante y obscena.»[30]

  • Marcela Lagarde, feminista mexicana, histórica en su lucha por los derechos de las mujeres, se presenta como diputada independiente en el Parlamento Mexicano, y consigue ser nombrada dirigente de la Comisión que investiga los feminicidios de Ciudad Juárez. Lagarde no se cansa de denunciar que las desaparecidas, cuyos cadáveres no se encontraron, han pasado a abastecer la demanda de las rutas del tráfico de mujeres para su explotación sexual.

Después de lo expuesto, ahora estamos en disposición de volver a preguntarnos: ¿la prostitución es un trabajo? No nos queda más remedio que contestar que no. Y a la defensa del no, no nos obliga la estigmatización social, como proponen las reglamentaristas, sino la totalidad del movimiento feminista, el compromiso con el colectivo de las mujeres, y el derecho de las mujeres a no ser prostituidas.

Y en todo caso habrá que luchar contra las estigmatizaciones, por supuesto, contra la femenina que la reduce a la condición de sexo, pero sobre todo con la estigmatización masculina que la erige con derechos corporales hacia nosotras. Nunca el derrocamiento de la estigmatización que pesa sobre las mujeres nos va a llevar a defender la prostitución como una forma de trabajo más, sino que no cesaremos de luchar hasta que derroquemos los roles masculinos que denominan a la producción de plushonor trabajo. El recuerdo de la estructura no nos lo permite. Sinceramente, no creemos que el problema dependa de la estigmatización de pequeñas viciosas[31] sino de mayores, numerosos y pudientes viciosos.

b) ¿La legalización acabaría con el proxenetismo coercitivo? Las tesis reglamentaristas, sostienen que la legalización de la prostitución acabará con el proxenetismo coercitivo, como comentábamos anteriormente. La lucha de las tesis abolicionistas es evidenciar las consecuencias de la legalización para las mujeres prostituidas.

«(...)En efecto, mientras que antes del Código de 1995 estaban penalizadas todas las modalidades de proxenetismo, mediare o no el consentimiento de la persona prostituida, el artículo 188 del Código Penal, conforme a su redacción originaria, sólo penalizó el proxenetismo coercitivo, es decir, la utilización de medios coercitivos: coacción, fuerza física, abuso de situación de vulnerabilidad. El cambio, en el sistema penal ha tenido consecuencias visibles: hemos pasado de ser un país de tránsito a ser un país de destino; el proxenetismo al no estar penalizado se ha estructurado y organizado legal y efizcamente; los proxenetas has pasado de ser designados como delincuentes a ser empresarios del sexo; las mujeres traficadas han de acreditar los medios coercitivos sufridos, ante las exigencias del tipo penal, lo que acentúa su vulnerabilidad al descansar sobre ellas la carga de la prueba.»[32]

Esta reforma progresista!? legaliza la especulación de cuerpos de mujeres. El mercado de la carne tiene carta blanca y sus mercaderes serán oficialmente grandes gestores.

«La prostitución en el Estado español está controlada por los llamados «10 hombres fuertes» que entre todos suman más de 100 macro-locales de prostitución. En general, se calcula que a éstos se les debe sumar unos 400 «minoristas» declarados. Las cifras son mucho mayores, ya que los cálculos hechos por la Generalita de Cataluña recientemente han cesado en 450 los locales de alterne, sólo dentro de su Comunidad Autónoma ( la Guardia Civil estima que probablemente son más). En el ámbito de la Comunidad de Madrid rondamos igualmente el medio millar de locales dedicados a algún tipo de prostitución. Esta cifra se incrementa si tenemos en cuenta que la prostitución de calles está relacionada con los negocios de alquiler de habitaciones y apartamentos, en pensiones y hoteles y que también hay que sumar aquellas que ejercen en pisos propios o bien pisos de proxenetas. Así la cifra puede llegar fácilmente a los 700 establecimientos, aunque sólo comprende la prostitución abierta y semi–abierta.»[33]

Estos datos son publicados en el 2002, los tres años transcurridos hasta el 2005 incrementan considerablemente las cifras.

El mismo informe arroja los siguientes datos sobre prostitución de menores:

El origen de los/as menores traficados con fines de explotación sexual en la Unión Europea, según la OIM; Trata de Migrantes, n.º 24, 2001:

- 49% Europa Oriental; 29 % África ; -22 % otros : el 70% son niñas.

- 2 millones de niños/as son traficados/as anualmente; 

- 6000 niños/as entre 12 y 16 años son introducidos/as en la industria del sexo cada año en Europa Occidental; 

-Entre el 10 y el 30 % de las personas prostituidas en Europa del Este son menores; 

- el 80% de las albanesas víctimas de tráfico eran menores de 18 años, en estas nacionalidades destaca la mayor frecuencia de situaciones de rapto.

España es uno de los países de destino, sobre todo para las mujeres y niñas traficadas desde África (Ghana, Nigeria, Etiopía, Malí) y Europa Central y del Este (Rusia, Ucrania, Lituania, Moldavia, Rumania, Albania, Hungría) y América Latina (Brasil, Ecuador, República Dominicana). Las principales formas de reclutamiento son: 1. Engaño en origen: promesa de trabajo doméstico, hostelería, matrimonio; 2. Secuestro o violación + secuestro; 3. Endeudamiento para financiar el viaje.

«(...)El número y volumen de mujeres traficadas es imposible de evaluar, puesto que de conocerse un número, éste es sólo respecto a las mujeres que denuncian (normalmente escapadas de clubes, las de calle tienen menos posibilidades) y en relación con el número de redes desarticuladas. Lo cual nos remite a la falta de sistematización existente por parte de las instituciones en la recolección de datos, y a la falta de coordinación entre autoridades y ONGs. De acuerdo con los datos de la Dirección General de la Policía (MIR; 2001) en el año 2000 se logró desarticular 84 redes de tráfico, y en el año 2001, 119 redes. (...) Un ejemplo de la dificultad que supone llegar a las víctimas y del incremento de este fenómeno son las cifras de la propia OIM, quien en el año 2000 sólo puedo asistir a 703 víctimas de tráfico para que regresasen a sus países de origen y 1.340 en el 2001, pero que calcula para el 2002 una asistencia para al menos 2.200 víctimas. El por qué es tan difícil llegar a las víctimas se explica en parte, por las variables que acabamos de enumerar, pero también existen otros factores. Entre ellos: la coerción y la violencia a la que están sometidas las mujeres para que mantengan silencio, incluso una vez que son liberadas, a través de amenazas de muerte y daño físico a ellas mismas y a sus familias de origen: la vergüenza y el trauma psicológico como factores disuasorios para efectuar denuncias; el aislamiento al que son sometidas las víctimas y las barreras culturales y lingüísticas; las situaciones de irregularidad administrativa; la falta de información sobre derechos y recursos; y la escasez de programas e iniciativas institucionales destinadas a las víctimas.»[34]

Estas dificultades, hemos de resaltar una y otra vez, no se dan en un estado prohibicionista ni abolicionista, sino precisamente en un estado reglamentarista, que al legalizar la prostitución tan sólo tiene que adiestrar a las mujeres prostituidas para que respondan en nombre de su voluntad.

No tenemos ningún interés en exagerar la realidad, nos remitimos a las consecuencias de las medidas reglamentaristas:

España es objeto de recomendaciones internacionales :

Observaciones finales del Comité para la Eliminación de la Discriminación contra las Mujeres (CEDAW/C/ESP/5)[35]

«336. A la vez que encomia al Estado Parte por las medidas jurídicas y de otra índole que ha adoptado contra la trata de mujeres y niñas, el Comité expresa su preocupación por el aumento de la incidencia de la trata de mujeres y niñas. Le preocupa la situación de las mujeres que son objeto de ese comercio, en particular las que invocan la condición de refugiadas por motivos de persecución basada en el género.

337. El Comité insta al Estado Parte a que redoble sus esfuerzos por entablar cooperación internacional con los países de origen y de tránsito, dentro y fuera de la Unión Europea, tanto por lidiar con las fuerzas económicas que hacen que las mujeres sean víctimas de la trata como para prevenir la trata de mujeres mediante el intercambio de información. El Comité también insta al Estado Parte a que adopte todas las medidas apropiadas para luchar contra la explotación de la prostitución de la mujer, INCLUSIVE desalentando la demanda de la prostitución. El Comité también insta al Estado Parte a que continúe reuniendo y analizando datos provenientes de la policía y fuentes internacionales, procesando y castigando a los traficantes y garantizando la protección de los derechos humanos de las mujeres y niñas objeto de la trata. El Comité exhorta al Estado Parte a que garantice que las mujeres y niñas víctimas de la trata reciban el apoyo suficiente para estar en condiciones de atestiguar en contra de los traficantes. Insta asimismo al Estado Parte a que otorgue plena protección, en virtud de la Convención de Ginebra de 1951 sobre el Estatuto de los Refugiados, entre otras a las mujeres víctimas de la trata que pidan asilo por motivos de persecución basada en el género, de acuerdo con la evolución reciente del derecho internacional de los refugiados y la práctica de otros Estados.»

La distinción promovida por estados, como el de los Países Bajos, entre prostitución forzosa y libre, ha promovido de tal manera la reforma de los convenios dentro de la Unión Europea, que se ha conseguido que los estados firmantes no ratifiquen el Convenio de 1949 en donde se definía la prostitución como un comercio incompatible con la dignidad y el valor de las personas, estos conceptos son sustituidos a partir de los años noventa, gracias a la inyección neoliberal, por decretos que velan por la libertad de las mujeres: «las mujeres tienen que ser libres de decidir querer prostituirse».

«Holanda lleva la lógica económica neoliberal a sus últimas consecuencias. (...) admite que el cuerpo humano puede ser objeto de transacción y reconoce que otra persona puede sacar beneficio de eso. «El derecho a la autodeterminación del que goza toda mujer u hombre adulto y libre que no se encuentre sometido a ninguna influencia ilegal, implica el derecho de esa persona a dedicarse a la prostitución y de permitir que otra persona se lucre con los ingresos que ella obtenga». (...) Las autoridades holandesas llegan incluso a proponer un nuevo concepto: el de « pleno consentimiento a la propia explotación». (...) El 80% de las prostitutas de Amsterdam son extranjeras, y el 70% carece de documentación. No es de extrañar entonces que sólo cuatro de los doscientos cincuenta «burdeles» registrados de la ciudad hayan firmado un convenio con el alcalde, que no acuerda ningún derecho a las prostitutas. Las políticas en materia de prostitución y de inmigración ya no se pueden disociar»[36]

Otro socio neoliberal es el gobierno alemán. Alemania desde el año 2002 al legislar la prostitución, considerándola un oficio, incrementa la oferta como país de destino para las mafias que trafican con mujeres extracomunitarias y consigue recortar el derecho a las prestaciones sociales de las mujeres.

«Berlín. Una joven camarera alemana de 25 años que se negó a ofrecer sus «servicios sexuales» en un burdel de Berlín podría ver recortados seriamente sus derechos laborales en virtud de la nueva legislación sobre beneficios sociales aprobada el pasado año en Alemania, según informó ayer el diario británico Daily Telegraph» (febrero de 2005)[37]

El caso de Australia es similar, se dispara el sexo como ocio, la pornografía -ejerciendo como el mejor marketing -dispara las ventas del producto. Y la legitimación del acceso de los hombres al cuerpo de las mujeres en tanto que mercancía vuelve aún más vulnerable al colectivo de las mujeres: a las que son prostituidas y a las que sin serlo mantienen relaciones (laborales, familiares, emocionales, sexuales) con esos hombres que compran sexo.

«Según fuentes policiales actualmente en Victoria se estima que hay 400 burdeles ilegales que van cambiando y son difíciles de detectar, suponiendo que exista la intención de detectarlos. No hay un trabajo especial para la policía de controlar los burdeles legales ni ilegales después de que la legalización o despenalización se hiciera. Están bajo el control del gobierno local. En NSW aparentemente la corrupción policial fue la que dictó la introducción de la despenalización de los burdeles allí para que de este modo la policía no tuviese ningún rol. (...) Las Concejalías locales tienen que financiar detectives privados para que vayan a los burdeles y pagar por sexo. (...) Los investigadores que trabajan en burdeles sin licencia firman declaraciones juradas del perfil de los servicios sexuales que les han ofrecido. Entonces las presentan al magistrado quien puede prohibir la entrada al local. Esto castiga a los propietarios del local pero no a los que operan el burdel que sencillamente cambian los lugares de los negocios. Hay poca duda de que la industria ilegal está fuera de control. La legalización o despenalización ni previene ni puede prevenir los burdeles ilegales. La policía de Melbourne sospecha de un hombre de Hong Kong que opera en 6 burdeles sin licencia en las afueras del Este de Melbourne, ganó más de $8 millones en los pasados tres años. Los efectos de la despenalización de la prostitución en Nuevo Gales del Sur en 1995 han sido similares. Los burdeles se han multiplicado por cuatrocientos y la gran mayoría no han acudido, como se supone debían hacer, al consejo local para conseguir las licencias. Los consejos no pueden permitirse el pagar a personal especial para entrar en burdeles ilegales para dar prueba de que están infringiendo las regulaciones proyectadas.»[38]

El análisis estructural por parte del abolicionismo aborda la condición económica de las mujeres no como una justificación para ser prostituidas, sino como la causa de su prostitución y en tal medida propone y exige las medidas estatales que cumplan con recursos económicos. Se exige un compromiso que convierta a éste en un estado de derecho y no en un estado proxeneta. En Suecia ha costado diez años que el proceso abolicionista comenzase a dar resultados, y la clave del asunto consistió en una estrategia muy distinta a la puesta en marcha por los países reglamentaristas. La prostitución no es considerada un trabajo ni una posibilidad económica para las mujeres, sino más bien es resultado de la dominación masculina en un estado patriarcal, ésta consideración llevó a poner en marcha un proceso de socialización que visibilizase a los compradores y demandantes de sexo, y se cuestionó socialmente esta figura, por resultar incompatible con la lucha por la igualdad de derechos entre los sexos.

«En la legislación sobre la violación de la integridad de las mujeres, el Gobierno Sueco y el Riksdag (Parlamento) definen la prostitución como una demostración de violencia por parte del hombre contra las mujeres y menores. Desde el 1 de Enero de 1999 la compra –o intento de compra– de servicios sexuales, constituye un delito que puede tener una condena de multas o cárcel de hasta seis meses. Las mujeres o menores que son víctimas de prostitución o tráfico no sufren repercusiones legales.

(...) Según el Capítulo 6, 8 del Código Penal sueco, cualquier persona que promueva o anime, o de manera impropia, con fines comerciales, favorezca las relaciones sexuales de otras personas a cambio de dinero, comete un delito y debe ser condenado por proxenetismo a un máximo de 4 años de prisión. (...) Desde que la Ley entró en vigor, se ha producido un descenso drástico en la prostitución de mujeres en la calle, según información facilitada por la Policía y los Servicios Sociales. También gracias a esta Ley el número de hombres que compran servicios sexuales ha disminuido, al igual que el reclutamiento de mujeres para ejercer la prostitución. (...) Las encuestas realizadas por el Instituto Oficial de Encuestas Sociales hechas en junio de 1999, y luego dos años más tarde, demuestran un aumento significante –del 76% al 81%– de las personas que están a favor de la Ley. (...) una tercera encuesta hecha en Octubre de 2002 confirma que el apoyo a la Ley que prohíbe la compra de servicios sexuales se mantiene alto; 8 de cada 10 suecos están a favor de esta legislación»[39].

¿Esto significa que los suecos han dejado de hacer turismo sexual en países asiáticos, como acostumbraban? No, realmente no, pero el índice ha disminuido considerablemente, los estudios sobre el cliente inciden en que tomar un avión para viajar a otros países a abusar sexualmente de mujeres y menores, es un delito –premeditado[40]– que cometen con frecuencia los clientes habituales de la prostitución. Si en el país de origen, la sociedad no fomenta dichos delitos sino que socialmente los denuncia como agresión a los derechos humanos los índices de turismo sexual disminuyen. Además Suecia no goza de esa flexible ley que ampara a los holandeses; un ciudadano holandés puede ser condenado por pederastia en su país, pero en las calles de Bangkok estará eximido si Tailandia no legisla la compra de niñas para su explotación sexual como delito.

Por tanto el problema no lo producen países abolicionistas como Suecia, sino los países reglamentaristas. De poco servirá el caso sueco, si la cercana Alemania abre sus comercios a la industria del sexo dignificando las condiciones empresariales de sus patronos.

«(...) en este momento de nuestra historia podemos afirmar de forma global que el proyecto de transformación de la masculinidad no tiene peso político. Excepciones a la regla, como la nueva Ley Sueca que prohíbe la compra de servicios sexuales, son todavía muy escasas. La verdad es que los intereses patriarcales masculinos están consolidados y defendidos en la mayoría de los mecanismos actuales. Estos mecanismos están institucionalizados tanto a nivel estatal como de mercado, y por supuesto en la industria global del sexo, de la prostitución, del tráfico de mujeres y de otras formas de explotación humana sexual. Es de máxima urgencia establecer y lanzar un discurso público sobre todos estos temas; sin embargo, como ya dijimos antes, el silencio parece haber sido roto de alguna manera y el retorno al viejo orden sería un callejón sin salida, tanto para las mujeres como para los hombres.»[41]

Los sindicatos y los movimientos sociales deben exigir decretos que financien un combate real para frenar la feminización de la pobreza, urgen más recursos materiales para las mujeres inmigrantes, esto es el deber de un Estado de Derecho frente a las leyes de un Estado proxeneta.

c) ¿La prostitución emancipa sexualmente a las mujeres?

Y por último, respecto a la prostitución como algo que tenga que ver positivamente con la emancipación sexual femenina, como hemos expuesto a lo largo de todo el artículo, la teoría abolicionista tiene fuertes argumentos para afirmar, sencillamente, que la prostitución es por excelencia la forma pública del patriarcado; consistiendo en la colonización sexual de las mujeres y en la imposibilidad práctica y teórica de la liberación, engullendo las luchas de los años setenta e instaurando un orden patriarcal de apariencia festivo-erótica, muy similar a la forma contemporánea del capital en donde uno va a los centros comerciales –por definición lugares de consumo– a decir que se divierte.

Resulta harto sospechosa la proliferación de la prostitución en los países occidentales, cuando los hombres y las mujeres de esos países ya no tienen que sortear obstáculos[42] para relacionarse sexualmente los unos con las otras, las otras con los unos, o entre los mismos sexos. La posibilidad de tener un intercambio sexual en los años setenta era factible, se podía llegar a un acuerdo y tener una relación sexual sin necesidad de asignarle un compromiso

¿Qué quiero decir con esto? Que es una verdadera farsa la totalidad de los argumentos que apuestan por el comercio del sexo, articulando éste como el baluarte de la libertad para las mujeres.

El movimiento feminista es un movimiento revolucionario que luchó y lucha contra las estructuras de la dominación masculina. El matrimonio consiguió un control sobre las mujeres durante mucho tiempo en Occidente, y su deconstrucción nunca admitió remilgos del tipo «me pega lo normal», si la estructura estaba podrida la tirábamos a la basura, nunca consentimos en reformas masculinas, la prostitución nunca puede ser la alternativa feminista a un matrimonio infernal, la alternativa a éste son los derechos de las mujeres, no la remuneración del infierno.

¿La oposición a una relación violenta es que medie una relación mercantil? ¿Realmente podemos pensar que el dinero suprime la violencia que convierte a algo en mercancía? Hasta aquí teníamos que llegar, todos los marxistas de la mano, para preguntarnos si la compra de una mercancía no requiere con anterioridad toda una violencia que convierta a ésta en mercancía. Por qué los obreros y obreras que Mr Peel[43] llevó a las colonias dejaron de serlo al poner el pie en tierra y salieron corriendo a buscarse la vida, ¿qué se le había olvidado al señor Peel?, ¡la policía! O lo que es lo mismo, en las sociedades civilizadas, las condiciones estructurales del capital.

¿A nadie le interesa preguntarse por qué el 98 % de las mujeres prostituidas son migrantes, y casi en su totalidad víctimas del tráfico? La abundancia –sexual– de Occidente abastecida por la misma expropiación de siempre.

No se trata de que las mujeres blancas y formadas adoctrinen moralmente al resto, sino que, ninguna mujer feminista puede dejar de luchar ni un minuto por el fin de la dominación masculina, por muy ociosa que resulte la dominación, o por muy blanca y formada que esté la feminista. Ha llegado el momento de empezar a preguntarse a gritos: ¿hasta cuándo los hombres blancos, formados y ricos, van a seguir demandando el consumo sexual de cuerpos femeninos de todas las edades y de todos los colores? Porque si esa demanda no es una manera durísima de adoctrinar moralmente al tercer mundo, ¿qué es?, ¿multiculturalidad?

6. El habitus de la prostitución

A saber, si el espacio político debe ser ese espacio vacío de intereses ¿ por qué tiene que detenerse el deber ser ante la configuración de un espacio político en donde las reuniones sean amenizadas por mujeres desnudas expuestas encima de una mesa de roble?¿o es que todo avanza tan irremediablemente hacia el mal que ya nos da todo lo mismo?

«La industria del sexo crea la cultura de los hombres y excluye a las mujeres. En lo que son llamados «Clubes de Señores» las mujeres son pagadas para posar su vágina desnuda y afeitada frente a los hombres para que puedan mirar fijo dentro de ellas. Hace tiempo los «clubes de señores» eran para ricos de clase alta que los usaban para tratar y realizar negociaciones políticas y de negocios. Los nuevos clubes de señores son una forma de burdel en la que las mujeres son ofrecidas a los hombres desnudas para bañarse con ellos, bailar sobre sus rodillas y por supuesto, ofrecer sus «servicios sexuales», son mucho más democráticos. Cualquier hombre con entrada puede pasar. Pero los negocios se siguen haciendo allí. Los hombres hacen tratos y negociaciones, tienen reuniones, firman tratados. Grandes empresas alquilan salas de reunión para sus reuniones y les colocan mujeres desnudas sobre las mesas durante el té y la comida. ¿Qué hace esto a favor de las oportunidades de igualdad para las mujeres?»[44]

Por qué debe darnos igual que los adolescentes se socialicen en una sexualidad que define a las menores como disponibles sexualmente, en tanto que llenas de agujeros, y en disposición coital.

« (...) A través de la pornografía y otras formas de prostitución las industrias del sexo han creado una forma de sexualidad en la cual los hombres pagan para tener acceso a una mujer que desesperadamente quiere estar en cualquier sitio que no sea ese, y que se disocia para sobrevivir. El hombre puede penetrar su boca, ano, o vagina con su pene, dedos o lengua y agarra otras partes de su cuerpo que no están en el menú. No tiene que preocuparse por su personalidad o placer. Este es el sexo de la pornografía y otras formas de prostitución. Este también es el «sexo» que las mujeres encuentran más difícil en su relación con los hombres. Todavía la industria del sexo con su influencia sobre políticos y medios de comunicación es capaz de vender este comercio de explotación sexual en las sociedades occidentales. Ningún otro tipo de información sexual puede competir con el alcance y poder de los proxenetas como educadores de sexo. Generaciones de hombres y chicos están siendo formados bajo este punto de vista de lo que es el sexo con el poderoso incentivo del orgasmo. Esto es contrario a los grandes esfuerzos de las mujeres para ser valoradas por los hombres en más cosas que el sexo, valorar el afecto que no está relacionado con el sexo, valuar el sexo de forma que no sean sólo un agujero que los hombres penetran mientras las mujeres piensan en los problemas del trabajo de mañana. La industria del sexo llama a los hombres a usar a las mujeres como objetos con agujeros donde clavar penes y dedos mientras ellas se disocian para sobrevivir emocionalmente. ¿Qué podría ser más confuso que eso? ¿Para quién es ese sexo? ¿Y cuáles son sus implicaciones?

Una de las implicaciones es que los chicos y hombres requieren chicas y mujeres para reproducir los escenarios que les produjeron excitación en sitios de prostitución. Como resultado de esto, informes en periódicos dicen que en fiestas chicas adolescentes tienen que chupárselas a grupos de chicos adolescentes como algo rutinario.»[45]

No hace falta ni ponerse cursi para reivindicar que infancia y juventud no tienen porque significar inevitablemente pornografía y orgía. Insisto que si desde siempre todo es sexo nada es sexo. ¿Hasta cuándo los medios de comunicación van a seguir vaciando nuestra sexualidad? No queremos que el capitalismo enfermizo y el patriarcado opresor sigan apropiándose de la sexualidad.

La cultura de la prostitución consigue alterar el orden explicativo de la especie humana como seres racionales. Las categorías de nuestro entendimiento han venido a constatar la diferencia entre naturaleza y cultura, entre naturaleza e historia, entre naturaleza y razón, a partir de un concepto tan humano como el de la libertad, en tanto que seres racionales que somos gozamos de esa posibilidad consistente en darnos un orden del tiempo distinto a la totalidad causal que ordena inexorablemente la naturaleza, y así entendernos como responsables de nuestros actos, reivindicando el derecho a ser culpables, pudiendo ser tan desordenados, tan primeras causas que podemos hacer de esta tierra un infierno o un reino de los fines.

La teoría que despliega una orgía de voluntades, apelando al mundo de lo femenino, como esa naturaleza sensual, sexualizada, que consiente en definirse según las asignaciones heterónomas que la han venido nombrando –acríticamente– desde tiempos inmemoriales, no será nunca una voluntad libre. La libertad por definición no puede ser en tanto que masculina o femenina, eso es trabajo de la naturaleza, no de la libertad, ésta lo es en tanto que somos seres racionales. Y la libertad que propone la defensa de la prostitución no es más que la libertad de ser exclusivamente naturaleza, toda una trampa, una vez más, de las descripciones patriarcales que buscan excedentes metafísicos para no dejar a ninguna mujer ser libre, a saber, no es lo mismo ser libre, que ser libre en tanto que mujer.

Una voluntad harto sospechosa en tanto que se nos concede en el momento en que los varones se permiten bambolear el orden de las asignaciones, ellos ahora pasan al espacio sensible de lo instintivo para defender sus necesidades sexuales, y entonces nosotras somos libres –atributo que debe ser deducido de una voluntad independientemente de las determinaciones naturales[46]– paradójicamente, para ejercer, dicha voluntad en el terreno de las determinaciones naturales. Toda la historia patriarcal dándonos de bruces contra los prejuicios que nos asignaban un destino en tanto que mujeres, por mucho que dudásemos, íbamos a ser ante todo madres –porque la naturaleza nos lo prometía así– aunque no quisiésemos. Y ahora por fin la sociedad reconoce el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos, se habla incluso de la autodeterminación de los mismos, tenemos derecho a elegir: ¿a elegir desde la naturaleza?[47]

En efecto, la libertad no lo será más porque suponga más derechos hacia el orden natural, sino que la libertad de los seres humanos aumenta en la medida en que no nos tratamos exclusivamente como mera naturaleza. La libertad no aumenta en nuestra condición sexual, sino en nuestra condición de decidir sobre nuestra sexualidad. No es más libre quien folla todo el tiempo, sino el que decide al respecto, no puede ser que hayamos interiorizado tan irremediablemente los parámetros productivos, ¿cómo la libertad va a ser una mera cuestión cuantitativa?

La distinción entre prostitución forzosa y voluntaria no se sostiene como una oposición real, las estructuras dominantes no permiten tal distinción. Y perderse en la noche en que todos los gatos son pardos nunca supondrá el fin de la caverna.



NOTAS:

[*] María Fernández Estrada cursa estudios de doctorado en Filosofía en la UCM.

[1] Pitágoras.

[2] ROUSSEAU, Jean Jacques, Emilio o de la educación. Alianza Editorial, pg. 484, 485. El subrayado es nuestro.

[3] WOLLSTONECRAFT, Mary, Vindicación de los Derechos de la Mujer. Ed. Cátedra, 2000.

[4] Cartas como la que escribe D’ Alembert a Rousseau, o como los textos de Condorcet, que nunca se estudian en asignaturas de Filosofía Moderna, a no ser que la materia la impartan profesores feministas, como la filósofa Alicia H. Puleo, quien edita la compilación de textos que recoge el debate sobre la igualdad de los sexos que se mantuvo en el siglo XVIII (La Ilustración Olvidada), prueba escrita que dificulta los argumentos relativistas que eximen de responsabilidad teórica a los filósofos del patriarcado moderno, como Jean Jacques Rousseau –«hombre de su tiempo»– cuyos escritos corresponden a una época que sí albergó la posibilidad crítica de abandonar los prejuicios sexistas del orden teórico y práctico.

[5] V.V.A.A. La Ilustración Olvidada, la polémica de los sexos en el siglo XVIII. Ed. De Alicia H. Puleo, presentación de Celia Amorós, Antrhopos 1993.

[6] El feminismo marxista tuvo que recordar una y otra vez que la estructura patriarcal no es exclusiva del sistema capitalista.

[7] FRIEDAN, Betty, La mística de la feminidad. Ed. Jucar 1974 (pág. 35, 36).

[8] BEAUVOIR, Simone de, El segundo sexo. Siglo XXI.

[9] La Crítica de la razón práctica es una tratado sobre la libertad que ofrece tales herramientas críticas, que permitiría incluso al propio Kant desmontar su misoginia

[10] Hasta los años ochenta en el Estado Español las comisarías no recogían las denuncias de las mujeres que acudían, tras una brutal agresión, a inculpar a sus agresores. El estatuto de marido disolvía la agresión en un asunto privado. Gracias al movimiento feminista, a la lucha de abogadas, diputadas, y demás mujeres feministas, el maltrato físico, y más tarde el maltrato psíquico – previo en el tiempo – se reconoce como delito.

[11] «El feminismo radical es teoría, la teoría de la praxis. Es la teorización que apunta directamente al corazón o a la raíz de las condiciones de dominación que soportan las mujeres en las sociedades patriarcales. Es una teoría que debe crear categorías, renombrar los tipos de explotación y dominación, y que se ve forzada a encontrar nombres para tipos de explotación que han sido asumidos como naturales para la condición femenina y, por tanto, aproblemáticos para la sociedad patriarcal. Esta teoría o teorización no es ahora, y nunca lo será, una teoría completa, pues la dominación continúa y continúa cambiando, y nosotras seguimos descubriendo dimensiones de esa dominación de las que antes no éramos conscientes.(...)» Teoría crítica feminista (compilación de textos, coordinación de Celia Amorós), cap. Kathleen Barry en Teoría del feminismo radical: Política de la explotación sexual. Instituto de Investigaciones feministas. UCM (pág. 300).

[12] Valga como ejemplo la naturalidad con la que un dibujante de cómic español –del Víbora– escribiese un relato titulado Todas putas, narrando la historia de un simpático violador, con la pretensión de hacer literatura. Y en un Estado como el nuestro, tan politizado y comprometido, con las luchas sociales, el libro se agotó en su primera edición.

[13] KOLLONTAI, Alejandra, La mujer nueva y la moral sexual. Ayuso. Madrid, 1977, pág. 80 (pertenece a la obra La nueva moral y la clase obrera. 1918)

[14] BARRY, Kathleen, Política de la explotación sexual.

[15] Comisión para la Investigación de Malos Tratos a Mujeres. Informe sobre el Tráfico de Mujeres y la prostitución en la Comunidad de Madrid. Edición 2002. (pp. 91,92)

[16] Ibid.

[17] JULIANO, Dolores. La prostitución: el espejo oscuro. 2002 Icaria.

[18] Se condena exclusivamente el proxenetismo coercitivo. ¿Cómo? Exigiendo contratos laborales.

[19] Ibdem.. Pág, 145.

[20] Me resisto a decir que la mujer puede elegir las reglas del juego, ese tipo de partida era la que ya teníamos en muchos países occidentales desde los años ochenta, el dinero del prostituidor frente a la mujer prostituida consiste en imponer, precisamente, un juego en donde ya no haya esas reglas.

[21] Ibdem, pág. 31, cita de Lojo, Una mujer de fin de siglo, pág. 171, 1999.

[22] Las marxistas tuvieron que luchar, igual que las filósofas de la Ilustración, exigiendo que se cumpliese coherentemente con el fin de los prejuicios y las dominaciones. Si en el siglo XVIII hombres y mujeres lucharon contra los privilegios estamentales porque suponían una injusticia social –sostenida por una opresión económica y clasista– y la luz de la razón hacía a todos los hombres iguales, independientemente de su sangre, las mujeres tuvieron que dejarse la vida en recordar que ellas también gozaban de la misma raíz común. En el siglo XIX, cuando el movimiento obrero empuña las armas de la igualdad de clases, las mujeres una vez más han de mantenerse alertas detectando la perpetuación de estructuras que las encadenan por su condición sexual.

[23] KOLLONTAY, Alejandra, El comunismo y la familia., Ed. Fontamara, pág. 179.

[24] Revista MUJERES LIBRES: Nº 3, julio 1936. Archivos de la CNT; Fundación Anselmo Lorenzo. Fuencarral. Madrid. El grupo de Mujeres Libres representa la lucha feminista dentro de la revolución anarquista de los años treinta, en ella se encontraban combatientes como Federica Montseny y Lucía Sánchez Sornil, entre otras.

[25] V.V.A.A. Mis palabras son como estrellas, Mensajes de tres grandes jefes indios, pág. 27. Los pequeños libros de la sabiduría. José J. de Olañeta, Editor.

[26] POLANYI, Karl, La Gran transformación. Ed. La Piqueta, 1997 (pág. 216).

[27] Autor setentero altamente panfletario que gozaba de una gran ingenuidad pues debía pensar que él ideó prácticas sexuales como la fellatio o conceptos literarios!? como «polla gigante». Para un análisis más profundo de la literatura de la vanguardia burguesa remitirse a Política sexual de Kate Millet (ed. Cátedra, colección Feminismos).

[28] BARRY, Kathleen, Esclavitud sexual. Ed.Horas y deshoras 1988.

[29] El concepto de hermanarse (afinamiento) es la apuesta política, insistiendo en el orden simbólico, que propone el feminismo italiano de la diferencia.

[30] MURARO, L., La prostitución una caricatura, DUODA Revista d Éstudis Feministis, nº23-2002.

[31] Pequeñas viciosas, cómic de los ochenta con el que cantidades desproporcionadas de chicos realizaron sus ritos iniciáticos en sexualidad masculina.

[32] CARRACEDO, Rosario, Regular la Prostitución es legitimar la violencia contra las mujeres, 2003. Documento editado en la web de Plataforma de Organizaciones de Mujeres para la Abolición de la Prostitución.

[33] Comisión para la Investigación de Malos Tratos a Mujeres: Informe sobre el Tráfico de Mujeres y la prostitución en la Comunidad de Madrid. Edición 2002.

[34] Ibid, Informe sobre el Tráfico de Mujeres y la prostitución en la Comunidad de Madrid.

[35] Informe del Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer (CEDAW): España El Comité examinó el quinto informe periódico de España (CEDAW/C/ESP/5) en sus sesiones 649ª y650ª, celebradas el 7 de julio de 2004. Observaciones finales del Comité. Principales esferas de preocupación y recomendaciones El subrayado es nuestro.

[36] LOUIS, Marie Victoire. Libres de no serlo Selección de artículos de Monde Diplomatique. Editorial Aún Creemos en los Sueños. 2004.

[37] Nota de prensa, fuente www.redfeminista.org

[38] JEFFREYS, Sheyla. Cultura de la prostitución: Legalización de la Prostitución de Burdeles en Victoria, Australia, el texto completo se puede encontrar en la pág.web: www.abolicionprostitucion.org

[39] Informe Ministerio de Industria, Empleo y Comunicaciones. Enero 2004. Regeringskansliet.

[40] No hay que olvidar que la compra de cuerpos femeninos para uso sexual, por parte de los varones prostituidores, no es una acción espontánea que acontezca en cualquier lugar, uno ha de tener tiempo libre, dinero, medio de transporte para desplazarse.... Y, a saber, los instintos, por lo general, vienen siendo incompatibles con la premeditación desde los orígenes de la especie. Es interesante no olvidar la naturaleza y clasificación de las acciones porque si no caeremos una y mil veces en la reproducción de mitos. Sobre estudios del cliente remitirse a los trabajos realizados por Mª José Barahona (UCM).

[41] MANSSON, Sven-Axel, Profesor de la Universidad de Göteborg, Los clientes y la imagen de los hombres y la masculinidad en la sociedad moderna.

[42] O tal vez sí hay obstáculos todavía: y como sigue habiendo colectivos de discapacitados físicos que no pueden saltar al ruedo con la misma facilidad, habrá que asegurarles su parte proporcional del pastel de carne. No es aventurarme en sarcasmos demagógicos, entre los argumentos para legalizar la prostitución se encuentran el satisfacer las necesidades de los paralíticos, los jóvenes varones marxistas suelen ponerlo como ejemplo en los foros de debate. He de aclarar que siempre se ha hablado en estos términos: varones paralíticos satisfechos con cuerpos de mujeres jóvenes que a no ser que los compren no estarían disponibles para ellos con inmediata facilidad. En mis años de militancia no he escuchado nunca como punto de partida las necesidades sexuales de no sé qué paralíticas. Argumento que tampoco sostendría la legalidad del comercio prostitucional, como expondré más adelante.

[43] Como señala el Prof. Carlos Fernández Liria es imprescindible no olvidar la importancia estructural de los capítulos históricos del Libro I del Capital: «En primer lugar, Wakefield descubre en las colonias que no basta que una persona posea dinero, medios de vida, máquinas y otros medios de producción, para que se le pueda considerar como capitalista, si le falta el complemento: el obrero asalariado, el otro hombre obligado a venderse voluntariamente ... y descubre que el capital no es una cosa, sino una relación social entre personas a las que sirven de vehículo las cosas. Mr Peel –clama ante nosotros Wakefield– transportó de Inglaterra al Swan River, en Nueva Holanda, medios de vida y de producción por valor de 50.000 libras esterlinas. Fue lo suficientemente previsor para transportar además 3.000 individuos de la clase trabajadora, hombres, mujeres y niños. Pero, apenas llegó la expedición al lugar de destino «Peel se quedó sin un criado para hacerle la cama y subirle agua del río» ¡Pobre Mr.Peel! Lo había previsto todo, menos la exportación al Swan River de las condiciones de producción imperantes en Inglaterra.» MARX, K., El Capital I, cap XXV, pág 651. Editorial Fondo de Cultura Económica. México, 1946.

[44] JEFFREYS, Sheyla, La cultura de la prostitución: Legalización de la Prostitución de Burdeles en Victoria, Australia. Seminario sobre los Efectos de la Legalización de las actividades de la Prostitución – análisis crítico. Estocolmo. Noviembre 2002.

[45] Ibid.

[46] «La voluntad es un tipo de causalidad de los seres vivos en tanto que son racionales, y libertad sería la propiedad de esta causalidad para poder ser eficiente independientemente de causas ajenas que la determinen; tal como la necesidad natural es la propia de la causalidad de todo ser irracional para ver determinada su actividad por el influjo de causas ajenas». KANT, I., Fundamentación para una Metafísica de las costumbres, A97.

[47] « (...) Los seres cuya existencia no descansa en nuestra voluntad, sino en la naturaleza, tienen sólo un valor relativo como medio, siempre que sean seres irracionales y por eso se llaman cosas; en cambio los seres racionales reciben el nombre de personas porque su naturaleza los destaca ya como fines en sí mismos, o sea, como algo que no cabe ser utilizado simplemente como medio y restringe así cualquier arbitrariedad (al construir un objeto de respeto).» Ibid. A65.
 
 
[Portada] [Editorial y sumario]