Crítica materialista al materialismo filosófico
 
 

 

Notas para una crítica del enfoque ‘gnoseológico’ de las ciencias (de G. Bueno) desde una perspectiva ‘noetológica’, con especial atención a:

(i) la relación entre la idea general de ciencia(s) y la idea de conocimiento,

(ii) la concepción de las "ciencias humanas" y

(iii) las implicaciones históricas y socio-políticas de ambas cuestiones.

(Notas de Clase)

 

Por Juan B. Fuentes Ortega [*]


 
 

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Sumario

1. Planteamiento general de la cuestión.- *

(I) Planteamiento general de la cuestión en G. Bueno *

(II) Primer acercamiento a la crítica del planteamiento general de la cuestión en G. Bueno.- *

2. Esquema de las coordenadas generales de una noetología (antropológica).- *

(I) Esquema de las coordenadas filosófico-generales de la idea de ‘campo antropológico’.- *

I.1. La función significativa (apofántica) de los lenguajes y el papel de dicha función significativa en el contexto socio-productivo global. *

I.2. Carácter formalmente extrasomático de la cultura objetiva antropológica. *

I. 3. Reinterpretación de la distinción aristotélica entre el "entendimiento agente" y el "entendimiento paciente" en términos de la distinción entre los "componentes somáticos" y los "componentes normativos" del campo antropológico. *

I.4. El proyecto noetológico en cuanto que asociado al proyecto filosófico-antropológico. *

(i) Sinexión entre las figuras cognoscitivas objetivas (noemáticas) y los valores.- *

I. 5. La experiencia religiosa primaria como experiencia privativa de desbordamiento por respecto de las normas. *

(II) Esquema de las coordenadas generales del sistema dialéctico de los conocimientos.- *

II.1 Estructura y funcionamiento de las sociedades "primitivas". *

(i) Los saberes (técnicos y sociales) en las sociedades "primitivas".- *

II.2. Estructura y funcionamiento de las sociedades histórico-políticas.- *

(i) .El Estado como forma de metatotalización partidista y precaria de los enfrentamientos sociales. *

(ii). El proceso de la civilización y la formación de los Imperios. *

II.3. Esquema del sistema dialéctico de los conocimientos en las sociedades histórico-políticas. Observaciones preliminares.- *

(i). La producción "excedentaria" como motor recurrente del desarrollo de los saberes particulares, físico-naturales y sociales. *

(ii). El tejido (dialéctico) recurrente y abierto entre los saberes físico-naturales y los saberes sociales en el contexto del Estado. El Estado y la Filosofía. *

(iii). La dialéctica entre el momento "destructivo-regresivo" y el momento "constructivo-progresivo" de la metatotalización política como dialéctica universal de los saberes particulares, físico-naturales y sociales. *

II.4. Esquema del sistema dialéctico de los conocimientos en las sociedades histórico-políticas.- *

(i). El desarrollo de los saberes físico-naturales: de las técnicas a las ciencias y al complejo tecnológico-científico-industrial.- *

(a) Los saberes físico-naturales en el contexto de las técnicas. *

(b) La formación de las ciencias y del complejo tecnológico-científico industrial: la sociedad universal in-finita y el capitalismo industrial. *

(ii). El proyecto de las "ciencias humanas" como proyecto ideológico de la sociedad capitalista industrial. *

(a) Las morfologías de los saberes sociales en las sociedades históricas. Dialéctica entre los saberes sociales y la historia (como historiografía).- *

(b) Carácter ideológico y (relativo) fundamento real del proyecto de las "ciencias humanas. *

(c). Tipos de ciencias humanas en proyecto: Etnología, "ciencias" sociológicas y Psicología. *

3. Corolario: Crítica de la tipología dialéctica de situaciones y fases gnoseológicas de las "ciencias humanas" de G. Bueno. *

(i) Sobre el concepto de la "fase a1".- *

(ii). Sobre el concepto de las " fases a2" (I-a2 yII-a2) *

(iii). Sobre el concepto de la "fase b2". *

(iv) Sobre el concepto de las "fases b1" (I-b1 y II-b1) *

4. Conclusión y recapitulación.- *

(i) Conclusión. *

(ii) Recapitulación. *


1. -Planteamiento general de la cuestión.-

(I) Planteamiento general de la cuestión en G. Bueno.-

I. 1. Gustavo Bueno ha defendido la necesidad de un enfoque "gnoseológico" (y no "epistemológico") para apresar la idea de ciencia sobre el supuesto de que dicha idea es solidaria de la idea de verdad en cuanto que construcción conjugada entre la materia (semántica) y la forma (constructivo-demostrativa) de cada ciencia, de modo que sería posible alcanzar una idea general de ciencia como "género posterior" obtenido por la recurrencia comparativo-clasificatoria entre la pluralidad de ciencias (o subgrupos de ciencias) ya dadas o en curso, o sea, entre la pluralidad de las mencionadas construcciones demostrativas conjugadas materia/forma en las que las ciencias consisten.

De un modo diferente, se entiende que la perspectiva "epistemológica" tendría que ver con la oposición conjugada entre el sujeto y el objeto de los conocimientos. Se supone, por ello, que no cabría relacionar, sin más, lo "epistemológico" y lo "gnoseológico" como un "género" y una "especie (recta)", de suerte que "resultará que cuando contemplamos las cuestiones gnoseológicas desde la perspectiva epistemológica, no solamente estaremos abstrayendo algunas determinaciones cogenéricas (manteniendo intactos, acaso, los caracteres generales), sino que estaremos probablemente deformando o anegando la estructura misma de la ciencia (en el supuesto de que esta estructura sólo oblicuamente pudiera interpretarse como una especie - "conocimiento científico" - del género "conocimiento" (G. Bueno, La teoría del cierre categorial, vol. I, p. 332).

Ello no quiere decir que el enfoque "gnoseológico" pueda prescindir por completo de los "sujetos" que hacen las ciencias; antes bien, éstos se entenderán , ante todo, como los sujetos corpóreos operatorios cuyas operaciones, debiendo estar presentes en la génesis constructiva de las ciencias (de cada una de sus verdades), quedarán no obstante segregadas o neutralizadas en la estructura objetiva esencial de cada verdad resultante (o sea, en la "identidad sintética" demostrada en la que se cifra la forma de las verdades materiales de las ciencias).

I. 2. Desde semejante enfoque gnoseológico, Bueno ha planteado el problema de las "ciencias humanas (y etológicas)" , básicamente, como el problema planteado por aquel subgrupo de (posibles) ciencias en las que, al menos en el "sector fenoménico" del "eje semántico" de sus campos figuran formalmente "operaciones" (temáticas), entendidas éstas como un "análogo riguroso" de las operaciones de los sujetos gnoseológicos que, en general, están presentes en la génesis constructiva de cualesquiera ciencias - incluyendo, en su caso, a las propias ciencias humanas. Semejante situación será denominada situación "b", por oposición a la situación denominada "a", que se correspondería con la de aquellas ciencias en cuyos campos no figuran formalmente sujetos gnoseológicos o algún "análogo suyo riguroso" (o sea, el caso de las estrictas ciencias físico-naturales).

El carácter problemático de semejante situación "b" residiría, entonces, en que ella nos sitúa, de entrada, ante esta doble alternativa problemática: si, como se ha supuesto, las operaciones constructivas, genéticas o etiológicas, de las ciencias han de quedar neutralizadas por sus resultados verdaderos, entonces, o bien por un lado la presencia de operaciones temáticas en los campos de estas (posibles) ciencias compromete su carácter metodológicamente científico al poner en cuestión la necesaria neutralización de las operaciones constructivas o etiológicas, o bien de otro modo la segregación de éstas últimas, en cuanto que acarrearía la segregación de las temáticas, compromete el carácter (temático-operatorio) "humano" - o "etológico" - de las mismas.

Semejante situación problemática, planteada de entrada de este modo, pretende ser dialécticamente canalizada o desenvuelta y resuelta mediante la introducción de la distinción entre estos dos tipos de metodologías: las denominadas "metodologías b-operatorias", que serían todos aquellos procedimientos mediante los cuales estas ciencias consideran y tratan como presentes las operaciones temáticas de sus campos, y las denominadas "metodologías a-operatorias", que serían todos aquellos procedimientos mediante los cuales estas ciencias, partiendo de contenidos fenoménicos ellos mismos operatorios, construyen relaciones entre los términos de sus campos en donde sin embargo quedarían neutralizadas las operaciones temáticas de partida. La distinción entre ambos tipos de metodologías quiere referirse, más que globalmente a dos ciencias o grupos de ciencias, a dos momentos o fases o estados por los que en principio transitarían cualesquiera de estas ciencias, tendiendo, en todo caso, cada una de ellas a su modo, a asentarse más en una fase que en otra en su proceso de oscilación permanente.

De aquí, se supone, el carácter constitutiva o permanentemente problemático de estas ciencias por lo que toca a sus fundamentos de cientificidad.

Por lo demás, y a su vez, estas dos fases o momentos metodológicos deberán ser desglosados todavía en distintas subfases, construyéndose así una tipología, pretendidamente dialéctico-gnoseológica, de las diversas fases y subfases de los procedimientos metodológicos por los que dichas ciencias transitarían y en torno a las cuales, cada una a su modo, tenderían a asentarse sin perjuicio de su oscilación. Como se sabe: las fases a1 y a2 - incluyendo ésta última sus momentos a2I y a2II - y las fases b2 y b1 - incluyendo esta última los momentos b1I y b1II -, de las cuales fases y subfases más adelante se hablará.

(II) Primer acercamiento a la crítica del planteamiento general de la cuestión en G. Bueno.-

Ahora bien: es precisamente la pretensión de definir una escala gnoseológica de análisis en el sentido indicado la que ensombrece toda posible definición de la perspectiva denominada "epistemológica" que, sin embargo y en todo caso, ha sido mentada correlativamente. En efecto: la mención de dicha perspectiva epistemológica, simplemente caracterizada en general por la conjugación objeto/sujeto, y en todo caso traída a colación con ocasión de la definición del enfoque gnoseológico en cuanto que definido por la conjugación materia/forma asociada a la verdad del modo que se ha visto, queda necesariamente fuera del cono de luz arrojado por la escala gnoseológica así definida, hasta el punto de que sólo podrá ser conceptualmente registrada desde dicha escala de un modo privativo o negativo: como aquellas situaciones, en efecto, que no cumplen las condiciones de la verdad gnoseológicamente definidas, sin que por lo demás se nos diga, de un modo formal y recto, en qué puedan consistir, o cuales pueden ser las distintas configuraciones de dichas situaciones (de supuesta conjugación sujeto/objeto ), así como su relación con la verdad - salvo, precisamente, aquellas situaciones "científicas" de conjugación entre el sujeto que hace las ciencias y su objetos verdaderos que ya están definida a escala gnoseológica, o sea, definidas por la segregación de las operaciones constructivo-etiológicas por sus resultados (materiales) objetivos verdaderos (formalmente demostrados).

Pues bien: semejante ensombrecimiento de la perspectiva "epistemológica" (sólo correlativamente mentada y genérico-indiferenciadamente caracterizada) desde el modo de definir la escala "gnoseológica" (por su parte, constructivamente definida del modo efectivo que se ha visto), deberá acarrear ciertos límites insuperables no sólo a la hora de ensayar cualquier filosofía general del conocimiento que quisiera hacerse asociada o dependiente de semejante "gnoseología", sino también incluso por lo que respecta a las posibilidades mismas de dicha gnoseología, y ello de un modo especialmente acusado al plantearse el problema de las "ciencias humanas".

II. 1. Para empezar, estos límites podrán comenzar a manifestarse ya en la posibilidad de una comprensión desdibujada o insuficiente de ciertos aspectos o estratos de las ciencias estrictas físico-naturales.

Ante todo, y en general, por lo que respecta a la cuestión de la relación entre los conocimientos, que inexorablemente hay que vincular (del modo que fuere: ver más adelante) a los sujetos científicos, y las formas de construcción demostrativa de verdades materiales objetivas que las ciencias ejercen.

En efecto: La dialéctica o conjugación entre la forma (constructivo-demostrativa) y la materia del campo de cada ciencia, a través de la cual tiene lugar la segregación de las operaciones constructivo-genéticas (no proposicionales) en sus resultados objetivos (asimismo extraproposicionales) , no se reduce, por lo que respecta a los sujetos, a dicho tipo de participación, puesto que incluye también un tipo de participación formal de los sujetos científicos en cuanto que sujetos cognoscentes, por cuya mediación puede llegar a tener lugar precisamente dicha construcción objetiva verdadera (extraproposicional) y la correspondiente neutralización de las operaciones (no proposicionales). Dicha participación de los sujetos científicos cognoscentes tiene lugar sobre todo mediante el lenguaje, esto es, a través de las representaciones proposicionales científicas (de los procedimientos constructivos y de los resultados construidos extraproposicionales) que, como soporte procesual intercalado entre medias de dichos procedimientos y resultados constructivos extraproposicionales, hacen posible sostener y proseguir las propias construcciones objetuales no proposicionales.

En este sentido, el concepto de "producto relativo" (entre los "signos", los "sujetos", y los "objetos"), usado por Bueno al objeto de articular las relaciones constructivas entre los momentos de los distintos sectores de los tres ejes de una construcción científica, es sin duda imprescindible, pero puede que insuficiente, si no va explícitamente acompañado por el reconocimiento de que las representaciones proposicionales características de la actividad cognoscente de los sujetos científicos, como soporte procesual intercalado a lo largo de toda la construcción científica (extrapoposicional), incluido el momento de la construcción no proposicional de verdades objetivas y de la consiguiente neutralización de las operaciones no proposicionales, resulta ser formalmente imprescindible para el sostenimiento y la prosecución de los propios momentos no proposicionales de las construcciones científicas. Muy en particular, también las verdades objetivas extraproposicionales (las identidades sintéticas materiales formalmente construidas), momento extraproposicional objetivo en el cual suponemos que tiene lugar la segregación de las operaciones constructivo-genéticas no proposicionales, pueden y deben ser conocidas por los sujetos científicos, esto es, proposicionalmente representadas, a través sin duda de operaciones proposicionales , y ello como condición formalmente mediadora sin la cual sería imposible levantar y proseguir las propias verdades no proposicionales construidas.

Un reconocimiento insuficiente, o desdibujado, de semejante papel formal de la actividad cognoscente de los sujetos científicos - mediante sus operaciones proposicionales representacionales sostenidas a lo largo de toda la construcción científica - en el conjunto del metabolismo constructivo de las ciencias, puede dar lugar a interpretaciones restrictivas muy significativas de dicho metabolismo. En particular, por lo que respecta a la cuestión de la dialéctica entre cada ciencia y su "historia interna", por lo que toca a la dialéctica entre cada ciencia y su denominada "historia externa", y asimismo en lo que se refiere a la dialéctica entre las diversas ciencias.

(i). Por lo que respecta a la dialéctica entre cada ciencia y su "historia interna", la cuestión es que el estado presente, o actual, del campo de cada ciencia ha de considerarse no sólo "irregular" (o "gromerular"), debido sin duda a la distribución irregular del conjunto de sus teoremas, o racimos de teoremas (teorías), vigentes, sino también polémico, o conflictivo, en el sentido de que dicho campo incluirá, no sólo teoremas, sino también problemas - respecto de dichos teoremas -, resultantes de las confluencias mutuamente desajustadas de sus teoremas en curso. De ahí el carácter internamente infecto, y por ello procesual o histórico, del campo de cada ciencia, o sea, la necesidad de una incesante revisión, desde el estado polémico del presente, de los estratos pretéritos de cada campo, al objeto de reintepretar, una y otra vez, los cursos pretéritos de planteamientos de problemas a partir de teoremas y las resoluciones mediante teoremas de dichos problemas, y ello como condición del cálculo, deliberación y planificación de la posible resolución mediante nuevos teoremas de los problemas del presente.

A su vez, semejante reinterpretación histórica tampoco podrá ser ni lineal ni homogénea, sino multilineal y conflictiva o polémica, puesto que tampoco los "datos" del pasado científico hablan "por sí mismos" de manera enteramente inmediata e inequívoca. Dichos "datos" contienen sin duda teoremas, como resoluciones de problemas previos, las cuales resoluciones, sin perjuicio de la franja de verdad dentro de las que se dan y que instauran, se establecieron como alternativas a otros posibles proyectos de resolución que, aun cuando descartados por dicha resolución efectiva, pueden no obstante volver a ser considerados desde el presente, y ello en la medida en que también forma parte del pasado de una ciencia la reintroducción de proyectos alternativos de resolución, en su momento descartados por algún determinado teorema, en el seno de ulteriores reconstrucciones de (más o menos) amplias y profundas ramificaciones de teoremas pretéritos que, sin perjuicio de las franjas de verdad de cada uno de estos teoremas, pueda haberlos reconstruido a todos de un modo estrictamente nuevo o no contenido en el pasado anterior a dicha reconstrucción. En otras palabras: que también forma parte del pasado de una ciencia aquella situación en la que la convergencia problemática de una pluralidad de teoremas puede llevar a resoluciones (teoremáticas) anamórficas que reorganicen racimos de teorema previos de forma que incluyan proyectos alternativos anteriores de resolución de problemas en su momento descartados por algún determinado teorema o grupo de teoremas. En esta medida, el campo presente de una ciencia, sin estar indefinidamente abierto de un modo positivo (sin que "cualquier cosa sea posible"), sí que está indefinidamente abierto de un modo negativo, lo cual no sólo hace necesaria la mencionada revisión histórica, sino que a su vez determina el que ésta pueda tener lugar de un modo asimismo polémico, esto es, de modo que sean posibles reinterpretaciones históricas diversas y mutuamente enfrentadas a la luz de los diversos proyectos hipotéticos de resolución de los problemas del presente.

De este modo, la cirularidad hermeneútica , compleja (o multilineal) y polémica, entre el pasado y el presente, en cuanto que incluye las operaciones de (re)interpretación del pasado científico, y del cálculo, deliberación y planificación respecto de los problemas del presente, se nos muestra como un contenido o característica formal también del metabolismo constructivo (o "gnoseológico" mismo) del campo de cada ciencia.

Por ello, la enseñanza de las ciencias se nos presenta como una institución formalmente interna e imprescindible al metabolismo constructivo del campo de cada ciencia, y precisamente en cuanto que ella consiste en la transmisión, no ya de un presunto cuerpo de conocimientos homogéneo y acabado, sino más bien constitutivamente polémico, que debe incluir por tanto su propia historiografía, asimismo polémica, como condición de la prosecución en el presente del proceso de la ciencia de referencia.

Mas ninguna de estas situaciones formalmente internas al campo de cada ciencia son desde luego posibles sin los conocimientos de los sujetos científicos, los cuales conocimientos, expresados mediante representaciones proposicionales (por descontado, no sólo orales, sino escritas; y ello debido a su carácter histórico), son los que precisamente permiten operaciones tales como la aprehensión de los problemas a partir de los teoremas asimismo conocidos, la planificación y el cálculo o ensayo hipotéticos de resoluciones a dichos problemas, la consiguiente revisión historiográfica, asimismo polémica, de los datos del pasado como condición de la planificación y el ensayo polémicos de resolución de los problemas del presente, así como, desde luego, las efectivas construcciones de teoremas en su estrato proposicional.

Sólo un reconocimiento explícito y suficiente del lugar de los conocimientos científicos en la dialéctica entre el campo de cada ciencia y su historia científica nos permite evitar de raíz la posible interpretación, en el límite absurda, que viera a la historia "interna" de cada ciencia como el mero proceso genético de constitución del sistema científico de (cada) presente en cuanto que destinado a quedar anegado (neutralizado o segregado) por dicho sistema del presente; posible interpretación ésta que se vería abocada a la postre a un "presentismo" metafísico incapaz de comprender la conjugación entre el carácter "sistemático de la historia" y el carácter "histórico del sistema" también y precisamente en el caso de las ciencias .

(ii). Por lo que respecta a la dialéctica entre cada ciencia y su denominada historia "externa" o "contextual", la cuestión es que desde dentro del campo de cada ciencia, en cuanto que incluye, como se ha visto, la dialéctica con su historia "interna", dichos campos se encuentran vinculados con sus contextos históricos socio-culturales, y precisamente como una vinculación que tiene la forma de una retroalimentación específica y endógena, no meramente "externa" y genérica. Si, como se ha dicho, son posibles reorganizaciones de ramas enteras de teoremas anteriores que incluyen la posible reinclusión de alternativas pretéritas de resolución de problemas en su momento descartadas por algún teorema o grupo determinado de teoremas en todo caso ulteriormente reorganizados, la cuestión es entonces que el sistema de alternativas posibles de cada momento, así como el curso efectivo resolutorio que en cada caso se siga, no es en cualquier caso independiente de las condiciones socio-culturales específicas a partir de las cuales las alternativas "victoriosas" demostraron su eficacia, y además y precisamente bajo la forma de su rendimiento tecnológico.

Sin perjuicio de que más adelante desarrollaremos más esta cuestión decisiva, me limito simplemente ahora a apuntar lo siguiente: que dichas condiciones socio-culturales tienen que ver con determinadas relaciones sociales que se encuentran sin duda conjugadas con un grado y un tipo de desarrollo de las fuerzas productivas que implican la industria, puesto que así como no es posible la industria sin las ciencias, tampoco cabe al menos la generalización y el desarrollo de las ciencias sin la industria. Ello quiere decir que la realimentación de las resoluciones teoremáticas "victoriosas" y su rendimiento tecnológico a través de la industria no es en todo caso neutral, o sea, "externa" y/o "genérica" respecto de las relaciones sociales en cada caso alternativas de organización de la producción - de dichos rendimientos tecnológicos -, sino que está vinculada o realimentada con dichas formas sociales de un modo "endógeno" y "específico", tanto en el sentido de que la planificación social (alternativa) de la investigación científica encauzará las resoluciones teoremáticas que puedan llegar a alcanzarse, como en el sentido de que dichas resoluciones, una vez encontradas, y realimentadas tecnológico-industrialmente, encauzarán la forma y la dirección de dichas relaciones sociales.

Así pues, la dialéctica entre cada campo científico y su historia científica o "interna" resulta estar conjugada, o realimentada, con su historia socio-productiva contextual específica (muy oscuramente caracterizada como "externa", por lo que estamos viendo) por la mediación de las aplicaciones tecnológico-industriales de sus resultados, aplicaciones éstas que resultan a su vez conjugadas con las formas sociales alternativas de organizar dichos rendimientos tecnológico-industriales. De este modo, así como es posible una historia social (sociopolítica) de las ciencias endógena y específicamente vinculada, o requerida, desde la propia historia científica de cada ciencia, no menos, y por lo mismo, la propia revisión historiográfica que los científicos deben hacer del campo de su ciencia como condición de la orientación en la investigación científica del presente, así como manifiestamente la revisión de dicha investigación actual, no serán neutrales desde el punto de vista socio-político, puesto que acarrearán objetivamente responsabilidades sociopolíticas insoslayables.

(iii). Por último, y por lo que respecta a la dialéctica entre los diversos campos científicos, esta dialéctica no podrá desvincularse de la dialéctica entre las historias "interna" y "contextual" de cada campo científico, puesto que ella misma tiene lugar ante todo en el proceso de confluencia tecnológica de los resultados de cada ciencia. En efecto, es el "complejo científico-tecnológico industrial", desarrollado a partir de la sociedad industrial en adelante, aquel donde tiene lugar formal y precisamente la dialéctica entre las diversas ciencias, y es por ello dicho complejo el que requiere un análisis específico y dialéctico proporcionado a su complejidad. Un análisis éste que, en todo caso, requerirá la consideración de los modos de conjugación, internos y formales, de las relaciones sociopolíticas en el proceso de levantamiento y desarrollo de dicho complejo. Más adelante se esbozará con mayor fundamento un análisis semejante.

Una vez más, debe recordarse que sin la mediación de los conocimientos de los sujetos científicos - y tecnológicos - (pero también, y por lo visto, de los "sujetos socio-políticos ‘contextuales’" -concepto que incluye a los científicos y tecnólogos en cuanto a su responsabilidad socio-política), conocimientos proposicionalmente expresados e intercalados en cada uno de los goznes o mediaciones de esta compleja dialéctica, todo este complejo proceso no podría levantarse, sostenerse ni proseguirse.

De aquí, en resolución, la importancia de reconocer explícitamente el lugar formal de los conocimientos en las ciencias (y en todo el complejo con el que éstas se encuentran formal e internamente conjugadas), un reconocimiento éste que en todo caso no queda suficientemente explicitado por la sola aseveración "gnoseológica" de que las ciencias, en cuanto que construcciones (formales) de verdades (materiales) objetivas extraproposcionales "no se reducen" a los "conocimientos" ni a las "proposiciones", puesto que dicha aseveración, de suyo abstractamente verdadera, requiere , para ser dialéctica e íntegramente verdadera, ser redoblada y conjugada con un análisis de los modos como los conocimientos y las proposiciones característica o específicamente científicas forman asimismo parte interna de las ciencias - y, a través suyo, de todo el complejo contextual socio-productivo que asimismo incluye conocimientos y proposiciones a sus correspondientes escalas específicas.

II.2. Ahora bien, los límites del enfoque "gnoseológico" se muestran más acusados cuando se trata de plantear el problema de las "ciencias humanas". La cuestión es, en efecto, que el supuesto de partida desde el que dicho enfoque plantea el problema (a saber, el de que estas ciencias serían aquellas en cuyos campos temáticos figuran formalmente, siquiera como fenómenos, "sujetos operatorios gnoseológicos", o bien algún "análogo suyo riguroso") constituye una mera petición de principio desde el momento en que predefine o filtra las que puedan ser las características de las configuraciones adoptadas por la conjugación sujeto/objeto como contenidos temáticos de estas disciplinas, así como las posibles formas mismas disciplinares de conocer dichas configuraciones, desde la idea previa de un "sujeto gnoseológico" definido por la neutralización de sus operaciones constructivo-genéticas en los resultados verdaderos objetivos (materiales) que en las ciencias estrictas (formalmente) se alcanzan. De este modo, todo lo que se está haciendo, al menos mientras no se ofrezcan ulteriores determinaciones que justifiquen de algún modo el supuesto de partida, es simplemente reiterar, en abstracto, la escala gnoseológica misma de análisis de la que se parte.

El ardid argumental mediante el que se intenta hacer valer semejante modo de plantear el problema consiste en asegurar que, en aras del "rigor constructivo (geométrico)" y para asegurar la "pertinencia gnoseológica" de la idea de "ciencias humanas", es preciso, siquiera "metodológicamente", o "al menos al comienzo", conceptualizar o registrar las que puedan ser las características temáticas de estas ciencias desde sus "determinaciones gnoseológicas", o sea, desde aquellas presuntas características suyas que se suponen "rigurosamente análogas" a las de los sujetos gnoseológicos agentes de las ciencias estrictas, y todo ello aun cuando no se deje de reconocer, pero de un modo puramente abstracto indiferenciado, que la "idea de lo humano" puede contener una "riqueza de connotaciones" que vayan "más allá" que las que tienen que ver con su "determinación gnoseológica": "Sin duda - en efecto, se nos dice -, el rigor con el que se nos asegura esta pertinencia tiene como precio la restricción, acaso excesivamente enérgica, de lo "humano" a sus determinaciones gnoseológicas (científicas). Preferimos, sin embargo, metodológicamente sacrificar, al menos al comienzo, al rigor ‘geométrico’ la riqueza de la idea de lo humano - que contiene sin duda muchas más cosas que las que tienen que ver con las ciencias" (G. Bueno: "En torno al concepto de ciencias humanas: La distinción entre las metodologías a-operatorias y b-operatorias", El Basilisco, 1978, p. 24 -sub. mío-).

Pero este presunto "rigor metodológico constructivo (geométrico)" al que, "al menos al comienzo", habría que atenerse para asegurar la "pertinencia gnoseológica" de nuestra percepción de las ciencias humanas, no pasa de ser, en rigor, un mero ardid (pseudo)argumental que se limita a (pseudo)justificar lo que no es sino una mera petición de principio, a saber, la de la "analogía rigurosa" entre los sujetos temáticos de estas posibles ciencias y los sujetos gnoseológicos agentes de las ciencias estrictas. Y se trata, en efecto, de una pseudojustificación en la medida en que la petición de principio que mediante ella se pretende hacer valer es una petición de principio constructiva o argumentalmente vacía o tautológica, y no dialéctica, dado que en ningún momento ulterior de la construcción se nos ofrece ninguna otra posible determinación que avale el alcance analógico-gnoseológico de la presunta analogía (gnoseológica) que se quiere hacer valer - un alcance analógico-gnseológico que precisamente habría de algún modo de afectar, desde el marco gnoseológico de partida, a esas otras determinaciones de lo "humano" que abstracto-indiferenciadamente se han reconocido en algún sentido distintas de las estrictamente gnoseológicas: sólo de este modo podríamos hablar propiamente de una "analogía (gnoseológica) de proporción propia", sin cuya efectiva justificación no salimos de una mera petición de principio argumentalmente vacía o tautológica.

Así pues, la estrategia (pseudo)argumental que estamos considerando se reduce, en definitiva, a esto: A partir de una definición del enfoque gnoseológico (mediante la conjugación entre la materia y la forma de las ciencias concebidas como construcciones formalmente demostrativas de verdades materiales objetivas, a través de las cuales construcciones las operaciones constructivo-genéticas de los sujetos científicos quedarían neutralizadas en sus resultados objetivos), enfoque "gnoseológico" éste que se supone inaccesible o inaprensible desde la perspectiva correlativamente mentada como "epistemológica" (y sólo genérico-indiferenciadamente caracterizada por la conjugación sujeto/objeto), para luego, en el momento de habérnoslas con el problema de las ciencias humanas, limitarse a asumir la "traducción", mediante el supuesto de la mencionada "analogía rigurosa", de estas situaciones mentadas como epistemológicas, que son las que precisamente figuran como contenidos temáticos de las posibles ciencias humanas, a la escala o el formato de los sujetos científicos tal y como éstos han sido definidos gnoseológicamente. Semejante "traducción" no pasa, en efecto, de ser una petición de principio vacía, y no dialéctica, en la medida en que, en vez de ofrecer ulteriores determinaciones de su presunto alcance analógico-gnoseológico que, desde el marco gnoseológico de partida, afectasen a otras posibles determinaciones, nos limitamos a postular la "restricción" analógica de dichas posibles determinaciones a su pre-supuesta "determinación gnoseológica". De este modo se nos difumina la construcción efectiva de una "analogía gnoseológica de proporción propia" que es lo que sin embargo se está pretendiendo.

Semejante petición de principio (pseudodialéctica), que se limita a reproducir y a expresar - a pesar suyo - los límites insuperables de la escala "gnoseológica" de análisis de la que se parte y en la que todo momento se pretende moverse, no puede dejar de tener, entonces, consecuencias muy precisas, y fatales, por lo que respecta a la tipología, que quiere ser una tipología dialéctica de intención analógico-gnoseológica, de situaciones y fases mediante las que se pretende desenvolver y resolver dialécticamente el problema de las ciencias humanas.

(i). De entrada, el modo mismo de plantear el problema ya expresa el carácter pseudodialéctico de dicho planteamiento, en la medida en que dicho problema ha sido planteado, precisamente, mediante esta doble alternativa - presuntamente problemática -: o bien las ciencias humanas, en la medida en que quisieran ser formal o metodológicamente científicas, dejarían de ser temáticamente humanas; o bien en la medida en que mantengan su carácter temáticamente humano, dejarían de ser formal o metodológicamente científicas. Pero esta doble alternativa, así planteada, se limita a expresar y reproducir la mutua impermeabilidad, o mera yuxtaposición, conceptuales entre la escala gnoseológica tal y como ha sido definida y la perspectiva epistemológica tal como ha sido sólo mentada y genérico-indiferenciadamente caracterizada, de modo que no se trata en realidad de una genuino planteamiento dialéctico del problema, sino sólo y precisamente de un mero dilema. Un dilema, en efecto, en el sentido de que ninguna de sus dos posibles salidas resuelven el problema: Pues o bien estas ciencias lo son a condición de anegar su (inicialmente supuesta) condición temática peculiar - en cuyo caso el presunto problema se disolvería en cuanto que mera apariencia -, o bien dicha condición temática característica las haría inviables como ciencias - en cuyo caso la resolución del problema se nos aleja indefinidamente . En ambos casos, pues, es la condición problemática misma del problema que se pretende plantear la que queda sin formular adecuadamente, bien porque se nos se nos acaba resolviendo en la dirección de reconocer el carácter aparente del problema de partida, bien porque dicha resolución se nos aleja indefinidamente.

(ii) Semejante carácter no dialéctico, sino sólo dilemático, del planteamiento del problema se reproducirá ahora, inevitablemente, en la tipología, pretendidamente dialéctico-gnoseológica por analogía, de situaciones y fases oscilantes mediante la que se pretende desenvolver y resolver el problema: Puesto que, en efecto, o bien por un lado (a) el carácter genuinamente analógico-gnoseológico de dicha dialéctica depende del supuesto de su "rigurosa analogía" con la dialéctica gnoseológica previamente definida de neutralización de las operaciones genético-constructivas científicas en sus resultados objetivos, pero en tal caso ello implica la disolución de las características específicas de los campos temáticos mediante las que inicialmente habíamos caracterizado dichas ciencias, o sea, que, como decíamos, dicha inicial caracterización se nos revela a la postre como una apariencia , o bien, por otro lado, (b) si es que dicha característica temática específica no es una apariencia, entonces no se especifica cual podría ser el sentido pretendidamente analógico-gnoseológico de semejante dialéctica, si no fuera el de ofrecer una mera caracterización, puramente privativa y oblicua, de los grados de alejamiento o distancia de las situaciones y fases por ella contempladas y la efectiva dialéctica gnoseológica de las ciencias estrictas , de modo que, como decíamos, en tal caso el problema se aleja, por extraño a la escala gnoseológica de partida, indefinidamente.

Estos son, en efecto, los dos "cuernos" del dilema que resultan del planteamiento que se ha hecho de la cuestión. Más en particular:

(a) Por lo que respecta al primer "cuerno": la presunta dialéctica analógico-gnoseológica oscilante - entre las situaciones "a " y "b", y las fases de dichas situaciones aI, aII1, aII2; y bII, bI1 y bI2 - sólo podría entenderse como una genuina dialéctica analógico-gnoseológica sobre el supuesto de su "rigurosa analogía" con la dialéctica gnoseológica regresiva/progresiva de las ciencias estrictas (físico-naturales) mediante la cual se entiende que tendría lugar la neutralización regresiva de las operaciones constructivo-genéticas en sus resultados objetivos a partir de sus fenómenos iniciales recuperables progresivamente. Pero ello supone asumir que el "camino" que en las ciencias humanas tendría lugar desde los fenómenos (que se han comenzado por suponer ellos mismos formalmente operatorios) a sus resultados estructurales objetivos, proceso mediante el cual quedarían neutralizadas las operaciones temáticas en dichas estructuras - y que se supone duplicado por la correspondiente neutralización de las operaciones científicas - ha de ser "rigurosamente análogo" con el "regreso" que en las efectivas ciencias estrictas (físico-naturales) tiene lugar desde sus fenómenos de partida (que sin embargo en esta caso se suponen ellos mismos no operatorios) a sus resultados objetivos, regreso mediante el cual se neutralizan las operaciones científicas. Lo cual supone, a su vez, y a la postre, asumir la "rigurosa analogía" gnoseológica, o sea, siquiera a efectos de la construcción científica que sobre ellos pueda levantarse, entre los fenómenos de las posibles ciencias humanas, que han comenzado por reconocerse como siendo ellos mismos formalmente operatorios, y los fenómenos de las ciencias físico-naturales, que sin embargo se reconocen en todo caso como no siendo ellos mismos operatorios, lo cual implica a fin de cuentas disolver, por efecto de la mencionada "rigurosa analogía" presuntamente gnoseológica, la diferencia misma mediante la cual se había comenzado sin embargo por caracterizar a los campos de estas posibles ciencias por comparación con los de las ciencias físico-naturales.

A fin de cuentas, pues, como decíamos, semejante diferencia se nos acaba revelando, al menos a efectos "gnoseológicos" de la construcción científica, como una simple apariencia.

(b) Por que respecta al segundo "cuerno": mas si, por otro lado, nos confirmásemos en la característica diferencial mediante la cual hemos comenzado por definir los campos temáticos de estas posibles ciencias en términos del carácter formalmente operatorio de sus fenómenos, entonces lo que precisamente no se nos especifica es cual puede ser el (presunto) alcance analógicamente gnoseológico de la mencionada dialéctica de situaciones y fases, esto es, no se nos ofrece la construcción de la "analogía gnoseológica de proporción propia" que sin embargo debiera efectivamente construirse a tal efecto, dejando por ello abierta la posibilidad de interpretar dicha dialéctica como una mera caracterización, privativa y oblicua (en vez de positiva y recta) , de los grados de alejamiento de las construcciones de estos saberes por respecto del canon gnoseológico del que partimos.

Con lo que, en tal caso, como también decíamos, el presunto problema de las ciencias humanas se nos revelaría como indefinidamente inalcanzable, en recto, desde el patrón gnoseológico del que partimos y en el que nos movemos.

El equívoco radical y de fondo, en resolución, en el que no puede dejar de moverse todo el planteamiento "gnoseológico" que Bueno ha querido hacer del problema de las "ciencias humanas" reside en no haber podido dejar de contar, por un lado, con una caracterización de dichas ciencias en unos términos inevitablemente asociados a su concepción meramente genérico-indiferenciada de lo que pueda ser la perspectiva "epistemológica " (:carácter operatorio de los fenómenos mismos de sus campos), y por ello una caracterización se diría que meramente denotativa o referencial, a la vez que, por otro lado, en haberse visto llevado a tener que re-traducir, reajustar o filtrar conceptualmente (connotativamente) dicha caracterización en los únicos términos a los que su enfoque "gnoseológico" alcanza (: analogía rigurosa, a efectos gnoseológicos, entre los sujetos operatorios temáticos y los gnoseológicos, pero sin que se construya dicha analogía gnoseológica rigurosa), quedando de este modo todo su planteamiento, desenvolvimiento y resolución pretendidamente gnoseológico-dialécticos del problema inexorablemente envueltos en la situación dilemática (pseudodialéctica, en cuanto que dicha pretendida dialéctica quiere ser fiel al registro gnoseológico de partida) según la cual, como se ha visto, y en la medida en que no se construye efectivamente la analogía gnoseológica (de proporción propia) que se pretende, o bien el problema se nos ha de revelar como aparente desde el canon gnoseológico de partida, o bien se nos acaba por tornar extraño e indefinidamente alejado por efecto de dicho canon.

Como más adelante se verá, la situación más ejemplarmente representativa de dicho equívoco de fondo insuperable lo constituye la conceptualización que, dentro de su tipología, Bueno ha hecho de la fase o estado que denomina a1, esto es, precisamente de ese estado que, dado el grado máximo de analogía que Bueno le supone con las ciencias físico-naturales, serviría para reconocer bajo el mismo rótulo - el de "género anterior" -tanto a aquellas situaciones (biopsicológicas, según la propia caracterización del autor) en las que partiendo de los fenómenos operatorios temáticos iniciales (conductuales) se alcanzaría una estricta neutralización de dichas operaciones temáticas por regreso a (presuntos) "géneros anteriores" (de tipo morfofisiológicos, como veremos) y aquellas otras situaciones características en general de las ciencias físico-naturales estrictas en las que los fenómenos, en este caso no operatorios, quedan regresivamente neutralizados por sus resultados objetivos constructivamente alcanzados. Como luego veremos, un análisis mínimamente en forma de la presunta analogía gnoseológica que se quiere hacer valer mediante el concepto de "género anterior" servirá para poner de manifiesto el carácter radicalmente mal construido de dicho concepto, así como el alcance paradigmático que dicha pseudoconstrucción tiene por lo que respecta a la construcción global que Bueno ha hecho del problema de las ciencias humanas.

 

2. -Esquema de las coordenadas generales de una noetología (antropológica).-

Para remontar los límites y las insuficiencias del enfoque "gnoseológico" aquí considerado es preciso revertir la perspectiva adoptada por dicho enfoque, de forma que se nos puedan hacer accesibles, de entrada, de un modo formal y recto, las situaciones de conjugación sujeto/objeto por él mentadas como "epistemológicas", y ello de manera que podamos asimismo llegar a percibir, como un desenvolvimiento de la dialéctica de dichas situaciones, la propia formación del tipo de situaciones concebidas como "gnoseológicas," esto es , la formación de las ciencias, como un tipo sin duda límite de dicha dialéctica, dotado sin duda de sus propias diferencias específicas, pero que en todo caso no puede dejar de formarse a partir del desenvolvimiento de la misma.

Semejante dialéctica entre las figuras adoptadas por los distintos tipos de conjugación sujeto/objeto podremos reconocerla como una genuina noetología - dentro de la cual quedarían conceptualmente refundidas de un modo nuevo la perspectiva mentada como "epistemológica" y la reconocida como "gnoseológica" por la "gnoseología" de Bueno.

Se trata, pues, de ensayar la construcción del sistema dialéctico comparativo-clasificatorio de las distintas configuraciones adoptadas por la conjugaciones sujeto/objeto, o sea, se trata de obtener por recurrencia comparativo-clasificatoria el "sistema dialéctico de los conocimientos".

Este sistema podrá y deberá incluir, desde luego, en sus distintos estratos, diversas ramificaciones y subramificaciones (procesuales), a su vez mutuamente intersectadas en parte y en parte separadas de diversos modos, de acuerdo siempre con el proceso mismo de desenvolvimiento de sus apartados o ramales. Así, por ejemplo, dicho sistema podrá considerar, en uno de sus estratos, la bifurcación entre los conocimientos que lo son de realidades ellas mismas no cognoscitivas y los que versan sobre hechos ellos mismos cognoscitivos; mientras que, en otro de sus estratos, podrá considerar la ramificación entre conocimientos técnicos que, sin perjuicio de su configuración reconocible de un modo recto y formal, aún no han alcanzado la forma de las ciencias, y los conocimientos científicos. O bien podrá, y deberá, dicho sistema asimismo afrontar el problema de las diversos tipos de intersecciones y disyunciones que pueden ocurrir entre sus diversos apartados y subapartados: así, por ejemplo, podrá considerar, dentro de los conocimientos que versan sobre hechos ellos mismos cognoscitivos, la distinción entre aquellos conocimientos (etiológicamente humanos) sobre organismos animales cognoscitivos y los conocimientos que unos grupos humanos pueden alcanzar sobre otros grupos humanos, y podrá, y deberá, en este contexto, discutir en qué medida cada una de estas dos subdivisones pueden alcanzar el rango de ciencias o más bien permanecer dentro del ámbito de los saberes técnicos.

Ahora bien, y esto es fundamental, lo que en todo caso no podremos hacer es fingir que dicho sistema puede construirse desde fuera del "campo antropológico", es decir, desde fuera del ámbito de realidad , ella misma procesual, dentro de la cual tiene lugar - etiológicamente - el propio desenvolvimiento del sistema, y dentro de la cual se nos puede hacer accesible o reconocible dicho desenvolvimiento, precisamente como un momento interno suyo. Así pues, el proyecto noetológico de construir el mencionado sistema dialéctico de los conocimientos es formalmente indisociable de la necesidad de elaborar una antropología filosófica como condición de semejante proyecto, el cual se nos muestra entonces como una antropología (filosófica) del conocimiento.

La antropología filosófica es, en efecto, el marco trascendental (constitutivamente recurrente) imprescindible más inmediatamente proporcionado al proyecto noetológico en cuanto que antropología (filosófica) del conocimiento.

(I) Esquema de las coordenadas filosófico-generales de la idea de ‘campo antropológico’.-

Muy esquemáticamente: la formación de lo que denominamos el ‘campo antropológico’ puede entenderse como una determinación de los procesos de ‘anamórfosis’, esto es, de aquellos procesos de transformación por refundición de una pluralidad de cursos genéticos heterogéneos de cuya convergencia resulta una estructura cualitativa o formalmente irreductible a cada uno de dichos cursos genéticos por separado, así como a la mera suma abstracta de todos ellos.

En el caso de la formación del campo antropológico, proponemos identificar dichos cursos, en principio, con el proceso biológico evolutivo de hominización que conocemos por la etopaleontología homínida , esto es, con el proceso de formación evolutiva de los diversos rasgos característicos de las morfologías orgánicas (de las especies y los géneros de la familia homínida), en cuanto que dichos rasgos ya incluyen las conductas, es decir, en cuanto que ellos posibilitan, como su soporte o canalización morfofisiológica, determinadas conductas - con sus aspectos cognoscitivos y apetitivos - mediante las que tiene lugar la propia adaptación selectiva al medio y la consiguiente evolución de dichas morfologías.

Ahora bien, el campo antropológico sólo comenzará a cristalizar cuando estas operaciones, en principio zoológico-conductuales, comiencen a quedar refundidas a la escala que imponen los primeros objetos o enseres fabricados de los que nos da cuenta la arqueología prehistórica. Si proponemos, en efecto, cifrar en los objetos o enseres fabricados siquiera el núcleo de la estructura específica del campo antropológico (resultante de dicha convergencia), ello es debido a que suponemos que sólo a partir del entramado formal que comienza a fraguar entre dichos objetos comienza a hacerse posible un nuevo tipo específico de operaciones empleadas en su fabricación y en su uso social, y por ello un nuevo tipo específico de relaciones sociales, ya no reductibles a las relaciones sociales que sin duda se dan en diversas especies zoológicas, como son precisamente las "relaciones sociales de producción", en cuanto que relaciones, en efecto, constitutivas (trascendentales) de la estructura característica o específica del campo antropológico.

Una vez mínimamente cristalizado dicho núcleo, esto es, dicha trama mínima de objetos, y por ello dichas relaciones sociales de producción, éstas comenzarán a actuar como un atractor respecto de otras operaciones conductuales todavía zoológico-genéricas, las cuales irán quedando progresivamente refundidas a la escala de dicho núcleo según las formas y los ritmos que vayan progresivamente adquiriendo dichas relaciones sociales productivas.

De aquí que una teoría filosófica del campo antropológico deba poder engranar una teoría de su formación (por refundición a partir de sus cursos biológicos previos) con una teoría de su transformación o de su desarrollo a partir de su núcleo estructural inicial (trascendental), es decir, del desenvolvimiento de la dialéctica de las relaciones sociales de producción en las que hacemos residir dicho núcleo inicial. Una dialéctica ésta que habremos de entender, en efecto, como trascendental , esto es, constitutivamente recurrente, a todas y cada una de sus configuraciones socio-productivas positivas que vayan formándose por efecto mismo de dicho desenvolvimiento dialéctico.

Ahora bien, antes de esbozar siquiera el curso o el sistema de dicha dialéctica necesitamos hacernos con alguna idea general de la forma o estructura de dicho núcleo-atractor, - o "núcleo generador recurrente" - en cuya formación y desenvolvimiento ciframos la realidad (trascendental) de campo antropológico. Y a tal efecto propongo que es posible generalizar y reaplicar el concepto, en principio de orden lingüístico o gramatical, de morfosintaxis para caracterizar la estructura de dichas "relaciones sociales de producción", de suerte que los efectivos lenguajes de palabras se nos presenten, a su vez, como una subclase especial de la clase más general constituida por las relaciones morfosintácticas como las relaciones más características y generales (trascendentales) del campo antropológico.

Se trata, en efecto, de generalizar y reaplicar la idea de unas formas sintácticas de interdependencia entre las variaciones de las flexiones morfemáticas, que es básicamente en lo que consisten las morfosintaxis lingüísticas, para caracterizar, también y precisamente, a las relaciones sociales de producción. Lo cual podrá hacerse cuando consideramos a los entramados formados por (sub)grupos de distintos objetos como una estructura compuesta por una pluralidad de posiciones o lugares operatorios diversos, de modo que respecto de dichas posiciones resulten mutuamente intercambiables y rotables una pluralidad numérica de distintos sujetos operatorios, y ello precisamente en la medida en que dichas posiciones se encuentren vinculadas por determinadas interdependencias. En virtud de la intercambiabilidad y rotación mutuas de los individuos operatorios respecto de dichas posiciones podremos considerar a éstas como análogas a las flexiones morfemáticas (de los lenguajes), y a su vez, las interdependencias entre dichas posiciones, en función de las cuales son posibles aquellas intercambiabilidad y rotación, serían análogas a las relaciones sintácticas entre las flexiones morfemáticas (de los lenguajes). De este modo, podremos considerar a cada trama socio-productivamente integrada de objetos funcionando como un segmento (analógicamente) gramatical, en cuanto que consiste en una pluralidad de posiciones operatorias (analógicamente morfemáticas), que de hecho van correspondiendo con las diversas tareas o subtareas productivas, en función de cuyas interdependencias sociales (analógicamente sintácticas), que se van correspondiendo de hecho con la distribución cooperatoria de las diversas tareas productivas, se hace posible la intersustitución y (creciente) rotación mutuas de los sujetos operatorios respecto de aquellas posiciones o tareas. Y podremos percibir, en general, una sociedad o círculo socio-productivo antropológico (una vez que, como ahora veremos, estos hayan llegado a cristalizar como tales círculos) como una gramática global objetiva, esto es, como una distribución cooperatoria global (sintáctico-social) entre todas sus tareas y subtareas productivas (morfemático-productivas).

Mediante semejante idea de morfosintaxis , en el sentido en el aquí se ha esbozado, podemos comenzar siquiera a hacernos con una idea general mínimamente precisa de cuestiones filosófico-antropológicas tan importantes como las siguientes.

I.1. La función significativa (apofántica) de los lenguajes y el papel de dicha función significativa en el contexto socio-productivo global.

Dicha idea analógica de morfosintaxis nos permite, en efecto, comenzar a comprender de un modo mínimamente adecuado la función significativa de los lenguajes (de palabras), esto es, la razón por la que los lenguajes re-presentan, y no de cualquier modo (semiótico-genérico), sino de un modo específico, esto es, semántico (o apofántico), las cosas. Si cada lenguaje (natural o positivo) puede representar las "cosas" (las realidades de cada círculo socio-cultural antropológico positivo), esto es así en la medida en que - como nos dijera el Wittgenstein del Tractatus - comparte con ellas su forma misma de representación, puesto que las cosas, que son sin duda una realidad extralingüística, no por eso son algo ajeno o extraño al lenguaje, puesto que están talladas a la misma escala del lenguaje en cuanto que producidas o construidas según una estructura que es precisamente isomorfa con la estructura misma del lenguaje que por ello puede representarlas. Así pues, significar, o representar semánticamente (apofánticamente) es participar isomórficamente la estructura de la instancia representante en la estructura de las realidades representadas, participación ésta en la que propiamente consiste la representación.

A su vez, el privilegio que podemos reconocerle al lenguaje, respecto de las realidades que él representa, reside en su carácter "intrasomático" (siquiera en principio, esto es, con anterioridad a los lenguajes escritos), esto es, en su cualidad de consistir en cadenas articuladas de sonidos ejecutados mediante la musculatura bucal y supralaríngea, lo cual permite que los individuos puedan "portar", mediante la estructura (fonológica y morfosintáctica) de sus proferencias sonoras, la forma misma (morfosintáctica) de las cosas por ellos producidos, sin necesidad estar simultáneamente operando con ellas con el resto de su morfología somática operatoria.

Y si, a su vez, hemos de considerar imprescindible esta función representacional del lenguaje, precisamente en el contexto de las relaciones sociales de producción, esto es así en la medida en que es el lenguaje, y sólo el lenguaje, el que, como soporte intercalado entre las actividades productivas y las relaciones sociales que éstas conllevan, hace posible el levantamiento, el sostenimiento y la prosecución de dicha producción y de la vida social que ésta acarrea. Lo cual es debido a una característica esencial de la actividad productiva, que desborda enteramente cualquier situación operatoria zoológica previa, y que hemos de cifrar en lo siguiente: en el hecho de que la producción implica que dos o más subgrupos humanos ocupados en posiciones o tareas susceptibles de estar copresentes a las operaciones y percepciones de cada uno de estos subgrupos deban a su vez tener de algún modo presente, y contar con ello como condición formal de la prosecución de dichas tareas y de sus interdependencia, alguna tercera tarea o posición desempeñada por algún otro posible subgrupo, la cual sin embargo no puede estar, por razones geográfico-físicas, presente a las operaciones y percepciones de ambos grupos. Bajo semejante condición, el único modo disponible de llegar a hacer co-presente a ambos grupos de partida las tareas de este tercer grupo será desde luego re-presentándolas, y representándolas sin duda a través de operaciones somáticas susceptibles de ser percibidas mutuamente por ambos grupos, lo cual precisamente se hará posible a través de las proferencias sonoras del lenguaje, las cuales podrán re-presentar aquellas situaciones no accesibles a las percepciones y operaciones de los grupos que las profieren y las perciben (escuchan) mutuamente sólo en la medida en que por su estructura formal (morfosintáctica) compartan la estructura (asimismo morfosintáctica) de la situación socio-productiva global. De aquí, en efecto, el carácter imprescindible y el significado crítico de la "tercera pesona" (de los pronombres personales y de los tiempos verbales en tercera persona, así como de los deícticos de "tercera posición o lugar" - "aquello", frente a "esto" o "eso"; "allí", frente a "aquí" o "ahí"-) en toda posible lengua real de palabras (en todo lenguaje específicamente antropológico).

Es, pues, esta situación socio-productiva global, en cuanto que formalmente compuesta por dicha estructura tri-posicional (tri-personal), aquella que sólo puede ser construida (levantada, sostenida y proseguida), y precisamente como tal estructura extralingüística, por la mediación, como su soporte intercalado, de su propia re-presentación lingüística, en cuanto que ésta, a la vez que consiste en operaciones somáticas susceptibles de estar co-presentes a las percepciones de cualesquiera pares de grupos de dicha estructura tri-posicional, es no obstante capaz, debido a su estructura formal (morfosintáctica), de participar isomórficamente en la estructura (morfosintáctica) de la situación socio-productiva global tri-posicional, y en esta medida poder representarla para cualesquiera pares de grupos suyos posibles co-presentes, y por ello mismo sostenerla y proseguirla como tal estructura extralingüistica.

Una teoría filosófica del conocimiento no puede, pues, dejar de apreciar que para construir y proseguir la estructura del "mundo humano" en su estrato extra-lingüístico - del mundo de los entramados de objetos producidos y de las relaciones sociales que ellos hacen posible - es necesaria la mediación de su propia representación lingüística, la cual, en cuanto que participación isomorfa intercalada en dicha estructura puede representarla y por ello mismo hacer posible su construcción y prosecución. Y esto tampoco podrá ser olvidado por ese apartado de la teoría del conocimiento que se ocupe de las ciencias estrictas, pues, como ya se ha apuntado más adelante se detallará, también la construcción de las "identidades sintéticas" en su estrato objetual o extraproposicional, con la consiguiente segregación de las operaciones no proposicionales que dichas identidades acarrean, sólo será posible por la mediación de las representaciones proposicionales.

I.2. Carácter formalmente extrasomático de la cultura objetiva antropológica.

La mencionada idea de morfosintaxis nos permite asimismo entender el carácter formalmente extrasomático del entramado de objetos de cada cultura antropológica objetiva. Dicho carácter extrasomático no ha de ser entendido como una mera obviedad empírica espacial, puesto que su razón de ser reside formalmente en la necesidad de que dichos objetos (entramados), deban ser conservados o almacenados, debido a que ellos llevan impresa, en la propia morfología de su entramado (morfosintáctico), su propia norma de construcción y uso sociales, de modo que su conservación o almacenamiento actúa como condición de la recurrencia de dicha norma de construcción y uso sociales. Una conservación y una recurrencia que deben ser no sólo transindividuales, sino transgeneracionales, es decir, que deben transcender a las diversas generaciones biológicas (sin perjuicio del posible deterioro de la materia física con la que estén fabricados), de suerte que cada nueva generación de individuos pueda incorporarse a, o instalarse en, los usos o relaciones sociales puestos en acción y soportados por la morfología de la trama de dichos objetos. Así pues, en la medida en que dichos objetos llevan impresa, en su trama, su propia norma de construcción y uso sociales, en virtud de dichos entramados ellos consisten en una objetividad formal normativa, sin perjuicio de su positividad existencial efectiva.

I. 3. Reinterpretación de la distinción aristotélica entre el "entendimiento agente" y el "entendimiento paciente" en términos de la distinción entre los "componentes somáticos" y los "componentes normativos" del campo antropológico.

Pero ello quiere decir que dichas tramas de objetos (en cuanto que "componentes normativos" del campo antropológico) ponen en acto, o actualizan, la capacidad o potencia de los cuerpos operatorios (en cuanto que "componentes somáticos" de dicho campo) para quedar instalados o sujetos a dichas tramas. Esto es, que la operatoriedad (cognoscitiva y apetitiva) de los individuos somáticos del campo antropológico debe ser vista como una capacidad o potencia para quedar prendida o sujeta por una posibilidad indefinida de formas o tramas objetivas culturales, o círculos socio-culturales antropológicos, del mismo modo que dicha capacidad sólo se actualiza a través y con posterioridad a alguna de dichas formas culturales objetivas.

Es posible y preciso, por tanto, reinterpretar la distinción aristotélica entre el entendimiento agente y el entendimiento paciente identificando éste último con los cuerpos operatorios - con los "componentes somáticos" del campo antropológico - y aquel con cada una de las formas culturales antropológicas objetivas - con los "componentes normativos" de dicho campo -, de modo que el entendimiento paciente sea visto como la operatoriedad somática en cuanto que capacidad o potencia para "conocer todas las cosas", es decir, para quedar sujeta o prendida (pero tanto cognoscitiva como apetitivamente) de cualesquiera posibles círculos socio-culturales antropológicos, a la vez que el entendimiento agente sea visto como cada uno de estos posibles círculos en cuanto que actualizan o ponen en acto aquella capacidad. Se comprende, por tanto, que los objetos del campo antropológico, por su trama, deban ser formalmente extrasomáticos, así como el "entedimiento agente" aristotélico actúa "separado del cuerpo", de modo que puedan "poner en acto", una y otra vez, recurrentemente, la capacidad o potencia de los cuerpos operatorios, o sea, del "entedimiento paciente", para quedar sujetos o prendidos de dichas formas objetivas extrasomáticas.

A su vez, la puesta en acto, en cada caso, de la potencia operatoria somática por las tramas objetivas de objetos - la "ciencia en acto" aristotélica, que es "lo mismo que su objeto", según Aristóteles - no podría tener lugar, por las razones vistas, sin la mediación del lenguaje - de cada lenguaje positivo inserto en cada círculo antropológico -, esto es, sin la participación isomorfa (respecto de las tramas de objetos) de las operaciones somáticas lingüísticas como soporte intercalado (entre dichas tramas), en virtud del cual soporte puede llevarse a buen término la "ciencia en acto", o sea, puede sostenerse y proseguirse la propia "arquitectura objetiva" que pone en acto a los cuerpos operatorios.

Incluso dentro del lenguaje es preciso distinguir y conjugar entre aquel aspecto suyo que puede ponerse de parte del "entendimiento agente", cuya objetividad extrasomática vendría dada por la gramática de cada lenguaje portada por los cuerpos de "los demás" en cuanto les suponemos "ya hablando", o poniendo en acto dicha gramática, y aquel otro aspecto suyo que podría ponerse del lado del "entendimiento paciente" en cuanto que potencia o capacidad (o "competencia") lingüística de los cuerpos operatorios. Sin la puesta en acto de dicha competencia lingüística - sin duda, por aprendizaje social transgeneracional -, puesta en acto que sólo es posible intercalada entre medias de su cultura objetiva correspondiente, es dicha cultura objetiva la que a su vez no podría proseguir (transgeneracionalmente) sus curso, y por ello, poner recurrentemente en acto la integridad de la propia potencia operatoria de cada cuerpo en su propia cultura.

I.4. El proyecto noetológico en cuanto que asociado al proyecto filosófico-antropológico.

La anterior reinterpretación, y precisamente en la medida en que quiere ser estricta, de la mencionada distinción entre el entendimiento agente y el paciente implica que una antropología filosófica no puede dejar de desenvolverse si no es, justamente, como una noetología, o sea, como una teoría (filosófica) del conocimiento en cuanto que teoría transcendental - constitutivamente recurrente - del sistema dialéctico de las diversas clases y subclases - y por tanto de su "simploké" - de la figura de la "ciencia en acto" que fragua junto con el campo antropológico. Lo cual equivale a decir, a la recíproca, que todo proyecto noetológico sólo puede realizarse, como su escala más inmediatamente proporcionada, a través o en el contexto de una antropología filosófica en cuanto que antropología del conocimiento.

(i) Sinexión entre las figuras cognoscitivas objetivas (noemáticas) y los valores.-

Hecha la muy importante precisión, a su vez, de que dicha noetología deberá verse intextricablemente asociada, como al anverso y el reverso de la misma cuestión, a una estimativa filosófica (o transcendental), en cuanto que teoría filosófica de las "valoraciones" o "importancias prácticas" que toda figura cognoscitiva o "ciencia en acto" comporta. Pues no son sólo los momentos cognoscitivos, sino también los apetitivos o conativos, de los cuerpos operatorios (de los componentes somáticos del campo antropológico), aquellos que quedan refundidos por la estructura objetiva de las tramas normativas socio-culturales (por los componentes normativos del campo antropológico). La antropología filosófica debe desenvolverse entonces como una "antropología del conocimiento" y como una "antropología de los valores" como las dos caras indisociables de las tramas normativas que constituyen (trascendentalmente) al campo antropológico.

Dichas tramas normativas, en efecto, consisten en procesos cognoscitivos a la par que prácticos, esto es, consisten en cursos de acción, o de intervención operatoria, y en este sentido eminentemente prácticos, cuyas construcciones están dotadas a su vez de determinadas figuras cognoscitivas objetivas (noemáticas, esto es, noemático-normativas: cuya objetividad noemática es la de su propia formalidad normativa) . Unos procesos éstos que, a su vez, y por otro lado, podremos considerar, tanto en su dimensión social como cultural, ambas mutuamente conjugadas, esto es, que podremos considerar bien como procesos o relaciones formalmente sociales en cuanto que cursos o proyectos operatorios de acción mutua de unos grupos sociales sobre otros - mediados por sus contenidos culturales - , o que podremos considerar como procesos formalmente culturales en cuanto construcciones operatoriamente levantadas sobre el medio extra-humano/operatorio - mediadas por aquellas relaciones sociales . Tanto los procesos o relaciones sociales como los procesos culturales podrán adquirir sus encadenamientos, morfologías y ritmos formalmente propios, pero siempre mediados o conjugados con los procesos existencialmente presentes de la otra dimensión.

Se comprende, entonces, que tanto las relaciones sociales (los proyectos mutos de acción entre grupos sociales), como los propios procesos culturales (las construcciones operatorias levantadas sobre el medio extra-humano/operatorio), además de estar dotados de configuraciones cognoscitivas objetivas (noemático-normativas) comporten inexorablemente valores, esto es, importancias prácticas mutuas respecto de los grupos sociales en juego: no sólo, desde luego, de un modo formal y recto, en la dimensión social, en cuanto que los proyectos mutuos de acción comportarán directa y formalmente importancias prácticas mutuas para cada uno de los grupos sociales en juego, sino también en el orden cultural, y aquí de un modo indirecto o mediato pero en todo caso no menos formal, en cuanto que las construcciones culturales, en la medida en que median las relaciones sociales, afectarán o efectuarán alguna modificación en las importancias sociales prácticas comportadas por dichas relaciones sociales. Unas importancias sociales prácticas éstas que, sin duda, no dejan de tener una configuración cognoscitiva objetiva (noemático-normativa).

Se comprende entonces que, como decíamos, el proyecto de una noetología no pueda dejar de venir "sinectivamente" asociado al proyecto de una estimativa filosófica (o transcendental), esto es, que la antropología filosófica deba desenvolverse como una antropología del conocimiento sinectivamente unida a una antropología de los valores.

En lo que resta de estas "notas", se esbozará un esquema mínimo del sistema dialéctico de dicha noetología, sin poder dejar de lado, por las razones vistas, sus implicaciones prácticas (axiológicas, estimativas).

I. 5. La experiencia religiosa primaria como experiencia privativa de desbordamiento por respecto de las normas.

Pero antes de terminar este apartado (I), no quiero dejar de apuntar, aunque sea muy rápidamente, a lo que sería una reconstrucción del fundamento del denominado "eje angular" por G. Bueno.

En el eje o dimensión cultural, las construcciones levantadas sobre el medio físico extra-humano/operatorio, sin perjuicio de venir conformadas en cuanto que objetos construidos, no dejan ciertamente de estar en relación de continuidad (por contacto y por co-presencia cognoscitiva), con dicho medio a partir del cual han sido construidas. Pues bien: la percepción (práctica, operatoria) de este medio, en cuanto que desborda incesantemente la trama normativa, tanto de los procesos culturales como de los sociales, constituiría la fuente de la experiencia religiosa. La experiencia religiosa, en efecto, en cuanto que experiencia de lo "numinoso" o de lo radicalmente ajeno, extraño u otro, consistiría, en su origen, en una experiencia privativa por desbordamiento por respecto de las propias normas, esto es, en la experiencia de un medio, con el que los individuos antropológicos deben inexorable y continuamente tratar, en cuanto que desborda incesantemente sin embargo el propio funcionamiento de las normas, culturales y sociales, desde las cuales en todo caso se trata con dicho medio, y desde dentro de las cuales normas va configurándose el campo antropológico. Se trata, pues, de la experiencia del aura de radical extrañeza que irradia de las cosas físico-naturales en cuanto que éstas no se ajustan o engranan con los patrones normativos de los procesos operatorios, técnico-culturales y sociales, desde los cuales sin embargo se trata crecientemente (antropológicamente) con ellas.

Se comprende, entonces, que los animales deban sin duda inicialmente formar parte del campo de la experiencia religiosa, en cuanto que entidades operatorias cognoscitivas y apetitivas cuyas operaciones o conductas, dado su carácter extranormativo, se perciben como desbordando privativamente los patrones normativos (sobre todo, sociales) desde los cuales es preciso en principio vérselas con ellos; pero lo mismo ocurrirá con el resto de las entidades y procesos naturales envolventes no operatorios, y precisamente en el grado y medida en que éstos asimismo desborden los patrones normativos (sobre todo, técnico-culturales, de los objetos) desde los que se trata con ellos.

Y se comprende, por lo mismo, que en la medida en que estas entidades naturales, operatorias y no operatorias, vayan siendo formalmente integradas o reabsorbidas en los procesos productivos (y a través suyo, en las relaciones sociales antropológicas), - como luego veremos, en la medida en que vayan siendo dominadas -, vayan desacralizándose o perdiendo su aura religiosa: así ocurrirá, por ejemplo, y característicamente, cuando, en la domesticación de animales, éstos (o sus operaciones) se integren como un momento o fase de los aparatos o del montaje de aparatos de alguna tarea técnico-productiva. Y así ocurrirá, por antonomasia, en el caso de las ciencias, en la medida en que éstas son capaces de reconstruir (como luego se verá), en el interior de sus artefactos, franjas de verdad objetiva del mundo evolvente, el cual quedará en esta medida sometido a un dominio estricto y por ello íntegramente desacralizado.

Según ésta idea que cifra la experiencia religiosa en una experiencia privativa por desbordamiento realizada a partir de las normas de cada círculo socio-cultural antropológico, podría decirse que en aquellos casos de encuentro o choque entre culturas antropológicas en las que alguna de ellas se encuentre en una singularmente acusada relación de desigualdad o desventaja por lo que toca a su capacidad para comprender y/o actuar desde su entramado normativo (socio-cultural) en relación con el entramado normativo de la otra, los miembros de la primera tenderán a "sacralizar" - a "ver como dioses" - a los individuos de la segunda, y aun a ciertos objetos, enseres o artefactos de esta segunda cultura inasimilables desde los objetos de la cultura propia. Incluso entre individuos de una misma cultura, cabría considerar ciertas situaciones límite de sus relaciones sociales, en cuanto que en éstas se diesen operaciones que impliquen un cierto desbordamiento de los patrones normativos de su trato mutuo, como situaciones análogas a las experiencias religiosas primarias.


[*] J.B. Fuentes Ortega es profesor en la Facultad de Filosofía de la UCM.

 
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