El
discurso filosófico de Foucault y Habermas
Este
artículo tiene la intención de dar una visión
general del tema principal desarrollado en la asignatura: "Crítica
del poder: Foucault y Habermas". Para ello partiremos de los
interrogantes básicos que nos surgen cuando echamos un vistazo
a nuestra realidad cotidiana. Una vez visto esto nos asomaremos al
discurso filosófico de Foucault y de Habermas con objeto de
vislumbrar las soluciones que plantean. Pero antes de nada veamos
algunas cuestiones previas.
Sociedad y sistema.
Todo ser humano
tiene que vivir en sociedad. Hay muchos tipos de sociedades, pero
básicamente pueden distinguirse dos en base a su sistema económico:
De subsistencia y excedentarias.
Definamos la ética como costumbre, ya que viene del griego
ethika, de ethos, "comportamiento", "costumbre",
principios o pautas de la conducta humana, a menudo y de forma impropia
llamada moral (del latín mores, "costumbre").
La ética o la moral, como se prefiera, proporciona un contenido
normativo que viene dado de manera "natural" por así
decir.
Definamos ahora axiología (del griego axios, "lo
que es valioso o estimable", y logos, "ciencia"),
teoría del valor o de lo que se considera valioso. La axiología
no sólo trata de los valores positivos, sino también
de los valores negativos, analizando los principios que permiten considerar
que algo es o no valioso, y considerando los fundamentos de tal juicio.
Los filósofos han intentado determinar la bondad en la conducta
de acuerdo con dos principios fundamentales y han considerado algunos
tipos de conducta buenos en sí mismos o buenos porque se adaptan
a un modelo moral concreto. El primero implica un valor final o summum
bonum, deseable en sí mismo. El segundo propone el medio
para alcanzar un fin. El primero es la ética propiamente dicha,
ya que lo que trata de garantizar es la vida de los miembros de una
sociedad. El segundo es la axiología desde en momento en el
que el fin que quiere alcanzar ya no sea el mismo de la moral (en
cuyo caso sería una "ética axiológica"),
sino el beneficio de unos pocos.
La moral proporciona el contenido normativo a una sociedad. La axiología
proporciona el contenido normativo a un sistema. Sociedad y sistema
son inseparables, es decir, toda sociedad tiene un sistema. Pero es
la sociedad la que soporta el sistema y no al contrario.
En las sociedades con una economía subsitencial, ética
y axiología coinciden, ya que su sistema económico no
permite una pluralidad de sistemas normativos. Sin embargo, las sociedades
con economías excedentarias recurrentes permiten la existencia
de diferentes sistemas económicos y por consiguiente de distintas
axiologías.
Centrémonos en este último tipo de sociedades. En ellas
se puede elegir un sistema u otro, pero al menos un sistema tiene
que dirigirla. Tenemos, pues, que sociedad y sistema tienen un contenido
normativo que no tiene porque ser el mismo, que dependiendo de los
casos podrá ser contradictorio, igual o equivalente.
Ambos contenidos normativos tienen detrás el poder. La diferencia
estriba en que si bien la moral pretende repartirlo, la axiología
intenta concentrarlo. También sucede que debido a la "insociable
sociabilidad del ser humano", tanto las sociedades como los sistemas
son un mal necesario ya que pueden pasarse de represivas.
Hay casos en los que un mismo sistema domina varias sociedades, bien
sea por imposición, por conveniencia o por necesidad. Esto
ocurrió con la religión en los sistemas preindustriales.
En los sistemas industriales ocurre con el capitalismo, cuya axiología
viene diseñada por las ciencias. Cuando esto sucede y la axiología
del sistema imperante supera a la ética de las sociedades se
produce lo que unos llaman reclusión y otros sociedad
de bienestar.
Contra el sistema.
¿Qué
significa ir contra el sistema? Todo el mundo parece echar pestes
contra él. Está claro que el sistema sólo proporciona
libertad, igualdad y fraternidad para unos pocos. Está claro
que el sistema no es equitativo, pero ¿hasta qué punto
es prescindible? ¿hasta qué punto puede hacerse algo
sin disciplina? ¿hasta qué punto estamos dispuestos
a renunciar a lo que tenemos?
Hace unos años le preguntaban a Alfonso Guerra cómo
estaba la puerta de Europa, él contestó que estaba "entorná".
No puede ser de otra manera. La tarta de Europa se reparte y si los
comensales son muchos, cada vez se toca a menos. ¿Estamos dispuestos
a renunciar al nivel de vida que tenemos?. Y no habrá quien
diga ¡sí!, ¡yo sí!, mientras aparta el móvil
de su oreja. Naturalmente, la concentración de poder sólo
beneficia a unos pocos, la capacidad corruptora del poder alcanza
incluso a los dioses, como dijo Tolkien. El sistema es necesario,
sin embargo es el germen del totalitarismo, aunque este sea un totalitarismo
soterrado desde que las ciencias se hicieron con el poder.
El anarquismo
resulta inviable, el comunismo fracasó, parece que lo único
que funciona es el capitalismo. El capitalismo, que al mismo tiempo
que sacia el hambre esclaviza a las personas, que es capaz de reabsorber
cualquier intento de crítica porque en sí mismo es perfecto.
Es el sistema que permite exponer a Foucault su indignación
y a Habermas su propuesta para alcanzar el consenso, pero solamente
porque le son inofensivas e incluso beneficiosas. Y sin embargo ¿qué
mejor que conocer el engaño? ¿acaso hay otra manera
de ser "libres"?
¿Es posible criticar el poder? ¿a qué tipo de
poder nos estamos refiriendo? ¿sirve de algo la acción
comunicativa habermasiana? ¿es posible el diálogo? ¿qué
valor tiene el consenso? ¿es lícito crear por consenso,
por ejemplo, la facultad de ciencias de los agujeros de botijo? Y
si no lo hay, ¿qué hay en su lugar? ¿todos a
golpes? ¿todos sometidos?. Esta es la aporía que urge
dilucidar. ¿Nos ayudará la filosofía? Y si no
¿para qué malgastar el tiempo en ella?
Crítica del poder: Foucault y Habermas.
Arrojar luz sobre
estas cuestiones es lo que se propone el profesor López Molina
en la asignatura: "Crítica del poder: Foucault y Habermas".
El hilo conductor es el debate que se establece entre Habermas y Foucault
acerca del poder, en el cual se clarifican ambas propuestas como las
dos caras de una misma moneda. Tratemos de ver sucintamente el núcleo
de dichas posturas.
Existe una visión de la historia de las ciencias humanas que
admira cómo se han ido constituyendo éstas en los siglos
XVIII y XIX. La propuesta Foucaultiana es la de ver las cesuras y
los problemas de la constitución de esas ciencias tanto en
su parte beneficiosa como en su parte más soterrada, porque
si bien es cierto que han surgido de muchos modos, no es menos cierto
que han progresado como un intento de servir al poder. Han surgido
con el propósito de crear un estado, un sistema social planificado
y controlado "científicamente". De esta manera la
visión que se comienza a tener de los saberes es borrosa ya
que no es tan interesante como en un principio parece, sino que estos
saberes han estado desde un principio al servicio de un poder supremo
ejerciendo unas prácticas cuando menos oscuras.
En este sentido Foucault piensa que la psicología clínica,
la pedagogía, la sociología, la politología,
y la antropología cultural proporcionan tecnología del
poder, terapias, técnicas sociales para apoderarse del individuo,
para recluirlo y así impedir cualquier posibilidad que no sea
la racionalidad instrumental.
Para llevar a cabo este análisis Foucault propone la construcción
de una arqueología de las ciencias humanas, su método
es el método arqueológico y el método genealógico.
Con este método se propone realizar una investigación
sobre las ciencias humanas en la cual se analice el discurso filosófico,
científico, literario, las prácticas sociales y las
prácticas que posibilitan esas ciencias al mismo tiempo; de
tal modo que se produzca una interacción especial entre lo
que es la liberación y la esclavitud. La arqueología
de las ciencias humanas propone ver las cesuras y los problemas que
están en el origen de las ciencias humanas, es decir, la aparición
de la ciencia como propuesta de ilustración y como práctica
de esclavitud. Pone de manifiesto el doble sentido de toda aparición
del discurso científico. Es en este sentido en el que la arqueología
se une con la genealogía para analizar los orígenes
de todas esas prácticas científicas. La propuesta foucaultiana
va expresamente en contra de la hermenéutica en cualquiera
de sus formas. Lo que en la arqueología nos importa delimitar
es el margen, lo negativo, lo que el historiador no ha utilizado.
A la hora de valorar un texto, tanta importancia tiene lo que se dice,
como lo que se excluye. De este modo tenemos que en la arqueología
es clave la exclusión de elementos que son importantes en el
discurso.
Las prácticas que conlleva ese discurso (sobre todo el discurso
científico) van unidas al concepto de disciplina, al concepto
de fuerzas socializadoras, a la voluntad de sistema. La arqueología
y la genealogía quieren poner en claro qué discurso
hay excluyente en ese mensaje, puesto que lo que no se dice en el
mensaje es que la voluntad de sistema (que es la voluntad de verdad)
tiene detrás la voluntad de poder. De esta manera resulta que
al mismo nivel de la aparición de diversas ciencias, lo que
llevaría un proceso de liberación de la sociedad en
sí mismo, lleva al mismo tiempo a un proceso de esclavitud
y condenación de múltiples individuos. Con esto sucede
un paralelismo entre lo que llamaríamos las ciencias mismas
y la disciplina, convirtiéndose la disciplina en fuerzas socializadoras.
Pasos a seguir.
Para Foucault toda conciencia histórica intenta lanzar un puente
entre el pasado y el futuro, siendo ese puente el presente. De este
modo la conciencia histórica establece unos vínculos
hacia el futuro, pero desde el presente. Foucault aniquila el privilegio
del presente y pone en su lugar la genealogía, lo que llama
los inicios contingentes de las poblaciones humanas. Nos encontramos
ante elementos sociales que son sistematizados por el historiador.
El historiador pretende construir la identidad del acontecimiento
histórico desde su propia identidad.
Tenemos por tanto que lo que hay que hacer es:
Suprimir el privilegio del presente.
Potenciar los elementos contingentes del comienzo.
Romper la identidad del historiador, o lo que es lo mismo,
romper la voluntad de sistema.
El método arqueológico-genealógico de Foucault
recupera lo excluido adrede y ese recuperar lo olvidado adrede es
la clave interpretativa desde la cual podemos entender nuestra propia
historia. Expresar la historia de la humanidad en las ciencias humanas
como crítica a la razón, se hace ahora desde la categoría
del poder. Mediante ese método Foucault pretende neutralizar
las llamadas ciencias humanas y proponer que se ponga en su lugar
su propia arqueología o genealogía del saber.
La destrucción
de las ciencias humanas.
Para destruir las ciencias humanas mediante la arqueología,
Foucault se remonta a las condiciones de posibilidad del discurso
que está presente en esas ciencias humanas. Esa vuelta genealógica
sigue la clave de la exclusión de múltiples discursos.
Tras hacer todo esto se llega al concepto de poder como clave teórica
desde la cual se establecen todos los discursos de las ciencias humanas.
Habermas afirma que Foucault llegó al concepto de poder desde
dos ángulos distintos, el intuitivo y el trascendental. La
experiencia fundamental de Foucault es descubrir que detrás
de todos los discursos de la reconstrucción hermenéutica
de las ciencias humanas, lo que hay es la exclusión de la categoría
trascendental, que es la que hace posible todos los demás discursos
y que es el concepto de poder. Se trata pues, de recuperar el concepto
de poder como categoría trascendental de un nuevo discurso
sobre las ciencias humanas construido según el método
arqueológico-genealógico.
La contestación
de Habermas.
Foucault piensa que tanto las ciencias de la naturaleza, como las
ciencias del espíritu tienen un mismo origen (las tecnologías
del poder) pero una doble diversificación. Las ciencias de
la naturaleza ofrecen objetividad y verdad mientras que las ciencias
humanas pretenden, en último término, la aniquilación
del sujeto.
En el punto de vista de Habermas la pregunta es: ¿Cómo
sostener esta distinción? ¿qué es lo que permite
a Foucault mantener esta afirmación? ¿en qué
sentido las ciencias humanas no son liberadoras? Habermas dice que
lo que habría que hacer es una pragmática trascendental
en términos de una teoría del conocimiento (como él
hace en Conocimiento e interés) para demostrar que las
ciencias humanas son contra-ilustradas.
Tenemos que en último término la intención de
Foucault es la construcción de una historia genealógica
de la humanidad que sea una anticiencia (que no sea una ciencia de
los valores ni una ciencia participada por relaciones axiológicas)
que supere las aporías de las ciencias humanas interpretadas
como producto de la filosofía del sujeto. Foucault pretende
construir las ciencias humanas intentando evitar las aporías
y las dificultades en las que caen las ciencias humanas tradicionales.
En este sentido Habermas denuncia que este concepto de poder cae en
las mismas aporías de las que Foucault acusa a las ciencias
humanas. Habermas aplica a la teoría foucaultiana del poder
la misma "medicina" que Foucault aplica a la teoría
de la constitución trascendental kantiana, o a la misma teoría
de la filosofía de la conciencia, o del sujeto trascendental
kantiano. Para Habermas la historiografía genealógica
de Foucault cae en tres aporías. Estas tres aporías
son el presentismo, el relativismo y el criptonormativismo. Así
pues, las investigaciones que Foucault lleva a cabo, en sí
mismas no tienen validez universal, tienen un valor puramente relativo.
Puesto que Foucault convierte la pretensión de validez en una
verdad puramente ilusoria y empírica, eso mismo se puede achacar
a sus propias investigaciones. El concepto de validez no iría
más allá de sus propias investigaciones.
Foucault pretende tener una actitud meramente descriptiva. Quiere
poner entre paréntesis todo concepto de pretensión de
validez y a partir de ahí describir lo que se ve, lo que Max
Weber llama neutralidad valorativa. Para Habermas la pretensión
foucaultiana se queda en un vulgar intento. El discurso foucaultiano
sólo puede ser aceptado en su parte negativa, es decir, para
desenmascarar las exclusiones que la sociedad del bienestar lleva
consigo. Sin embargo, según Habermas no acierta en que no da
cuenta de lo positivo de la sociedad del bienestar. Esto sucede porque
su discurso elimina toda posibilidad de acción comunicativa.
La filosofía de Foucault sigue anclada en la filosofía
de la conciencia y en el ámbito de la filosofía del
sujeto. La teoría foucaultiana fracasa en querer escapar a
la filosofía del sujeto.
Para Habermas el método de Foucault está muy bien construido,
pero no es el método que Foucault sigue en sus propios discursos.
En este punto es donde podemos encontrar lo que Habermas llama las
exclusiones de Foucault, es decir, las incapacidades de la filosofía
de Foucault para explicar múltiples aspectos de la realidad.
Habermas se plantea la manera de explicar con los elementos de la
filosofía de Foucault dos temas muy importantes: 1) El orden
social, esto es, el estado actual que causa la sociedad de bienestar
de la que se siente políticamente comprometido y de la que
es parte Foucault. 2) La relaciones entre individuo y sociedad.
Habermas piensa que si todo es biopoder (el poder que está
inserto en todos los ámbitos, que no vemos, pero que padecemos)
como dice Foucault, la filosofía foucaultiana presenta un déficit
bastante grave. Esto es así porque, por una parte, desde ese
concepto de biopoder es imposible explicar el progreso social en términos
de moralidad. Y en segundo lugar resulta imposible explicar las formaciones
de la identidad personal ya que no hay categorías suficientes
para explicar estos dos aspectos. Habermas piensa que el modelo foucaultiano
de subsunción bajo las formas de poder, como única forma
de explicación tanto del orden social como de las relaciones
entre individuo y sociedad, produce un déficit categorial tan
alto, que la teoría foucaultiana se siente incapaz de explicar
lo que pretende explicar.
Las categorías que utiliza Foucault para explicar estos dos
problemas serían: el modelo de procesos de avasallamiento por
el poder y el modelo de acción estratégica o de acción
instrumental. Frente a eso, el modelo habermasiano de la acción
comunicativa supone la puesta en marcha de un ámbito de estudio
en el que las categorías fundamentales serían los procesos
orientados al entendimiento, procesos que están regidos por
normas y valores. En último término el valor más
importante de esos procesos es la búsqueda de la emancipación.
Así pues vemos que tanto Habermas como Foucault centran sus
análisis en la búsqueda del valor que da sentido a todos
los demás, es decir, la libertad.
Madrid, 12 de
marzo del 2000.