Me
propongo en el presente escrito tratar de forma simple y breve
de la teoría materialista lingüística del materialismo filosófico
del profesor Gustavo Bueno Martínez. Diré para empezar que
la Idea ontológica del lenguaje[1] pretende conectar
y de hecho lo hace, el modelo de lenguaje de Karl Bühler y
el de Ch. Morris.
Bühler distingue entre efecto, impulso y conocimiento
para distinguir las siguientes funciones del lenguaje en su
triángulo semántico. Este triángulo es un diagrama de las
funciones de los signos. El primer lado corresponde a la
función expresiva del lenguaje. El segundo lado corresponde
a la función apelativa y el tercer a la función representativa
del lenguaje.
Por su parte, Morris distingue entre Signo, Designatum
e Intérprete. De aquí se derivan las siguientes relaciones
diádicas:
a)
La relación semántica. Los signos se vinculan a los
objetos.
b)
La relación pragmática. Los signos se relacionan con
los sujetos que los utilizan.
c)
La relación sintáctica. Los signos se relacionan con
los signos.
El contexto pragmático de Morris se corresponde con
las dimensiones expresivas y apelativas de Bühler.
El contexto semántico de Morris se corresponde con
la función representativa de Bühler.
El contexto sintáctico de Morris. no aparece explícitamente
en el modelo de Bühler, por lo que conviene señalar por tanto
que el signo nunca es un signo aislado de los otros, sino
que cada signo está rodeado de otros muchos. Las relaciones
entre los diversos signos serán la función sintáctica.
Se partirá entonces del supuesto según el cual existen
relaciones diaméricas entre los diversos contextos. Cada dimensión
o contexto (relación) del signo tiene lugar por la mediación
de los otros, de suerte que tales relaciones adoptan la forma
de productos relativos. Los tres contextos son conceptos conjugados
o en symploké dialéctica. Hay una Vermittlung entre los diversos
contextos lingüísticos.
Estos campos ontológicos lingüísticos resultantes de
semejantes operaciones son los siguientes:
(I)
El campo sintáctico contiene los pares (σi,σj) en cuanto fundados en (σi,σk)/(σk,σj);
o bien en (σi,Sk)/(Sk,σj), o bien en (σi, Ok)/(Ok,
σj).
(II)
El campo semántico contiene formalmente los
pares (Oi, Oj), en cuanto fundados en (Oi,σk)/(σk,
Oj); o bien en (Oi, Sk)/(Sk, Oj), o bien en (Oi, Ok)/(Ok,
Oj).
(III)
El campo pragmático contiene formalmente a los
pares (Si, Sj), en cuanto fundados en (Si, σk)/(σk,
Sj); o bien en (Si, Ok)/(Ok, Sj), o bien en (Si, Sk)/(Sk,
Sj).
Con este esquema las relaciones puramente lingüísticas
quedan desbordadas, puesto que el mismo lenguaje contiene
componentes ontológicos que se manifiestan al efectuar el
regressus a la dialéctica de sus factores o ejes (S,O). Hay
que señalar que para el materialismo filosófico, el tratamiento
del lenguaje debe ser un tratamiento ontológico. Tiene que
haber un compromiso ontológico a la hora de tratar la naturaleza
del lenguaje. El lenguaje tiene referente fisicalista y él
mismo es fisicalista. Por ello la Lingüística es una ciencia
y es posible como ciencia.
Queda
así constituido de esta forma un marco ontológico que considera
el lenguaje como resultado de la symploké ontológico-dialéctica
de los tres géneros de materialidad M1, M2 y M3 que constituyen
el Mundo (Mi). En la filosofía hiperrealista ontológica de
Bueno el lenguaje no es considerado como algo, una forma o
unas esencias externas y trascendentes al mundo, sino como
un elemento más de la realidad, que además contribuye a su
construcción. El lenguaje es realidad. El lenguaje es un conjunto
de elementos materiales manipulados por el hombre. El hombre
manipula los elementos del lenguaje. Hablar, utilizar las
cuerdas vocales es realizar operaciones. Si analizamos entonces
el lenguaje desde la ontología especial, pues a este terreno
corresponde y pertenece, resulta que el lenguaje es Mi porque
tiene componentes físicos. El lenguaje es una realidad física,
externa, espacial y temporal. Ahí están los sonidos físicos
y los signos tipográficos. Las realidades físicas del lenguaje
situadas en M1 tienen relaciones paratéticas, por contigüidad
y caen dentro del espacio individual, espacio que está determinado
por una percepción histórica dada. La materialidad M2 se presenta
en el lenguaje en el nivel de las vivencias internas psicológicas.
Es la dimensión subjetiva del lenguaje. M3 es el lenguaje
como sistema u orden de esencias objetivas abstractas e ideales
que se forma por la intersección y mediación de M1 y M3 que
dan lugar a determinadas figuras, figuras que son una especie
de agregado denotativo de una serie de relaciones apotéticas
entre las partes de M2 a través de las partes de M1[2]; estas figuras constituyen
la estructura lógico-material de mi mundo, de mi yo, de mi
Ego (E) que me constituye como persona como sujeto capaz de
hablar, remitiéndome de manera necesaria e interna a otros
egos.
El
lenguaje es uno de los resultados del mutuo entrelazamiento
de los tres géneros de materialidad. Este esquema ontológico
ofrece una teoría del signo que procura evitar la caída
en el formalismo. El signo se compone de significante y significado
pero la relación entre ambos elementos no es convencional.
Hablar de convencionalidad del signo lingüístico es desconectar
la Lingüística de toda cuestión genética y pensar los signos
como entidades ideales inmateriales que flotan en un reino
platónico trascendente de esencias puras e inmutables en el
que han sido creados de una forma gratuita para que se relacionen
con objetos.[3]
Pero si los sujetos pueden ser eliminados, en cierto modo,
en la ciencia lingüística, ello no quiere decir que no deban
ser reintroducidos cuando nos ocupamos de una teoría filosófica
del signo. Porque un signo no puede ser entendido, en su génesis
real, más que como un proceso de condicionamiento de reflejos
neuronales.
Este
condicionamiento originado por la repetición constituye el
signo como algo repetible, estable, normalizado. Por ello
no puede ser arbitrariamente cambiado. La estabilidad del
signo pertenece a su propia esencia. Esta estabilidad pasa
por la repetibilidad y esta recurrencia sólo es posible por
la praxis humana que se ejerce por la interpretación del signo.
Todo signo pues, será entonces práctico. Todo signo será resultado,
como cualquier otro objeto normalizado fabricado por el hombre,
de una rutina operatoria victoriosa que impone su norma. Respecto
al signo diríamos que la interpretación victoriosa excluye
a sus alternativas. Esta interpretación será la privilegiada.
Además, el signo práctico siempre es una entidad de
carácter técnico-cultural.[4]
El signo práctico es resultado de la acción humana. Por ello
el signo siempre es indeterminado. Todo dependerá de las acciones
humanas. El signo es algo corpóreo, pero su materialidad está
organizada por la praxis técnico-cultural humana.
Por lo demás la importancia que tiene el lenguaje en
el materialismo filosófico es enorme. Baste señalar que en
la Gnoseología del Cierre Categorial, en la Gnoseología general
analítica el lenguaje se toma como hilo conductor pues representa
la estructura lógica y objetiva de las ciencias. El modelo
de lenguaje que se sigue es el arriba señalado. Se distinguen
tres ejes lingüísticos: eje sintáctico, semántico y pragmático.
Cada eje se divide en tres sectores: el eje sintáctico en
términos, relaciones y operaciones, el eje semántico en fisicalista,
fenomenológico y esencial y el eje pragmático en autologismos,
dialogismos y normas.