De
pronto, no se sabe por qué conjunción astral o tal
vez debido a misteriosas fuerzas o intereses, empieza la gente a
encontrarse en los medios de comunicación una expresión,
una locución, muy repetida, traída y llevada. Su significado
se intuye vagamente. En esa vaguedad intuitiva queda flotando la
expresión, a no ser que la semilla caiga en una mente obsesiva.
Un cierto grado de obsesión debe formar parte del análisis
crítico. Asegura que esas expresiones, a veces islotes emergentes
de tierras sumergidas, no se vayan a perder en la nada etérea,
sino que pasen a ser indagadas y situadas en su verdadero contexto.
Así, algunos ciudadanos y ciudadanas de este país
hemos leído últimamente varias veces una expresión
anglosajona que antes no conocíamos: THINK-TANK. Leemos también
que el gobierno formado por Bush en EEUU cuenta con miembros de
prestigiosos "think-tank". Aquí empiezan nuestras
suspicacias. Como sabemos de qué color se le pone la mano
a Bush de tanto firmar ejecuciones, y qué idea tiene de la
política exterior, y también de las políticas
interiores, ya vamos pensando que esto del "think-tank",
aunque suene a juego infantil, a campanillas o a juego de palabras
de la Alicia de Carrol, no puede ser nada bueno.
Luego nos enteramos de que el Círculo de Empresarios, tan
celebrado últimamente en los medios por sus ideas acerca
de la natalidad y las contribuciones económicas de las trabajadoras,
además de por otras perlas negras que casi han pasado desapercibidas,
dado lo llamativo de esa declaración que acaparó la
atención general, es también un "think-tank".
Quien tenga unas nociones de inglés y sea algo obsesivo,
en vez de quedarse en la vaguedad de una definición primera
(depósito de ideas o algo parecido), busca más información
en un buen diccionario, en el cual encuentra dos acepciones de la
palabra TANK:
1. "A large container for holding liquid or gas"
2. "A military vehicle covered with armour and equipped whith
wheapons which moves along an metal tracks fitted over the wheels"
Esto va bien, o sea, mal. Bien para unos pocos, mal para el inmenso
resto. Aparece en la primera acepción la palabras "liquid"
o "gas". Aparece la milicia en la segunda acepción.
Según ella, un "tank" es un tanque en nuestra lengua.
Todos sabemos lo que son los tanques y para qué sirven: los
vimos en Checoslovaquia, en la plaza china de Tiannamen, en nuestras
calles en el 23-F, y recordamos que cierto político, hoy
respetable presidente de una comunidad autónoma, amenazaba
frecuentemente con sacarlos a la calle. Sabemos a quién y
para qué sirven: arrollan, chafan, destruyen, aterrorizan.
Respecto a los líquidos o los gases, pueden ser cosas buenas
o malas, según de qué estén hechos y según
para qué se usen. Para calentar nuestros alimentos o para
gasear gentes inocentes. Para beber o para contaminar. Pero mucho
nos tememos que en este caso, unido a "think" y viniendo
de quien viene, tengamos que inclinarnos por las opciones menos
tranquilizadoras.
Unida esta palabra, bien como gas o líquido, bien como arma
destructora, a "think", arroja un resultado inquietante.
El pensamiento, la más alta cualidad humana, se une a la
destrucción. "Tanque de pensamiento", un tanque
formado por ideas para arrollar, chafar, destruir, aterrorizar.
O bien, un montón de ideas pestilentes y letales, en forma
líquida o gaseosa, contenidas y comprimidas en un enorme
tanque. De esto último puede resultar o bien una terrible
explosión (sería el totalitarismo mercantilista ultraliberal,
con sus antecedentes y secuelas de miseria humana), o una insidiosa
espita que va dejando escapar el "gas de las ideas" poco
a poco, con mesura, sin anuncios ni declaraciones previas, sin alarmar
a las víctimas, aunque el resultado final sería el
mismo: el totalitarismo mercantilista ultraliberal. Ellos le llaman
globalización. Parece más exacto llamarle totalitarismo.
Eso es, a eso tiende.
Pero todo esto son elucubraciones. Quizás la obsesión,
saludable para la crítica, se convierte sin advertirlo en
paranoia. Lo mejor sería dejar a un lado este agorero discurso
y seguir con la investigación.
El mismo diccionario de inglés, como buen diccionario, también
contempla en sus entradas las palabras compuestas y las locuciones.
Aparece, por tanto, la expresión completa "think-tank"
con su sentido nuevo y figurado: "A group of experts who are
gathered together by a organization, especially by a governement,
in order to consider various problems and try and work out to solve
them". Con esto se deshace la ingenuidad primera que podría
tener alguien en que parecería que un "think-tank"
es algo así como un club privado de golf intelectual sin
demasiado peso, que los asociados pensaban para entretenerse, como
en una divertida lluvia de ideas a ver qué pasa y qué
sale. Ahora, sin embargo, empezamos a hilar. Aquí los paisanos
y paisanas creíamos que las maravillosas ideas políticas
y sociales de nuestro gobierno eran propias, que emanaban y pasaban
a la práctica desde esos cráneos privilegiados a los
que tantísimos españoles votaron en su momento. Pues
no es así. Los cráneos privilegiados, la materia gris,
está en ese club de golfistas intelectuales. Los señores
del gobierno son los simples ejecutores de las jugadas que planean
los del Círculo de Empresarios, el "think-tank"
español. Esta última expresión, "think-tank"
español, parece un oxymoron fatal: la alianza de las tendencias
ultraliberales y globalizadoras con la casposidad y espesura carpetovetónica.
Los resultados, a medio y largo plazo, siniestros. Dicen algunos
eruditos que Calderón de la Barca perteneció a un
grupo de teólogos e intelectuales que apoyaban y proporcionaban
ideas a la política de Felipe IV. También los resultados
fueron siniestros, y dicha siniestralidad está reflejada
claramente en los dramas y autos sacramentales del tantas veces
ideológicamente perdonado autor.
Aparte el inciso literario último, todo esto viene a confirmarlo
un esclarecedor artículo, publicado en un periódico
nacional, por uno de los socios fundadores del dicho Círculo,
un señor con un nombre tan largo -lujos genealógicos
de la aristocracia mercantil- que se puede caer en el error de pensar
que son dos los firmantes. Además, cualquiera de cierta edad
o preocupado por la historia de este país nuestro, cuando
lea uno de los apellidos le encontrará resonancias franquistas.
López de Letona. ¿Les suena?
Con la intención de defenderse y excusarse de aquel gas o
líquido maloliente que se les escapó sin querer y
antes de tiempo (demasiado modernos para este país anticuado),
según ellos, y que afectaba a la política de natalidad
y a los derechos de las mujeres trabajadoras, dando explicaciones
lo pone aún peor. Como ya dijo don Quijote, estas cosas escatológicas
mejor no menearlas. En el artículo, seguramente con cinismo,
no con la inocencia del cínico, y desde luego, sin ninguna
inocencia a secas, declara responsable - algunos diríamos
culpable- al Círculo de Empresarios de los siguientes bienes
y mejoras sociales para nuestro pueblo: el desmantelamiento al baratillo
del sector público, las privatizaciones del patrimonio industrial,
quizás también cultural y educativo, de todos los
españoles, el desastre del mercado laboral, rozando ya en
la empresa privada los límites de la esclavitud, la neutralización
de los Sindicatos, y, finalmente, la voladura programada del Estado
del Bienestar.
Todo esto tiene mucho de "think" convertido en "tank".
Es decir, sacando conclusiones, que el Círculo diseña
los planos y el Gobierno construye la máquina destructiva.
El Círculo de Empresarios almacena y el Gobierno de la Nación
va soltando la espita. "Ustedes planifiquen y piensen, que
nosotros, previo globo sonda o a la chita callando, haremos realidad
sus magníficas ideas". Y cada día somos más
pobres, cada días somos más precarios, incluso intelectualmente.
Nos atropellan, nos arrollan, nos chafan, y no nos aterrorizan porque
lo hacen con mesura, poco a poco, sin alarmar a las víctimas.
Los tanques, sin embargo, están en reserva, por si acaso.
Mientras tanto, Javier Tussell, eminente historiador y politólogo,
denuncia públicamente esta generación continua de
"buenas ideas", perlas insuperables cuyo conocimiento
tenemos que agradecerle, pero no relaciona una cosa con la otra.
Es decir, no relaciona los "think" con los "tank",
los que generan las ideas con los que las llevan a la práctica
cotidiana, y valora positivamente a miembros de ese gobierno que
parecen obtener su mejor plan político de los cachorros del
viejo régimen.
Los ciudadanos y ciudadanas ignoran lo que se les viene encima,
aunque noten los efectos como una pequeña enfermedad molesta,
sin verdadera conciencia del mal que se desarrolla a sus espaldas.
No lo notarán en toda su crudeza hasta que todo esté
hecho, todo consumado. ¿Tenía mistress Thatcher un
tink-tank detrás de sus actuaciones políticas? Posiblemente
sí. Los ingleses aún se están reconstruyendo
después de aquel período político y posiblemente
no lo conseguirán del todo, ni tal vez aproximadamente.
Así puede ser que en las próximas elecciones los ciudadanos
y ciudadanas de este país, si todavía para entonces
pueden ser llamados así, vuelvan a votar a los think y a
los tanks, porque la espita está bien regulada, y si lo creen
oportuno están en su derecho. Y cuando algún deslenguado
se vaya de entusiasmo y proponga lo ya insoportable, hasta queden
bien con sus declaraciones contradiciendo lo dicho, tanto unos como
otros.
No faltará, sin embargo, gente obsesiva que se ponga al análisis
de todo, deteniéndose quizás en el peligroso borde
de la paranoia. Amargos y doloridos, mirando las víctimas
ya caídas en torno, recordamos que nunca hubo quien escuchara
los augurios de los obsesivos. Siguen siendo los mismos los que
analizan. Siguen siendo los mismos los que no escuchan. Siguen siendo
los mismos los que pagan los desaguisados. Y ellos, los "think-tank",
también siguen siendo los mismos.