Lisístrata
y los empresarios, por Fuensanta Muñoz Clares
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Lisístrata y los empresarios En
"Lisístrata" de Aristófanes, cuando los
hombres quieren entrar en guerra, las mujeres, conducidas por la
protagonista de la comedia, se retiran de la ciudad, a un templo
inaccesible para sus compañeros en la que parece ser la primera
y última huelga doméstica de la Historia, que, bien
mirado, ni siquiera se sitúa en la Historia, sino en el mundo
de la ficción cómica. No obstante su carácter
ficticio, podemos seguir su argumento como si no lo fuera; a saber
de las historias de la Historia cuántas serán ficticias,
y de las historias de ficción cuántas no contendrán
más realidad que las que tenemos por reales. No quiero centrarme,
sin embargo, en ese diálogo final en el que todo se resuelve,
sino en la causa principal por la que los hombres deciden dialogar
con las mujeres, que no es otra sino que las necesitan. Comprenden
que ellos no son nada ni nadie sin ellas. Pero en el mundo antiguo, sexualidad era equivalente a reproducción. Así que lo que Lisístrata y sus compañeras estaban negando a sus hombres no era sólo la satisfacción del deseo sexual inmediato, sino la posibilidad de reproducirse. Y más aún, el cuidado de la prole, pues las mujeres no se habían retirado con sus criaturas en brazos, sino que, muy astutamente, aunque a su pesar, las habían dejado a los hombres. Sin ellas, comprenden los hombres, no hay reemplazo. Ellos solos se acaban en sí mismos. Ellas también, pero deciden jugársela esta vez. Por eso, después de utilizar todas las armas pacíficas y violentas, siempre limitadas a lo verbal, pues se trata de una comedia, los varones negocian y ceden. Dirá quien esto lea que a qué cuento viene Lisístrata a estas alturas de Humanidad, en el mundo occidental, con el feminismo, la liberación de la mujer, la disociación de sexualidad y reproducción, la incorporación de las mujeres al mercado laboral y a la vida pública, y tantas otras joyas sociales y políticas que las mujeres hemos conquistados unas veces, y otras se nos ha regalado obsequiosamente con una sonrisa de galantería y sin saber muy bien a quién convenía. Para ser bien pensadas, consideraremos que esas segundas ocasiones eran pactos tácitos y nada más. Pues sí viene a cuento, viene muy a cuento precisamente en el día, señoras y señores, treinta del penúltimo mes del año dos mil, en que un Círculo de Empresarios se retrata en su verdadero ser, aunque tal vez envalentonados por un gobierno que se podría poner algo más allá de una derecha europea a medio civilizar, por más que se enmascare de centro y pretenda mantener un discurso sibilino que contiene rasgos de modernidad y consentimiento con las cuestiones sociales, entre ellas el feminismo. Bien sabemos que el discurso no es, precisamente, progresista, pero al menos lo maquillan o intentan hacerlo. Lo malo es que todos sus seguidores y beneficiarios o no tienen la misma competencia lingüística o no han entendido la consigna, y de vez en cuando se retratan sin arreglar o les explota en la boca lo que llevan dentro sin poder remediarlo. Según ellos, no ha sido para tanto, o era un globo sonda, que ya somos mayores para que nos entretengan con globitos, o no se quiso decir lo que se dijo, sino que, ahora sí, se intercala el discurso maquillado. Así
hoy a este Círculo de Empresarios les ha salido del alma
que las trabajadoras se paguen ellas mismas con el sudor de su frente
sus embarazos, partos y bajas maternales. Pensarán ellos
que esto de que la masa trabajadora se reproduzca es un asunto feo,
costoso y, en cualquier caso, privado, por lo que, si no tienen
por qué pagarle a sus trabajadores unas entradas para el
cine, tampoco tienen por qué pagarles a sus trabajadoras
el para ellos dudoso placer de traer niños y niñas
como ellas y sus hombres a este mundo, el cual sería un edén
si sólo hubiera empresarios, mujeres de empresarios y niños
y niñas de empresarios. La tercera alternativa es Lisístrata. En parte, las mujeres jóvenes de este país son cada vez más parecidas a Lisístrata y a sus compañeras de reivindicación, sólo que esta vez, estando disociada sexualidad y reproducción, no tienen por qué privarse ni privar a sus compañeros en las penas laborales, de la satisfacción del deseo sexual, lo cual es también un alivio para los empresarios, porque esto quita mucha tensión en los lugares de trabajo. Pero de hijos, poco o casi nada: medio para cada una. Más justos que Salomón. Lo que aquel rey no consiguió lo está consiguiendo la clase empresarial de este país. Y más difícil todavía, antes de poner en práctica lo del seguro de embarazo para trabajadoras. Es fruto de una sabia combinación entre economía moderna y protección social subdesarrollada. El de nuestro país es un modelo fascinante que no ha sido todavía bien valorado en el extranjero. Ahora bien,
¿servirá esto de Lisístrata para forzar a una
nueva negociación con los varones? Mucho podemos temernos
que no, porque la negociación no sería con nuestros
iguales a los que amenazaríamos con no reproducirse, sino
con el Círculo de Empresarios, los cuales se pueden reproducir
cuanto quieran por razones obvias. Para las masas que necesitan
en sus fábricas y en sus oficinas, posiblemente estén
pensando en gente de fuera, mucho más dócil, más
barata, sin pretensiones, sin derechos o con muchos menos derechos,
con mujeres llenas de ignorancia y virtudes domésticas que
no necesiten baja por maternidad.
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