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  La alimentación con despojos reabre en la UE la polémica sobre las técnicas de nutrición animal

  Un experto belga aconseja no dar a los animales grasas recicladas

  EE UU rechaza crear un consejo de seguridad de la alimentación

Un informe oficial británico insiste en el peligro de los transgénicos.

 

 

 

 


Cuando el pez come trigo, y el pollo, pollo.
La alimentación con despojos reabre en la UE la polémica sobre las técnicas de nutrición animal.

 

  Los animales que alimentan al ser humano cada vez comen de forma más parecida. La producción intensiva hace que hoy un rodaballo y un pollo compartan las mismas proteínas de soja o trigo en su dieta y que las harinas de pescado que digiere el primero estén presentes también en los piensos del segundo. Un ternero también es alimentado con harinas de pescado en los primeros meses de vida. "No más adelante", confirma un veterinario, "porque si no la carne cogería sabor". Pero, sobre todo, un cerdo come pienso con sebo de cerdo; una gallina, con harina de carne, y un ternero, con grasa de vaca.

Si bien está aceptado que la alimentación humana es hoy más correcta y segura que nunca, lo cierto es que se ha introducido una práctica de canibalismo en las modernas técnicas de nutrición animal, cuyas consecuencias algunos expertos consideran poco estudiadas. El objetivo último es obtener el mayor rendimiento al menor coste posible. Es el precio que paga la sociedad por tener alimentos asequibles para todos.

Hasta la aparición del mal de las vacas locas, la Unión Europea no se planteó prohibir que los hervíboros fueran cebados con harinas procedentes de cadáveres de animales. Hoy, la presencia de dioxinas en los pollos belgas, a consecuencia de una contaminación de los piensos con aceites industriales, ha servido de pretexto para reabrir el debate, liderado por Francia, sobre la conveniencia de ampliar la prohibición de usar harinas de animales a todas las especies, incluido el pescado.

La reflexión sobre qué comen los animales que comemos lleva más lejos. Se pone en cuestión la cultura del reciclaje en la industria agroalimentaria, en beneficio de otras fuentes proteicas, como la soja o el maíz. Eso sí, más caras.

Una buena parte de los elementos que necesitan los animales de abasto (proteínas, grasas, minerales) proceden, a su vez, de desechos animales. En España, esa parte no supera un 4% de la dieta total. Esta es, hoy por hoy, la forma más barata de obtener proteínas para animales y, a la vez, de deshacerse de toneladas de desperdicios que cada año producen las industrias de la alimentación.

En España se producen al año 1.500 millones de toneladas de subproductos cárnicos. De ellos, 345.000 toneladas son harinas de carne para alimentación de cerdos y pollos, según datos de Asegrasa, la asociación que agrupa a los fabricantes. La producción anual de harinas cárnicas asciende a 2,8 millones de toneladas en el total de la UE. En Francia se consumen anualmente 440.000 toneladas y en Alemania se producen 600.000. Otros subproductos fabricados por la industria de la transformación son sebos, harinas de sangre o de plumas y sueros.

Los ganaderos y criadores en general no quieren ni hablar de abandonar las harinas animales porque argumentan que el problema no son las materias primas que están empleando, sino los fraudes en la elaboración de los piensos. Esgrimen otras dos razones de peso. "Hoy se nos exige que produzcamos mejor y más barato, y las proteínas que cuestan menos son las de origen animal", recalca Alfonso Encinas, gerente de la patronal de productores de piensos (CESFAC). "Además, ¿que haríamos con los miles de toneladas de desechos que se producen cada año en los mataderos?", plantea, aunque este problema ataña a otros industriales.

Más ejemplares, más sanos, más gordos y que produzcan más al menor coste posible. Ésa es la máxima de la agroalimentaria moderna. Para conseguirlo, los pastos y fuentes de alimentación tradicionales han sido sustituidos por piensos cuya composición de nutrientes -fibra, minerales, proteínas, grasas o vitaminas- está calculada para las necesidades de cada especie, se trate de un pez o un mamífero. La presentación y las proporciones son distintas, pero los nutrientes básicos son los mismos. Se trata de conseguir un desarrollo natural del animal, con productos naturales en su mayor parte, pero en condiciones de vida que en nada se parecen al mar Cantábrico, al corral espacioso o a las praderas de pasto.

Actualmente hay en España unas 150 piscifactorías, donde los peces destinados al consumo -lubina, dorada y rodaballo, entre otros- crecen gracias a los piensos. Las etiquetas de un pienso tipo informan que contiene un 45% de proteínas, un 22% de materia grasa (aceites de pescado), un 9,5% de cenizas, además de celulosa, vitaminas y antioxidantes. La fuente es una harina de pescado que se habrá elaborado en países escandinavos, Chile o Perú, a partir de sardina o anchoeta, según explica un importante productor de piensos acuícolas. El pez grande siempre se comió al chico, pero en este caso se está enriqueciendo, además, con un tipo de proteínas, de soja o trigo, confirma el fabricante, muy lejanas de su dieta tradicional. Por su parte, la industria conservera también aprovecha los restos de pescado para fabricar harinas que se han venido utilizando en la elaboración de piensos para aves, que, a su vez, alimentarán a la siguiente generación avícola.

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La dieta diaria de los animales de abasto está perfectamente calculada, y sus ingredientes, sometidos a una normativa legal. Según la información facilitada por un técnico veterinario, la ración diaria que comen las distintas especies sería en términos muy parecidos a la siguiente:

Una gallina ponedora puede comer una mezcla de maíz, trigo duro, harina de carne, gluten, harina de soja, metionina, sal común, fosfatos y carbonatos.

Un cerdo en crecimiento se alimenta de trigo blando, cebada cervecera, manteca de cerdo, harina de soja, lisina, sal común, carbonatos y fosfatos, vitaminas y minerales.

Un ternero de engorde puede tomar en su ración diaria maíz, cebada cervecera, grasa animal, melaza de remolacha, gluten, harina de soja, sal, fosfatos y carbonatos, además de vitaminas y minerales.

Una vaca lechera crece con su ración diaria de maíz, cebada, grasa animal, melaza de remolacha, pulpa de aceituna, gluten, harina de soja, urea, sales, carbonatos y fosfatos.

Un pollo pequeño (broiler) come trigo blando, cebada, sebo vacuno, harina de carne, harina de soja, sal , fosfato y carbonato.

Los piensos pueden ser industriales o elaborados por el propio productor, si bien los componentes son muy similares. Los avances en agroalimentaria permiten ya medir al milímetro las demandas productivas de cada especie. En estos momentos, para la elaboración de estos alimentos animales se pueden utilizar más de 200 materias primas, desde cereales o lácteos hasta pimentón, cáscara de almendra, chicharrones o harinas de carne, pescado y de coco. La clave está en obtener los elementos que necesita el animal en los distintos periodos de desarrollo de la fuente más rentable.

El país. 20 junio 1999. Madrid


   Un experto belga aconseja no dar a los animales grasas recicladas

  El profesor Paul Lambert, miembro del departamento de Toxicología de la Universidad Católica de Lovaina (UCL), conoce bien la crisis de la dioxina. Ha formado parte del grupo de 10 expertos llamados por el Gobierno belga para evaluar la crisis alimentaria en el país. Lambert admite que esta crisis ha sido muy grave, pero pide que no se dramatice, porque fue peligrosa sobre todo hace semanas, cuando nadie sabía que comía pollo envenenado. La solución, defiende, es prohibir la alimentación animal con grasas recicladas.

"Los pollos y los huevos estaban muy contaminados, con tasas más de 100 veces por encima de lo normal", reconoce. "Pero el cerdo y el vacuno estaban poco o muy poco contaminados. Los pollos son animales pequeños que sólo han comido pienso contaminado. Los cerdos y las vacas son mucho más grandes y comen también otras cosas. Nunca hemos detectado valores positivos en el cerdo y la vaca. Yo como ternera sin ningún problema, no he dejado de hacerlo todos estos días", reconoce.

"No hay que hacer alarmismo", recomienda Lambert, "porque hace 10 o 15 años estábamos mucho más expuestos a las dioxinas. He hablado con muchos expertos de otros países y coinciden conmigo en que esta crisis apenas tiene riesgos, porque ha durado muy poco. Ha sido una suerte que el problema se diera en el pollo, porque así lo hemos descubierto enseguida. Estoy seguro de que en Europa ha habido accidentes como éste muchas veces y no nos hemos enterado. Aquí los pollos han muerto en algunos días, y por eso nos hemos dado cuenta. El pollo ahora no tiene ningún problema, porque los que estaban afectados ya han muerto", señala el experto.

  Normas sobre PCB

"Se ha demonizado a la dioxina", continúa Lambert, "pero el problema no es ése, sino el reciclaje y la alimentación animal. Ahora estoy seguro de que se van a imponer normas sobre PCB -sustancias tóxicas que pueden producir cánceres en los humanos como las dioxinas- más bajas que la cantidad de PCB que se encuentran en alimentos como los mejillones o los crustáceos. El problema son las grasas recicladas, que, a mi juicio, tienen muchos contaminantes. La gente se preocupará de las dioxinas, pero la alimentación peligrosa son los excesos de grasa", sigue el profesor de Lovaina.

"Estoy seguro de que se reciclan aceites de motor cancerígenos. Y se hace en toda Europa, allí donde hay cría intensiva de ganado. No querían incineradoras y nos han metido el reciclaje en el plato. La solución para ciertos desechos es poner fin a esta práctica. Hay que destruirlos. El problema de las vacas locas ya estaba unido al reciclaje, porque han metido lo reciclado en la cadena alimentaria, y estamos reprocesando hasta las plumas de pollo. Y todo eso se acumula en las grasas. Hay que sacar lecciones beneficiosas de este incidente y poner fin a la agricultura del reciclaje", termina Lambert.

WALTER OPPENHEIMER, Bruselas

 


 

EE UU rechaza crear un consejo de seguridad de la alimentación
P. B. / J. M., Colonia 20 Junio 1999

   La propuesta del presidente francés, Jacques Chirac, para crear un "Alto Consejo Científico Mundial para la Seguridad de la Alimentación" no logró abrirse camino en la cumbre del G 7 (los siete países más industrializados, menos Rusia) en Colonia y fue diplomáticamente reenviada a París para que continúe siendo perfeccionada allí en espera de mejor ocasión. Esto no obsta para que en el comunicado final de la cumbre, que será dado a conocer hoy, figure posiblemente un párrafo sobre seguridad alimentaria y la idea de crear un grupo de trabajo que analize y estudie la propuesta del presidente francés, según manifestaron fuentes del gobierno de ese país. El hecho, de confirmarse, constituiría por sí mismo la señal de una mayor conciencia en temas de salud por parte del club de los países más ricos de la tierra.

La iniciativa francesa reuniría en un sólo organismo de control a personalidades independientes de sólida reputación, las cuales darían el visto bueno al descubrimiento de nuevos productos o procedimientos de manipulación alimenticia. Italia, Alemania y el Reino Unido apoyaron la idea francesa, pero los otros países, y especialmente Canadá y Estados Unidos, la acogieron fríamente.

Portavoces de la delegación canadiense manifestaron ayer que resulta "prematuro" y "potencialmente redundante" el crear un organismo que dé normas y dictámenes sobre la alimentación. El portavoz se refirió al código alimentario dependiente de la ONU. Tampoco los japoneses fueron excesivamente entusiastas y, de forma diplomática, prefirieron inhibierse hasta explorar las iniciativas.

Chirac propuso la creación del nuevo organismo en París antes de desplazarse a Colonia. En esta ciudad, el presidente francés dijo el viernes que se debe asegurar tanto el derecho a la alimentación de todos como el derecho a una alimentación con garantías. Las palabras y la iniciativa de Chirac se inscriben en el conflicto de intereses y posiciones entre la UE y Estados Unidos sobre temas como los alimentos transgénicos y la carne con hormonas.

 


Un informe oficial británico insiste en el peligro de los transgénicos

 
El polen de las cosechas transgénicas podría invadir otros sembrados a kilómetros de distancia con ayuda del viento y los insectos. Un estudio del Ministerio de Agricultura británico, esperado con ansia por ecologistas y agricultores, así lo afirma por vez primera con claridad. De producirse esta "polinización cruzada", tanto los cultivos orgánicos como los convencionales se verían contaminados.

Las frutas y las verduras de los cultivos orgánicos y tradicionales perderían así el certificado de garantía expedido por su propio órgano supervisor, la Asociación del Suelo. En las otras tierras también aparecerían híbridos resistentes a los poderosos plaguicidas manufacturados por la industria biotecnológica.

Ahora, las empresas responsables de los sembrados transgénicos experimentales deben situarlos a 200 metros del cultivo vecino más próximo. A la vista de los riesgos apuntados por sus propios asesores, el Gobierno piensa revisar al alza dichas demarcaciones para evitar los cruces.

Según el trabajo efectuado por el centro John Innes, el más prestigioso de Europa en el análisis de alimentos modificados, el polen puede viajar a mucha más distancia de la esperada de la cosecha de origen. Algo que la Oficina Nacional para la Investigación del Polen ya había apuntado a principios de año. Sus mediciones, efectuadas en campos de colza, mostraron que el 80% de los diminutos granos es transportado por las abejas, a veces hasta lugares situados a cinco kilómetros.

Pero no sólo las abejas transportan una carga conflictiva. Las propias cosechadoras llevan a veces, sin querer, semillas de un terreno a otro durante las etapas de siembra o recogida de cosechas. También pueden perderlas por la rotura de los sacos almacenados durante el transporte. "En el medio agrario, la dispersión a gran distancia de semillas presenta ejemplos claros, como el de la colza", señala el estudio.

Para la Asociación del Suelo, el informe tiene graves repercusiones. Los productos de sus asociados, muy solicitados en el Reino Unido desde la crisis de las vacas locas, deben mantenerse alejados de las cosechas transgénicas para evitar contaminaciones. Según un sondeo encargado por Greenpeace, el 74% de los británicos teme los riesgos del consumo de estos alimentos. Un 81% de los votantes laboristas no se fía de la biotecnología alimentaria.

ISABEL FERRER, Leicester

 

 

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