La clasificación de los saberes

Aristóteles procede a la clasificación de los diferentes saberes en estos tres campos que están directamente relacionados con las tres dimensiones principales de la existencia humana:

1) El saber productivo, que es técnico y remite a la «fabricación» de cosas útiles.

2) El saber práctico, que es ético-político y remite a la acción libre o electiva, porque busca la virtud, la regla de la «buena acción».

3) El saber teórico, referido al modo de ser de las cosas mismas (y no al agente que fabrica con ellas algo o que emprende a partir de ellas al­guna acción).

A propósito de esta clasificación de las ciencias, conviene recordar una vez más que el término «ciencia» no tiene en la Grecia antigua las connotacio­nes que hoy reviste para nosotros, y que, por tanto, no importa cuál sea su «superioridad» con respecto al conocimiento ordinario, nunca se aparta del todo de la noción común de saber entre los contemporáneos de Aristóteles, que siempre es un saber arraigado en la acción y relacionado con el uso.

Por otra parte, la clasificación en sí misma está relacionada con la concep­ción general de Aristóteles:

1) Las ciencias productivas remiten al carácter «necesitado» de la vida hu­mana, en el sentido de que exige la satisfacción de ciertas necesidades elementales para mantener la vida, necesidades que demandan una actividad «productiva» por parte de los hombres.

2) El saber práctico no se relaciona con «las necesidades de la vida», sino, por el contrario, con la posibilidad de una «vida buena»; es decir, aquella que ya no está orientada a la satisfacción de las necesidades pri­marias, sino al ejercicio de la libertad.

3) La actividad «teórica» es para Aristóteles la mejor de todas las vidas posibles para el hombre libre, que en nada puede ejercitarse con más propiedad que en el conocimiento superior.

Las ciencias teóricas son las ciencias «superiores» en el sentido de que, como hemos dicho, toman su fundamento de la cosa misma que inves­tigan y no de los propósitos que frente a ella persiga el agente o el pro­ductor; es decir, investigan las leyes de lo real.

Aristóteles reconoce explícitamente este estatuto a la física (que en su tiempo no se diferenciaba temáticamente de lo que hoy llamaríamos «bio­logía»), a las matemáticas y a la teología, considerando a esta última «pri­mera» entre las superiores (a veces llamada «filosofía primera») porque su objeto, Dios, es el más eminente de los objetos posibles.

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Navarro Cordón, Juan Manuel y Pardo, José Luis. Historia de la Filosofía, Madrid, Anaya, 2009


  
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