Cuaderno de Materiales número 9, Febrero de 1999 

 

 

 

 

EL TRABAJO COMO FACTOR DE IDENTIDAD

- Eugenio del Río -

 

 

   ¿Cuando hablamos de identidad colectiva nos estamos refiriendo a cosas tan diversas como: )Qué somos? )Quiénes no somos? )Contra quiénes luchamos? )Qué queremos? )Qué sentido tiene nuestra existencia? )Cómo entendemos la vida y el mundo? )Qué representamos en la sociedad?

La palabra trabajo, como se sabe, nos vale para designar dos realidades distintas: una actividad (extraer algo de la tierra, pescar, transformar un objeto, dispensar un servicio...) y el hecho de disponer de un empleo (decimos: Aconseguir un trabajo@).

Ambas cosas unas veces van juntas y otras separadas. Así, un fresador realiza un trabajo y tiene un trabajo (o empleo por el que percibe un salario); las amas de casa, por el contrario, llevan a cabo un trabajo pero a ese trabajo realizado no le corresponde la consideración social de un empleo y, por lo tanto, no perciben un salario.

  Al observar los cambios en el trabajo estamos pensando en ambas cosas: mutaciones en las modalidades de empleo y transformaciones en los procesos de trabajo (tipo de máquinas y de procedimientos para realizar un trabajo). Y cuando hablamos del trabajo como elemento cultural también estamos pensando en los dos significados: qué actividad y qué formas sociales (o de empleo).

La identidad obrera centrada en el trabajo ha entrado en crisis; eso afecta a la clase obrera más instalada, y dificulta la incorporación de la juventud a ese universo.

Lo que está cambiando en ambos planos supone una modificación del papel y del valor del trabajo(1) tanto para la cultura obrera como para la sociedad en su conjunto.

En los tres últimos siglos se han registrado notables cambios en las ideas que hay sobre el trabajo. Antes del siglo XVIII, el trabajo era una variedad de actividades con nombres diversos. Esas actividades están destinadas en su mayor parte a satisfacer las necesidades.

En la concepción premoderna la riqueza no procede del trabajo sino de la naturaleza y de Dios; incluso para los fisiócratas, sólo la naturaleza es productiva.

El trabajo, por lo demás, bajo la concepción cristiana, es algo penoso, vinculado al pecado original.

En los tres últimos siglos se ha ido imponiendo una concepción nueva y unificada del trabajo. En los siglos XVII y XVIII se opera una transformación de la idea del trabajo, Aque ya no es sólo un deber que responde a exigencias religiosas, morales o incluso económicas@(2). En poco tiempo, el trabajo deja de ser algo despreciado y emerge como una potencia llena de valor. Para Locke es la fuente de la propiedad. En Rousseau da derecho a la propiedad de la tierra. Adam Smith lo considera como el factor principal de la riqueza. El trabajo, entendido como factor de riqueza, invade el pensamiento económico del siglo XVIII y llega a ser uno de los fundamentos principales de la sociedad.

El cambio en el concepto del trabajo se produjo en paralelo a una modificación del concepto del tiempo. El trabajo equivale a tiempo; luego el tiempo es oro. La vida humana se cronifica más estrictamente, y el tiempo se aprovecha más intensamente.

En el mundo moderno, el trabajo es también fuente de sentido, encuadrado dentro de los factores laicos de sentido: la familia, la nación, la propiedad...

El trabajo, como actividad y como empleo, ha sido un poderoso creador de una fuerza social: el movimiento obrero.

  Esto, que tiene varias facetas, ha entrado en crisis.

  En primer lugar, ha sido un factor identificador, agrupador, unificador, integrador de una fuerza social, productor de lazos sociales, foco de relaciones solidarias, organizador, cohesionador, dotador de sentido. Apropiación del trabajo como bandera de clase. En todo esto, ha perdido fuerza. Hoy actúa como unificador, pero, también y crecientemente, como elemento divisor.

En segundo lugar, se reduce la capacidad del trabajo para marcar distancias con el resto de la sociedad.

En tercer lugar, se debilita la fuerza del trabajo como factor ideológico. Fue un eficaz sustanciador de un tipo moral, el trabajador, y suministró una dignidad (glorificación del trabajo en el pensamiento socialista, mito del trabajo como medio de realización y de expansión de la personalidad(3), vinculación entre utopía socialista y trabajo: la nueva sociedad como triunfo del trabajo). Hoy queda algo de aquello, pero poco.

  En todos estos puntos, el trabajo ha representado un factor creador de la clase obrera como clase, como fuerza social, como realidad ideológica. Y en todos ellos se registra una situación de crisis.

  En el curso de las dos últimas décadas asistimos a la aceleración de un proceso de diferenciación interna dentro de la clase obrera. Digo aceleración, con lo que estoy suponiendo que ese proceso viene de más atrás.

  En la edad de oro del llamado Estado de bienestar, progresó en los países occidentales un modelo urbano basado en la división de las áreas urbanas según las diferentes funciones: el espacio de vivienda, los dedicados al ocio, las zonas comerciales y los polígonos industriales. Con la paulatina implantación de este modelo, que desde luego tiene menor vigencia en las localidades pequeñas, se efectúa una disgregación de las dimensiones de la vida de la clase obrera, que antes se presentaban agrupadas en un mismo espacio, el de la ciudad o el barrio industrial, con las viviendas alrededor de las fábricas(4).

Pero, además de esta parcelación espacial, a partir de mediados de los setenta se activaron nuevos factores de diferenciación en el seno de la clase obrera, esta vez relacionados directamente con los procesos laborales. Me limito a enunciarlos pues son bien conocidos.

 

Los principales son: a) la reducción del componente industrial de la clase obrera, más concentrado, y el crecimiento del de servicios, más disperso; b) la diversificación de las situaciones laborales, con la introducción de nuevos y variados tipos de contrato, y la división entre quienes están en una posición más estable y quienes tienen empleos más frágiles(5); c) el aumento del número de personas en paro duradero; d) la expansión de la economía sumergida. Quienes viven de ella están especialmente desprotegidos legalmente. Y al igual que una buena parte de las franjas laboralmente más débiles, están al margen de la vida sindical.

No hace falta subrayar la importancia que todo esto tiene para la actividad práctica, sindical o de otro género. Pero aquí me ciño a su aspecto cultural. La clase obrera se ve sometida a nuevas tensiones diferenciadoras que acentúan su fragmentación, su disgregación. Aumenta el número de personas que se encuentran en una situación similar a lo que Durkheim llamó anomia, para referirse a quienes al llegar a la ciudad habían perdido la pertenencia al grupo rural en el que se insertaban y aún no habían encontrado un nuevo grupo en el que integrarse. Crecen así los obstáculos para la participación en formas asociativas o en prácticas de solidaridad.

Pero este problema se agrava debido a un movimiento simultáneo de atenuación de la diferenciación de la clase obrera respecto al resto de la sociedad. Es más heterogénea de puertas adentro y menos diferente en relación con lo que queda fuera; la cohesión interior desciende y los límites entre el dentro y el fuera son menos firmes.

)En qué puntos se nota más esta difuminación de las diferencias? Para verlo, echaremos la vista atrás por unos momentos.

En la segunda mitad de los años sesenta se inició una discusión, en el ámbito de la sociología y de la antropología social británicas, sobre las imágenes que tenía de la sociedad la clase obrera. Voy a leer un trozo de uno de los trabajos que entonces se publicaron, que me parece sugerente para abordar esta cuestión.

ALos compañeros de trabajo son normalmente compañeros en el tiempo libre, con frecuencia vecinos o parientes; la existencia de tales grupos estrechamente vinculados de amigos, compañeros de trabajo, vecinos y parientes, es el sello de la comunidad tradicional de la clase obrera. Los valores expresados a través de estas redes sociales fomentan la ayuda mutua en la vida cotidiana... (...) Como forma de vida social, esta sociabilidad posee una cualidad ritual, creando una elevada densidad moral y reforzando los lazos de pertenencia a una colectividad dominada por el trabajo@(6).

Esos trazos describen un panorama simplificado e idealizado pero dan cuenta de una realidad social que todavía en esos años estaba bastante diferenciada.

El panorama actual es bastante distinto.

Los trabajadores asalariados se distinguen menos que antes en cuanto a sus formas de vida. Al terminar su jornada laboral, desconectan del lugar de trabajo y con frecuencia se alejan de él. Disponen de automóvil para ir a su vivienda o a los hipermercados. Su estilo de consumo es parecido al de otras clases; su manera de vestir y de comer no son muy distintas a las de otros sectores sociales. Asimismo gastan unas horas de su tiempo de ocio cotidiano viendo la televisión. En todos estos aspectos se va diluyendo la especificidad obrera.

El mundo que nos describe el fragmento que he leído es fundamentalmente masculino: la mano de obra asalariada femenina quedaba relegada a ciertos sectores como el textil. Hoy, las mujeres siguen percibiendo unos salarios inferiores por el mismo trabajo, pero ha aumentado su presencia en la denominada población activa, especialmente entre el sector de empleo precario de jóvenes en servicios, uno de los campos de mayor contratación.

Han pasado a la historia los tiempos en los que era excepcional la presencia en la universidad de hijos de familias obreras. La extensión del acceso a la educación pública en las dos últimas décadas ha contribuido seriamente a reducir las diferencias culturales entre las clases.

Hay que mencionar también el arraigo de ideas y valores que no tienen un carácter horizontal o de clase sino que atraviesan la sociedad verticalmente, siendo compartidos por distintas clases. En este capítulo figuran las ideas nacionalistas y las democráticas convencionales, las concepciones feministas, que han abierto brecha en la opinión pública, los puntos de vista y las aspiraciones ecologistas. O sea, las fronteras ideológicas son pocas y los puentes ideológicos entre las clases anchos.

Una ilustración de esto la hallamos en el hecho de que muchos productos culturales, en el cine y en la música, especialmente, no se mueven tanto en un mercado definido por las divisiones sociales de clase sino por las generacionales. Hay mercancías diferentes -películas, discos y programas de televisión- para distintas franjas de edad, y no para trabajadores y burgueses o para ricos y pobres.

Uno de los aspectos más graves de la actual crisis de identidad viene dado por los obstáculos para verse como muy diferentes o simplemente diferentes. Además de la creciente heterogeneidad interna y de la difuminación de las fronteras, a las que me he referido, está el hecho de que cobran mayor fuerza relativa algunas identidades transversales, que atraviesan verticalmente a las identidades horizontales o de clase; eso sucede con las identidades nacionales, locales, de género, ecologistas, etc. La distinción obreros-burgueses pierde importancia en beneficio de otras distinciones.

La imagen de la clase obrera que tuvo más relieve en la historia de la izquierda era bastante embellecedora. Nos mostraba a una clase que representa al conjunto de la sociedad, que encarna un nuevo régimen económico y social, que desempeña un papel unificador... Esa visión se ha ido cuarteando.

Además, han dejado de servir algunos factores de identificación sencillos, que fueron muy eficaces en otros tiempos. Durante decenios, la clase obrera se vio a sí misma como los de abajo, el piso inferior y más maltratado de la sociedad. Hoy, quienes tienen conciencia de pertenecer a la clase obrera ven por debajo a otros sectores en los que la conciencia obrera existe poco o nada, que se encuentran en una posición de mayor debilidad económica. El trabajo manual, realizado con un esfuerzo físico notable, actuó durante largo tiempo como un elemento delimitador. Las transformaciones tecnológicas están modificando radicalmente esta situación: el trabajo más manual, el más duro físicamente, no desaparece, pero se hace más minoritario, o recae sobre sectores más marginales, o, simplemente, se traslada a los países menos desarrollados que experimentan un proceso de industrialización.

Los problemas de la identidad obrera alimentan un proceso más amplio de debilitamiento de buena parte de las anteriores grandes identidades: izquierda y derecha, iglesias, muchas de las identidades nacionales... y simultáneamente ascienden otras identidades más ligeras, menos potentes, al igual que las identidades de pequeña escala, como son las denominadas tribus urbanas, los grupos basados en la amistad, las asociaciones locales o la familia.

En todos estos planos, se puede constatar la crisis de la identidad forjada a partir del trabajo.

 

Notas:                                                                            

(1) Sobre el valor del trabajo: André Gorz, Metamorfosis del trabajo, 1991, Madrid: Sistema, 1995; Jean-Marie Vincent, Critique du travail, París: Presses Universitaires de France, 1987; José Manuel Naredo, La economía en evolución, Madrid, Siglo XXI, 1987; Dominique Méda, Le travail. Une valeur en voie de disparition, París: Aubier, 1995; de la misma autora: "La fin de la valeur travail", Esprit, n1 8-9, août-sept., 1995. Victoria Camps dedica el capítulo 9 de su libro Paradojas del individualismo (Barcelona: Crítica, 1993) al sentido del trabajo (pp. 138-157).

(2) Robert Castel, Les metamorphoses de la question sociale. Une chronique du salariat, París: Fayard, 1995, p. 160.

(3) Este mito no ha solido excluir una toma de conciencia sobre los males que acarrea el trabajo, toma de conciencia que, debido a la ambivalencia del fenómeno, ha encontrado tradicionalmente grandes dificultades para expresarse. Josiane Boutet ha estudiado estas dificultades para verbalizar las opiniones obreras sobre el trabajo: *Los Aes difícil de decir@, Ahabría que venir a verlo@ , Ano puedo explicárselo@, Aes complicado@ vuelven una y otra vez como un leit-motiv en las expresiones de las personas a las que se propone hablar del trabajo+ (ALe travail et son dire@, en el libro dirigido por la propia J. Boutet, Paroles au travail, París: L=Harmattan, 1995, p. 260). Seguramente, esa dificultad guarda relación con las limitaciones educativas, pero también con el contraste entre el valor asignado al trabajo y su reconocimiento social, de un lado, y su lado perverso, de otro, esto es, las penalidades de todo orden que acompañan al trabajo, los males físicos y síquicos que causa. Merecería la pena detenerse en este último aspecto, pero no es este el momento. No me resisto a mencionar el apasionante trabajo sobre los perjudiciales efectos de la intensificación del trabajo resultante de la introducción de las nuevas tecnologías realizado por Michel Gollac y Serge Volkoff, ACitius, altius, fortius@, Actes de la Recherche en Sciences Sociales, n1 114, sept. De 1996, pp. 54-67.

(4) El poblado minero, con sus barracones construidos por el propietario de las minas es el caso extremo de esa unidad espacial. La unidad espacial laboral-residencial es magistralmente descrita en el capítulo 3 del fascinante libro de J. L. y Barbara Hammond, El trabajador de la ciudad, 1925, Madrid: Ministerio de Trabajo y de Seguridad Social, 1987, pp. 33 y ss. F. Engels en La situación de la clase obrera en Inglaterra ofrece una imagen muy precisa de esa convergencia de dimensiones en los barrios obreros de la primera mitad del siglo XIX (Obras de Marx y Engels, OME, vol. 6, Barcelona: Crítica, 1978).

(5) Es interesante el estudio antes citado de Robert Castel sobre la trayectoria del empleo: el paso del régimen tutelar al contrato; del contrato salvaje al contrato protegido; y de éste al actual contrato fragilizado.

(6) El texto corresponde al escrito de David Lockwood, ASources of variation in working class images of society@, Sociological Review, 14 (3), 1966, p. 251 (reproducido y comentado por R. E. Pahl, en Divisiones del trabajo, 1984, Madrid: Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, 1991, pp. 16 y ss.)

                                     

 

 

 

 

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