Cuaderno de Materiales número 9, Febrero de 1999 

 

 

 

 

NEOLIBERALISMO Y MERCADO DE TRABAJO

- Carlos Vaquero -

 

   I. Introducción.

   Para entender lo que se denomina como "neoliberalismo" hace falta situar históricamente esta corriente, y, por lo tanto, analizar en que contexto se hace dominante. Considero que el objetivo fundamental del neoliberalismo ha sido el de servir de base a una reconstrucción social de gran envergadura, a un cambio del paisaje social e institucional en el conjunto del planeta. Esta mutación ha incidido también sobre las mentalidades dominantes configuradas en la década de los sesenta.

   Para aclarar a qué me estoy refiriendo pondré dos ejemplos. El primero tiene que ver con un anuncio de televisión de la multinacional Mcdonals. En él se nos muestra a tres jóvenes en una moto con sidecar que ven una oferta de Mcdonals de dos Mcpollos por el precio de uno. Los dos que viajan en la motocicleta separan el sidecar y lo dejan suelto a su aire. La siguiente imagen es la de éstos comiéndose el Mcpollo y viendo por la ventana como el joven que monta en el sidecar se estrella contra un poste. En cuatro escenas, que duran pocos segundos, vemos comprimido ese cambio de mentalidad. Pero la fuerza del anuncio está en que, por un lado, el que va en el sidecar es retratado como un pazguato, y como tal nos induce a sentir que se lo tiene merecido -las desigualdades como fruto de las diferencias "naturales" entre capacidades individuales y la selección de los más aptos de Herbet Spencer, el bisabuelo de los neoliberales actuales-; y por otro, que el anuncio busca la identificación del espectador con los "ganadores", naturalizando un comportamiento que se vive como normal: los dos "ganadores" miran "sin pasión" -es decir, sin juicio moral, con indiferencia- como el otro se estrella.

   El segundo se refiere al mercado de trabajo. Recientemente hablando con sindicalistas, con años de militancia, me planteaban que lo que para ellos era normal -sueldo decente, seguridad en el trabajo, derechos sindicales...- se había convertido en los jóvenes que entraban en sus fábricas en algo excepcional. Los jóvenes que acceden al mercado de trabajo no sólo ven su situación como "natural", sino que además se les conmina a afrontarla de una manera individual: sólo su esfuerzo y preparación podrán tener beneficios en un mundo competitivo.

James Petras, en el informe ¿Qué ha pasado en España? describía las relaciones laborales de buena parte  de la juventud como basadas en el miedo -al despido, al empresario-: "Pocos trabajadores temporales expresan sentimientos de solidaridad con sus colegas. Entre los eventuales hay un sentido de competencia y desconfianza, condicionado por las escasas posibilidades de un empleo <<permanente>>. En relación con los trabajadores fijos mayores, hay una mezcla de envidia y resentimiento a partir del hecho de que <<se ocupan de sus propios intereses>> y tienen empleo protegido.

<<fundamentalmente la estrategia es aparecer como un empleado super trabajador y <<con espíritu de empresa>>, dispuesto a trabajar fuera de horas y a evitar relaciones conflictivas con el empresario"(Petras, 1996:52).

 

      II. Genealogía del Neoliberalismo.

  A la hora de definir el neoliberalismo, lo primero con lo que nos encontramos es que las corrientes que se suelen incluir bajo el paraguas de neoliberales no se definen a sí mismas con ese término -p.e., Friedman, monetarismo; Buchanan y la Publice Choice; Stockman y la economía de oferta; la escuela de las expectativas racionales; el liberismo de Hayek; escuela de análisis de la búsqueda de rentas....-. Estamos, por consiguiente, ante un término construido exteriormente, por sus críticos, con el que se designa un conjunto de políticas, sus fundamentaciones y su ligazón a un tradición intelectual -política y económica-.

Además, nos surge la cuestión de por qué utilizar el prefijo neo para denominar a una corriente que bebe de las fuentes del liberalismo económico clásico. En mi opinión, se utiliza este concepto para diferenciarla de las diversas corrientes del liberalismo, que han derivado, principalmente, de dos fuentes: "En primer lugar, hay distintos obstáculos a la libertad(...). En segundo lugar, hay diferentes concepciones de la libertad, que permiten periódicas redefiniciones del liberalismo" (Guilherme,1991:197).

Así, por ejemplo, a comienzo de siglo surge una corriente a la que se denomina nuevo liberalismo -o neoliberalismo-, para distinguirla del liberalismo conservador de la segunda mitad del XIX. El incluir el igualitarismo y una ampliación de la libertades, era una de sus señas de identidad.

Es de esa tradición liberal de la que hoy en día se desmarca el nuevo liberalismo. De esta manera, se utiliza el "neo" para esta distinción, sobre todo en los países anglosajones donde las corrientes clásicas han tenido más influencia.

El neoliberalismo actual se enmarcaría dentro de la tendencia que considera al Estado como un obstáculo a la libertad (El neoliberalismo es " la realización política de la creencia de que el intercambio mercantil es la manifestación esencial de la libertad humana". Gray, 1998:36), que define la libertad en su acepción negativa y que considera el mercado, libre de cualquier traba, como el fundamento de lo social.

Más allá de la aplicación estricta de las políticas económicas neoliberales, éstas se estructuran en el intento de "difundir las instituciones de mercado hasta los límites de lo políticamente posible", asentando "en la cultura pública una inquebrantable legitimidad a favor de los mercados liberalizados"(Gray,1998:4).

 

 

      III Los diez años que conmovieron al mundo. El contexto internacional del neoliberalismo.

    Para explicar el surgimiento del neoliberalismo tendremos que hacer referencia al contexto en el que se hace dominante, en el que se convierte en pensamiento económico único. Las teorías que alberga el paraguas del neoliberalismo no surgen en los años ochenta - Hayek escribe camino de servidumbre en 1943; Buchanan y Tullock el cálculo del consentimiento en 1962; Friedman Capitalismo y libertad en 1962-; sin embargo, sus ideas son minoritarias en los círculos intelectuales y políticos hasta el final de los años setenta. Deben esperar hasta lo que se ha denominado como "crisis fin de siglo".

Uno de los consensos más importantes en los albores de este milenio es el de que estamos inmersos en una crisis. Dentro de las acepciones de este concepto me interesa la que está relacionada con la de cambio considerable y súbito en la "enfermedad" de un sistema. Súbito en tiempo histórico puede ser años. En el caso que nos ocupa viene determinado por tres acontecimientos cruciales en el periodo de 10 años: La victoria de Thatcher y Reagan para los países occidentales [1979, comienzo del neoliberalismo]; La crisis de la deuda externa para los países del Tercer Mundo [1982, extensión internacional del neoliberalismo]; La caída del muro de Berlín [1989, constitución del capitalismo neoliberal como pensamiento único].

Esos tres acontecimientos cierran el siglo XX, pues ellos clausuran las tres "invenciones" que lo caracteriza como siglo: la revolución rusa [la alternativa al capitalismo]; el Estado de Bienestar [la alternativa al capitalismo liberal del siglo XIX y a la Revolución Rusa]; y el Tercer Mundo [la alternativa al orden internacional creado en 1492].

Este "cierre" genera una "ausencia" [o crisis] de las alternativas y configura la mentalidad de vivir en un mundo único, que en su expresión más burda fue popularizada por Fukuyama en su teoría de Fin de la historia.

Esta mentalidad, en cuya base está la idea de victoria de la civilización capitalista, es impulsada por la hegemonía de la ortodoxia económica neoliberal en la mayoría de las elites políticas y económicas de los Estados nacionales y de las organizaciones internacionales. Estas políticas económicas van a favorecer el levantamiento de los "obstáculos" a la libre circulación del capital dinero y a desarrollar los elementos institucionales que favorecen el "libre" mercado. También van a redefinir la relación Estado-mercado. Y todo esto favorecido por fuertes avances tecnológicos.

La siguiente tabla, creo que refleja el cambio de perspectiva entre lo que se denomina neoliberalismo y el Estado de Bienestar. Entrar en cada uno de sus aspectos desborda el objetivo de este artículo, por lo que nos detendremos en su relación con el mercado de trabajo.

 

Estado de bienestar

Neoliberalismo

ESTADO MERCADO
REGULACIÓN de la economía DESREGULACIÓN
IGUALDAD LIBERTAD
IGUALDAD EFICACIA
IGUALDAD/EFICACIA DESIGUALDAD/EFICACIA
REDISTRIBUIR NO REDISTRIBUIR
DERECHOS civiles, políticos,sociales:   libertades positivas DERECHOS civiles:libertades negativas.
DEMOCRACIA GOBERNABILIDAD
POLÍTICA MERCADO
SEGURIDAD INCERTIDUMBRE
ESTABILIDAD PRECARIEDAD
PROTECCIÓN FLEXIBILIDAD
CRECIMIENTO ESTABILIDAD   MACROECONÓMICA
PACTO CAPITAL-TRABAJO CAPITAL

PLENO EMPLEO

TASA NATURAL DE DESEMPLEO-NDTI
DEMANDA OFERTA
TRABAJO REPRESENTATIVO UNIFORME TRABAJO DIVERSIFICADO.
DERECHO DEL TRABAJO DERECHO CIVIL

 

 

         IV. Neoliberalismo y mercado de trabajo.

He utilizado reiteradamente el término "mercado" como seña de identidad de esta corriente. Es necesario pararse brevemente a analizar cúal es la definición que subyace en estas teorizaciones.

El mercado, según aparece en algunos manuales de economía, es "un sistema de asignación de recursos escasos en el cual los individuos en competencia persiguen sus propios intereses. Los agentes, provistos con mercancía y dinero, expresan sus preferencias, sus deseos y necesidades, sus demandas, e intercambian dotaciones, productos, trabajo, dinero. En su interacción se genera un sistema de precios que actúa como un sistema de señales para la coordinación de actividades. No hay ninguna instancia central ocupada en investigar quien o que se quiere. Los precios se convierten por esa vía en un modo de transmitir información. Se sabe qué hay que producir, para quién y en qué cantidad. Nadie está interesado en satisfacer las necesidades de nadie, pero cuando persigue sus propios intereses se ve obligado a atender la demanda de los demás y a hacerlo de modo eficiente, pues, de otro modo, la competencia se encargará de expulsarlo. En ese marco competitivo la distribución del producto social aparece vinculada con la aportación de cada uno. El empresario contrata trabajadores hasta que el costo de incorporar una unidad de trabajo adicional iguala el posible beneficio. De modo que el ingreso del trabajador parece relacionarse directamente con su aportación. En suma, que el buen orden social emerge de la acción de todos, sin que sea el resultado de la voluntad de nadie"(Ovejero, 1997).

Si nos atenemos a la descripción anterior, éste no ha existido nunca, por lo que estamos ante una construcción utópica que, sin embargo, no es concebida como tal por sus ideólogos, sino que es identificada con la realidad natural. Esta utopía se articula como una fe, pero también como un programa político que basado en determinada teoría económica "llega a pensarse como la descripción científica de la realidad".

Si desmitificamos y ponemos en duda ese supuesto carácter científico y natural, lo que verdaderamente nos queda es un programa político que extrae su fuerza de la fuerza política y económica de aquellos individuos y grupos cuyos intereses expresa, intentando construir, "en la realidad, un sistema económico ajustado a su descripción teórica, es decir, una especie de máquina lógica, que se presenta como una cadena de restricciones que obligan a los agentes económicos"(Bordieu, 1998).

Este programa se basa en la idea-fuerza de que todos los problemas económicos tienen que ver con una ausencia del mercado correspondiente o con la existencia de una traba o interferencia a éste. De esta forma, el trabajo se concibe como una mercancía más, que está sujeta a las oscilaciones de la oferta y de la demanda y cuyo equilibrio determina el salario justo y evita el desempleo. Este último vendría determinado por una salario superior al de equilibrio provocado por cualquier interferencia ajena al funcionamiento natural del mercado de trabajo.

En esta perspectiva, los sindicatos son vistos como una interferencia, la flexibilidad se convierte en la nueva ortodoxia y se reforman la mayoría de las leyes que protegían el mercado de trabajo.

El último informe del Banco Central Europeo se hace eco de esta postura cuando considera que el desempleo es causado por la "existencia de rigideces en los mercados de bienes y trabajo que son el resultado, en parte, de una regulación excesiva e inadecuada". Curiosamente, los mercados laborales de la Unión Europea, en general, están actualmente bastante más flexibilizados que en los años sesenta y setenta y el desempleo es mayor.

 

          V. Tras 20 años de políticas neoliberales.

La crítica al neoliberalismo tiene que tener en cuenta este doble aspecto: la construcción utópica y el programa político.

Desde el primero estamos ante una lógica perversa que conlleva el que siempre existan en la realidad algún tipo de trabas al buen discurrir del "mercado perfecto". Desde el segundo, como programa, estas políticas se justifican por su capacidad para generar empleo y bienestar en la población. Después de 20 años, casi tantos como los de "vida" de las políticas keynesianas puestas en marcha tras la segunda guerra mundial, podemos discutirlas desde el punto de vista de su eficacia para cumplir estas promesas y, sobre todo, desde la perspectiva del mundo que están contribuyendo a crear.

Así, lo primero que salta a la vista es que se ha producido un aumento de las desigualdades en el conjunto del planeta, con su correlato de crecimiento de la pobreza, de la exclusión y de la dualización de la sociedad.

No voy a entrar en datos cuantitativos, para ello basta remitirse a los informes anuales sobre desarrollo humano del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, o a los estudios de la misma Comisión Europea.

En segundo lugar, el desempleo en el mundo ha alcanzado en la actualidad su nivel más elevado desde la gran depresión de los años 30. Más de 800 millones de seres humanos están en la actualidad desempleados o subempleados.

Estamos asistiendo a una mutación social y psicológica de gran envergadura, al paso de un mundo seguro a un mundo incierto. Al cambio de la <<seguridad>> por el <<miedo a ser despedido>> en una economía con un gran número de desempleados y con una caída real de los salarios.

Un tercer aspecto tiene que ver con una mayor desigualdad en los mercados de trabajo, que se manifiesta mediante la polarización de los salarios y una mayor desigualdad salarial. Esto ocurre en el conjunto de los países, pero sobre todo en aquellos con una flexibilidad mayor del mercado de trabajo y menor red de seguridad social y prestaciones: EEUU, Reino Unido, Nueva Zelanda, España.

Por último, asistimos a un fraccionamiento y diferenciación de las condiciones laborales. Los empleos irregulares crecen y conllevan salarios bajos, pocas prestaciones, malas condiciones de trabajo y formación, pocas oportunidades de ascenso; lo que implica un aumento del número de Trabajadores empobrecidos; es decir, personas con trabajo cuyos ingresos están por debajo del nivel de la pobreza.

Vicente Navarro, analizando los principales indicadores económicos y sociales del período 1979-1996, llega a las siguientes conclusiones: "Excepto por su control de la inflación, la mayoría de los otros indicadores económicos y sociales (tales como tasas de crecimiento económico, tasas de desempleo, tasas de inversión y productividad, crecimiento de las desigualdades sociales y nivel de pobreza) han sido negativos, y sobre todo si se les compara con las décadas de los años sesenta y setenta, cuando las políticas Keynesianas eran dominantes(...). Los grupos sociales que sí se has beneficiado, en cambio, son los sectores más pudientes de las poblaciones occidentales y las clases empresariales que han visto su estándar de vida y niveles de renta mejorados sustancialmente. El coste social, por otra parte, ha sido elevado."(1997:72-73).

 

          VI. Neoliberalismo y globalización.

La credibilidad de la teoría neoliberal ha sido puesta en duda, no tanto por el fracaso de las políticas económicas implantadas en cada país, sino por el caos que está generando la globalización financiera.

Podemos definir la "globalización realmente existente" como el intento de configurar una forma de interconexión mundial basada en las políticas económicas neoliberales.

En sus defensores, la globalización es justificada como una nueva encarnación de la idea de progreso, ya que aseguran que aumenta la prosperidad mediante un incremento del crecimiento y, como consecuencia, del empleo en el mundo. Al mismo tiempo, no niegan que existan costes de ajuste transitorios, sino que creen que los beneficios superan a los costes.

La cuestión de los costes se convierte, por lo tanto, en uno de los problemas clave de discusión. Por mi parte, creo que hay dos aspectos centrales. El primero es que resulta evidente que en este proceso hay ganadores y perdedores, y que estos últimos no sólo son determinados grupos sociales y países, sino áreas geográficas enteras como el África subsahariana -los informes de la UNCTAD (Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo) permiten ver el alcance de algunas de estas dinámicas-.

Sin embargo, en los análisis oficiales se sostiene que la lógica del mercado tenderá a resolver esos "costes de transición". Costes que recordémoslo hacen referencia a bolsas de pobreza, a desempleo, marginación y exclusión social; que generan sufrimiento humano y de los que no se sabe cuantos años durarán.

Pensar que en el futuro se acabará, mediante la aplicación de esas políticas, con el sufrimiento es una cuestión de fe. Y discutir sobre cuestiones de fe es difícil, se cree o no se cree. Aquí, no obstante, se puede afirmar que no existe ninguna certeza de que los futuros resultados serán beneficiosos. Y, también, podemos constatar que la actual economía global está generando desequilibrios sociales graves en el planeta. Esto genera una paradoja fundamental, pues "al mismo tiempo que se acrecientan las dislocaciones sociales....se debilita la capacidad, e incluso la voluntad, de los gobiernos para adoptar medidas de compensación o mejora. La mundialización viene acompañada de una tendencia a reducir por doquier el papel del Estado, lo cual se ponen de manifiesto en los recortes del gasto público, la bajada de los impuestos, un menor apoyo político a las medidas redistributivas y una liberalización generalizada de los mercados, entre ellos el de trabajo. Sin embargo, en un momento de desigualdades crecientes, y ante la necesidad cada vez mayor de compensar a quienes resultan perjudicados por la mundialización, todo ello resulta, como mínimo inútil"(LEE, 1996:539).

El segundo aspecto está relacionado con los costes ecológicos, con los efectos sobre el medio ambiente. El último informe del World Watch Institute nos da algunas pistas acerca de los efectos perniciosos que sobre el ecosistema tiene el modelo actual de expansión de la economía mundial.

Además, la viabilidad de todo el sistema de la globalización está siendo puesta en duda por la inestabilidad de los mercados financieros, que están poniendo en dificultad la economía mundial, generando auténticos problemas de freno del crecimiento.

La crisis de los países asiáticos y su extensión al resto del mundo ha puesto sobre el tapete, no sólo el carácter especulativo de la mayoría de las transacciones financieras internacionales, sino sus efectos desastrosos sobre las economías reales, incluso, como en el caso brasileño, de aquellos países que han cumplido a la perfección sus deberes económicos según la lógica dominante. Las voces que mantienen que la actual globalización genera estancamiento económico cobran cada vez más fuerza.

La globalización, al mismo tiempo, está siendo utilizada por las elites dirigentes de los estados nación de los países del norte para justificar políticas impopulares.

Normalmente, las políticas puestas en marcha se postulan como beneficiosas para la nación y el conjunto de los ciudadanos. De esta manera, por ejemplo, el libre comercio, base de los procesos de globalización, se justifica por sus efectos positivos para el crecimiento económico de un país y, por lo tanto, para la creación de empleo y la consiguiente reducción del paro. A continuación, en la medida en que muchas de las políticas pueden tener costes sociales importantes y ser impopulares, el argumento se desliza hacia la necesidad de adaptación competitiva a los mercados mundiales, para lo que es necesaria una flexibilización del mercado de trabajo. En esta lógica, la reforma del mercado de trabajo es eficaz para generar empleo, un bien, y, al mismo tiempo, es un mal necesario para poder competir en los mercados globales, marcados por la "competencia desleal" de los países del Tercer Mundo, que poseen una mano de obra barata.

Así, se considera que, si se quiere contener la pérdida de competitividad de Europa frente al crecimiento que están experimentando las economías de Asia y Europa del Este, es necesario introducir reformas estructurales drásticas que flexibilicen las relaciones laborales.

Esta argumentación, que ejemplifica perfectamente la utilización de la globalización como justificante de determinadas políticas y que se nos presenta como de sentido común, tiene un problema: carece de un apoyo empírico suficiente.

Se afirma que el crecimiento de las importaciones de países con bajo nivel salarial ha causado la destrucción de empleos industriales, intensivos en trabajo, en los países desarrollados, generando con ello, al mismo tiempo, desigualdades salariales. Se sostiene también que los flujos crecientes de inversiones extranjeras directas hacia países periféricos, para aprovechar los bajos costos salariales y producir manufacturas más baratas, producen también el mismo efecto sobre el mercado de trabajo interno de los países industrializados.

Sin embargo, las pruebas empíricas de que se dispone hasta ahora nos indican que estos factores son de escasa importancia a la hora de explicar el crecimiento del desempleo y de la desigualdad salarial en los países desarrollados. "Pese al rápido crecimiento de los últimos años, la proporción de las importaciones de manufacturas procedentes de los países de bajo nivel salarial representó en 1994 tan sólo el 3,8 por ciento del PIB de los países de la OCDE"(LEE,96: 530). Además, el sector manufacturero representa alrededor de un 20 % del empleo total de los países industrializados, y de ellos las empresas intensivas en mano de obra utilizan, aproximadamente, una cuarta parte del total. En cuanto a los flujos de inversión extranjera directa son lo suficientemente pequeños -0,5% del PIB de los países industrializados- para que supongan una desviación importante de las inversiones en el país de origen.

 

 

 

       BIBLIOGRAFÍA CITADA

 

BOURDIEU, P. (1998): "La esencia del Neoliberalismo", Le Monde Diplomatique, nº 29, Marzo-abril.

GRAY, J. (1998): Postrimerías e inicios. Ideas para un cambio de época, Madrid, Sequitur.

GUILHERME, J. (1991): Liberalismo viejo y nuevo, México, FCE.

NAVARRO, V.(1996): Neoliberalismo y Estado de Bienestar, Ariel, Barcelona, 1996.

OVEJERO. F.(1994): Mercado, Ética y Economía, Barcelona, Icaria,

PETRAS, J.(1996): "Qué ha pasado en España?", El Viejo Topo, Barcelona, marzo.

 

 

 

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