Num.18
 
 

"La auténtica ampliación del campo de batalla"

Reseña por Francisco Rosa Novalbos [*]


 
 

HOUELLEBECQ, Michel:
  (2001) Plataforma, Anagrama, Barcelona, 2002.
  Traducción de Encarna Castejón, 316 págs.
16 Euros.


Un día, a los doce años, subí a lo alto de un pilón eléctrico, en las montañas. Mientras subía, no miré abajo ni una sola vez. Al llegar arriba, a la plataforma, bajar me parecía complicado y peligroso. Las cadenas montañosas se extendían hasta donde llegaba la vista, coronadas de nieves eternas. Habría sido mucho más sencillo quedarse allí, o saltar. Me retuvo, in extremis, la idea de estrellarme; pero si no, creo que habría disfrutado eternamente del vuelo. [p.281]

Uno piensa, tras leer unas doscientas páginas de Plataforma, que ha sido objeto de un timo editorial, igual que pasó con Lanzarote: el amigo Michel se ha hecho famoso y cualquier cosa que haga se vende. Doscientas, o más, páginas de relatos turísticos y pornográficos que, a la postre, terminan por aburrir, aunque en ocasiones pueden llegar a excitarte; entonces nos apartamos de la lectura durante unos minutos...

Si no fuera porque se trata de Houellebecq y porque, poco a poco, se van desentrañando los intríngulis de la industria turística (agencias de viajes, complejos hoteleros...) aderezado con aforismos críticos e irónicos sobre la sociedad occidental que a golpe de martillo la van desarticulando cual picapedrero nietzscheano, la novela podría haber sido dejada sin leer más o menos a la mitad. Al final te das cuenta que has de volver a leerla, que no la has comprendido bien.

Esos martillazos suelen ser brillantes:

  • El conflicto entre la economía productiva y la economía especulativa [pp.54-56].
  • El conflicto, dentro de la primera, entre el sector primario y el terciario, particularmente lo que ahora se denomina "gestión de la información" [p.82] y sector turístico [pp.199-200].
  • La amarga visión de Cuba [pp.199-200, 211ss.].
  • La crítica al trabajo desaforado y al consumismo [p.286].
  • Su teoría sobre la juventud marginal [pp.237-239].
  • Las revistas de moda y nuevas tendencias [pp.88ss.].
  • La política, elecciones, etc. [p.288].
  • La economía de mercado en general y la decadencia de Occidente [pp.260ss., 315].

Tampoco escapa del yunque la religión musulmana [pp.221ss., 306-307], de hecho parece ser que nuestro amigo tiene un juicio pendiente por algunas declaraciones hechas a la prensa sobre el particular.

Son de destacar las referencias a algunos filósofos occidentales como Comte, Schopenhauer, Kant, o a temas filosóficos: la voluntad de poder, la conciencia de sí mismo y la relación con el prójimo, la muerte, la psiquiatría, etc., aunque como decimos no son temas tratados en profundidad, sino breves pinceladas introducidas en diálogos o en reflexiones. Algunas de estas reflexiones son totalmente irónicas o jocosas, como las que hace sobre Michael Jackson, o sobre los bebés: "monstruitos feos que cagan sin control y lanzan aullidos insoportables [...] son como animalitos, aunque con tendencias malignas" [pp.282-283].

En cualquier caso, la novela es extremadamente moderna, y eso es uno de los atractivos que nos hace mantener la lectura (aunque quizás lo hubiera sido más de haberse publicado tras el 11-S), y es que hace referencias constantes a la vida política y cultural de nuestro tiempo, circunstancia que será saboreada con más placer por aquellos que conozcan Francia o Thailandia.

Ahora bien, todo lo anterior no son sino adornos del tema de fondo (o, mejor, el fondo que rodea a la figura), a saber, las relaciones sentimentales, el amor y el sexo... Sobre todo, el sexo. Si en Ampliación del campo de batalla se plantea amarga, descarnadamente y sin visos de solución el problema de la extensión de la lucha por los recursos económicos al terreno de la sexualidad —tesis darwinista por excelencia, pero cuya verdad quedaba negada debido a la existencia de las normas sociales [1]—; si en Las partículas elementales se analiza con mucho más detalle dicha extensión y como única (y velada) salida se propone el amor [2]—aunque irónicamente también se propone una utopía genetista—; en Plataforma Houellebecq se burla de otra posible solución: la huida hacia delante en el despropósito mercantil, la prostitución generalizada.

En Plataforma el abordaje del sexo sufre una variación respecto de las dos obras anteriores mencionadas: si en aquéllas era la seducción el mecanismo a través del cual se conseguían establecer los encuentros sexuales, una seducción producto del narcisismo y del egoísmo, en ésta se explora la suplencia de la seducción por el dinero.

Los hombres buscan dos tipos de mujeres: "una dulce esposa que les lleve la casa y cuide a los niños" [p.132], o bien amantes ocasionales. Lo primero se ha vuelto muy difícil de encontrar en Occidente debido, precisamente, al egoísmo y narcisismo, a la falta del sentimiento de entrega, sin embargo, es una norma todavía presente en sociedades orientales y tradicionales, razón por la cual al turista sexual le es relativamente fácil encontrar esposa por aquellos lares, ya que les prometen una vida desahogada y apartada de la prostitución [que dicho sea de paso, son pocas las mujeres que la ejercen por gusto]. Por otro lado, en los encuentros ocasionales los occidentales de clase media-alta prefieren la prostitución a la seducción, ya que así evitan el campo de batalla [p.133].

Si en Ampliación del campo de batalla y en Las partículas elementales se narran la estructura y génesis del campo de la seducción, que al final no resulta ser sino un cambalache de características físicas y locuaces de las personas, la auténtica ampliación del mercado [3] (en sentido estricto) se narra en Plataforma: es aquí donde se ve como las relaciones mercantiles (con el dinero como equivalente universal) penetran en el terreno de las relaciones sexuales y sentimentales [pp.260-261], es aquí donde se ven nítidamente diferenciadas las clases económicas, los pudientes y los desheredados. No obstante, debemos reprochar a Houellebecq un sesgo pequeño-burgués en su tratamiento, a saber, el olvido de las relaciones de producción capitalistas en el terreno sexual (no simplemente las relaciones mercantiles, de compra-venta), la existencia de los chulos que se quedan con la plusvalía de las putas... Y no sólo el olvido, sino su negación:

—Te vas a convertir en el proxeneta más importante del mundo...
—Proxeneta no —protestó—. Nadie se queda un céntimo de las ganancias de las chicas; las dejamos trabajar, eso es todo. [p.285]

En cualquier caso reconoce que dicha prostitución es un subproducto de las relaciones capitalistas (imperialistas) en el terreno de la producción material.

De todos modos nos sentimos perplejos ante la importancia que Houellebecq le otorga al placer, al sexo, una importancia absoluta, casi freudiana, que va más allá de la constatación de la progresiva ruptura de las normas sociales acompañada del afloramiento del deseo reprimido por dichas normas. De hecho sólo le falta decir que tales normas eran un producto de la paradójica y contradictoria constitución del deseo, cuyo objeto ha de estar siempre prohibido... Pero no, el malestar cultural que puede sufrir el señor Michel es la depresión, no la esquizofrenia. Sin embargo, ya decimos que algunas declaraciones rezuman psicoanálisis, por ejemplo ésta: "la cultura me parecía una compensación necesaria ligada a la infelicidad de nuestras vidas" [p.280].

Pero en el fondo de esta novela, como en las otras, lo que late es la desgarradora conciencia de la falta de amor:

Del amor me cuesta hablar. Ahora estoy seguro de que Valérie fue una radiante excepción. Se contaba entre esos seres capaces de dedicar su vida a la felicidad de otra persona, de convertir esa felicidad en su objetivo. Es un fenómeno misterioso. Entraña la dicha, la sencillez y la alegría; pero sigo sin saber por qué o cómo se produce. Y si no he entendido el amor, ¿de qué me serviría entender todo lo demás? [p.315]

Uno podría sonreír al leer este pasaje al final de la novela, pues su autor parece reducir el amor al sexo, al placer, y en cierto modo así es, pues en ella no da demasiadas claves de lo que pueda ser el amor, salvo la vaga descripción "sentido de la entrega", que ya es bastante, pero que no se encuentra ejemplificado en ningún personaje, al contrario que en Las partículas elementales, cuando se habla de la abuela del protagonista:

Esta mujer había tenido una infancia terrible, trabajando en una granja desde los siete años entre semibrutos alcohólicos. Su adolescencia fue demasiado breve para que pudiera acordarse. Tras la muerte de su marido trabajó en una fábrica para sacar adelante a sus cuatro hijos; en pleno invierno iba a buscar agua al patio para que toda la familia se lavara. Con más de sesenta años, recién jubilada, accedió a ocuparse otra vez de un niño, el hijo de su hijo. A él tampoco le había faltado de nada, ni ropa, ni buenas comidas los domingos, ni amor. Ella le había dado todo eso. Un examen mínimamente exhaustivo de la humanidad debe tener en cuenta necesariamente este tipo de fenómenos. En la historia siempre han existido seres humanos así. Seres humanos que trabajaron toda su vida, y que trabajaron mucho, sólo por amor y entrega; que dieron literalmente su vida a los demás con un espíritu de amor y de entrega; que sin embargo no lo consideraban un sacrificio; que en realidad no concebían otro modo de vida más que el de dar su vida a los demás con un espíritu de entrega y de amor. En la práctica, estos seres humanos casi siempre han sido mujeres. [Las partículas elementales, p.92]

Y es que, en efecto, el amor se dice de muchas maneras:

Tres amores tengo/ uno, dos y tres/ todos diferentes/ todos de mujer:/ uno es el de mi hija/ otro es el de mi mujer/ y otro es el de mi madre/ qué suerte tener los tres [Manolo Escobar (?)]

También la amistad es una forma de amor, pero al igual que las otras está en decadencia.

Nosotros, sin embargo, sostenemos la tesis de la continuidad de sentido entre las tres novelas: si las normas sociales han desaparecido, o ha aumentado el grado de libertad entre ellas [Ampliación..., pp.46-49] (que para el caso es igual), si hemos pasado a ser partículas elementales, individuos libres, la única salida de este callejón global es el amor... El amor o la destrucción.

En fin, la novela narra el ascenso a una plataforma de amor... El ascenso y la estancia... Y también el vuelo. Disfrutémoslo.


NOTAS

[*] Francisco Rosa Novalbos es licenciado en Filosofía por la UCM; actualmente está doctorándose.

[1] En cualquier caso Houellebecq no considera los sistemas de jerarquías como efectos de la selección natural, sino como productos del "aburrimiento de la vida en plena naturaleza" [p.310], tales sistemas no poseerían ninguna eficacia selectiva ni correspondería a ninguna necesidad práctica. Esto es llevar las cosas demasiado lejos, pues en rigor tales sistemas de jerarquía no son efectos, pero sí causas de la selección natural: el problema está en conjugar la teoría de la selección natural con los resultados de la psicología conductista, de manera que si bien puede no existir una "necesidad práctica" global de tal o cual sistema, sí que existe una necesidad práctica para cada individuo de esos sistemas, en la medida en que una posición elevada en la jerarquía le permite el acceso a mayores recursos alimenticios y sexuales, como reconoce el propio Houellebecq en Las partículas... [p.47].

[2] Para un análisis más detallado de Las partículas elementales se puede consultar nuestro trabajo Freud, Lévi-Strauss y Houellebecq: Una reivindicación del orden

[3] En las dos obras anteriores la sexualidad se considera como un sistema de jerarquía social, un campo de batalla, independiente del sistema de jerarquía económica, si bien con las pertinentes conexiones. Pero en Plataforma ambos sistemas se funden, o mejor dicho, la sexualidad entra en el terreno económico.

 
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