Monográfico número 11: Filosofía, educación y mercado

Monográfico
Abril, 2000.

Cuaderno de Materiales

     

O disolución de la Ciencia, o dicolución de los problemas: la apuesta de Quine
Fernando J. González Grisolía
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      Uno de los artículos de Quine que más controvesias ha levantado, sin duda ha sido Two Dogmas of Empiricism[1]. Es aquí donde presenta y argumenta su tan sonada disolución de un tipo de verdades en otras, las analíticas en las sintéticas, o si se prefiere, las segundas en las primeras; asimismo, en la última parte del citado artículo, finaliza proponiendo su no menos sonada visión de la ciencia. No es aquí nuestra intención exponer y recuperar los argumentos que el autor esparce a lo largo de todo el texto, para en una segunda etapa algo más reflexiva, repensar lo ya pensado por el ilustre. Por el contrario, sí será nuestra intención, obviar el primer paso, presuponiendo, a la vez que otorgando al lector, los conocimientos imprescindibles sobre la mencionada exposición, para situar el presente discurso inmediatemente a las puertas de la segunda etapa.

En esta segunda fase presentamos dos observaciones que se infieren de las ideas que el autor plasma sobre el papel.

De la primera parte, se puede observar como Quine propone dos tipos de enunciados analíticos. El primero lo llama verdades lógicas, es decir, claramente analíticas. Esto no significa más que da por entendido en esta clase de enunciados el concepto de analiticidad. El problema, según él, nace en el segundo tipo de enunciados, en el cual, sustituyendo  sinónimos por sinónimos podemos convertirlo en un enunciado del primer tipo. A pesar de ello el autor manifiesta: "...seguimos careciendo de una caracterización adecuada de esta segunda clase de enunciado analítico y, por tanto, de analiticidad en general, pues en la anterior descripción nos hemos basado en una noción de "sinonimia" que no necesita menos aclaración que la de analiticidad..."[2]. Pero éste, el problema de la sinonimia, no significa en absoluto que no tengamos una noción de analiticidad en general, ya que podemos entender tal noción con respecto al primer tipo de enunciados.

De los enunciados de la primera clase se deduce el concepto de analiticidad clásica, o tal y como lo entendía Kant en su distinción entre juicios analíticos y juicios sintéticos: "...En todos los juicios en los que se piensa la relación entre un sujeto y un predicado, tal relación puede tener dos formas: o bien el predicado B pertenece al sujeto A como algo que está (implícitamente) contenido en el concepto A, o bien B se halla completamente fuera del concepto A, aunque guarde con él alguna conexión. En el primer caso llamo al juicio analítico; en el segundo sintético. Los juicios analíticos son, pues, aquellos en los que se piensa el lazo entre predicado y sujeto mediante la identidad; aquellos en que se piensa dicho lazo sin identidad se llamarán sintéticos. Podríamos también denominar los primeros juicios explicativos, y extensivos los segundos, ya que aquéllos no añaden nada al concepto de sujeto mediante el predicado, sino que simplemente lo descomponen en sus conceptos parciales, los cuales eran ya pensados en dicho concepto de sujeto (aunque de forma confusa). Por el contrario, los últimos añaden al concepto de sujeto un predicado que no era pensado en él ni podía extraerse de ninguna descomposición suya. Si digo, por ejemplo: "Todos los cuerpos son extensos", tenemos un juicio analítico. En efecto, no tengo necesidad de ir más allá del concepto que ligo a "cuerpo" para encontrar la extensión como enlazada con él. Para hallar ese predicado, no necesito sino descomponer dicho concepto, es decir, adquirir conciencia de la multiplicidad que siempre pienso en él. Se trata, pues, de un juicio analítico. Por el contrario, si digo: "Todos los cuerpos son pesados", el predicado constituye algo completamente distinto de lo que pienso en el simple concepto de cuerpo en general. Consiguientemente, de la adición de semejante predicado surge un juicio sintético..."[3].

¿Por qué pretende Quine convertir los enunciados de la segunda clase a la primera, sino porque posee un concepto de analiticidad a causa del primer tipo de enunciados?. En verdad, no puede haber ninguna otra razón, es decir, como ya tenemos un concepto de analiticidad bien fundamentado, podemos entender "Ningún hombre no casado es casado", como un enunciado analítico. El problema acaso será el de fundamentar el concepto de sinonimia, tan sólo para poder saber qué enunciados del segundo tipo pueden ser analíticos. Este escollo, dista, evidentemente, bastante del de no tener un concepto de analiticidad.

Sin embargo, a todo esto el propio autor nos podría objetar lo siguiente: ¿sobre qué está sustentada la noción de analiticidad clásica, por lo que el primer tipo de enunciados, las verdades lógicas, son analíticas, si no es sobre el reino de las significaciones?. Previamente, ya se había aclarado que el problema de las significaciones se podría dejar de lado, a propósito de la separación entre la teoría de la referencia y la teoría de la significación. "...Una vez tajantemente separadas la teoría de la referencia y la de la significación, basta dar un breve paso para reconocer que el objeto primario de la teoría de la significación es, simplemente, la sinonimia de las formas linguísticas y la analiticidad de los enunciados; las significaciones mismas, en tanto que oscuras entidades intermediarias, pueden abandonarse tranquilamente..."[4]. De todo, finalmente concluye Quine que al no tener claro el tema de la sinonimia, no tendremos claro el tema de la analiticidad, el cual se funda en aquel.

Sin embargo, si esto fuera así, tendría que ser también válido para el primer tipo de enunciados, cosa que no lo parece. Si no se puede entender analiticidad en el segundo tipo de enunciados, tampoco deberíamos entender el primer tipo de enunciados como analítico. Así, entonces, pareciera naufragar una pequeña incoherencia en el fondo del razonamiento quineniano.

Supongamos ahora, tal y como lo hace el autor, que para fundamentar una idea de analiticidad en general, nos debemos centrar, y procurar esclarecer, el segundo tipo de enunciados analíticos. Y por tanto, para ello, debemos fundamentar, en algún sentido, el problema de la sinonimia, o mejor dicho, tal y como lo menciona Quine, el problema de la sinonimia cognitiva, obviando así las significaciones mismas como entidades propias.

El preguntarse por el fundamento del segundo de los dogmas, el reductivismo, es decir, el afirmar que todo enunciado con sentido es traducible a un enunciado acerca de la experiencia inmediata, no es más que una reconducción del problema general hacia el problema de la verdad. La cuestión a responder sería hasta que punto se gana clarividencia, sobre qué es al verdad, problema que se antoja, quizás, ontológicamente primigenio al problema propio de la analiticidad, rechazando un concepto de verdad como mera adecuación, para pasar a defender el conjunto de nuestros conocimientos como relacionados en un todo, donde, como hace el autor, se termina defendiendo un concepto de verdad relativa. "...Todo enunciado puede concebirse como valedero en cualquier caso siempre que hagamos reajustes suficientemente drásticos en otras zonas del sistema..."[5].  Es decir, que una verdad lógica no difiere en esencia de una verdad circunstancial. "...en cuanto a fundamento epistemológico, los objetos físicos y los dioses difieren sólo en grado, no en esencia..."[6]. Finalmente el autor termina aceptando que "...la ciencia es una prolongación del sentido común que consiste en hinchar la ontología para simplificar la teoría..."[7].

Sin embargo, es inaceptable tener por fundamento de la verdad en ciencia, un relativismo a nuestro antojo. En Ciencia la verdad debe ser demostrada deductivamente, es decir, una verdad de la que no sea lícito dudar, en tanto que debe ser fundamentada matemáticamente. Al prescindir de este tipo de verdad, podemos confundir la ecuación de Schrödinger con los dioses de Homero.

¿Qué supone un aniquilamiento de la frontera entre analítico y sintético?. Tal y como propone Quine, una orientación al pragmatismo o..., muy al contrario, un libertinaje en cuanto al estatuto de la verdad. Esto último parece procesarse el seguimiento de los razonamientos que aparecen en el texto. Ahora es el lector el que debe dilucidar.

 

   Notas bibliográficas:

[1] Quine, W. O.: Two Dogmas of Empiricism, en From a Logical Point of View, 9 Logico-Philosophical Essays, Harvard university Press, Second Ed. 1961, Massachusetts [existe también versión castellana].      volver

[2] Ibid. pág. 23.      volver

[3] Kant. I.: Kritik der reinen Vernunft, Introducción B11, Felix Meiner Verlag, Hamburg, 1998. [La versión castellana utilizada es la traducida por Pedro Ribas, Ed. Alfaguara].      volver

[4] Cfr. supra, nota 1, pág. 22.      volver

[5] Ibid, pág. 43.      volver

[6] Ibid. pág. 44.      volver

[7] Ibid. pág. 45.      volver

 


* Fernando J. González Grisolía es alumno de Tercer Ciclo de la Facultad de filosofía de la Universidad Complutense de Madrid. [volver al texto]

 

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