Uno
de los artículos de Quine que más controvesias ha levantado, sin
duda ha sido Two Dogmas of Empiricism[1]. Es aquí donde presenta y argumenta su tan sonada
disolución de un tipo de verdades en otras, las analíticas en
las sintéticas, o si se prefiere, las segundas en las primeras;
asimismo, en la última parte del citado artículo, finaliza proponiendo
su no menos sonada visión de la ciencia. No es aquí nuestra intención
exponer y recuperar los argumentos que el autor esparce a lo largo
de todo el texto, para en una segunda etapa algo más reflexiva,
repensar lo ya pensado por el ilustre. Por el contrario, sí será
nuestra intención, obviar el primer paso, presuponiendo, a la
vez que otorgando al lector, los conocimientos imprescindibles
sobre la mencionada exposición, para situar el presente discurso
inmediatemente a las puertas de la segunda etapa.
En
esta segunda fase presentamos dos observaciones que se infieren
de las ideas que el autor plasma sobre el papel.
De
la primera parte, se puede observar como Quine propone dos tipos
de enunciados analíticos. El primero lo llama verdades lógicas,
es decir, claramente analíticas. Esto no significa más que da
por entendido en esta clase de enunciados el concepto de analiticidad.
El problema, según él, nace en el segundo tipo de enunciados,
en el cual, sustituyendo sinónimos por sinónimos podemos convertirlo
en un enunciado del primer tipo. A pesar de ello el autor manifiesta:
"...seguimos careciendo de una caracterización adecuada
de esta segunda clase de enunciado analítico y, por tanto, de
analiticidad en general, pues en la anterior descripción nos hemos
basado en una noción de "sinonimia" que no necesita
menos aclaración que la de analiticidad..."[2]. Pero éste, el problema de la sinonimia,
no significa en absoluto que no tengamos una noción de analiticidad
en general, ya que podemos entender tal noción con respecto al
primer tipo de enunciados.
De
los enunciados de la primera clase se deduce el concepto de analiticidad
clásica, o tal y como lo entendía Kant en su distinción entre
juicios analíticos y juicios sintéticos: "...En todos
los juicios en los que se piensa la relación entre un sujeto y
un predicado, tal relación puede tener dos formas: o bien el predicado
B pertenece al sujeto A como algo que está (implícitamente) contenido
en el concepto A, o bien B se halla completamente fuera del concepto
A, aunque guarde con él alguna conexión. En el primer caso llamo
al juicio analítico; en el segundo sintético. Los
juicios analíticos son, pues, aquellos en los que se piensa el
lazo entre predicado y sujeto mediante la identidad; aquellos
en que se piensa dicho lazo sin identidad se llamarán sintéticos.
Podríamos también denominar los primeros juicios explicativos,
y extensivos los segundos, ya que aquéllos no añaden nada
al concepto de sujeto mediante el predicado, sino que simplemente
lo descomponen en sus conceptos parciales, los cuales eran ya
pensados en dicho concepto de sujeto (aunque de forma confusa).
Por el contrario, los últimos añaden al concepto de sujeto un
predicado que no era pensado en él ni podía extraerse de ninguna
descomposición suya. Si digo, por ejemplo: "Todos los cuerpos
son extensos", tenemos un juicio analítico. En efecto, no
tengo necesidad de ir más allá del concepto que ligo a "cuerpo"
para encontrar la extensión como enlazada con él. Para hallar
ese predicado, no necesito sino descomponer dicho concepto, es
decir, adquirir conciencia de la multiplicidad que siempre pienso
en él. Se trata, pues, de un juicio analítico. Por el contrario,
si digo: "Todos los cuerpos son pesados", el predicado
constituye algo completamente distinto de lo que pienso en el
simple concepto de cuerpo en general. Consiguientemente, de la
adición de semejante predicado surge un juicio sintético..."[3].
¿Por
qué pretende Quine convertir los enunciados de la segunda clase
a la primera, sino porque posee un concepto de analiticidad a
causa del primer tipo de enunciados?. En verdad, no puede haber
ninguna otra razón, es decir, como ya tenemos un concepto de analiticidad
bien fundamentado, podemos entender "Ningún hombre no
casado es casado", como un enunciado analítico. El problema
acaso será el de fundamentar el concepto de sinonimia, tan sólo
para poder saber qué enunciados del segundo tipo pueden ser analíticos.
Este escollo, dista, evidentemente, bastante del de no tener un
concepto de analiticidad.
Sin
embargo, a todo esto el propio autor nos podría objetar lo siguiente:
¿sobre qué está sustentada la noción de analiticidad clásica,
por lo que el primer tipo de enunciados, las verdades lógicas,
son analíticas, si no es sobre el reino de las significaciones?.
Previamente, ya se había aclarado que el problema de las significaciones
se podría dejar de lado, a propósito de la separación entre la
teoría de la referencia y la teoría de la significación. "...Una
vez tajantemente separadas la teoría de la referencia y
la de la significación, basta dar un breve paso para reconocer
que el objeto primario de la teoría de la significación es, simplemente,
la sinonimia de las formas linguísticas y la analiticidad de los
enunciados; las significaciones mismas, en tanto que oscuras entidades
intermediarias, pueden abandonarse tranquilamente..."[4]. De todo, finalmente
concluye Quine que al no tener claro el tema de la sinonimia,
no tendremos claro el tema de la analiticidad, el cual se funda
en aquel.
Sin
embargo, si esto fuera así, tendría que ser también válido para
el primer tipo de enunciados, cosa que no lo parece. Si no se
puede entender analiticidad en el segundo tipo de enunciados,
tampoco deberíamos entender el primer tipo de enunciados como
analítico. Así, entonces, pareciera naufragar una pequeña incoherencia
en el fondo del razonamiento quineniano.
Supongamos
ahora, tal y como lo hace el autor, que para fundamentar una idea
de analiticidad en general, nos debemos centrar, y procurar esclarecer,
el segundo tipo de enunciados analíticos. Y por tanto, para ello,
debemos fundamentar, en algún sentido, el problema de la sinonimia,
o mejor dicho, tal y como lo menciona Quine, el problema de la
sinonimia cognitiva, obviando así las significaciones mismas como
entidades propias.
El
preguntarse por el fundamento del segundo de los dogmas, el reductivismo,
es decir, el afirmar que todo enunciado con sentido es traducible
a un enunciado acerca de la experiencia inmediata, no es más que
una reconducción del problema general hacia el problema de la
verdad. La cuestión a responder sería hasta que punto se
gana clarividencia, sobre qué es al verdad, problema que se antoja,
quizás, ontológicamente primigenio al problema propio de la analiticidad,
rechazando un concepto de verdad como mera adecuación, para pasar
a defender el conjunto de nuestros conocimientos como relacionados
en un todo, donde, como hace el autor, se termina defendiendo
un concepto de verdad relativa. "...Todo enunciado puede
concebirse como valedero en cualquier caso siempre que hagamos
reajustes suficientemente drásticos en otras zonas del sistema..."[5].
Es decir, que una verdad lógica no difiere en esencia de una verdad
circunstancial. "...en cuanto a fundamento epistemológico,
los objetos físicos y los dioses difieren sólo en grado, no en
esencia..."[6].
Finalmente el autor termina aceptando que "...la ciencia
es una prolongación del sentido común que consiste en hinchar
la ontología para simplificar la teoría..."[7].
Sin
embargo, es inaceptable tener por fundamento de la verdad en ciencia,
un relativismo a nuestro antojo. En Ciencia la verdad debe ser
demostrada deductivamente, es decir, una verdad de la que no sea
lícito dudar, en tanto que debe ser fundamentada matemáticamente.
Al prescindir de este tipo de verdad, podemos confundir la ecuación
de Schrödinger con los dioses de Homero.
¿Qué
supone un aniquilamiento de la frontera entre analítico y sintético?.
Tal y como propone Quine, una orientación al pragmatismo o...,
muy al contrario, un libertinaje en cuanto al estatuto de la verdad.
Esto último parece procesarse el seguimiento de los razonamientos
que aparecen en el texto. Ahora es el lector el que debe dilucidar.
Notas bibliográficas: